Mafa Alborés y Geno Rey para Terrario del zoo de Barcelona. Escenografía naturalista (poliéster y estructura metálica).
Naturaleza y artificio
El paisaje que nos rodea ha sido metamorfoseado por nosotros y la existencia de reservas naturales convierte a la 'Naturaleza Espontánea' en una pieza de Museo, cuyo mayor atractivo, por desgracia, es la simple curiosidad que mueve al turista a visitar parajes distintos a los de su vida habitual, para retenerlos en un resumen memorístico o, “mejor” aún, en una fehaciente prueba fotográfica de su estancia en aquellos lugares. Una curiosidad similar a la que suscitaban los bestiarios y jardines botánicos de antaño.
Actualmente, los modernos zoológicos y los jardines parecen confluir en un nuevo criterio de representación de la Naturaleza que denota, paradójicamente, un escaso interés real por ésta, pero sí por la imagen que de ella nos ofrece el cine, la televisión, las revistas y los libros ilustrados.
Hablábamos, al principio de esta reflexión sobre el arte del paisaje, del hecho de que el hombre crea el género paisajístico a partir de una nueva visión de la Naturaleza que excluye el miedo a ésta y a los sacrificios que la extracción de sus frutos exige.
Un hombre que admira un entorno paisajístico lo hará sólo si no lo teme o si no lo trabaja (afirmación extremada, tal vez, pero significativa; es posible admirar una naturaleza hostil y dura, pero indudablemente no es sencillo) . Si su curiosidad le lleva a conocer entornos nuevos deberá vencer temores y sacrificios. Actualmente le basta con ver reproducciones carentes de riesgo y esfuerzo para satifacer su curiosidad, meramente contemplativa.
No voy a referirme a los Jardines y Parques Nacionales o Reservas Naturales nada más que para hacer la reflexión siguiente: su presencia no es natural. Sus entornos reúnen características escogidas por el hombre para decidir su conservación. La naturaleza creó lo que en ellos hay, pero constituyen una acotación artificial. De momento no voy a profundizar más en el tema, pero creo que se puede concluir qu representan distintas visiones posibles de una idea de la naturaleza que los hace asemejarse a Jardines creados artificialmente, en los que árboles y lagos son ubicados donde resulta más apropiado, conveniente y hermoso. Ya no son Naturaleza. Son una mera representación cercana a la reproducción, por muy exacta que esta sea.
La Naturaleza como Espectáculo sería un tema de tesis lo suficientemente extenso como para acotarlo, en este momento, en un mero apunte que quiero iniciar con una mención a los parques zoológicos.
La idea socialmente (o, más bien, institucionalmente) aceptada por la cultura occidental es que los “zoos” persiguen el fin primordial de proporcionar cultura y esparcimiento al gran público, además de suministrar material de trabajo a instituciones científicas para sus investigaciones fisiológicas y ecológicas.
Sin embargo, si los “zoos” modernos abandonan el antiguo concepto de la jaula y el barrote, es bastante evidente que buscan ofrecer un espectáculo más atractivo (y rentable) antes que instalar a los animales en las condiciones más parecidas a su ambiente natural.
No niego la preocupación por el cuidado de reproducir el hábitat de la especie, pero el interés de tan ardua labor no es tanto en beneficio del animal como de la financiación, basada en la atracción de un público que ya no se conforma con un simple bestiario.
Naturaleza y artificio
El paisaje que nos rodea ha sido metamorfoseado por nosotros y la existencia de reservas naturales convierte a la 'Naturaleza Espontánea' en una pieza de Museo, cuyo mayor atractivo, por desgracia, es la simple curiosidad que mueve al turista a visitar parajes distintos a los de su vida habitual, para retenerlos en un resumen memorístico o, “mejor” aún, en una fehaciente prueba fotográfica de su estancia en aquellos lugares. Una curiosidad similar a la que suscitaban los bestiarios y jardines botánicos de antaño.
Actualmente, los modernos zoológicos y los jardines parecen confluir en un nuevo criterio de representación de la Naturaleza que denota, paradójicamente, un escaso interés real por ésta, pero sí por la imagen que de ella nos ofrece el cine, la televisión, las revistas y los libros ilustrados.
Hablábamos, al principio de esta reflexión sobre el arte del paisaje, del hecho de que el hombre crea el género paisajístico a partir de una nueva visión de la Naturaleza que excluye el miedo a ésta y a los sacrificios que la extracción de sus frutos exige.
Un hombre que admira un entorno paisajístico lo hará sólo si no lo teme o si no lo trabaja (afirmación extremada, tal vez, pero significativa; es posible admirar una naturaleza hostil y dura, pero indudablemente no es sencillo) . Si su curiosidad le lleva a conocer entornos nuevos deberá vencer temores y sacrificios. Actualmente le basta con ver reproducciones carentes de riesgo y esfuerzo para satifacer su curiosidad, meramente contemplativa.
No voy a referirme a los Jardines y Parques Nacionales o Reservas Naturales nada más que para hacer la reflexión siguiente: su presencia no es natural. Sus entornos reúnen características escogidas por el hombre para decidir su conservación. La naturaleza creó lo que en ellos hay, pero constituyen una acotación artificial. De momento no voy a profundizar más en el tema, pero creo que se puede concluir qu representan distintas visiones posibles de una idea de la naturaleza que los hace asemejarse a Jardines creados artificialmente, en los que árboles y lagos son ubicados donde resulta más apropiado, conveniente y hermoso. Ya no son Naturaleza. Son una mera representación cercana a la reproducción, por muy exacta que esta sea.
La Naturaleza como Espectáculo sería un tema de tesis lo suficientemente extenso como para acotarlo, en este momento, en un mero apunte que quiero iniciar con una mención a los parques zoológicos.
La idea socialmente (o, más bien, institucionalmente) aceptada por la cultura occidental es que los “zoos” persiguen el fin primordial de proporcionar cultura y esparcimiento al gran público, además de suministrar material de trabajo a instituciones científicas para sus investigaciones fisiológicas y ecológicas.
Sin embargo, si los “zoos” modernos abandonan el antiguo concepto de la jaula y el barrote, es bastante evidente que buscan ofrecer un espectáculo más atractivo (y rentable) antes que instalar a los animales en las condiciones más parecidas a su ambiente natural.
No niego la preocupación por el cuidado de reproducir el hábitat de la especie, pero el interés de tan ardua labor no es tanto en beneficio del animal como de la financiación, basada en la atracción de un público que ya no se conforma con un simple bestiario.
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