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martes, 28 de noviembre de 2017

Animales callejeros. Daido Moriyama.









Cuando dedicamos un especial comentario al reno de Khaldei, dejamos bien clara la gran trascendencia de dicha fotografía en el ámbito de las fotografías de animales a pesar de que Khaldei no pasará a la historia como fotógrafo de animales ni como autor de fotomontajes. Es curioso constatar la existencia de obras de arte cuyo tema central es una animal que da nombre a la obra acompañada de la especificación del autor: el rinoceronte de Durero, la cabra de Picasso, el gorila de Frèmiet, el cocodrilo de Helmut Newton, el tiburón de Spielberg...


Sin embargo deberíamos matizar que en Durero la fama de su rinoceronte se corresponde a la adecuación de esta especie a su asimilación con el mito del unicornio, y con el hecho de haber sido descubierto recientemente para la cultura occidental por Marco Polo, para pasar a colmar las expectativas sobre animales fantásticos al ser capturado un ejemplar como regalo de la corona de Portugal al Papa. El primer dibujo del primer rinoceronte documentado en Europa.

Frèmiet intenta desempeñar el mismo papel con el recién descubierto gorila, y su escultura mostrando el rapto de una joven por uno de estos animales, aunque menos conocida que el dibujo del alemán, pasa a ser emblemática pese a ciertas distorsiones que ya habíamos comentado en su día, y la verdad es que Frèmiet realizó más esculturas con grandes antropoides como orangutanes, y con otros gorilas, pero siempre con atención a la fidelidad anatómica para dar verosimilitud a escenas un tanto fantasiosas en que los grandes simios muestran una agresividad intimidante y monstruosa.

E incluso habría que aclarar que de su famosa moza raptada pr un gorila realizó más de una versión, aunque en todas sus esculturas parece repetir la observación del mismo modelo, del mismo ejemplar de gorila, que, pese a las connotaciones sexuales otorgadas al salvajismo del antropomorfo, parece evidente que se trata de una hembra.

Pero Emmanuel Frèmiet fue famoso como escultor animalista y naturalista, y en cambio nadie diría eso de Durero como dibujante o de Khaldei como fotógrafo.


La cabra de Picasso debe su fama a la autoría y originalidad estilística de la obra.

El cocodrilo de Helmut Newton no pasa de ser una anécdota poderosamente icónica entre su producción casi siempre plagada de glamurosos cuerpos femeninos.

Iconográficamente, Spielberg se hace con el tiburón de Peter Benchley, y los elefantes de Dalí son memorables por su paradójica estilización, que los convierte en seres livianos en contraste con su tópica condición asociada a la pesadez.



Podríamos hablar de otros animales famosos asociados a grandes autores que los inmortalizaron en sus obras de arte, como el buey desollado de Rembrandt (yo prefiero su dibujo de una caracola de múrice), y en el mundo de la fotografía más de uno reivindicaría los perros de muchas instantáneas de Elliot Erwitt, pero sería difícil escoger una sóla de sus fotos como "el perro de Erwitt", y ni tan sólo sus numerosas fotos con perros o gatos caracterizarían su obra por el mero hecho de reproducir animales.

Pero el caso que queremos recordar hoy es peculiar y emblemático. Se trata del perro de Daido Moriyama, una imagen persistente y emblemáticamente característica de su obra, que ha sido reproducida de diversas formas pero que siempre las resiste de forma reconocible, incluso a pesar de evocar obras de temática similar de otros grandes referentes de la fotografía japones como Yasui Nakaji.

Daido Moriyama es un fotógrafo japonés (nacido en 1938 en Ikeda, Osaka, vive y trabaja en Tokio) que ha permanecido relativamente al margen del mercado, convirtiéndose en una figura de culto muy respetada y admirada en el medio fotográfico internacional. Por lo general, toma las imágenes con una cámara compacta de 35 mm, utilizando poco el visor y presentando los resultados positivados en blanco y negro. Sus imágenes representan la pérdida de los valores tradicionales en el Japón de la posguerra.

Moriyama es ante todo un fotógrafo de calle, un testigo de los cambios sociales del Japón de posguerra y, por lo tanto, los animales no son el tema central de su obra. Sin embargo sí que podríamos hacer una interesante selección de fotos de Moriyama protagonizadas por animales callejeros, principalmente gatos, pese a la incontestable fama de su perro (ni siquiera el único entre sus galerías de imágenes) y lo que constatamos es que contempla a estos animales como antinaturalmente encerrados en espacios urbanos que les son ajenos o ya, tal vez, sus únicos biotopos posibles, equiparándolos a los fragmentos humanos que fotografía, o cuya presencia captura.  

A la vista de sus fotos de animales callejeros, comprobamos cómo se matiza nuestra impresión de sus autorretratos y capturas de personas en plena calle, contemplada como un medio no menos apasionante que hostil, y es por ello que creo que le debíamos desde hace tiempo una mención en El Animal Invisible, además de una selección de imágenes en las que aparecen animales en contraste con aquellas que reducen la presencia humana a la de criaturas avistadas en su peculiar biotopo urbano.
Además, hemos compilado algunos textos interesantes sobre las fotografías de Moriyama.



Perro callejero

De la vasta producción de Moriyama, hay una fotografía en particular que, para sorpresa suya, se ha convertido en su obra más icónica y emblemática. Se trata del Perro Callejero que hizo en Misawa, pequeña ciudad ubicada en la región de Tōhoku en el este de Japón.
La anécdota es sencilla al grado de ser simplona: tras el año nuevo de 1971 al salir una mañana del hotel, el fotógrafo se encontró con un perro callejero. Daidō correspondió a la mirada del cánido con una fotografía.[53]
Daido_Moriyama_Stray_Dog_Perro_Callejero
En la imagen se aprecia un perro bronco, raído, con mueca de preparar el gruñido: Está alerta, listo para la provocación. No es una mascota, sino un animal curtido por la realidad: un auténtico sobreviviente. Y no ha logrado superar la existencia de la calle gracias por sus buenos modos.
Este perro de la calle es un reflejo del Moriyama merodeador, solitario, vigilante, siempre en movimiento “hurgando para ver qué encuentra, sopesando cuanto le rodea. Y para él, el mundo es fragmentado, semi-caótico, áspero, implacable y muy pero muy real.”[54]

Daido Moriyama, transit_137Los paralelismos entre el chucho y el fotógrafo callejero son múltiples. Moriyama decide a dónde ir por el olor de las cosas. Y al cansarse se detiene y se echa en la sombra.  “Perro callejero, paria solitario para la fotografía ideológica de sus contemporáneos y el realismo social de sus predecesores, el trabajo de Moriyama es universal en su mirada de lo urbano y profundamente japonés en su personalidad.”[55]
Daidō es un eco del tuso vagabundo cuando hace fotografías “poseído por un ansia que él considera «animal», propia de un «perro que se deja llevar por el olor de las ciudades. »”[56]
Por su parte Jiae Kim ha encontrado en este Perro Callejero una correspondencia con la película del mismo nombre de Akira Kurosawa de 1949 [57] donde el detective Murakami (interpretado por Toshirô Mifune) rastrea afanoso su pistola que fue robada. El investigador indaga el paradero de su propia arma con la diligencia de un samurái que ha perdido su katana. [58]
La equiparación entre los distintos perros callejeros es obligada al analizar la obra de Moriyama. Sin embargo, cuando se trata de encontrar un significado a Perro Callejero su autor ríe diciendo: “Si existe algún significado eso depende del perro.”[59]

a Journey to Nakaji, Daido Moriyama_28
Daidō se niega a esclarecer sus fotografías: “No puedo explicar todas las imágenes que he tomado. Si lo intentara sería una farsa aburrida, incluso una trivialidad. Esa no es mi intención. Cada fotografía se siente, pero no hay un motivo único para disparar; las razones son múltiples incluso en una sola imagen. El acto de fotografiar es una respuesta fisiológica y concreta, aunque definitivamente hay algo de conciencia presente. Cuando tomo fotos, siempre me dejo guiar por el sentimiento, por lo que incluso en ese momento cuando estoy tomando una fotografía es imposible explicar el motivo de por qué la hago.”[60]



Por Óscar Colorado Nates*

Daidō Moriyama deambula en Tokio, errabundo, por las poco honorables calles del Kabukicho – el distrito rojo más grande de Asia; ése que los japoneses prefieren mantener fuera de la vista del ojo occidental. Este fisgón lleva una cámara compacta, nada espectacular. A veces encuadra usando el visor pero no siempre. No tiene plan fijo: espera que alguien le lance un trozo de acción, o lo roba en un descuido. Camina relajado pero incesante. Observa algo que le hace reaccionar, nadie lo nota pero su cuerpo se tensa y el oprimir el botón del obturador es un reflejo corporal. Fuma un cigarro sin hacer pausa; sigue su camino y dispara, una y otra vez. Se agotan los 20 rollos de película que ha llevado para el día. Camina hacia alguno de sus bares preferidos en la zona de Shinjuku. Daidō Moriyama ha repetido este mismo ritual cada día durante los últimos 40 años.













































Daidō Moriyama (en idioma japonés 森山 大道 Moriyama Daidō; 10 de octubre de 1938) es un fotógrafo japonés.12
Estudió diseño en Osaka, lo que le permitió trabajar como grafista, pero en 1961 se interesó por la fotografía por lo que decidió aprenderla, tuvo como primer maestro a Takeji Iwamiya y después aprendió de Eikoh Hosoe con quien trabajó como asistente. En 1963 tras contraer matrimonio se estableció como fotógrafo freelance.
Fue miembro fundador del grupo Provoke, creado en 1969, junto a Takuma Nakahira y Koji Taki.3​ En 1974 fundó la Photo Workshop School en Tokio junto a Nobuyoshi Araki, Masahisa Fukase, Eikoh Hosoe, Noriyaki Yokosuka y Shomei Tomatsu. Su principal alumno fue Keizō Kitajima.
Su obra se caracteriza por una técnica que utiliza con frecuencia efectos tipo flou o desenfoques en las figuras, sobreexposiciones y fuertes contrastes en blanco y negro, por lo que podrían parecer fotos imperfectas.4​ Los temas que trata se refieren en su mayoría a la vida en la ciudad, empleando un lenguaje visual radical inspirado en Robert Frank, Shōmei Tōmatsu, Andy Warhol y William Klein.25
Ha realizado numerosas publicaciones, su primer libro se llamaba Japan: A Photo Theater y se publicó en 1968, después se editaron Documentary 1-5, Another Country, Tales of Tono y Japan: A Photo Theater II. Tras una crisis creativa que tuvo en 1977 volvió a publicar Light and Shadow en 1982 al que han seguido numerosos libros.
Entre los premios que ha obtenido se encuentran el premio anual de 1983 otorgado por la Sociedad Fotográfica de Japón y el Premio de cultura de la asociación alemana de fotografía de 2004.





Algunas veces, Moriyama incluso intentó recrear las imágenes antiguas de Yasui Nakaji, como la imagen del perro.
  



Daidō Moriyama merodea solitario, alerta, siempre en movimiento: Hurgando, sopesando cuanto le rodea. Y para él, el mundo es fragmentado, caótico, áspero, implacable y muy pero muy real.




https://oscarenfotos.com/2013/08/24/daido-moriyama-fotografo-callejero/ 


http://mafa-elanimalinvisible.blogspot.com.es/2016/01/naturaleza-y-artificio-el-reno-de.html

martes, 21 de noviembre de 2017

Kelly Cassel y la necroantrozoología fotográfica glosada por Emma Kisiel.

Kelly Cassel


Emma Kisiel
Tal y como comenta Emma Kisiel en el artículo que nos dio a conocer a Kelly Cassel, era inevitable que la fotógrafa y analista americana no se hubiese sentido atraída por su obra, ya que ella misma ha realizado proyectos fotográficos propios en los que registraba intervenciones similares sobre el terreno donde localizaba animales muertos, especialmente víctimas de accidentes de tráfico en carreteras junto a espacios abiertos y paisajes naturales cercanos a áreas urbanas. Así lo hace constar Kisiel (a quien dedicamos una entrada en su día) en sus propias obras y en sus selecciones de artistas en su página de referencia, Muybridge's Horse.


Fleur Alston
 Artistas como Tamany Baker, Portia Munson, Maria Ionova-Gribina, constatan la presencia de un cierto número de artistas fascinados por la necroantrozoología artística, o, más concretamente, fotográfica, porque la fotografía es un vetigio de algo que fué, y la fotografía de un cadáver ejerciendo su papel de cadáver, sin relecturas evocadores mediante naturalizaciones ni taxidermia, es una peculiar forma de preservación mortuoria, en algunos casos, como Fleur Alston, de manera muy parecida a Cassel. Algunos de estos y otros artistas, la mayoría también seleccionados por Kisiel entre sus referentes, han tenido un espacio para el comentario aquí en El Animal Invisible, y no hacíamos referencia directa a ellos en la entrada anterior dedicada a Kate Bergin, pero nos sirven para enlazar con lo que comentábamos sobre la relación entre muerte y fotografía, tan distinta como recurso con respecto a la pintura en el sentido que otorgábamos a la taxidermia pictórica.

Kisiel nos dice respecto a la obra de Cassel:

Maria Ionova-Gribina
Desde que comencé a trabajar en At Rest, mi propia serie de fotografías que representan monumentos conmemorativos que construí alrededor de animales atropellados, hace más de seis años, siempre reaccioné fuertemente al trabajo de otros artistas que honran a los animales muertos. Tamany Baker, Portia Munson, Maria Ionova-Gribina: las que conozco se pueden encontrar en la etiqueta “memorial”. Memento Mori, de Kelly Cassel, que me entusiasmó descubrir a través de otro artista, recuerda a  Kit and Caboodle de Fleur Alston: ambas series prestan gran atención al detalle y círculos perfectos. Hay algo en el trabajo de Cassel que se siente fresco y casi arenoso. La luz es tan uniforme que parece sobrenatural o de otro mundo, y mirando las imágenes, siento que puedo oler el suelo y la vegetación. Me encanta la mención de huesos de Cassel en su declaración. Me hace pensar en la estructura innata en todas las cosas: rituales, vida, naturaleza, muerte.De la declaración de la artista: 

los rituales de la muerte son algo que es casi propio de la humanidad. Si bien varían de una cultura a otra, la idea sigue siendo la misma que una vida que se honra y se transmite. "Memento Mori" muestra los esqueletos de animales salvajes colocados dentro de monumentos conmemorativos de elementos naturales. Hay una pérdida para el ecosistema pero también una ganancia a través de los nutrientes y la vida proporcionada por el animal que regresa al suelo. Con un enfoque en la estructura esquelética dejada atrás, yuxtapuesta con algunos animales recientemente fallecidos, la serie enfatiza que al final todos nos reducimos a hueso. Estos huesos también portaron vida una vez, una que se hubiera ido sin reconocimiento y abandonados si no los hubiera encontrado. Estas imágenes inmortalizan al animal y lo honran en tanta valía como la vida humana. Hay algo maravillosamente trágico sobre la muerte y el proceso de descomposición.


Tamany Baker
Habíamos dedicado una entrada al trabajo artístico (y divulgativo del arte vinculado a los animales) de Emma Kisiel, y lo consideramos en su día un acontecimiento importante para El Animal Invisible por diversas razones.
En primer lugar queremos dejar constancia de la existencia de otros sitios web consagrados a glosar trabajos artísticos relacionados con el arte y la zoología, eso que nos hemos permitido denominar Antrozoología Artística.
En segundo lugar creo que ya podemos afirmar, pese a la escasez de manifestaciones críticas o académicas al respecto, que la antrozoología ha tomado el arte, que casi todas las manifestaciones artísticas más relevantes y con mayor repercusión están marcadas por la presencia de animales, iconografía animal o crítica al discurso naturalista y ecologista, como lógica consecuencia de las circunstancias socioeconómicas en las que se desenvuelve el arte contemporáneo.
En definitiva, creo que los temas y contenidos de este blog son mucho menos restrictivos y minoritarios que nunca, y tal vez siempre han tenido tal vigencia que su misma obviedad los hacía aparentemente invisibles. Algo está pasando en el mundo del arte, porque los animales están más presentes que nunca y son más llamativos que nunca, por lo que están buscados, vivos o muertos. Literalmente.

Lo que a finales del siglo pasado a mi me parecía un tema de creciente actualidad que por lógica habría de impregnar la cultura occidental y las preocupaciones de la filosofía, la ciencia y el arte, fue recibido con fría indiferencia y distanciamiento intelectual por parte de los responsables académicos vinculados a mis estudios doctorales, salvo muy escasas excepciones y, sin embargo, algo me dice que la relación entre animal humano y demás animales será la preocupación fundamental de la sociedad mucho más allá de los vaticinios de Blade Runners futuribles por Philip K. Dick. De hecho, el cine sigue mostrando a los animales y sus idealizaciones cinematográficas como foco central de muchas de sus producciones de mayor repercusión mediática, y en muchos casos la relación entre el ser humano y los demás animales es el núcleo temático sobre el que se sustenta la narración de forma novedosamente ecologista, obligadamente, incluso. Revísense si no los ecos animalistas en clave vegana de Noé, el proteccionismo anacrónico de En el Corazón del Mar, el simbolismo animalista de Vida de Pi o el fatalismo naturalista de El Último Cazador. Por si fuera poco, mientras oíamos hablar de proyectos de parques temáticos como Zootopía o el ambicioso Parque Zoológico/Safari de Dubai, los medios nos traían las macabras imágenes de los animales momificados en el terrible abandono del Zoo de Gaza, como si de uno de los proyectos artísticos a los que hoy nos referimos se tratase.

Portia Munson
Ya hicimos un comentario acerca de obras de arte con animales vivos, y nos ha sido inevitable hacer mención de otras en las que se representaban animales muertos o sus propios despojos pasaban a ser parte de la materialización de las mismas.
Los cadáveres de los animales siguen evocando su belleza en vida, o pueden pasar por estáticas representaciones de sí mismos cuando la fotografía y otras formas de reproducción se hacen cargo de ellos. Es comprensible, sin duda, paro también indudablemente preocupante.

Y es precisamente de esa vida/muerte artística de las formas animales lo que hoy queremos traer a colación.

He de reconocer que es algo que me incomoda, cosa que ya he dejado claro, por ejemplo, al referenciar obras artísticas que recurrían a la Taxidermia, y especialmente cuando dedicamos un comentario a la peculiar obra de Kate Clarck y otras mujeres artistas vinculadas al arte con animales disecados. Me intriga que el mercado del arte moderno y la cultura mediatizada, de predominancia anglosajona en occidente, acoja cada vez más ejemplos, especialmente en Norteamérica, de artistas que recurren a las artes de la taxidermia para sus intervenciones artísticas, y que en su mayoría sean mujeres.
Existe, además, en la fotografía, un carácter esencial que conecta con la muerte en cuanto que se trata de una forma más de preservación de las formas orgánicas más allá de la muerte, o de la vida. Los seguidores de este blog también han sido testigos de los múltiples ejemplos en que los fotógrafos han encontrado un motivo atractivo para sus objetivos en los animales muertos, cuya inmovilidad pasa desapercibida en el arte de la inmovilización.

Emma Kisiel se sirve de la fotografía para indagar en los signos visuales que se desprenden del cuerpo inerte de un animal y nos ofrece instalaciones efímeras eternizadas gracias al medio fotográfico a modo de rituales funerarios con los que dignificar y recordar la presencia de los ejemplares muertos (a menudo por intervención humana más o menos involuntaria). En sus principales series fotográficas se sirve de la presencia de cadáveres encontrados de formas diversas.



En algunos casos, como hemos descrito inicialmente, interviene en la escena disponiendo ofrendas naturales, pétreas o florales para crear orlas o aureolas, coronas funerarias ornamentales con las que presenta sus respetos a la belleza aún visible de los animales muertos. En otra modalidad de sus trabajos, los acoge en su hogar para curarlos o intentarlo, y tanto si viven como si mueren, documenta su presencia en una situación de amor y cuidado.


En una tercera modalidad, fotografía los cadáveres de animales víctimas de accidentes de circulación u otras circunstancias como si durmieran plácidamente, como si le quisiera conceder una última oportunidad de vivir un momento placentero.
En trabajos anteriores, Kisiel ya había demostrado su interés por los animales y por sus anatomías alternativas a nuestra propia animalidad humana, por sus interacciones y por su manera de actuar en la naturaleza, pero, sobre todo, por la manera en que nosotros lo percibimos, lo representamos y lo reproducimos. Así, como tantos otros fotógrafos, se ha sentido fascinada por los dioramas de los Museos de Historia Natural, con sus animales naturalizados y sus escenografías naturalistas. Y lo curioso en este caso es que su atención suele centrarse no en los animales taxidermizados que aparentan estar vivos, al menos en una fotografía, sino en aquellos cuyo papel en la dramatización del diorama es estar muertos. Animales muertos simulando otra muerte.

Emma Kisiel
Pero la aportación de Kisiel al mundo de la Tánato-Antrozoología Artística no se queda ahí, puesto que recopila y documenta el trabajo de otros artistas a través de un sitio web cuyo título entraña toda una declaración de intenciones: The Muybridge's Horse, el caballo de Muybridge, en referencia a las cronofotografías del pionero del arte fotográfico y cinematográfico que pusieron en jaque al mundo del arte acerca de la correcta representación gráfica del movimiento locomotriz del caballo. Recientemente, en una presentación de su obra fotográfica y su labor divulgativa y crítica desde dicho sitio web en Skylight Studios para el Annenberg Space for Photography, Kisiel ofreció una conferencia audiovisual titulada "Seeing Animals" ("Ver Animales") cuyo visionado recomendamos para conocer más de cerca a nuestra protagonista de hoy.

Emma Kisiel
Emma Kisiel tiene una licenciatura en bellas artes con énfasis en la fotografía de la Universidad de Colorado en Denver. Su trabajo ha sido publicado en línea en Lenscratch, Esquire Magazine Russia, F-Stop Magazine, Feature Shoot, Juxtapoz Magazine, y en Huffington Post, y en publicaciones impresas como las revistas BLINK Magazine y Shots Magazine. Kisiel es también autora del índice de blogs y artistas on line, The Muybridge's Horse. Las fotografías de Emma Kisiel son una exploración de las formas en que los seres humanos gustan experimentar e interactuar con los animales. Kisiel utiliza la fotografía para documentar y reflexionar sobre tres temas fundamentales: 
1) su propia cercanía emocional y física con los animales, tanto vivos como muertos 
2) la importancia y el futuro de la taxidermia en los museos de historia natural
3) la cultura del siglo XXI de los lugares donde los visitantes pueden experimentar los animales en cautiverio y en conservación. 
A menudo, sus imágenes cuestionan la autenticidad de los momentos que compartimos con los animales, así como nuestra comodidad con nuestra propia mortalidad. 
Aunque a veces repulsivas y de confrontación, las fotografías de kisiel llaman la atención sobre el valor inapreciable de los animales y la importancia de una relación con ellos, en una forma sincera y genuina.

Una nota en su página web advierte que ningún animal fue perjudicado o dañado por la artista en la realización de las imágenes que aquí se presentan. La mayoría de los animales fueron hallados como ("Roadkill") víctimas de atropellos. Con respeto y con leyes como la Ley del Tratado de Aves Migratorias en mente, todos los animales (en particular, aves nativas) fueron dejados en libertad o devueltos al lugar de reposo original en el que fueron encontrados.

He de decir que no es sólo el turbador efecto de sus imágenes y la calidad de sus fotografías lo que me atrajo de Emma Kisiel, sino su concienzuda observación de la presencia de los animales en el trabajo de otros artistas y su metódica documentación a través de su página web/blog The Muybridge's Horse, que llamó mi atención inicialmente por la obra de otra artista, y es que, como ya he mencionado, la mayoría de los artistas glosados son mujeres americanas, y en la mayoría de los casos en sus obras los animales están muertos, aunque también le interesan otros autores que no usan cadáveres ni despojos, ni los registran, sino que fotografían animales vivos en libertad o en situaciones peculiarmente condicionadas por influencia humana, o que representan o reproducen animales con estilos e intenciones alternativas.

Kisiel se ofreció amablemente a responder a las preguntas de El Animal Invisible:

 ¿Por qué este interés en los animales muertos?

Creo que existe tanto arte sobre animales que explora la muerte y utiliza animales muertos porque los seres humanos son naturalmente curiosos acerca de la muerte. 
Debido a que los cuerpos humanos muertos generalmente se preservan de forma muy privada y lejos del acceso y la vista del público, nos volvemos a los animales para trabajar a través de nuestras preguntas y nuestra fascinación sobre el tema. Vivimos muy de cerca con los animales y los consumimos en muchos aspectos, pero todavía nos sentimos muy diferentes de ellos, y es probable que sea debido a esto que sus cuerpos sin vida no nos molestan ni nos perturban de la forma en que los cuerpos humanos sin vida lo hacen. 
Creo que hay infinitamente más arte acerca de los animales mostrados con vida, pero no puedo negar (como he aprendido al trabajar en "El Caballo de Muybridge") que hay muchos artistas que realizan sus obras sobre la muerte de los animales. También creo que sentimos que estas muertes deben ser reconocidos en algún nivel similar a la forma en que reconocemos las muertes de los seres humanos, porque en este momento la gente parece que se preocupa muy poco cuando un animal muere.

¿De dónde viene este renovado interés, por ejemplo, por la taxidermia como una propuesta artística?

Veo la taxidermia no sólo como una manera de prolongar la vida, sino también como una forma de congelar el tiempo, como la fotografía. En lo personal, me siento atraída por la taxidermia, ya que me permite continuar experimentando el animal y mirarlo de cerca de una manera de la que no sería capaz en vida. Una vez más, creo que otros artistas prefieren trabajar con la taxidermia, ya que es accesible, y permite el acceso. También es un poco una moda del momento, pero durante mucho tiempo ha sido una forma muy respetada de educación (museos de historia natural, etc.). La taxidermia probablemente no tendrá presencia en los museos de historia natural del futuro, y creo que ahora existe un deseo general de explorarla y documentarla.

Y por último, 
¿es coincidencia que los redactores de los blogs mencionados y la mayoría de los artistas que utilizan la taxidermia o fotografían imágenes de cadáveres sean mujeres, en su mayoría vinculadas directa o indirectamente a los EEUU?
 No, no creo que sea una coincidencia. Según mi experiencia, las mujeres son más empáticas y sensibles, tanto para con los animales como respecto al tema de la muerte, que los hombres, por lo que en consecuencia creo que es interesante que la mayoría de estas figuras del arte sean mujeres, no creo que sin razón. En cuanto a "vinculadas a los EE.UU.", si quieres decir que estas personas también son americanos / trabajan en los EE.UU. yo no puedo hablar de eso, ya que mi única experiencia es como americana yo :) Sé que en los Estados Unidos la muerte se mantiene muy oculta, y muchos artistas quieren empujar en contra de eso. Pero no tengo experiencia personal acerca de cómo la muerte se maneja en otros países, así que no puedo decir más que eso.


Kelly Cassel, por su parte, declara: La fotografía es mi herramienta para archivar y preservar. Mi trabajo tiene como objetivo recordarle a la gente lo que los rodea, de dónde venimos y nuestra relación con el mundo que nos rodea. Este proyecto basado en fotografías, Memento Mori, es una serie que rechaza el complejo de superioridad humana e intenta rectificar nuestra falta de compasión por otras especies. Con este proyecto, pretendo recordar a las personas que todos evolucionamos a partir de una forma de vida básica similar y que cuando morimos, todos dejaremos atrás los huesos. Envío este mensaje a través de una exhibición ritual de huesos que se descubrieron mientras exploraba bosques, campos y carreteras. Estas son muertes que de otro modo habrían pasado desapercibidas. Estas imágenes se hacen para honrarlas y la vida que tuvieron, inmortalizándolas. Me concentro en la forma de un círculo para hacer referencia al ciclo de vida. Hay un equilibrio continuo en los ecosistemas que dependen el uno del otro, y nos hemos alejado de eso.

En la muerte, todos somos iguales.






Kelly Cassel se graduó recientemente en el Instituto de Arte y Diseño de Milwaukee.

Kelly Cassel

Memento Mori





























kellycassel.com


http://muybridgeshorse.com/2017/10/09/kelly-cassel/