Bisonte. Cueva de Altamira (Arte Rupestre)
Reproducción del techo de Altamira.
Leonardo Da Vinci
León rugiente. Leonardo Da Vinci.
Oso. Leonardo Da Vinci.
Arte Rupestre: Cueva de Lascaux (Francia).
Apuntes sobre gatos de Leonardo Da Vinci.
Marcelino Sanz de Sautuola : Apunte del techo de Altamira descubierto accidentalmente por la hija de Cubillas.
3- EL DIBUJO COMO LENGUAJE DEL NATURALISTA.
Es difícil delimitar en qué medida el artista ejerce como naturalista o el naturalista como dibujante en el transcurso de la historia, y de forma muy significativa etre los siglos XVI y XIX .
El naturalista tal y como lo entendemos hoy en día es un personaje que se comienza a definir en el siglo XVIII, auxiliado por evocadoras imágenes realizadas por dibujantes y grabadores cada vez más especializados.
Sin embargo, en siglos pasados, filósofos, sabios y teólogos hacían referencias al mundo animal dentro del marco del conocimiento en un sentido amplio y trascendente, no especializado.
Las imágenes que ilustraban los textos daban fe del conocimiento existente acerca de las diversas criaturas que los poblaban, pero hay que decir que la Edad Media, de espaldas al mundo natural, idealizante y oscurantista (añadamos a esto que dicho oscurantismo, si bien se da en muchos ámbitos culturales del medioevo, también constituye un peligroso tópico que envilece de algún modo nuestra noción de toda una época de occidente), no contempla la naturaleza como modelo objetivo hasta el afianzamiento del gótico, y es en el Renacimiento cuando encontramos la figura del "sabio total", que recurre no sólo a su cultura, sus lecturas y su expresividad literaria, sino que, altamente capacitado gráficamente, estudia los fenómenos naturales al tiempo que los ilustra.
Leonardo Da Vinci plasmaba en imágenes de su propia mano privilegiada su anhelante deseo de conocimiento, y desgranaba en forma detallada las lecciones, más funcionales que simbólicas, de las creaciones de la naturaleza, en sus dibujos. En la obra de Leonardo (esa obra complementaria a sus grandes obras maestras) no abundan los dibujos de animales, sí los de plantas y flores. Sus precisos dibujos anatómicos son, no obstante, de proverbial precisión, y sus estudios sobre el caballo (animal modélico, de alto rango, complemento de las representaciones de personajes que ostentaban poder), el ala del ave (órgano envidiable, capacitador de ansiado vuelo) y del ojo humano (filtro principal de nuestro conocimiento empírico) siguen siendo óptimos ejemplos de cómo la perfección estilística en el artista pasa por la necesidad del conocimiento detallado, de la sabiduría que contempla y repite las formas de la naturaleza.
La obra de Leonardo más calificable como científica o naturalista se anticipaba en gran medida a su propio tiempo, aunque en el ámbito más popular fué eclipsada por la gran calidad de sus esculturas y pinturas más "mundanas". La razón del relativamente escaso interés de los dibujos de Leonardo para sus coetáneos era básicamente el descrédito de ciertos ejercicios de oficio que en su caso parecían extralimitarse hacia lo excéntrico. No olvidemos que la zoología (si es que ya se la podía llamar así) del siglo XV se impregnaba aún de un irreductible componente fantástico y popular, heredero de la tradición medieval, cuyo origen se podría situar en la obra de Plinio. La iconografía, rara vez ausente pero rara vez independiente del texto, era vaga e imprecisa.
Esto no quiere decir que no encontremos precedentes de los tratados naturalistas en la Edad Media, aunque sea por motivos cinegéticos. Al mismísimo emperador Federico II se atribuyen algunas de las miles de extraordinarias imágenes de aves que figuran en "De arte venandi cum avibus", tratado de cetrería del siglo XIII, donde erudición y habilidad gráfica se aliaban en un interés común: el conocimiento detallado, en gran medida científico, pero siempre justificado por las pasiones de la caza. Damos, en esta obra, con un auténtico incentivo para la representación exacta de los animales. Lo que me pregunto es porqué convertimos en un tópico medieval el coleccionismo cinegético de animales o de sus imágenes sin imaginar numerosas excepciones perfectamente posibles en las que cambien los juicios de valor individual e independientemente de lo que se supone califica a toda una época. Nos ocurre algo similar con respecto a las representaciones animales de la prehistoria, las cuales, prescindiendo de posibles variantes particulares, son inevitablemente adscritas por los especialistas a un totemismo propio de la época y por tanto inevitable.
Tal vez todos los prejuicios culturales tengan que ver con aquel otro prejuicio que hace arrancar la "Historia", propiamente dicha, de una protohistoria o prehistoria carente del conocimiento humano que desde nuestro punto de vista calificamos como tal. Casi sin querer consideramos a aquellos antepasados nuestros como carentes de un elevado conocimiento de las cosas que a nosotros sí nos califica automáticamente.
Las pinturas rupestres pasarían a ser así poco más que la obra de seres prehumanos, atrasados, ignorantes, elevados en el mejor de los casos mediante la adoración de becerros de oro. Por el contrario, también podemos encontrar apasionadas réplicas cuyas tendencias ideológicas añoran una pretérita humanidad salvaje y de algún modo virginal, inmersa en el conocimiento "auténtico" de las cosas. Ese tipo de conocimiento que sólo pueden poseer los virtuosos del instinto: los animales.
Reproducción del techo de Altamira.
Leonardo Da Vinci
León rugiente. Leonardo Da Vinci.
Oso. Leonardo Da Vinci.
Arte Rupestre: Cueva de Lascaux (Francia).
Apuntes sobre gatos de Leonardo Da Vinci.
Marcelino Sanz de Sautuola : Apunte del techo de Altamira descubierto accidentalmente por la hija de Cubillas.
3- EL DIBUJO COMO LENGUAJE DEL NATURALISTA.
Es difícil delimitar en qué medida el artista ejerce como naturalista o el naturalista como dibujante en el transcurso de la historia, y de forma muy significativa etre los siglos XVI y XIX .
El naturalista tal y como lo entendemos hoy en día es un personaje que se comienza a definir en el siglo XVIII, auxiliado por evocadoras imágenes realizadas por dibujantes y grabadores cada vez más especializados.
Sin embargo, en siglos pasados, filósofos, sabios y teólogos hacían referencias al mundo animal dentro del marco del conocimiento en un sentido amplio y trascendente, no especializado.
Las imágenes que ilustraban los textos daban fe del conocimiento existente acerca de las diversas criaturas que los poblaban, pero hay que decir que la Edad Media, de espaldas al mundo natural, idealizante y oscurantista (añadamos a esto que dicho oscurantismo, si bien se da en muchos ámbitos culturales del medioevo, también constituye un peligroso tópico que envilece de algún modo nuestra noción de toda una época de occidente), no contempla la naturaleza como modelo objetivo hasta el afianzamiento del gótico, y es en el Renacimiento cuando encontramos la figura del "sabio total", que recurre no sólo a su cultura, sus lecturas y su expresividad literaria, sino que, altamente capacitado gráficamente, estudia los fenómenos naturales al tiempo que los ilustra.
Leonardo Da Vinci plasmaba en imágenes de su propia mano privilegiada su anhelante deseo de conocimiento, y desgranaba en forma detallada las lecciones, más funcionales que simbólicas, de las creaciones de la naturaleza, en sus dibujos. En la obra de Leonardo (esa obra complementaria a sus grandes obras maestras) no abundan los dibujos de animales, sí los de plantas y flores. Sus precisos dibujos anatómicos son, no obstante, de proverbial precisión, y sus estudios sobre el caballo (animal modélico, de alto rango, complemento de las representaciones de personajes que ostentaban poder), el ala del ave (órgano envidiable, capacitador de ansiado vuelo) y del ojo humano (filtro principal de nuestro conocimiento empírico) siguen siendo óptimos ejemplos de cómo la perfección estilística en el artista pasa por la necesidad del conocimiento detallado, de la sabiduría que contempla y repite las formas de la naturaleza.
La obra de Leonardo más calificable como científica o naturalista se anticipaba en gran medida a su propio tiempo, aunque en el ámbito más popular fué eclipsada por la gran calidad de sus esculturas y pinturas más "mundanas". La razón del relativamente escaso interés de los dibujos de Leonardo para sus coetáneos era básicamente el descrédito de ciertos ejercicios de oficio que en su caso parecían extralimitarse hacia lo excéntrico. No olvidemos que la zoología (si es que ya se la podía llamar así) del siglo XV se impregnaba aún de un irreductible componente fantástico y popular, heredero de la tradición medieval, cuyo origen se podría situar en la obra de Plinio. La iconografía, rara vez ausente pero rara vez independiente del texto, era vaga e imprecisa.
Esto no quiere decir que no encontremos precedentes de los tratados naturalistas en la Edad Media, aunque sea por motivos cinegéticos. Al mismísimo emperador Federico II se atribuyen algunas de las miles de extraordinarias imágenes de aves que figuran en "De arte venandi cum avibus", tratado de cetrería del siglo XIII, donde erudición y habilidad gráfica se aliaban en un interés común: el conocimiento detallado, en gran medida científico, pero siempre justificado por las pasiones de la caza. Damos, en esta obra, con un auténtico incentivo para la representación exacta de los animales. Lo que me pregunto es porqué convertimos en un tópico medieval el coleccionismo cinegético de animales o de sus imágenes sin imaginar numerosas excepciones perfectamente posibles en las que cambien los juicios de valor individual e independientemente de lo que se supone califica a toda una época. Nos ocurre algo similar con respecto a las representaciones animales de la prehistoria, las cuales, prescindiendo de posibles variantes particulares, son inevitablemente adscritas por los especialistas a un totemismo propio de la época y por tanto inevitable.
Tal vez todos los prejuicios culturales tengan que ver con aquel otro prejuicio que hace arrancar la "Historia", propiamente dicha, de una protohistoria o prehistoria carente del conocimiento humano que desde nuestro punto de vista calificamos como tal. Casi sin querer consideramos a aquellos antepasados nuestros como carentes de un elevado conocimiento de las cosas que a nosotros sí nos califica automáticamente.
Las pinturas rupestres pasarían a ser así poco más que la obra de seres prehumanos, atrasados, ignorantes, elevados en el mejor de los casos mediante la adoración de becerros de oro. Por el contrario, también podemos encontrar apasionadas réplicas cuyas tendencias ideológicas añoran una pretérita humanidad salvaje y de algún modo virginal, inmersa en el conocimiento "auténtico" de las cosas. Ese tipo de conocimiento que sólo pueden poseer los virtuosos del instinto: los animales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario