Del atelier al laboratorio: la contribución del arte a las ciencias Breve ensayo crítico Contenido y recursos * Louis Bec, "We...
lunes, 10 de junio de 2013
aves gigantes y águilas devoradoras de hombres
Recientemente, los avistamientos de grandes aves rapaces en áreas rurales de nuestro país se ha vuelto más frecuente que en tiempos de mi niñez.
Pese a vivir rodeado de campos, lo cierto es que, aparte de algún gavilán, era muy raro observar aves rapaces grandes debido a su escasez, probablemente debida a la caza y al uso de pesticidas.
Las políticas de protección y la prohibición de pesticidas que afectaban a los pequeños animales que constituyen la dieta de estas aves han propiciado su reaparición y ya no es infrecuente verlas surcar los cielos de áreas bastante pobladas y cada vez más urbanizadas.
De hecho, algunos vecinos de mi localidad, en las Rías Bajas gallegas, han visto cómo algún animal doméstico como conejos, gallinas, pequeños corderos e incluso perros pequeños o gatos eran capturados por uno de los miembros de la pareja de águilas que frecuenta los alrededores.
La presencia de estos animales es sintomática de un aceptable estado de salud medioambiental y ha de ser bienvenida al margen de los pequeños conflictos agropecuarios que pueda generar. No obstante, no cabe duda de que cualquier gran amenaza que venga del cielo alimenta la imaginación y la especulación, generando dudas razonables acerca del potencial peligro que pueda representar uno de estos animales para un niño pequeño, por poner un caso inquietante.
Hace meses, la red era testigo multitudinario de un vídeo reproducido hasta la saciedad en el que se registraba el ataque de un águila dorada a un bebé en un parque, y, pese a lo sorprendente de las imágenes, su realismo no dejaba dudas acerca de la posibilidad de este tipo de ataques. Los mitos de grandes aves agresivas son poderosos, y las águilas representan a los grandes y temibles depredadores del aire.
No obstante, es más fácil ser agredido por una gaviota (buscad, si no, información sobre los recientes ataques de estos animales en época de cría en ciertas poblaciones del Maresme) que por un águila, aunque no sea descartable la posibilidad de que se cobren como pieza a un niño lo suficientemente pequeño como para que se sientan capaces de alzar el vuelo con él. El caso es muy interesante porque nos habla claramente de las expectativas asociadas al grado de credibilidad de un documento gráfico sobre la conducta más o menos sorprendente o inquietante de un animal.
Poco tiempo después de la divulgación de las mencionadas imágenes, los autores, unos alumnos de una escuela de artes audiovisuales en Canadá, dieron a conocer la manipulación digital de las mismas y el consiguiente engaño, demostrando, más allá de una innegable habilidad técnica en el dominio de los programas de diseño 3D empleados, un grado muy elevado de conocimientos sobre las características propias de las imágenes registradas con diferentes tecnologías audiovisuales, y, por lo tanto, una gran capacidad de análisis crítico de un documento gráfico desde el punto de vista de su credibilidad documental.
El ejemplo del falso registro casual de un comportamiento animal creíble pero sorprendente nos sirve para constatar que el temor atávico es un buen cómplice de la predisposición a dar crédito a cualquier aparente prueba gráfica que lo confirme. En este caso, la capacidad del águila para capturar a un ser humano, aún tratándose de un bebé, confirmaría de alguna manera la existencia de grandes aves capaces de capturar a un ser humano, conectando con las leyendas de aves gigantes presentes a lo largo de la Historia de humanidad, como el ave Roc, el ave Fénix (dotada de características que la situarían en una clasificación propia, como mito zoológico) y otras.
Sí que es cierto que han existido aves prehistóricas de gran tamaño (conocidas en medios de divulgación zoológica y paleontológica como "aves del terror") y muchas de ellas eran peligrosos depredadores, aunque en su inmensa mayoría no eran aves voladoras, sino grandes zancudas más similares a un ñandú, un avestruz o un emú actuales. Algunas, como el Moa de Nueva Zelanda, son de tan reciente desaparición (a causa de su caza) que coexistieron con el ser humano, por otra parte causante de su desaparición, e incluso existe registro fotográfico de su presencia.
Sin embargo, aunque constituyen criaturas fascinantes sin lugar a dudas, carecían de la capacidad de volar, y por tanto no representaban exactamente la mítica bestia capaz de venir desde el cielo para arrebatarnos nuestra existencia terrenal y, de hecho, las pruebas físicas que confirmen la existencia de tales aves son escasas y no exentas de polémica por parte de los especialistas.
Es por todo ello que me parece significativa la noticia divulgada recientemente y que reproduzco a continuación, seguida, como es nuestra costumbre, por la reproducción de una serie de entradas recogidas de diferentes rincones de internet para contextualizar mejor nuestra propia información. Confío en que os resulte mínimamente esclarecedor y, en todo caso, ameno y entretenido.
Martes, 04 de junio de 2013
El águila devoradora de hombres existió realmente
Científicos confirmaron la veracidad de una vieja leyenda maorí sobre la existencia, en Nueva Zelanda, del Te Hokioi, un ave gigantesca capaz de precipitarse sobre un niño y llevárselo.
Un equipo de investigadores de la universidad australiana de Nueva Gales del Sur acaba de publicar un estudio que confirma la veracidad de una vieja leyenda maorí sobre la existencia, en Nueva Zelanda, de un águila gigantesca y devoradora de hombres. La investigación aparece esta semana en The Journal of Vertebrate Paleontology.
La llamaban Te Hokioi, se extinguió hace cerca de 1.000 años y fue un depredador terrible. Era de color blanco y negro, con una cresta roja sobre su cabeza y las puntas de las alas teñidas de amarillo y verde. Esa es la descripción que Sir George Gray, uno de los primeros gobernadores de Nueva Zelanda, hizo del águila mayor que jamás haya existido. Los maoríes la respetaban y temían. Viejas leyendas transmitidas oralmente hablan de raptos de seres humanos y en el país abundan las pinturas del depredador en rocas y cuevas. Ahora, y tras una nueva y extensa investigación, los científicos creen que no se trata sólo de una simple leyenda.
Su nombre científico es Harpagornis moorei y sus restos fueron descubiertos por primera vez en un pantano neozelandés por Juluis von Haast en 1870, motivo por el cual también se la conoce como "águila de Haast". Sin embargo, por aquel entonces se pensó que se trataba de un carroñero, ya que su estructura ósea recordaba a la de un buitre, con capuchones sobre las fosas nasales para que la carne no obturase sus vías respiratorias mientras se alimentaba.
"Una máquina de matar"
Pero un nuevo examen de los restos con las técnicas más modernas arrojó resultados bien distintos. Y eso fue lo que hizo un grupo de investigadores del Museo de Canterbury y de la Universidad de Nueva Gales del Sur. Las conclusiones fueron contundentes. El águila de Haast podía asestar golpes mortales a presas mucho mayores que ella, precipitándose desde el aire sobre sus víctimas a una velocidad superior a los 80 km. por hora.
La envergadura del depredador, con las alas abiertas, era superior a los tres metros, y su peso de unos 18 kg. Las hembras, mayores que los machos, doblaban en tamaño a las mayor de las águilas actuales. Y poseían unas garras mayores que las de un tigre. "Sin duda era capaz de precipitarse sobre un niño y llevárselo", afirma Paul Scofield, responsable de zoología de vertebrados del Museo de Canterbury. "Y no solo tenía la habilidad de atacar con sus garras, sino que podía juntarlas y atravesar con ellas objetos sólidos, como una pelvis. Su diseño era el de una máquina de matar".
Su presa preferida era el moa, un ave no voladora que habitaba en Nueva Zelanda y que podía llegar a los 250 kg. de peso y tener una altura de más de dos metros y medio. "En muchos yacimientos -asegura Scofield- los huesos de los moa muestran signos de haber sido atacados por estas águilas".
En cuanto a zoología se refiere, Nueva Zelanda es un lugar único en el mundo. De hecho, no existen mamíferos naturales de esas tierras, ya que quedaron aisladas del resto de los continentes durante el Cretácico, hace más de 65 millones de años. Por eso, las aves ocuparon los nichos que en otros lugares pertenecen a los grandes mamíferos como los ciervos y los bóvidos. "El águila de Haast -explica Scofield- no fue solo el equivalente a un ave depredadora gigante. Fue el equivalente a un león".
Se cree que estas rapaces gigantes se extinguieron hace cerca de mil años, tras la llegada de los humanos, que exterminaron a los moas. Los restos del águila de Haast son muy raros, porque nunca hubo muchas. Sólo existieron en la isla sur de Nueva Zelanda y se cree que en ningún momento llegó a haber más de mil parejas al mismo tiempo.
Harpagornis moorei. (Imagen propiedad de la Universidad de Nuevo Gales del Sur)
Una leyenda que existe entre la población Maorí de Nueva Zelanda habla de un enorme pájaro depredador,
cuyas alas podían tapar la luz del Sol y que echó a todos los halcones
del cielo. Durante mucho tiempo se creyó que no se trataba más que de un
animal mitológico. Pero, tras muchos años de investigación se pudo
saber que ese animal existía. Era el águila de Haast (Harpagornis moorei).
Se trataba de un ave rapaz de enorme tamaño. Podía medir más de tres metros
de envergadura alar y pesar en torno a los 18 kg., lo que es bastante
para un animal volador. Evidentemente, no tapaba el sol cuando volaba,
pero sí proyectaba una sombra importante.
El factor que provocó que hiciese falta tanto tiempo para determinar
de qué animal se hablaba era la depredación. Según las leyendas maoríes,
los Te Hokioi – el nombre con el que conocían a esta ave – era un gran
depredador, capaz incluso de llevarse a los niños de
sus cunas. Pero cuando los primeros naturalistas comenzaron a estudiar
los restos fósiles que había en la isla, ningún animal cuadraba con esta
descripción.
De hecho, el águila de Haast tampoco se consideraba un depredador
hasta hace algo más de tres años. Primero por su tamaño, más parecido al
de un buitre carroñero que a cualquier rapaz cazadora.
Pero sobre todo por una característica muy curiosa. En su pico, justo
encima de sus agujeros nasales o narinas, tenían una pequeña estructura
que podía cerrarse. Esta es una solución bastante común en aves
carroñeras, que impide que la carne del cadáver impida al animal
respirar mientras se hace camino entre ella.
(Ras67/Wikimedia Commons)Sin
embargo, al volver a estudiar los restos de esta especie 150 años más
tarde – fue descubierta en la década de 1870 -, y sobre todo al emplear
técnicas modernas, las conclusiones fueron muy distintas. El pico del
águila de Haast tenía fuerza suficiente como para atravesar una pelvis,
lo cual no resulta muy necesario para un carroñero. Sus garras, muy
fuertes y afiladas, eran capaces de provocar el mismo tipo de heridas
que las de un tigre, lo que tampoco cuadra con su supuesta alimentación.
Aún así, ¿cómo se explicarían las estructuras en torno al pico? La
respuesta la encontraron al investigar sobre su capacidad de vuelo. Con
la ayuda de modelos biomecánicos comprobaron que serán capaces de
alcanzar una velocidad de 80 km/h. Y a esta velocidad resulta necesario bloquear la entrada de aire, que supone un grave problema.
Con estos datos, los investigadores han podido demostrar la verdad
que se escondía detras del mito. Ya se sabía que se alimentaban de moas,
pero ahora podemos estar seguros de que los cazaban de manera activa.
Al ser su fuente principal de alimento, cuando los moas se
extinguieron, también lo hicieron las águilas de Haast, la que fue –
hasta donde se conoce actualmente – el ave rapaz más grande que ha
existido.
osmitos
de la antigüedad nos hablan de aves gigantescas que atacaban a
los seres humanos. Los ornitólogos rechazan la idea de que semejantes
criaturas puedan existir... pero más de una persona ha experimentado la
fuerza de sus garras.
Monstruos Con Alas
El perro de
Peter Swadley, un cazador de osos, trató de luchar contra un
águila que había atacado a su amo en West Virginia, en 1895.
El ave se llevó al perro, dejando a Swadley malherido.
En
Tippah County (Missouri, Estados Unidos), un maestro de escuela
refirió en 1878 la siguiente y trágica historia: "Hace unos días ocurrió en mi escuela un triste suceso. Durante algún
tiempo, las águilas se mostraban muy inquietantes en los alrededores,
ya que habían capturado cerdos, ovejas, etc. Nadie creía que
intentasen apoderarse de un chiquillo, pero el jueves, durante el
recreo, los niños se encontraban a cierta distancia de la casa, jugando
a las canicas, cuando su pasatiempo se vio interrumpido por una enorme
águila que descendió, capturó al pequeño Jemmie Kenney, de ocho años,
y se alejó volando con él entre sus garras. El niño gritó y, cuando
yo salí de la escuela, el águila volaba a tal altura que sólo pude oír
los alaridos del niño. Se dio la alarma, y, a fuerza de gritos y
disparos al aire, el águila se vio obligada a dejar caer su víctima,
pero sus garras se habían hundido tan profundamente en él, y la caída
fue desde tal altura, que el pequeño murió..."
Éste no es el único caso de un chiquillo
arrebatado por un águila. En 1838, en las montañas de Suiza, una niña
de cinco años llamada Marie Delex fue capturada por un ave cuando se
encontraba jugando con sus amigas. No fue transportada al nido del ave,
ya que un grupo que salió en su búsqueda encontró allí dos
aguiluchos y montones de huesos de cabra y de oveja, pero ningún rastro
de la pequeña. Pasaron dos meses antes de que
un pastor encontrara sobre una roca su cadáver mutilado.
La noruega Svanhild Hantvigsen narra que cuando
tenía tres años, en 1932, fue capturada por un águila y llevada hasta
su nido. Fue rescatada por varias personas que habían presenciado el
hecho, y tuvo la suerte de escapar del trance sin un rasguño, aunque
sus ropas estaban hechas jirones.
Este tipo de ataques resultan alarmantes e insólitos,
pero no misteriosos. Algunas veces, sin embargo, surgen noticias de otra
clase, acerca de monstruosas criaturas aladas que no parecen
ajustarse a la descripción de ningún ave de las descritas por la
ornitología. A veces, parecen más bien gigantescas criaturas
voladoras de las que se extinguieron hace millones de años; en
ocasiones, parecen medio humanas.
La mayor ave conocida por la ciencia es el
albatros viajero, que habita exclusivamente en los océanos del Sur y
que posee la mayor envergadura de alas: 3,3 metros. Le sigue muy de
cerca en tamaño el cóndor andino, con una envergadura de 3 metros. Las
alas del cóndor californiano miden de punta a punta 2,7 metros, pero se
cree que en la actualidad no sobreviven más que unos 40 ejemplares de
esta especie.
Sin embargo, incluso un cóndor parecería
diminuto al lado del teratórnido, un ave que se extinguió hace
unos 10.000 años. Se cree que fue el ave de mayor tamaño que jamás
haya habitado la Tierra, con una longitud de 3,3 m, una envergadura de
7,5 m, y un peso de unos 75 kilos. Se han encontrado fósiles en
Argentina, México y el sur de los Estados Unidos, y se calcula que
algunos de ellos revelan una antigüedad de 5 a 8 millones de años.
En la mitología se habla también de
aves
enormes. Los indios illinois pintaron un pájaro monstruoso, el Piasa o "ave devoradora de hombres", en una roca que
domina un río cerca de Alton, en el estado de Illinois. Solían
disparar flechas o balazos contra esta imagen cuando pasaban junto a
ella en sus canoas. La pintura fue vista por exploradores misioneros en
el siglo XVII antes de que la superficie de la roca fuese destruida por
la erosión. En 1970 se pintó de nuevo una imagen del Piasa, imitando
la tradicional.
Según los Illinois, el Piasa es un ave
escamosa, con larga cola, cuernos y ojos de color rojo. Puede ser vista
una vez al año, al amanecer del primer día de otoño, cuando sale del
río para buscar una cueva donde pasar el invierno.
El supuesto
secuestro del hijo de una campesina por un águila. El artista
tituló este grabado, publicado en 1900, «El ladrón de los
cielos».
Otras tribus amerindias hablan todavía hoy de
otra enorme criatura: el ave del trueno. Según James "Cielo
Rojo", indio ojibwa de la región de Thunder Bay, en Ontario (Canadá):
«Vimos hace varios veranos un ave del trueno. Era un ave enorme,
mucho mayor que los aviones que podemos contemplar hoy. No batía sus
alas, ni una sola vez. Era blanca por debajo y negra por encima.»
Los informes modernos sobre aves gigantescas en
los Estados Unidos comenzaron a finales del siglo XIX En el año 1882,
en Dent's Run, Pennsylvania, un tal Fred Murray divisó una bandada de
aves que, según dijo él, parecían buitres gigantescos, con una
envergadura de más de 5 metros.
En febrero de 1895, la desaparición de la niña
de diez años Landy Junkins en Webster Country (West Virginia) fue
atribuida a una de estas enormes aves. La madre de Landy envió a la niña
a la casa de unos vecinos, pero nunca llegó a ella. Un grupo de búsqueda
encontró sus huellas en la nieve; abandonaban el camino y se adentraban
unos pocos metros en un campo. Allí, numerosas huellas se mezclaban
entre sí, como si la pequeña hubiera dado vueltas sobre si misma, tal
vez tratando de escapar. Nunca más se supo de ella.
Un incidente acaecido unos días después
sugirió lo que pudo haberle ocurrido a la niña. Un cazador de osos,
llamado Peter Swadley, fue atacado por un ave de gran tamaño, que
descendió sobre él y le hundió las garras en la espalda. Swadley
escapó de la muerte gracias a su perro, que atacó al ave. Esta se
revolvió entonces contra el perro, abriéndole el vientre de un
zarpazo, y después remontó el vuelo llevándose al infortunado animal.
Un ayudante del sheriff y su hijo vieron también el "águila"
gigantesca que capturó un gamo en el bosque donde ellos estaban cazando
ciervos. Según dijeron, el animal tenía una envergadura de 4,5 a 5,5
metros, y un cuerpo tan voluminoso como el de un hombre.
Según se cree, el mismo monstruo fue también
el causante de extrañas desapariciones de ovejas en un corral vallado.
Por tanto, parece ser que se trataba de un águila capaz de levantar el
vuelo con un gamo, un perro de caza, una oveja y una niña de diez años,
y que además intentó apoderarse de un adulto...
Hacia 1940, en Pennsylvania, un escritor e
historiador local, llamado Robert Lyman, se encontraba en la Selva
Negra, cerca de Coudersport, cuando vio en medio de un camino un
pajarraco de color pardo. De pie media cerca de un metro, y tenía el
cuello y las patas muy cortos. Cuando alzó el vuelo, Lyman vio, tomando
como punto de referencia el camino, que sus estrechas alas, una vez
desplegadas, alcanzaban una amplitud de 6 a 7,5 metros.
En 1947, cerca de Ramore (Ontario, Canadá),
unos granjeros pasaron un mal rato con una gigantesca ave negra
que atacó su ganado. Tenía un pico curvo, grandes garras y unos ojos
amarillos "del tamaño de dólares de plata". Unos meses más
tarde, en Illinois fueron avistadas repetidas veces aves de un tamaño
increíble. "¡Ahí afuera hay un ave tan grande como un
B.29!", chilló James Trares, un niño de doce años, al entrar
corriendo en su casa en busca de su madre. Esto ocurrió en enero de
1948, y James fue el primero en notificar la existencia de este
monstruo. El niño vivía en Glendale (Illinois), y el ave que vio
volando tenía un color gris verdoso.
Juan Muñiz
Feliciano, obrero puertorriqueño, se defiende del ataque de
una «terrible criatura grisácea» una noche de 1975.
Un ex coronel del ejército, Walter
Siegmund,
vio algo similar el 4 de abril. Calculó que volaba a unos 1.200 metros
de altitud, y a partir de su experiencia militar quedó convencido de
que "sólo podía tratarse de un ave de un tamaño enorme".
Hubo otras visiones, entre ellas alguna en
Saint Louis (Missouri). Varios testigos creyeron primero estar viendo un
avión, debido a su gran tamaño, hasta que el ser empezó a batir sus
alas y a realizar maniobras propias de un ave. Entre los testigos se
contaban policías e instructores de vuelo. La última visión tuvo
lugar, al parecer, el 30 de abril de 1948. Charles Dunn apenas pudo dar
crédito a sus ojos cuando contempló un ave cuyo tamaño "era el
de una avioneta Piper Cub", que volaba a unos 900 metros de altitud
y batía sus alas. Poco más se supo de aves monstruosas durante casi
dos décadas, aunque en 1957 fue avistado un extraño pajarraco con una
envergadura de 7,5 a 9 metros volando a unos 150 metros de altitud sobre
Renovo (Pennsylvania). en 1966 se produjeron noticias procedentes de
Utah, West Virginia, Ohio y Kentucky, aunque sólo algunas de ellas
pudieron ser consideradas como visiones de especies apenas conocidas.
Más tarde, en 1975, tras unas misteriosas
muertes de animales en Puerto Rico, fueron avistadas aves de gran tamaño
y de aspecto similar al de cóndores o buitres de color blanquecino. El
26 de marzo, el obrero Juan Muñiz Feliciano fue atacado por una
"terrible criatura grisácea con multitud de plumas, un cuello
largo y grueso, y mayor que un ganso".
A finales de julio de 1977, fueron vistas cerca
de Delava (Illinois) dos aves de gran tamaño que trataban de llevarse
un cerdo que pesaba cerca de 30 kilos. Ambas recordaban los cóndores
californianos y tenían una envergadura de 2,5 metros, pero un ecólogo
de la universidad de Illinois comentó que los cóndores se hallan al
borde de la extinción, y que no pueden levantar semejantes pesos; además
se alimentan de animales muertos.
El niño de 10
años Marlon Lowe, víctima, en 1977, del ataque de un ave
gigantesca. Los gritos de su madre asustaron al raptor y lo
obligaron a soltar al pequeño. El incidente ocurrió en
Illinois, sede de las leyendas en torno al «Piasa».
¿Qué era, pues, lo que trató de llevarse al
niño Marlon Lowe, de diez años de edad, en el jardín de su casa en
Lawndale (Illinois) el 25 de julio del mismo año? También ese
pajarraco iba acompañado por otro, y lo que pudo haber sido terrible
tragedia tuvo lugar tan sólo unos días antes del frustrado robo del
cerdo, y a una distancia de 16 kilómetros del lugar. Marlon estaba
jugando al escondite, cuando a las 8:10 de la tarde una de las aves se
apoderó de él y lo levantó del suelo. Afortunadamente, su madre se
encontraba cerca. Vio los pies de Marlon colgando en el aire y gritó,
ante lo cual el ave dejó caer al niño antes de haber alcanzado una
gran altura.
La señora Lowe se encontraba a sólo tres metros de
distancia de las aves, y más tarde comentó: "Siempre recordaré
que aquella cosa enorme inclinaba su cuello adornado con anillas
blancas, y que parecía tratar de picotear a Marlon mientras volaba alejándose."
Describió a las aves como "muy negras", excepto las
anillas blancas alrededor de sus cuellos, cuya longitud era de unos 45
centímetros. Los picos eran curvos y median unos 15 centímetros de
longitud, y la envergadura de las alas no era inferior a los 2,5 metros.
Calculó que, de haberse posado en el suelo, habrían medido alrededor
de 130 centímetros de altura. Seis personas los vieron alejarse hacia
Kickapoo Creek, donde hay espesos matorrales y una gran cobertura de árboles.
De no haber sido por los gritos de la señora
Lowe, que asustaron al ave, es muy probable que Marlon hubiese corrido
el mismo destino de Marie Delex, Jemmie Kenney y Landy Junkíns. En
realidad, los Lowe padecieron otras consecuencias. Fueron molestados por
vecinos que dejaban pájaros muertos ante el portón delantero, y por
escritos y llamadas telefónicas a cual más desagradable. En la
escuela, Marlon, apodado "el niño del pájaro", tuvo que
pelear más de una vez para hacer frente a las burlas de sus condiscípulos.
Su cabello rojizo se volvió gris, y durante un año el pobre
chiquillo se negó a salir al exterior después de que hubiera
oscurecido.
Aves Gigantescas
En la mitología, se cuentan, a menudo, historias,
de enormes aves predadoras, capaces de atrapar a una persona
con sus poderosas garras y devorarla. El ave Roc, de las
mil y una noches, el Piasa o el Yetso de E.E.U.U, o el
mismo ave del trueno, pero la pregunta que queda por hacer
es ¿Es posible? ¿Cabe pensar que un animal
así tuviera posibilidad alguna de existencia real,
tanto actualmente como en el pasado. Los relatos sobre
águilas, buitres y cóndores gigantes que
atacan a animales o personas, son más abundantes
de lo que se pueda pensar, pero pocos ornitólogos
están dispuestos a aceptar que realmente puedan
existir, aunque más de uno, ha experimentado
la fuerza de sus garras.
La leyenda del Thunderbird,
se extiende por multitud de pueblos nativos americanos:
Iroqueses, Ojibwa, Navajos... lo describían como
un ave de presa, parecida al águila o al buitre,
de un tamaño gigantesco.
Los indios Illinois pintaron un pájaro monstruoso,
el piasa o "ave devoradora de hombres" , en
una roca que domina un río cerca de Alton, en
el estado de Illinois. Solían disparar flechas
o balazos contra esta imagen cuando pasaban junto a
ella en sus canoas. La pintura fue vista por exploradores
misioneros en el siglo XVII antes de que la superficie
de la roca fuese destruida por la erosión. En
1970 se pintó de nuevo una imagen del piasa,
imitando la tradicional.
Según los Illinois, el piasa es un ave escamosa,
con larga cola, cuernos y ojos de color rojo. Puede
ser vista una vez al año, al amanecer del primer
día de otoño, cuando sale del río
para buscar una cueva donde pasar el invierno. En otras
culturas como los Persas ya existían este tipo
de encuentros con unas aves enormes a las que ellos
llamaban Imgig, o los Maoríes, que las llamaban
Pou-Kai.
Precedentes:
Los teratórnidos.
Pero ¿Tenemos un precedente real y científico
para un animal así? Un hallazgo fuera de lo común
fue realizado por los doctores Rosendo Pascual y Eduardo
Tonni en las cercanías de las Salinas Grandes de
la población de Hidalgo, Provincia de La Pampa,
Argentina, en 1979. En sedimentos que oscilan entre 8
y 6 millones de años de antigüedad, se encontraron
unos restos óseos, de un extraño y gigantesco
animal. Se trataba de una enorme ave hasta entonces desconocida
la cual bautizaron como Argentavis Magnificens . En vida,
las alas, tenían envergadura de entre 6 y 10 metros,
del pico a la cola tenia 3,5 metros y unos 2´5 de
altura. Las plumas mas largas pudieron tener 1,5 metros
de longitud, con un ancho de 20 centímetros. Su
peso esta calculado entre 80 y 100 Kilogramos. Por lo
tanto, Argentavis Magnificens resulto ser hasta el momento
el ave voladora de mayor tamaño del mundo . Pertenecía
a la familia de los Teratórnidos, muy similares
a buitres enormes, pero predadores, cuyas especies se
extendían por toda América.
Supuesto ave cazada por un grupo
de cazadores, la veracidad o falsedad de la foto nunca
pudo ser probada.
Sabemos que hace 6 millones
de años estas pavorosas criaturas, poblaron este
planeta, pero ¿Sobrevivieron hasta años
recientes? O la posibilidad más inquietante,
¿Podrían continuar surcando los más
recónditos cielos de nuestro planeta? Encuentros con
Aves Gigantescas
Para responder esta pregunta hemos de basarnos en los
testimonios de los testigos de los supuestos avistamientos
de estas aves. En épocas tan recientes como 1948
fueron avistados estos descomunales animales. Las zonas
donde más avistamientos se han producido han
sido en las inmensas planicies despobladas del oeste
americano. Los informes modernos sobre aves gigantescas
en los Estados Unidos comenzaron a finales del siglo
XIX En el año 1882:
Según James "Cielo Rojo", indio ojibwa
de la región de Thunder Bay, en Ontario (Canadá):
"Vimos hace varios veranos un ave del trueno. Era
un ave enorme, mucho mayor que los aviones que podemos
contemplar hoy. No batía sus alas, ni una sola
vez. Era blanca por debajo y negra por encima."
En Dent's Run, Pennsylvania, un tal Fred Murray divisó
una bandada de aves que, según dijo él,
parecían buitres gigantescos , con una envergadura
de más de 5 metros.
El perro de Peter Swadley trató
de luchar contra un águila que había atacado
a su amo. El ave se llevó al perro, dejando a Swadley
malherido.
En febrero de 1895, la desaparición
de la niña de diez años Landy
Junkins en Webster Country (West Virginia) fue
atribuida a una de estas enormes aves. La madre de Landy
envió a la niña a la casa de unos vecinos,
pero nunca llegó a ella. Un grupo de búsqueda
encontró sus huellas en la nieve; abandonaban el
camino y se adentraban unos pocos metros en un campo.
Allí, numerosas huellas se mezclaban entre sí,
como si la pequeña hubiera dado vueltas sobre si
misma, tal vez tratando de escapar. Nunca más se
supo de ella .
Un incidente acaecido unos días después
sugirió lo que pudo haberle ocurrido a la niña.
Un cazador de osos, llamado Peter
Swadley, fue atacado por un ave de gran tamaño,
que descendió sobre él y le hundió
las garras en la espalda. Swadley escapó de la
muerte gracias a su perro, que atacó al ave. Esta
se revolvió entonces contra el perro, abriéndole
el vientre de un zarpazo, y después remontó
el vuelo llevándose al infortunado animal. Un ayudante
del sheriff y su hijo vieron también el "águila"
gigantesca que capturó un gamo en el bosque donde
ellos estaban cazando ciervos. Según dijeron, el
animal tenía una envergadura de 4,5 a 5,5 metros,
y un cuerpo tan voluminoso como el de un hombre.
Según se cree, el mismo monstruo fue también
el causante de extrañas desapariciones de ovejas
en un corral vallado. Por tanto, parece ser que se trataba
de un águila capaz de levantar el vuelo con un
gamo, un perro de caza, una oveja y una niña
de diez años, y que además intentó
apoderarse de un adulto...
Hacia 1940, en Pennsylvania,
un escritor e historiador local, llamado Robert
Lyman, se encontraba en la Selva Negra, cerca
de Coudersport, cuando vio en medio de un camino un
pajarraco de color pardo. De pie media cerca de un metro,
y tenía el cuello y las patas muy cortos. Cuando
alzó el vuelo, Lyman vio, tomando como punto
de referencia el camino, que sus estrechas alas, una
vez desplegadas, alcanzaban una amplitud de 6 a 7,5
metros.
En 1947, cerca de Ramore (Ontario, Canadá),
unos granjeros pasaron un mal rato con una gigantesca
ave negra que atacó su ganado. Tenía un
pico curvo, grandes garras y unos ojos amarillos "del
tamaño de dólares de plata". Unos
meses más tarde, en Illinois fueron avistadas
repetidas veces aves de un tamaño increíble.
"¡Ahí afuera hay un ave tan grande
como un B.29!", chilló James
Trares, un niño de doce años, al
entrar corriendo en su casa en busca de su madre. Esto
ocurrió en enero de 1948, y James fue el primero
en notificar la existencia de este monstruo. El niño
vivía en Glendale (Illinois), y el ave que vio
volando tenía un color gris verdoso.
Un ex coronel del ejército, Walter
Siegmund, vio algo similar el 4 de abril. Calculó
que volaba a unos 1.200 metros de altitud, y a partir
de su experiencia militar quedó convencido de
que "sólo podía tratarse de un ave
de un tamaño enorme" .
Hubo otras visiones, entre ellas alguna en Saint Louis
(Missouri). Varios testigos creyeron primero estar viendo
un avión, debido a su gran tamaño, hasta
que el ser empezó a batir sus alas y a realizar
maniobras propias de un ave. Entre los testigos se contaban
policías e instructores de vuelo. La última
visión tuvo lugar, al parecer, el 30 de abril
de 1948. Charles Dunn apenas
pudo dar crédito a sus ojos cuando contempló
un ave cuyo tamaño "era el de una avioneta
Piper Cub ", que volaba a unos 900 metros de altitud
y batía sus alas. Poco más se supo de
aves monstruosas durante casi dos décadas, aunque
en 1957 fue avistado un extraño pajarraco con
una envergadura de 7,5 a 9 metros volando a unos 150
metros de altitud sobre Renovo (Pennsylvania). En 1966
se produjeron noticias procedentes de Utah, West Virginia,
Ohio y Kentucky, aunque sólo algunas de ellas
pudieron ser consideradas como visiones de especies
apenas conocidas.
El 25 de Noviembre a las 07:15 un Zapatero llamado
Tom Ury, estaba conduciendo
al norte de la famosa ``área TNT´´
en Point Pleasant cuando algo le llamó la atención.
Una oscura sombra negra que llegaba por encima de los
árboles desde la dirección del río.
Al principio pensó que era un helicóptero
, pero cuando salió de los árboles observó
que era un pájaro enorme. Según él,
cada una de sus alas medirían entre 3 y 4´5
metros.`` Nunca había visto algo tan enrome en
toda mi vida´´ declaró Tom.
Supuesto
secuestro del hijo de una campesina por un águila.
El artista tituló este grabado El ladrón
de los cielos
A finales de julio de 1977,
fueron vistas cerca de Delava (Illinois) dos
aves de gran tamaño que trataban de llevarse
un cerdo que pesaba cerca de 30 kilos. Ambas recordaban
los cóndores californianos y tenían una
envergadura de 3,5 metros, pero un ecólogo de
la universidad de Illinois comentó que los cóndores
se hallan al borde de la extinción, y que no
pueden levantar semejantes pesos, puesto que son mas
pequeños; además se alimentan de animales
muertos.
Marlon Lowe un niño que
fue atacado por un ave gigante.
¿Qué era, pues, lo
que trató de llevarse al niño Marlon
Lowe, de diez años de edad, en el jardín
de su casa en Lawndale (Illinois) el 25 de julio del
mismo año? También ese pajarraco iba acompañado
por otro, y lo que pudo haber sido terrible tragedia
tuvo lugar tan sólo unos días antes del
frustrado robo del cerdo, y a una distancia de 16 kilómetros
del lugar. Marlon estaba jugando al escondite, cuando
a las 8:10 de la tarde una de las aves se apoderó
de él y lo levantó del suelo. Afortunadamente,
su madre se encontraba cerca. Vio los pies de Marlon
colgando en el aire y gritó, ante lo cual el
ave dejó caer al niño antes de haber alcanzado
una gran altura. La señora Lowe se encontraba
a sólo tres metros de distancia de las aves,
y más tarde comentó: "Siempre recordaré
que aquella cosa enorme inclinaba su cuello adornado
con anillas blancas, y que parecía tratar de
picotear a Marlon mientras volaba alejándose."
Describió a las aves como "muy negras"
, excepto las anillas blancas alrededor de sus cuellos,
cuya longitud era de unos 45 centímetros. Los
picos eran curvos y median unos 15 centímetros
de longitud, y la envergadura de las alas no era inferior
a los 2,5 metros, sino, bastante mayor. Calculó
que, de haberse posado en el suelo, habrían medido
alrededor de 150 centímetros de altura. Seis
personas los vieron alejarse hacia Kickapoo Creek, donde
hay espesos matorrales y una gran cobertura de árboles.
De no haber sido por los gritos de la señora
Lowe, que asustaron al ave, es muy probable que Marlon
hubiese muerto.
Ejemplares
Supuestamente Cazados
Pero, las historias más sorprendentes, sin duda,
son en las que se asegura que una o varias de estas
aves fueron cazadas en su dia. El caso más conocido
es el del Thunderbird cazado en Tombstone, Arizona,
en el año 1890. Dos rancheros del lugar se encontraban
de paso por esa zona montados en sus caballos, cuando
de repente divisaron un enorme pájaro que volaba
en círculos. Cuando la gigantesca ave se posó
cerca de donde se encontraban ellos, los caballos se
pusieron muy nerviosos. Los vaqueros lo siguieron y
cuando se encontraban lo bastante cerca, abrieron fuego
con sus rifles. El ave, ya en el suelo, comenzó
a perseguirlos y los atacó . Uno de ellos le
disparo varios tiros en el cráneo al pájaro
hasta que éste se desplomó. `` Tenia los
ojos tan grandes como dos latos de café, las
patas tan recias como las de un caballo y las alas de
unos 11 metros´´ aseguraron los dos asustados.
A pesar de todo este tipo de avistamientos no sólo
se limita a Norteamérica:
Lugares
Donde se avistaron
En 1975, tras unas misteriosas muertes de animales en
Puerto Rico, fueron avistadas aves de gran tamaño
y de aspecto similar al de cóndores o buitres
de color blanquecino. El 26 de marzo, el obrero Juan
Muñiz Feliciano fue atacado por una "terrible
criatura grisácea con multitud de plumas, un
cuello largo y grueso, y bastante mayor que un ganso".
En Balboa, la Boca, Panamá, el 29 de Enero del
2001 un joven de 21 años vivió una experiencia
terrorífica en las faldas del Cerro Sosa, un
lugar no demasiado poblado y rodeado de vegetación.
Aproximadamente a la una de la madrugada, recordó
que no había alimentado a sus perros y salió
a esa hora a darles de comer. Cuando llenaba el cuenco
de su segundo perro, escuchó unos sonidos extraños
, como de ramas rompiéndose en el enorme árbol
de caucho que tenia a unos 6 metros.
Él lo relataba así: `` Yo me voltié,
así agachado y mire hacia atrás, y veo este
pájaro enorme detrás de mí con las
alas extendidas, les digo que era como ver un gallinazo
(llamado también Zopilote o Buitre negro suramericano,
Coragyps atratus) pero súper enorme, yo mido seis
pies, y la criatura, supongo que era como el doble de
grande que yo. Me quede totalmente paralizado en el momento,
impactado, porque no había visto semejante cosa
en mi vida. Me quede mirándolo, y movió
la cabeza, o sea, que estaba de perfil se le podía
ver el pico ganchudo perfectamente bien ... supuse que
era gallinazo por la forma.
Juan Muñiz Feliciano, obrero
puertorriqueño, se defiende del ataque de una «terrible
criatura grisácea» una noche de 1975.
Comenzó a mover las
alas ...´´ continuó la historia diciendo:
`` Pero de pronto vi que hizo el intento de saltar de
la rama del árbol en donde estaba hacia el suelo
donde estaba yo, pero allí reaccione y salí
corriendo a la casa, entre y mire por la ventana hacia
fuera ... efectivamente ... el animal era mucho más
grande que yo en altura ... claro, ya no tenia las alas
abiertas, así que no se veía tan ancho.
Esa noche estaba solo en mi casa..., mis viejos se habían
ido a la finca. Cuando de pronto veo por la ventanita
de la puerta de atrás que el pájaro alza
a volar, y cae en el techo supongo, por el estruendo
que hizo. Salí corriendo para mi cuarto, ya no
sabia que hacer...
Las garras se oían fortísimo cuando caminaba,
y se movía arriba del techo para donde yo me
movía adentro de la casa. Caminó supongo
que por 10 mins arriba del techo, y después oí
cuando dio como tres brincos arriba de techo y se fue
volando supongo. Le he contado esta historia a mis mejores
amigos, pero increíblemente la gente lo único
que hace es burlarse y pensar que estas metiendoles
un cuento.
En una zona del norte, también patrimonio del
antiguo legado de los Teratórnidos, Alaska, hace
muy poco tiempo se publicaba el siguiente titular:
Supuesta fotografía de un
ave de gran tamaño en Alaska.
AVISTAN UN
PÁJARO GIGANTE EN ALASKA (04-11-2002)
Un pájaro gigante con una envergadura de las
alas cerca de los 6 metros, se ha avistado en una zona
del sudeste de Alaska. En opinión de los aldeanos
de Togiak y de Manokotak, han visto un pájaro
que consideran lo más grande que han visto jamás.
El diario de noticias “Anchorage” afirma
que el piloto de un avión comercial que llevaba
pasajeros de Manokotak la semana pasada (16 de Octubre)
pudo avistar, junto con gran parte del pasaje, a la
criatura con total claridad.
Los científicos no saben dónde encajar estos
informes de avistamientos de un gran pájaro depredador,
sin embargo los biólogos de esta zona de Alaska,
son escépticos en cuanto a la envergadura del animal.
“No estoy enterado
de nada que tenga mas de 4,5 metros de envergadura y
que este vivo desde hace 100.000 años”
afirmo el especialista federal en aves de presa Phil
Schemf.
Schemf y otros biólogos, así como un
oficial de la policía y varios profesores de
la escuela de Manokotak, coinciden en que los avistamientos
podrían corresponderse a una especie conocida
como Águila de Mar, o Águila Marina de
Stéller (Haliaeetus pelagicus) una especia natural
de la zona norte de Asia, la cual es una de las águilas
más grandes del mundo junto con el Águila
Arpía y la gran Águila Negra de Verreaux.
Es aproximadamente un 50% más grande que un águila
calva.
Fuera del nuevo continente, aunque si bien más
escasos, tenemos algunos testimonios parecidos.
En fechas tan recientes como 1994 los lapones del norte
describieron a una enorme ave de presa , que en su mitología
se denomina Vuokho, llevándose a varios renos.
En 1838, en las montañas de Suiza, una niña
de cinco años llamada Marie
Delex fue capturada por una gran ave cuando se
encontraba jugando con sus amigas. No fue transportada
al nido del ave, ya que un grupo que salió en
su búsqueda encontró allí dos aguiluchos
y montones de huesos de cabra y de oveja, pero ningún
rastro de la pequeña.
Pasaron dos meses antes de que un pastor encontrara
sobre una roca su cadáver mutilado .
La noruega Svanhild Hantvigsen
narra que cuando tenía tres años, en 1932,
fue capturada por una enorme águila y llevada
hasta su nido. Fue rescatada por varias personas que
habían presenciado el hecho, y tuvo la suerte
de escapar del trance sin un rasguño, aunque
sus ropas estaban hechas jirones.
La leyenda del Ave del trueno puede ser fácilmente
explicada, seguramente estas enormes aves llegaban,
justo a las Zonas del Oeste de E.E.U.U donde habitaban
los indios, en plena época de lluvias, en su
migración anual . Esto explicaría su relación
con las lluvias, los truenos y los relámpagos.
Los
Harpagórnidos.
Una familia de aves predadoras gigantes existió
en Nueva Zelanda. Los Harpagórnidos. Antes de
los primeros asentamientos humanos hace 700 años,
Nueva Zelanda no tenía mamíferos terrestres,
aparte de tres especies de murciélagos. En lugar
de ello, unas 250 especies de aves dominaban el ecosistema
terrestre. En lo alto de la cadena alimentaria estaba
la extinta águila de Haast ("Harpagornis
moorei"). Con sus alas extendidas midiendo entre
dos metros y medio y tres y medio, y con un peso de
entre 10 y 20 kilogramos, el águila de Haast
era entre un 30% y 40% más pesada que la mayor
y más poderosa ave de presa viviente , se supone
que se extinguió debido a la presión humana
sobre su principal presa el famoso Ave Moa, una enorme
ave no voladora que llegaba a los tres metros de altura,
y de la que también se discute su posible supervivencia
hasta la actualidad. Pero algunos informes de testimonios,
en especial de nativos, sugieren que ha habido avistamientos
posteriores, al igual que del Moa, por lo que seria
posible que estas aves, en zonas frondosas o montañosas
de Nueva Zelanda continúen vivas .
Aves rapaces de gran tamaño
que se extinguieron en Nueva Zelanda cazando "Moas"
otro ave terrestre de gran tamaño que era su principal
alimento, a la derecha comparativa del tamaño de
sus garras con las de las rapaces actuales.
Por si fuera poco en Nueva
Guinea, Indonesia, los testimonios de varios exploradores,
indican que otra clase de ave rapaz gigante habita en
estas frondosas selvas. Según los testimonios,
vive en zonas pantanosas, cercanas al mar, anidando
en riscos y acantilados . Los nativos de Papúa,
aseguran haberla visto transportar entre sus garras
desde tortugas marinas a Dugongs , una especie de Sirénido
emparentado con el Manatí, de un peso considerable.
¿Una nueva especie relacionada con el Águila
de Haast? ¿Quizá se extendieron algunas
especies pertenecientes a los Teratórnidos por
otros lugares del mundo, aparte de América?
Eso, quizá, nunca lleguemos a averiguarlo, pero
siempre es conveniente mirar al cielo de vez en cuando,
nunca sabemos si unas afiladas garras y un pico curvo
se pueden abalanzar sobre nosotros, en cualquier momento.
Y si todo esto son simples leyendas sin fundamento alguno,
en las cuales solo podría creer un loco, preguntemos
la opinión de Marlon Lowe, Marie Delex, Svanhild
Hantvigsen, Jemmie Kenney, Tom Ury, Landy Junkíns...
Fuente de Información:http://www.esencia21.com/Secciones/Criptozoologia/Aves2/Aves-Gigantes.htm Escrito por :Himar Aranda Hernández
The Elephant Bird (Aepyornis
maximus) inhabited the island of Madagascar, off the eastern coast of
Africa. Madagascar was settled around 2000 years ago by African and
Indonesian peoples. Legends of the giant roc (rukh) in Arab folklore
were probably based on the elephant bird. During the 9th century,
Saracen and Indian traders visited Madagascar and other parts of the
African coast and would have encountered these birds. In 1298, while
imprisoned in Genoa, Marco Polo wrote his memoirs, covering 26 years of
travel. In chapter 33, "Concerning the Island of Madagascar" he wrote
that the Great Khan had sent him to investigate curious reports of giant
birds.
The Malagasy people had had contact with Arab traders over several
centuries, but had fiercely resisted colonisation. The first Europeans
to visit the island were the Portuguese in 1500. Dutch and French
expeditions established coastal settlements after 1509, penetrating the
interior 150 years later. In the 16th century, Dutch, Portuguese and
French sailors returned from the Indian Ocean with huge eggs taken as
curios. The French established a settlement in 1642, by which time the
Elephant Bird had become very rare. The last one probably died in 1649.
The first French Governor of Madagascar and Director of the French East
India Company, Étienne de Flacourt, wrote, in 1658, "vouropatra - a
large bird which haunts the Ampatres and lays eggs like the ostriches;
so that the people of these places may not take it, it seeks the most
lonely places". In the face of human hunters, the elephant bird was
retreating to remoter regions. By 1700, it was gone forever.
The elephant bird was the largest bird ever to have lived. It was a
ratite, related to ostriches and emus, though it was unlikely to have
been a swift runner. It had massive legs and taloned claws, vestigial
wings and a long, powerful neck. Its body was covered in bristling,
hair-like feathers, like those of the emu, and its beak resembled a
broad-headed spear. It had evolved at a time when birds ruled the earth
and had probably existed on Madagascar for 60 million years. In spite of
its fearsome appearance (the legendary roc was fierce and ate
elephants), it was a herbivore. It had little to fear from other native
creatures on Madagascar; it was protected by its huge size and if needs
be, could use its feet and heavy beak to protect itself in conflicts
with others of its own kind.
The birds resembled heavily built ostriches, with small heads,
vestigial wings, and long, powerful legs. They stood 10 ft (3 metres)
tall and weighed approximately 1000 lbs (455 kg); although some moas
were taller, the elephant bird was more robustly built. Their eggs had a
circumference of about 3 ft (91 cm), were about 13 inches (33 cm) long
and a capacity of 2 imperial gallons (9 litres). This is the equivalent
of 200 hen's eggs and three times the size of the eggs of the largest
dinosaurs. Fossilised eggs are still found buried on the island. The
photo here is of a replica exhibited at Ipswich Museum, Ipswich,
Suffolk, UK. The island would have supported only a small, slow-breeding
population and the birds were probably driven into extinction by
hunting and the theft of their eggs by humans. The fact that it had
existed for 60 million years (much longer than humans) and adapted to a
changing world, shows it to have been a very successful species.
However, it was also specialised to an island environment with no large
predators and was, therefore, not adapted to survive contact with
aggressive European humans.
In 1867, Ferdinand von Hochstetter's book "New Zealand" also
mentioned the Elephant Bird in Chapter IX "Kiwi and Moa, the wingless
Birds of New Zealand" and suggested it still survived: The number of species living is very small. In all there are only
about 12 species known; two, perhaps three species of ostrich in Africa,
three cassuary [cassowary] species 1 in southern Asia, two Emu's
(Dromaeus) in Australia, an East and a West Australian, three species
Rhea in South America, and three or four species of Kiwi (Apteryx) in
New Zealand. Among all these the African ostrich, 6 to 7 feet high, is
known to be by far the largest and most numerous species. But greater
than the number of living species is the number of extinct species,
which used to inhabit the islands from Madagascar to New Zealand even
within the memory of man; and it is among these that we become
acquainted with by far the largest representatives of the family of
giant birds. Marco Polo already, in the famous account of his travels,
locates the giant bird Rue of the myth upon Madagascar, and relates that
the Great Khan of the Tartars having heard of this bird at the far off
borders of the celestial empire, sent forthwith messengers to
Madagascar. They really brought a feather back with them, 9 spans long,
and 2 palms in circumference, at which His Majesty expressed his
unfeigned delight. People laughed at this tale, as a fable, and like so
many other relations made by Marco Polo on real facts, it was declared
vain swaggering talk; - until tidings came establishing the fact, that
very recently a gigantic bird was, and is still existing in Madagascar.
This happened thus: Natives of Madagascar had come to Mauritius to buy
rum; the vessels they had brought with them to hold the liquor were
egg-shells, eight times as large as ostrich-eggs, or 135 times the size
of a hen-egg; eggs containing 2 gallons. They related that those eggs
were now and then found among the reeds, and that the bird also was
occasionally seen. This was not believed either until the Museum at
Paris in 1851 received such an egg from a landslip in Madagascar,
measuring 2 3/4 feet in circumference, and holding 2 1/2 litres; it was
in a state as though it had been laid but very recently. Now Marco
Polo's fabulous Rue has become the Aepiornis maximus of Madagascar. Yet
that colossal egg, the casts of which are exhibited in almost every
Museum in Europe, besides some fragments of bones in the British Museum,
is all, that has hitherto been obtained of this bird. Whether it still
lives, is uncertain. The natives assert to this day, that in the
thickest forest, there still exists a giant bird; but that it is very
rarely seen.
Entry for Roc in Harmsworth Natural History (1910): For a long
period the marshes of Madagascar have yielded the egg-shells of enormous
extinct birds, in search of which the natives are accustomed to probe
with iron rods; the largest of these eggs having a longer circumference
of upwards of thirty-six inches, and a girth of thirty inches. From
these eggs probably arose the legend of the “roc” of the old Arab
voyagers ; and it is, at any rate, convenient to adopt that name as the
popular designation for the members of the family Aepyornithidae, all of
which are included in the genus Aepyornis. In the course of time
naturalists were rewarded by the discovery of the bones of the birds
which laid these gigantic eggs; some of these remains indicating a bird
of larger build than the most gigantic moa, the metatarsus being
especially remarkable for its massiveness. Some of these birds appear to
have had four toes, and they all differ from moas in the absence of a
bony ridge at the lower end of the tibia. The skull was short and
moa-like, and the wing seems to have been completely aborted.
Fossil evidence indicates several other species of elephant bird,
ranging from 3 ft (90 cm) to 10 ft (3 metres), had inhabited Madagascar,
though most had died out before modern humans had evolved. As well as
Aepyornis, one other species, the smaller Mullerornis, probably survived
into historic times. The reasons for these birds' extinction are hard
to determine as there are no reliable historical records of the
pre-European history of Madagascar. They were probably hunted by native
people 1000-2000 years before European contact. This was probably
subsistence hunting and did not threaten the birds' numbers. Egg
collecting by Europeans would have been much more of a threat - such
huge eggs can only be laid in small numbers and the birds probably bred
slowly. Habitat destruction would have posed a grave threat to such a
specialised bird. GIANT MOA Another flightless giant island-living bird was the New Zealand
giant moa (Dinornis giganteus), a member of the ratite family. There
were several species of moa, some taller than the elephant bird at 7 ft
(2 metres) to the middle of the back and 13 ft (4 metres) to the head
(twice the height of a tall man), although their necks probably
projected forwards like a kiwi rather than upwards as usually depicted.
They were more lightly built than the elephant bird, but still three
times the weight of a large man at up to 200 - 275 kg. The Giant Moa's
eggs measured 10 inches (24 cm) long and 7 inches (18 cm wide). Females
were 1.5 times the size and almost 3 times the weight of males, leading
scientists the revise moa classification and the number of moa species.
In the past, the males and females had been erroneously considered
different species due to this size difference. The moas occupied similar
niches to mammalian herbivores elsewhere.
New Zealand was even more isolated than Madagascar and had no land
mammals except bats. The first Polynesians arrived in New Zealand around
the 10th century, becoming the Maori. The dominant life-forms were the
giant land birds that lived in the fringes of the semi-tropical forests
and on the grasslands and which the Maoris called 'Moas'. Encountering
the huge birds, the Maoris made legends of the giant moa, calling it the
Poua-Kai and describing it as a huge bird of terrific size and strength
which, in a great battle, destroyed half the warriors of a powerful
tribe with its terrible rending talons and thrusting beak
Moas were huge ratite 'running birds' like the Elephant Bird, but
they inhabited the grasslands and forest-fringe in extraordinary numbers
and variety. Scientists later gave them the family name Dinornithidae,
'terrible birds'. The aggressive Polynesian invaders became a
Moa-hunting culture and for the moa, which had had no predators in 100
million years, the effect was devastating.
By the time Europeans discovered the islands in 1770, the giant moas
had been hunted to extinction; their official extinction date is given
as 1773. Europeans did not learn of the moa's existence until bones were
discovered in the 1830s. The exact number of species is open to debate,
the current belief is that there were 11 species contemporary with man
and that higher counts were due to the sexual dimorphism. With only one
natural predator large enough to tackle them (Haast's Eagle, another
extinct giant) they were the dominant terrestrial species on the
islands. Although the giant moa is the species that has captured the
modern imagination, other members of the moa family were turkey-sized
and weighed little over 1 kg. One striking feature of moa anatomy, apart
from its height, is the complete lack of humeri (upper arm-bones). This
means they had no trace of wings, not even a vestigial wing-structure.
There were several families of moa. Pachyornis and Emeus were hunted
to extinction by the Maoris between 1100 and 1500. The powerfully built
medium-sized Euryapteryx may have survived until 1700. Pygmy Moas, 3 -4
ft tall (90 - 120 cm) of the genera Anomalopteryx and Megalapteryx died
out by 1800, hunted by both Maori and Europeans though there is evidence
that one of the pygmy moas may have survived into the 20th century and
may possibly still exist in the wilderness of Fiordland. By the time
Europeans had realised the significance of the discovery of giant moas,
the birds were almost extinct.
In 1838, Englishman John Rule brought back a fragment of a huge
leg-bone from New Zealand. It was investigated by palaeontologist
Richard Owen in London, but even then many dismissed it as a hoax or
myth. It took several more years and many more bones to convince
naturalists that the moa existed. A consignment of moa bones was sent in
1843 by geologist and missionary, Revd William Williams. He had studied
the birds, and had recorded a sighting by two English whalers near
Cloudy Bay, in Cook Straits in 1842: "the natives there had mentioned to
an Englishman of a whaling party that there was a bird of extraordinary
size to be seen only at night on the side of a hill near there; and
that he, with the native and a second Englishman, went to the spot; that
after waiting some time they saw the creature at some little distance,
which they describe as being fourteen or sixteen feet high. One of the
men proposed to go nearer and shoot, but his companion was so
exceedingly terrified, or perhaps both of them, that they were satisfied
with looking at him, when in a little time he took alarm and strode up
the mountain."
In the 1850s, New Zealand resident, John White, interviewed several
sealers who claimed to have eaten moas on the South Island, indicating
that some birds had survived until as late as 1850. The most detailed
account of giant moas came from an old Maori on South Island, who
described the birds' appearance, habitat, feeding and nesting habits. He
Maori described how fierce, booming male moas, guarded nesting females.
He also described how the birds were hunted and eaten. Another Maori
moa hunter described how the moa defended itself by kicking. Their eggs
were taken as food and as curios by Europeans. In 1865, a moa egg
containing an embryo was discovered near Cromwell.
Entry for Moa in Harmsworth Natural History (1910): The fate
impending in the case of the kiwis has long since overtaken their
gigantic extinct cousins the moas (family Dinornithidae), which had
already disappeared from New Zealand when those islands were first
colonised from Europe, although there is good reason to believe that
they lived on till within the last five hundred or four hundred years,
if not to a considerably later date. These birds, of which not only the
bones, but in some cases the dried skin, feathers, and egg-shells, as
well as the pebbles they were in the habit of swallowing, have been
preserved in the superficial deposits of New Zealand, attained a
wonderful development in those islands, where they were secure from
persecution till man appeared on the scene.
Not only did the larger members of the group far exceed the ostrich
in size, but they were extraordinarily numerous in species, as they were
also in individuals; such a marvellous exuberance of gigantic bird-life
being unknown elsewhere on the face of the globe in such a small area.
As regards size, the largest moas could have been but little short of 12
feet in height,
the tibia being considerably over a yard in length; while the smallest
were not larger than a turkey. In reference to their numbers, it may be
mentioned that there are some twenty species, arranged in about six
genera; and the surface of many parts of the country, as well as bogs
and swamps, literally swarmed with their bones.
Some of the moas had four toes to the foot, and others three, but all
differed from kiwis in having a bony ridge over the groove for the
extensor tendons of the tibia. They are, therefore, evidently the least
specialised members of the order yet mentioned, seeing that this bridge
is present in the majority of flying birds, and has evidently been lost
in all the existing Ratitae.
While agreeing in some parts of their organisation with kiwis, moas are
distinguished by the short beak and the presence of after-shafts to the
feathers while in the larger forms, at any rate, not only was the wing,
but likewise the whole shoulder-girdle, wanting. There is, however,
reason to believe that certain pigmy moas - which from their size were
evidently the most generalised members of the group - retained some of
the bones connected with the wing. Moas were represented by several very distinct structural
modifications; the largest being the long-legged, or true, moas
(Dinornis) , characterised by the long and comparatively slender
leg-bones, and also the large and depressed skulls. In marked contrast
to these were the short-legged, or elephant-footed, moas (Pachyornis),
in which the limb-bones are remarkable for their short and massive form;
the metatarsus being most especially noteworthy in this respect. In
these birds the skull is vaulted and the beak narrow and sharp; but in
the somewhat smaller and less stoutly-limbed-broad-billed moas (Emeus)
it is broad, blunt, and rounded. The other species, in all of which the
beak was sharp and narrow, are of relatively small stature, and include
the smallest representatives of the family, some of which were less than
a yard in height. The eggs of the moas were of a pale green colour,
and probably formed a favourite food of the Maori, by whom these birds
wcre evidently exterminated.
Several skeletons are on display in museums in New Zealand and Europe
and there are models and reconstructions based on these skeletons, on
naturally preserved feathers and on oral tales of the bird and on its
smaller relative, the kiwi. It is believed that moas resembled kiwis in
several ways, that they were communal living and that the eggs were
brooded by the males. With no need to look out for predators, their
heads were probably carried forwards, like the kiwi, rather than upwards
like an ostrich.
Another island giant, the Tasmanian emu, has been extinct since the
1850s on Tasmania and since the 1830s on Kangaroo Island (a 90 mile x 35
mile island; 144 km x 56 km). Unlike New Zealand, Australia had a
variety of marsupial mammals and birds did not become the dominant life
form. The Tasmanian emu was smaller than the Australian emu and was
extinct by 1850. The Tasmanian dwarf emu was wiped out by 1830. Both
were wiped out by man and by bush fires started by man. Kangaroo Island
was discovered in 1802 and settled by whalers and sealers. Its emus were
wiped out within 30 years. Australian emus survive on the Australian
mainland in spite of extensive hunting between the 1920s and 1940s.
In 1867, Ferdinand von Hochstetter's book "New Zealand" described the
Moa at length in Chapter IX "Kiwi and Moa, the wingless Birds of New
Zealand". Below are excerpts describing the birds and their
extermination. The Kiwi, however, is only the last and rather insignificant
representative of the family of wingless birds that inhabited New
Zealand in bygone ages. By the term "Moa" the natives signify a family
of birds, that we know merely from bones and skeletons, a family of real
giant-birds compared with the little Apterygides. Missionaries were
the first that beared from the natives of those gigantic birds, against
which the ancestors of the present Maoris had been engaged in fearful
struggles. The natives even pointed out a Totara tree on Lake Rotorua as
the place, where their ancestors slew the last Moa, and in order to
corroborate the truth of their narrative they showed large bones, which
they found scattered on the banks of rivers, on the sea-coast, in swamps
and limestone-caves, as the remains of those extinct giant-birds.
In 1839, Mr. Rule brought to England a fragment of a thigh bone of a
Moa, from which Professor Richard Owen drew up a wonderfully correct
idea of the bird. Almost at the same time the Rev. Mr. Colenso described
in the Tasmanian Journal Moa-bones as the remains of gigantic birds.
These facts excited interest and caused fresh researches, in consequence
of which the Missionary, the Rev. W. Williams in 1842 sent several
chests full of such bones, - which had been gathered on North Island in
the coast districts about Poverty Bay and Hawkes' Bay, - to Dr.
Buckland. Dr. Buckland presented the treasures to the Museum of the
Royal College of Surgeons, and Prof. Owen constructed out of them the
gigantic legs of Dinornis giganteus, which are one of the greatest
curiosities of said Museum, legs over 5 feet high, which intimate a bird
of at least 9 and a half feet in height. This is by far the most
colossal from all the birds known. The tibia, the shin-bone alone,
measures 2 feet 10 inches.
Upon South Island it was Mr. Percy Earl and Dr. Mackellar, who made
collections at the mouth of the Waikouaiti, North of the Otago
peninsula. But by far the most copious harvest was that gathered by Mr.
Walther Mantell in the years 1847-1850 upon North and South Islands. He
had collected more than 1000 separate bones and also fragments of eggs,
which were bought by the British Museum, and furnished Prof. Owen the
rich material for this celebrated works on the extinct families of
Dinornis and Palapteryx. In this collection there was the famous
skeleton of the elephant-footed Moa (Dinornis elephantopus) from Ruamoa,
three; miles South of Oamaru Point (First Rocky Head), Province Otago, a
species, which while it fell far short of the height of Dinornis
giganteus, - measuring hardly over 5 feet, - was distinguished by an
extraordinarily massive construction of the bones, and, as Mr. Owen says
and indicates by the nomenclature, of all birds represents most the
type of the pachyderms. Very appropriately, therefore, this skeleton has
been placed in the British Museum by the side of the gigantic elephant
Mastodon ohioticus.
Colonel Wakefield, Dr. Thomson and many others have also made up
collections partly on North, and partly on South Island, and according
to Prof. Owen there are already 12 to 14 different species of Moas
known. Most of them have three toes like the Australian Emu. These Prof.
Owen classes with the genus Dinornis, the four-toed species with the
genus Palapteryx. From smaller bones, which were found, the genus
Aptornis was established. However, the whole family of those wingless
birds seems to have been very variable, since nearly every individual
found, varied not only in size, but also in the number and proportion of
the bones (especially of the vertebrae). It is, therefore, very
doubtful, whether all the species, distinguished by Prof. Owen, are good
species.
Besides bones, there were also fragments of egg-shells found on North
and South Islands, indicating eggs of a size much larger than
ostrich-eggs, but not quite equal in size to the egg of Aepiornis
maximus [Elephant Bird], and of a thin shell with linear furrows. In
1865, Mr. J. C. Stevens, Natural History Agent in London, received from
New Zealand an almost perfect egg of Dinornis. The egg is about ten
inches in length and seven inches in breadth, the shell being of a dirty
brownish colour, and about 1/12th of an inch in thickness. [...]
Besides bones and eggs, little heaps of small rounded stones are very
frequently found, generally chalcedony, carnelions, opals, and achates,
which are designated by the natives as "Moa stones". They are sometimes
found together with Moa skeletons, partly also in places, where there
are no traces of Moa bones. It is probably correct to suppose that those
stones come from the stomach of the birds, which like the ostrich and
the Australian Emu were in the habit of swallowing little stones to
assist digestion, ejecting them again from time to time, in order to
swallow others less rounded.
From the localities of Moa bones, hitherto discovered, it appears
first, that those birds were distributed over North Island, as well as
South Island. Yet, as the Apteryx species of the two islands are
different, so also the Moa species of North Island seem to be different
from those found on South Island. Cook Strait, now separating the two
islands, may have proved to these birds, which could neither fly nor
swim, an unsurmountable obstacle, preventing them from migrating from
one island to the other. New Zealand was perhaps a large continent when
the Moas were first created. And if we suppose this or at least that the
two islands were formerly contiguous to each other, we of course
suppose also, that the separation took place so long a time ago, that
the originally identical species, after the separation of both islands,
may have been changed in course of time into the present varieties or
species. According to Prof. Owen, the birds of South Island present
stouter proportions, a compact, rather bulky frame of body, such as
Dinornis robustus, elephantopus, crassus, and Palapteryx ingens, while
those of North Island are distinguished by more slender and lengthy
forms, like the Dinornis giganteus and gracilis.
These various species inhabited the plains and valleys and had their
hiding-places in forests and caves. Their food doubtless consisted of
vegetables, especially fern-roots, which they dug up with their powerful
feet and claws. To assist the process of digestion, they swallowed
small pebbles. According to native tradition, Moas were decked with
gaudy plumage; and the present New Zealanders describe a cochin-china
fowl as what they conceive lo have been the shape and the appearance of
Moas. The formation of the skull leads us to infer, that they were
stupid, clumsy birds, which we must not suppose to have been swift
runners like the ostrich, but sluggish diggers of the ground, the nature
and habits of which demanded no larger scope, than such as the limited
territory of New Zealand presented.
From the traditions of the natives it appears, that great numbers of
Moas were still living upon the islands at the time when they were first
populated, and that the last of those birds probably disappeared from
the surface of the earth but a few generations ago. It is even rumoured
in the colony and is certainly not utterly impossible, that in
unaccessible solitudes there might still be some few living stragglers
of that giant-family "the last of the Mohicans". However, I am not
inclined to believe the stories of the natives, that Heretaunga in the
vicinity of Ahuriri on the East Coast of North Island or Whakapunake on
Poverty Bay is the haunt of the last living Moas; and I likewise
discredit the assertions of American sailors and seal-hunters, who
pretend to have seen monster-birds of 14 or 16 and even of 20 feet in
height stalking to and fro on Cloudy Bay and on the inhospitable
southwestern shores of South Island. And certainly it is a remarkable
fact, that in those extensive, wholly uninhabited regions of the
Southern Alps, which within the last years have been explored, no
reliable traces could be found anywhere. It is therefore my opinion,
that all the larger species are wholly extinct, and that the above
mentioned Roa-roa (Apteryx maxima) is probably the largest living
representative of the former giant-family.
To the question about the causes of the dying out of those gigantic
birds, we must necessarily connect the question about the causes of the
final extermination of other large animals of the present period. [...]
There are many facts, showing that in the struggle for existence, man
acts the main part; that man has already swept quite a number of species
from the surface of the earth, and that it is chiefly the largest
animals that first succumb. We may even say, that all the larger animals
are gradually being exterminated excepting those, which as domestic
animals save their existence merely by their absolute dependence on man.
The reasons for this arc quite obvious. The animal is either useful or
noxious to man. If it be a large animal, its useful or noxious qualities
are the greater; and in both cases man will strive to kill the beast,
either in order to secure to himself the benefits of it, or to avert the
great damage. This struggle of extermination will last a longer or
shorter time, according to the number of individuals engaged, or, -
since in the case of large animals, it can be only comparatively small
upon a given space, - in proportion to the greater or smaller area of
distribution of the animals in question. The huge animals once
populating the forests of Europe, furnish a great many examples and
proofs, too well known to require any further explanation. I will
mention only two facts to show, how rapidly often the struggle is
brought to a close with species having only a very limited range of
distribution, how little there remains of such animals exterminated by
the hand of man, and how fast every thing relating thereto is forgotten.
[...]Nor is it to be doubted, that the extermination of the gigantic
birds of New Zealand was chiefly accomplished by the hand of man. In
briefly retracing the past to the times when New Zealand was not yet
trodden by the foot of man, we must assume, that at that time the large
Dinornis and Apteryx species, whose bones we find to-day, lived in great
numbers upon open fern-land, subsisting on the roots of Pteris
esculenta. Dr. J. Haast notices also the occurrence of bones of the
Dinornis in the moraines of the glaciers of South Island, and observes
that the present Alpine flora furnished a large quantity of nutritious
food quite capable of sustaining the life even of so large a creature;
and as the fruits of these plants seem at present to serve no evident
purpose in the economy of nature, he argued the former existence of an
adequate amount of animal life, to prevent an excessive development of
vegetation. This part was played by the Dinornis.
Those huge birds were then the only large animal beings that
populated New Zealand; for of indigenous mammalia, except a little rat,
there is nothing known. The first immigrants, who throughout the whole
length and breadth of the extensive forests found nothing for man to
subsist on, except the native rat and some small birds, obtained from
the giant-birds the necessary supplies of meat, enabling them to
increase in course of time to a whole nation numbering hundreds of
thousands. But for those colossal birds, it would be indeed utterly
impossible to comprehend, how 200,000 or 300,000 human beings could have
lived in New Zealand, a country which even in its vegetable world
offered nothing for subsistence, except fern-roots.
That such was really the case is sufficiently proven in the
traditions of the natives. Ngahue, one of the discoverers of New
Zealand, -- so tradition says, -- describes the land as the haunt of
colossal birds. There are yet some Maori poems extant, in which the
father gives his son instructions how to behave in the contests with the
Moas, how to hunt and kill them. The feasts are described, which were
wont to be instituted after a successful chase. Mr. Cormack as well as
Mr. Mantell have found the bones on both the North and the South Islands
in great number in the vicinity of camping-grounds and fire-places of
the natives. Mounds were found full of such bones, in which after great
feasts the remnants of the meals were promiscuously interred. The flesh
and eggs were eaten; the feathers were employed as ornament for the
hair; the skulls were used for holding tattooing powder; the bones were
converted into fish-hooks, and the colossal eggs were buried with the
dead as provision during their long last journey to the lower regions.
Consequently those huge birds were in former times the principal game of
the natives, and were probably altogether exterminated in the course of
a few centuries.
Footnote: Dr. Thomson believes, that the Moas have become
extinct since the middle of the 17th century. Meurant, a seal-hunter,
according to a communication of the Rev. Mr. Taylor (New Zealand Magaz.,
April 1850), asserts his having seen Moa bones with the flesh on in
Molyneux Harbour, South Island, as late as 1823. At any rate, natural
phenomena such as volcanic eruptions, conflagrations of woods and heaths
are likewise very probable to have contributed to the diminishing of
the Moa family. In the swamp near Waikouaiti in South Island, Moa feet
and legs have been found in an erect position, and the extraordinary
number of Moa bones found in swamps is probably to be explained in this
manner, that large flocks of those birds driven by fire or by men, got
lost in the swamps and perished there. Dr. Haast very recently had the
good fortune to make a most extraordinary discovery of that kind. A
swamp near the Glenmark home station (Province Canterbury) has long been
celebrated for the quantity of Moa bones that have been found there.
Dr. Haast found no less than twenty-five skeletons of the Dinornis
elephantopus and Dinornis crassus, of different ages. The bones were in
excellent preservation and perfect condition. They retain the usual
proportion of animal matter, and have undergone no mineral change. It is
evident from these and similar discoveries that the birds of the
elephantopus and crassus species congregated together in flocks, while
the more monstrous specimen known as Dinornis giganteus must have been a
comparatively solitary bird, as the bones of this class are scarce, and
never found in any numbers in one spot.
Este
es otro de los animales fantásticos descritos por Jorge Luis Borges en
su libro “Manual de Zoología Fantástica”: El ave Roc.
"El Roc
es una magnificación del águila o del buitre, y hay quien ha pensado
que un cóndor, extraviado en los mares de la China o del Indostán, lo
sugirió a los árabes. Lane rechaza esta conjetura y considera que se
trata, más bien, de una especie fabulosa de un género fabuloso, o de un
sinónimo árabe del Simurg. El roc debe su fama occidental a las Mil y
una noches. Nuestros lectores recordarán que Simbad, abandonado por sus
compañeros en una isla, divisó a lo lejos una enorme cúpula blanca y que
al día siguiente una vasta nube le ocultó el sol. La cúpula era un
huevo de roc y la nube era el ave madre. Simbad, con el turbante, se ata
a la enorme pata del roc; éste alza el vuelo y lo deja en la cumbre de
una montaña sin haberlo sentido. El narrador agrega que el roc alimenta a
sus crías con elefantes.
En el capítulo 36 de los Viajes de
Marco Polo se lee: Los habitantes de la isla de Madagascar refieren que
en determinada estación del año llega de las regiones australes una
especie extraordinaria de pájaro, que llaman roc. Su forma es parecida a
la del águila, pero es incomparablemente mayor. El roc es tan fuerte
que puede levantar en sus garras a un elefante, volar con él por los
aires y dejarlo caer desde lo alto para devorarlo después. Quienes han
visto el roc aseguran que las alas miden diez y seis pasos de punta a
punta y que las plumas tienen ocho pasos de longitud.
Marco Polo agrega que unos enviados del Gran Khan llevaron una pluma de roe a la China."
Los rochos, Rocs, rucs o Rukhs (en idioma persa رخ rokh, según afirmó Louis Charles Casartelli es una forma abreviada de simurgh en persa), son aves de rapiña gigantescas, a menudo blancas, pertenecientes a la Mitología persa, capaces de levantar a un elefante con sus garras.
El Roc tuvo su origen, según Rudolph Wittkower, en la lucha entre el ave solar indio Garudá y la serpiente Naga,
una palabra que A. de Gubernatis afirmó que significa "elefante" así
como "serpiente". El mito de Garuda llevándose a un elefante que estaba
luchando con una tortuga aparece en dos epopeyas en sánscrito, el Mahábharata (I.1353) y el Ramayana (III.39). El Roc aparece en Arabic geographies and natural history, popularizado en los cuentos de hadas de Arabia y los relatos de marineros. Ibn Battuta (iv. 305ff) habla de una montaña suspendida en el aire sobre los Mares de China, que fue el Roc.
Otros autores sugieren explicaciones alternativas: el mito podría haberlo originado el quebrantahuesos,
la rapaz de mayor envergadura de eurasia, de donde tomaría su
coloración blanca y la leyenda de arrojar los elefantes desde las
alturas (presumiblemente basada en la costumbre del quebrantahesos de
elevarse con los huesos para después soltarlos desde gran altura).
Otra rapaz que se coloca como origen del mito es Aquila chrysaetos
simurgh, subespecie extinta del águila real de gran tamaño que habitó
durante el Pleistoceno y el Holoceno inicial en la isla de Creta.
Simurgh es otro de los nombres del Roc. Dado que en la misma isla y en
la misma época existía una especie de elefante diminuto, es probable que
la observación de esta ave cazando crías o jóvenes del proboscidio en
la antigüedad hubiese originado el mito.
Por último, las verdaderas aves elefante o epiornítidos (Aepyornithidae),
pájaros gigantes oriundos de madagascar, aislados también en una isla
del índico y ponedores de huevos de gran tamaño, guardan relación con el
mito del Roc, aunque no como inspiradores; más bien se supone que
habrían sido nombrados de tal forma respecto al mito preexistente.
Expansión occidental
En el siglo XIII, Marco Polo (citado en Attenborough (1961: 32)) declaró que "Es para todo el mundo como un águila,
pero en realidad de un tamaño enorme, tan grande que sus huevos son de
doce pasos de largo y grueso en proporción. Y es tan fuerte que puede
tomar un elefante en sus garras y llevarlo alto en el aire y soltarlo
para que se rompa en pedazos; luego de matarlo, el pájaro baja y se lo
come". Marco Polo distingue explícitamente al ave de un grifo. No cabe duda que la de Marco Polo fue la descripción que inspiró a Antonio Pigafetta. Tales descripciones, sin duda, capturaron la imaginación de los ilustradores más tarde, como Johannes Stradanuscirca1590 o Theodor de Bry en 1594,
mostró un elefante que había sido llevado en las garras del Roc, o que
el Roc había destruido buques en venganza por la destrucción de su
gigantesco huevo, como se relató en el quinto viaje de Simbad el marino. La ornitología de Tomasso Aldrovandini (1599) incluyó una imagen de un Roc con un cerdo parecido a un elefante en sus garras, pero en el racional mundo del siglo XVII, el Roc fue más criticado.
El Roc es mencionado en el segundo viaje de Simbad (Véase Las Mil y Una Noches) como "Rujj", el cual alimentaba a sus crías con elefantes y comía, además de elefantes, unas serpientes del tamaño de una palmera y rinocerontes.
Simbad escapa de una isla atado a la pata de este ser y cuenta que
midió un huevo de Rokh en 50 pasos de circunferencia. Igualmente, en el
cuento de Aladino y la lámpara maravillosa, el hermano del derviche
maghrebín (disfrazado de curandera) pide a la esposa de Aladino un
huevo de rokh para curarla , ésta a su vez se lo pide a Aladino, y
Aladino a su vez se lo solicita al Genio de la lámpara, sin embargo, el
Genio se enfurece al escuchar esta petición, y arroja a Aladino con ira
de un poderoso golpe, explicándole después que el poderoso Roc es el
"Amo" de algunos genios y efrits, entre ellos los de la lámpara mágica, y
el anillo encantado. El mito no da más información al respecto.
Roc en la cultura popular
El Roc también es mencionado en la saga de videojuegos The Legend of
Zelda. Tanto su pluma como la capa confeccionada con plumas de esta ave
proporcionan una ligereza increíble, dando a Link la capacidad de saltar
o de planear tras un salto (sólo en juegos de vista aérea).
En el MMORPG Adventure Quest Worlds, la segunda Bestia del Caos,
invocada por el Tercer Señor del Caos (el Dragonlord Vath), es un Roc de
Piedra (llamado Rock Roc en el juego debido al idioma). En otro MMORPG,
Silkroad online, Roc es uno de los llamados monstruos unicos y aparece
solo una vez al día, para derrotarlo se necesitan muchos jugadores de
gran nivel, generalmente casi todos los jugadores top de un servidor
trabajando en equipo siendo de otra manera imposible al ser la criatura
mas poderosa del juego.
En el juego de cartas coleccionables Magic: el encuentro, el Roc, como criatura, es representado en múltiples cartas de juego desde la expansión Arabian Nights (diciembre de 1993), con una clara inspiración en las fabulas y cuentos de Las Mil y Una Noches, hasta su última aparición en Magic 2011 como “Huevo de roc”.
También en el último juego de la saga Golden Sun, "Golden Sun: Dark
Dawn", el Roc Imperial es una criatura cuyas plumas permiten construir
el ala ligera, una máquina que vuela con la Psinergía del usuario. El
ave guarda en su interior el orbe volcánico, que contiene la energía
necesaria para activar la Torre del Eclipse.
En la saga de videojuegos Pokémon parece ser que una de los pokémon, Ho-Oh, esta inspirado en un Roc
En la serie de Figuras Monster in My Pocket, el Roc es el Monstruo numero 034, con un valor de 10 puntos.
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