El comer. Consumir. Vivir a costa de otro es el problema que se nos plantea en la eucaristía cristiana, en la que la sangre constituye el símbolo de la nueva vida (y el vino simboliza la sangre). El sacrificio de uno para la continuidad de otros. En este sentido la eucaristía constituye una sublimación de la depredación. Sólo desde un punto de vista ético, humanizado, conlleva implícito un cierto sentimiento de culpa.
Inciso: Para el teólogo Andrew Linzey, "Interview with the vampire", de Anne Rice, es "entre otras cosas una narración perturbadora y teológicamente sensible en torno a los pros y los contras de matar para vivir" (Linzey, Andrew: "Los animales en la teología", Herder, Barcelona 1996)
"(...) He llamado a esta situación difícil 'el dilema del vampiro'. Algunos pueden preguntarse legítimamente si la nueva situación de Louis se debería calificar en estos términos. Después de todo, un vampiro es un vampiro. Hacen lo que hacen, independientemente del éxtasis místico, por necesidad. No hay sangre, no hay vampiro. (...)Y aun así, por alguna circunstancia fortuita, Louis no es feliz por ser un vampiro (...)La vida del vampiro, y sobre todo sus muy incrementadas capacidades de movimiento, percepción y sensibilidad -por no mencionar el vuelo- tiene ciertos aspectos compensatorios. Sería erróneo, como algunos eruditos estudiosos de los vampiros han sugerido, suponer que la inmortalidad bajo estas condiciones tenga que ser necesariamente desagradable. Pero a pesar de todo, Louis no es feliz (...)".
"(...) Del mismo modo que Louis se vio conducido a Dios para explicar y entender el factor 'X' que hace a los vampiros chupadores de sangre, o que hace a los humanos carnívoros, muchos se han enfrentado con anterioridad a la cuestión de si matar es o no moral a los ojos de Dios.
Louis no está de nigún modo solo en la historia del debate moral. Parece que Platón tuvo la visión de un mundo -casi una edad de oro- en el que todas las criaturas vivían armoniosamente, y que sólo después de que a los humanos se les otorgase un poder sobre los animales semejante al de Dios estas relaciones armoniosas degeneraron en luchas y violencias (ver "Diálogos").
Génesis 1 describe de forma similar un estado de perfecta armonía sabática con la creación, en la que los humanos y los animales tenían ambos prescrita una dieta vegetariana (ver Gén 1, 29). Esta visión fundamental de que la existencia parasitaria es incompatible con la voluntad original de Dios tiene que ser entendida si queremos comprender los intentos subsiguientes del Génesis de limitar y dar cabida al hecho de matar. La caída y al diluvio son los grandes símbolos de porqué la humanidad no puede vivir ya en paz, tanto consigo misma como con las otras criaturas."
"Y aun así, la idea de que la existencia parasitaria es incompatible con los designios del creador sigue sin dar solución al problema de cómo los vampiros o los carnívoros deben vivir en la actualidad. Si Dios puede tolerar semejante sistema, ¿no debemos en última instancia resignarnos a él, o debemos abandonar el concepto de un creador santo, amante?"
No cabe duda de que Linzey juega un tanto gratuítamente con la confusión deliberada entre parasitismo y depredación, aunque esta pueda ser considerada el parasitismo más radical. No obstante, sus textos constituyen una excelente forma de acercarse a aspectos culturales fundamentales para comprender mejor las imbricaciones del tema que nos ocupa, y es aquello que volcamos en las imágenes de los animales y sus sucedáneos.
El mito del vampiro nos remite a ua experiencia vital reptiliana, potencialmente eterna, siempre a la espera paciente de una víctima, limitando la actividad casi a cero cuando los movimientos no son necesarios o delatores ante otras especies competidoras.
Linzey cita a Samuel Pudendorf, quien, en 1688, argumentó que "es una conclusión segura el hecho de que el Creador no estableciese un derecho común entre el hombre y los animales brutos, que no se injuria a los brutos si el hombre los hiere, ya que el mismo Dios hizo que este estado de cosas existiese entre el hombre y los animales brutos".
Linzey establece un nexo entre el sentimiento de culpa humano, por sus actos de depredación -temidos para sí mismo por el humano- , y la figura mítica del vampiro y su evolución en la cultura occidental.
Louis es un personaje cuya nueva condición le produce remordimientos por sus vítimas. Si la figura del vampiro, en las anteriores versiones cinematográficas del Drácula de Bram-Stocker, remitían a la idea de la posible relación erótica con el depredador, o la relación entre depredación y erotismo, las recientes revisiones de Coppola, y en especial de Neil Jordan sobre el texto de Anne Rice, ponen al vampiro en el dilema de aceptar su condición natural, en respuesta al conflicto ecológico con que se enfrenta la sociedad actual.
El acierto argumental que da credibilidad a la historia, y toda la serie de las crónicas vampíricas de Anne Rice, es el hecho de que los vampiros sean descritos de algún modo como una especie biológica peculiar, una especie que dibuja una metáfora del encuentro de los sentimientos más atávicos del ser humano, en conflicto con sus sentimientos más elaborados y 'elevados'.
Yendo un poco más lejos, yo me atrevería a afirmar que la figura del vampiro encarna la escisión entre la parte animal y la espiritual del hombre de forma dramática. Es un espíritu de la noche, pero su condición animal le obliga a matar incondicionalmente. El vampiro es un animal, o al menos un resumen de sus características, antropomorfizado, o cuando menos animalizado con grandes dosis de antropomorfización.
El depredador más temible sólo puede ser una manifestación de nuestra propia desconfianza en el género humano. La forma más atávica de nuestra percepción de las cosas reside en la sed implacable del vampiro, mientras que su libertad y sus capacidades físicas, su inmortalidad y sus desafíos a la materialidad, apuntan a aspectos más metafísicos de nuestra condición. Pero por debajo, e inevitablemente, palpita una pulsión depredadora, también temerosa y a la defensiva, reptiliana, lo cual sólo manifiesta una desincronía evolutiva de nuestro propio cerebro. José Luis Pinillos se refiere al problema aventurando que quepa la posibilidad de que "...a la misma esencia de lo humano pertenezca ese radical conflicto entre la carne y el espíritu, en que reside, al parecer, el terrible y grandioso misterio de la libertad".
Pinillos ("La mente humana", T.H. 1991) nos remite al neurobiólogo Paul MacLean, quien sostiene que semejante falta de sincronía evolutiva se debe a que nuestras funciones intelectuales sean ejercidas por los estratos más recientes y desarrollados del cerebro, mientras nuestra vida afectiva y nuestros apetitos continúan siendo dominados por un sistema primitivo, básicamente reptiliano.
Esta situación, calificada por Mac Lean como esquizofisiológica, contribuiría a explicar las contradicciones entre la 'bestia' y el 'ángel' implícitos en el existir humano. Este cerebro inferior, reptiliano, vendría a representar la sede del 'ello' freudiano, el origen de los impulsos libidinosos y agresivos que mueven 'desde abajo' nuestro comportamiento , "mientras que desde la capa cortical superior del cerebro se ejercerían las funciones superiores propias de la persona racional y libre, cuyos designios e intereses más elevados con frecuencia se oponen a la ruda agresividad de los apetitos elementales", Vemos que los mismos juicios éticos se cuelan en los criterios más científicos y supuestamente desapasionados.
Pero siempre se da una visión terrible y brutal del mundo animal en contraste con "lo puramente humano" que denota una actitud tendenciosa de la ciencia, del mismo modo que ocurre en otras actividades del intelecto humano, siempre adscrito a intereses biológicos, colectivos o particulares.
Y no obstante, la fuerza de las imágenes es incontrolable, cuando remiten a pulsiones ancestrales, como el miedo a una forma animal en la espesura, una mirada en la penumbra, u otra forma humana poco familiar acechándonos al borde del camino.
Los nuevos medios visuales se influyen mutuamente. Las mercaderías de la industria del cine, a través de modelos tridimensinales y videojuegos reproducen las lecciones del ordenador en su faceta gráfica, pero tal vez no generen un mundo perceptivo tan nuevo como muchos quieren imaginar.
Sé que la estética de los programas informáticos para gráficos animados tiene mucho que ver, pero tendemos a creer que los niños actuales, al pertenecer a la generación que asume el ordenador como una presencia doméstica, habitual, "flipan" con él mientras nosotros no lo conocemos con la misma naturalidad. El ordenador es sólo una posibilidad, como herramienta de conocimiento.
El mundo de la enseñanza, en el que trabajo, me ha mostrado que estar habituado a la presencia del ordenador no siempre facilita su acceso, utilización correcta y aprendizaje del medio informático. Del mismo modo, muchos niños han demostrado en sus dotes intelectuales las ventajas de disponer de una biblioteca variada y utilizarla de forma cada vez más inteligente, pero muchos han dispuesto de la biblioteca sin provecho alguno. Creo que, más bien, los niños actuales ven mucho más cercanos el medio televisivo y el informático que nosotros, que los vimos entrar en nuestras casas por separado y con fines muy diferenciados.
Para nuestros niños, el ordenador y la tv son distintas manifestaciones de un mismo medio, que para ellos es la pantalla, la imagen. Del mismo modo que la muñeca "Barbie" ha de ser entendida en un contexto cultural claramente influido por el star-system del cine y la tv de los años 50 hasta nuestros días, los juegos de ordenador y los modernos muñecos transformables en múltiples posibilidades de monstruo fantástico han de ser considerados hermanos. Las cortinas de tv, los efectos de ordenador aplicados a los videojuegos, los programas 3D y de realidad virtual, los progresos de programas de manipilación de imagen tan populares como el "Photoshop", el análisis, en definitiva de múltiples aspectos compositivos de cualquier imagen, incluída la de cualquier animal, se ha vuelto tan exhaustivo que muchos niños entran fácilmente en el juego transformista propuesto por estos juguetes que se transforman en tres o cuatro diferentes. Muchos son una especie de mecanización de formas animales o animaloides, otros juegan con aspectos anatómicos de diferentes criaturas más o menos caricaturizadas.
Los estudios de anatomía comparada se manifiestan en la creación de estas huestes de criaturas diferentes, pero coherentes con las animalidades existentes, al menos fraccionadamente. Y es curioso, también, que muchos juguetes diferentes representen a la misma criatura según las distintas posibilidades de juego, que creo tienen mucho que ver con los planos foto, cine o videográficos. Una cabeza godzilla a modo de guante, un títere postmoderno para jugar a primeros planos del monstruo, reproducciones a distintas escalas para establecer distintas relaciones de tamaño entre la criatura y el resto de los juguetes y elementos arquitectónicos de la casa. Es indudable que la ciencia también llega al mundo del juguete, para popularizarse, pero convirtiéndose inevitablemente en un juego. No es muy diferente de lo que le ocurre, al convertirse en información escrita e ilustrada, en publicaciones destinadas al ocio de los curiosos por los nuevos avances de la ciencia, capacitados para entender muy parcialmente lo que se les explica y siempre dispuestos a dejarse llevar por intereses pasionales.
Así, aunque la anatomía absurda de muñecoconseñordentro de Godzilla haya evolucionado para contentar a un público cada vez más aficionado a la ciencia, a la ficción y a la ciencia-ficción, también es cierto que su anatomía de iguana mutante es oportunamente humanoide y bípeda (un bipedismo de ave, como mandan los últimos cánones de movimiento de los dinosaurios, que es a lo que más se parece el último Godzilla americano). Ni siquiera Alien o Predator, las más atractivas novedades en criaturas alienígenas cinematográficas, se sustraen de las formas humanoides, y es que tiene que haber en nuestro acervo genético un terror atávico a la aparición hostil de otros grupos de antropoides. Podemos ver escenas muy ilustrativas de ello en la película "En busca del fuego", de Annaud, y era Desmond Morris el asesor científico.
Por otra parte, Desmond Morris, todo un best-seller de la divulgación científica, ha sido criticado por algunos sectores que no veían bien que sus estudios antropológico-primatológicos se basasen en observaciones de chimpancés encerrados en un zoo.
Y así parecen estar las cosas. Los nuevos datos de la ciencia siempre aportan una dosis de especulación, que se cuela obstinadamente en las imágenes científicas, las cuales también quieren resultar atractivas, para gustar no sólo al mundo científico sino al gran público.
Con la ficción pasa al revés : a lo mágico se le dan explicaciones que rayan en lo científico, como ocurre con la saga de vampiros de Anne Rice, a la hora de explicar el porqué de sus mayores o menores capacidades físicas y psíquicas. No era de extrañar que en las recientes revisiones literarias y cinematográficas del tema surgieran conocimientos científicos asumidos por el gran público.
Todo esto está estrechamente relacionado con el problema de la culpa depredadora, el dilema del vampiro, la práctica de su diaria "eucaristía". Comer. Consumir. Vivir a costa de otro implica el intercambio de vidas, y hace mucho que la sangre es símbolo de vida. Actualmente, la sangre es el vehículo más recurrido para leer mensajes de nuestro organismo, a través de su análisis. Vivimos tiempos en que la sangre es vehículo de vida y de muerte.
No creo que sean obsesiones particulares la insistencia en el símbolo de la sangre que practica Coppola en su "Drácula", o Neil Jordan en su "Entrevista con el vampiro". La sangre, símbolo de vida, se implica en el intercambio amoroso de fluidos, con el fantasma del sida detrás. Se trata de una cierta estilización de los rituales de canibalismo Lo que decía Pere acerca de eliminar al "otro" apropiándoselo del todo, comiéndolo. Comer su corazón, beber su sangre. Repito que la eucaristía bien podría ser una especie de sublimación de la predación. En todo caso está claro que los avances de la ciencia, particularmente de la biología y la biotecnología, se reflejan constantemente en manifestaciones artísticas que las popularizan, aunque sea con una ¿inevitable? distorsión, pero del mismo modo, aspectos perceptivos del arte se introducen en la mentalidad popular tanto como en la científica. Es lo que ocurriría con las distintas escalas de reproducción de un mismo tema de los juguetes, justificadas por los múltiples formatos de imagen que han calado en la imaginación del que juega.
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