5.1-La realidad fragmentada y restituída. La realidad reinscrita.
Antes del Renacimiento el Arte se había limitado a explotar la comprensión de sus convenciones. Ahora, en cambio, el Arte observaba la comprensión de las convenciones de la realidad en busca de espejismos tan perfectos y llenos de movimiento como los ejemplos del arte griego, que constituía una reflexión sobre las interacciones de los elementos orgánicos en el tiempo, en el instante (la presencia que lleva implícito el presente de indicativo de “ser”). Esas “fracciones temporales” que los renacentistas admiraban, aún sin comprender, eran más evidentes en las leyes que parecían emanar de sus pedazos. Las fotografías reafirman y desintegran a la vez este efecto de la percepción. Creemos ciegamente en su integridad como unidades pero evidencian que son un trozo de realidad. Nuestra tradición se alimenta de retales. El arte antiguo nos ha llegado en estado fragmentario, y nosostros hemos adaptado virtuosamente nuestro gusto a esa necesidad que ha hecho que el Laocoonte, una obra que constituyó fuente de elogios desde el Renacimiento, haya dejado de producir efecto en los últimos ochenta años. El mismo Kenneth Clark cita como causas de este hecho la “complicada integridad” de esta obra y su retórica. “Hemos llegado a considerar el fragmento más vívido, mas concentrado y más auténtico”.
Razón importante de ello es que, a medida que el mito que origina una representación se oculta tras una apariencia cada vez más realista y detallada, las partes ausentes se convierten en mitos de soluciones formales, generando la luz mítica que ilumina los fragmentos supervivientes. El “fuera de campo” no es concebible en una pieza de arte clásico si no se fragmenta; el 'fuera de campo' de la fotografía incluiría la escena real que reconocemos en el plano. La mitificación de la realidad que provoca la fotografía es brutal por su naturaleza fraccional.
Si volvemos al ejemplo del Laocoonte, podemos recordar que, en la misma época en que los artistas renacentistas investigaban la representación en pedazos de copias romanas de obras griegas, este conjunto escultórico era ya mítico a través de la descripción literaria de Plinio (“obra de arte preferida por encima de toda otra en pintura y escultura”) hasta el punto de intentar dibujar cómo había sido, en un afán de reproducir una reproducción de la realidad y de un mito. Ahora la obra ausente constituía el mito.
Su hallazgo constituyó un tremendo impacto para el arte del Renacimiento porque constituía la materialización de un mito y además estaba prácticamente entera.
“Sucedió el miercoles 14 de enero de 1506, en un viñedo próximo a San Pietro i Vincoli, y a las pocas horas estaba Miguel Ángel en el lugar [...]... había encontrado pocas fuentes autorizadas en el arte clásico, que era su única norma cuando se trataba del desnudo . Y entonces, de una cámara subterránea, maravillosamente intacta, apareció la autoridad que necesitaba. [...] Incluso a esta distancia del tiempo hay algo milagroso en todo el acontecimiento, porque después de siglos de excavación, el Laocoonte sigue siendo una escultura antigua excepcional, y una de las pocas que anticipan las necesidades de Miguel Ángel”.
(K. Clarck : "El desnudo")
No debemos olvidar que el otro descubrimientos antiguo que conmocionó al genio italiano fue el “torso de Belvedere”. De hecho, la influencia del arte antiguo en Buonarroti viene en muy gran medida de “los fragmentos estropeados, los gigantes caídos, medio enterrados”, “frutos del accidente y de la sorpresa en beneficio de la exaltación del “pathos” en sus cuadros". Si bien una de sus fuentes la encontramos en las estampas japonesas (la cultura japonesa conlleva incluso la ritualización del instante) no cabe duda que lo que transmitió a Degás la revelación de la instantaneidad fue, sin duda, la fotografía.
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