Cuando dedicamos un especial comentario al reno de Khaldei, dejamos bien clara la gran trascendencia de dicha fotografía en el ámbito de las fotografías de animales a pesar de que Khaldei no pasará a la historia como fotógrafo de animales ni como autor de fotomontajes. Es curioso constatar la existencia de obras de arte cuyo tema central es una animal que da nombre a la obra acompañada de la especificación del autor: el rinoceronte de Durero, la cabra de Picasso, el gorila de Frèmiet, el cocodrilo de Helmut Newton, el tiburón de Spielberg...
Sin embargo deberíamos matizar que en Durero la fama de su rinoceronte se corresponde a la adecuación de esta especie a su asimilación con el mito del unicornio, y con el hecho de haber sido descubierto recientemente para la cultura occidental por Marco Polo, para pasar a colmar las expectativas sobre animales fantásticos al ser capturado un ejemplar como regalo de la corona de Portugal al Papa. El primer dibujo del primer rinoceronte documentado en Europa.
Frèmiet intenta desempeñar el mismo papel con el recién descubierto gorila, y su escultura mostrando el rapto de una joven por uno de estos animales, aunque menos conocida que el dibujo del alemán, pasa a ser emblemática pese a ciertas distorsiones que ya habíamos comentado en su día, y la verdad es que Frèmiet realizó más esculturas con grandes antropoides como orangutanes, y con otros gorilas, pero siempre con atención a la fidelidad anatómica para dar verosimilitud a escenas un tanto fantasiosas en que los grandes simios muestran una agresividad intimidante y monstruosa.
E incluso habría que aclarar que de su famosa moza raptada pr un gorila realizó más de una versión, aunque en todas sus esculturas parece repetir la observación del mismo modelo, del mismo ejemplar de gorila, que, pese a las connotaciones sexuales otorgadas al salvajismo del antropomorfo, parece evidente que se trata de una hembra.
Pero Emmanuel Frèmiet fue famoso como escultor animalista y naturalista, y en cambio nadie diría eso de Durero como dibujante o de Khaldei como fotógrafo.
La cabra de Picasso debe su fama a la autoría y originalidad estilística de la obra.
El cocodrilo de Helmut Newton no pasa de ser una anécdota poderosamente icónica entre su producción casi siempre plagada de glamurosos cuerpos femeninos.
Iconográficamente, Spielberg se hace con el tiburón de Peter Benchley, y los elefantes de Dalí son memorables por su paradójica estilización, que los convierte en seres livianos en contraste con su tópica condición asociada a la pesadez.
Podríamos hablar de otros animales famosos asociados a grandes autores que los inmortalizaron en sus obras de arte, como el buey desollado de Rembrandt (yo prefiero su dibujo de una caracola de múrice), y en el mundo de la fotografía más de uno reivindicaría los perros de muchas instantáneas de Elliot Erwitt, pero sería difícil escoger una sóla de sus fotos como "el perro de Erwitt", y ni tan sólo sus numerosas fotos con perros o gatos caracterizarían su obra por el mero hecho de reproducir animales.
Pero el caso que queremos recordar hoy es peculiar y emblemático. Se trata del perro de Daido Moriyama, una imagen persistente y emblemáticamente característica de su obra, que ha sido reproducida de diversas formas pero que siempre las resiste de forma reconocible, incluso a pesar de evocar obras de temática similar de otros grandes referentes de la fotografía japones como Yasui Nakaji.
Daido Moriyama es un fotógrafo japonés (nacido en 1938 en Ikeda, Osaka, vive y trabaja en Tokio) que ha permanecido relativamente al margen del mercado, convirtiéndose en una figura de culto muy respetada y admirada en el medio fotográfico internacional. Por lo general, toma las imágenes con una cámara compacta de 35 mm, utilizando poco el visor y presentando los resultados positivados en blanco y negro. Sus imágenes representan la pérdida de los valores tradicionales en el Japón de la posguerra.
Moriyama es ante todo un fotógrafo de calle, un testigo de los cambios sociales del Japón de posguerra y, por lo tanto, los animales no son el tema central de su obra. Sin embargo sí que podríamos hacer una interesante selección de fotos de Moriyama protagonizadas por animales callejeros, principalmente gatos, pese a la incontestable fama de su perro (ni siquiera el único entre sus galerías de imágenes) y lo que constatamos es que contempla a estos animales como antinaturalmente encerrados en espacios urbanos que les son ajenos o ya, tal vez, sus únicos biotopos posibles, equiparándolos a los fragmentos humanos que fotografía, o cuya presencia captura.
A la vista de sus fotos de animales callejeros, comprobamos cómo se matiza nuestra impresión de sus autorretratos y capturas de personas en plena calle, contemplada como un medio no menos apasionante que hostil, y es por ello que creo que le debíamos desde hace tiempo una mención en El Animal Invisible, además de una selección de imágenes en las que aparecen animales en contraste con aquellas que reducen la presencia humana a la de criaturas avistadas en su peculiar biotopo urbano.
Además, hemos compilado algunos textos interesantes sobre las fotografías de Moriyama.
Perro callejero
De la vasta producción de Moriyama, hay una fotografía en particular que, para sorpresa suya, se ha convertido en su obra más icónica y emblemática. Se trata del Perro Callejero que hizo en Misawa, pequeña ciudad ubicada en la región de Tōhoku en el este de Japón.La anécdota es sencilla al grado de ser simplona: tras el año nuevo de 1971 al salir una mañana del hotel, el fotógrafo se encontró con un perro callejero. Daidō correspondió a la mirada del cánido con una fotografía.[53]
En la imagen se aprecia un perro bronco, raído, con mueca de preparar el gruñido: Está alerta, listo para la provocación. No es una mascota, sino un animal curtido por la realidad: un auténtico sobreviviente. Y no ha logrado superar la existencia de la calle gracias por sus buenos modos.
Este perro de la calle es un reflejo del Moriyama merodeador, solitario, vigilante, siempre en movimiento “hurgando para ver qué encuentra, sopesando cuanto le rodea. Y para él, el mundo es fragmentado, semi-caótico, áspero, implacable y muy pero muy real.”[54]
Los paralelismos entre el chucho y el fotógrafo callejero son múltiples. Moriyama decide a dónde ir por el olor de las cosas. Y al cansarse se detiene y se echa en la sombra. “Perro callejero, paria solitario para la fotografía ideológica de sus contemporáneos y el realismo social de sus predecesores, el trabajo de Moriyama es universal en su mirada de lo urbano y profundamente japonés en su personalidad.”[55]
Daidō es un eco del tuso vagabundo cuando hace fotografías “poseído por un ansia que él considera «animal», propia de un «perro que se deja llevar por el olor de las ciudades. »”[56]
Por su parte Jiae Kim ha encontrado en este Perro Callejero una correspondencia con la película del mismo nombre de Akira Kurosawa de 1949 [57] donde el detective Murakami (interpretado por Toshirô Mifune) rastrea afanoso su pistola que fue robada. El investigador indaga el paradero de su propia arma con la diligencia de un samurái que ha perdido su katana. [58]
La equiparación entre los distintos perros callejeros es obligada al analizar la obra de Moriyama. Sin embargo, cuando se trata de encontrar un significado a Perro Callejero su autor ríe diciendo: “Si existe algún significado eso depende del perro.”[59]
Daidō se niega a esclarecer sus fotografías: “No puedo explicar todas las imágenes que he tomado. Si lo intentara sería una farsa aburrida, incluso una trivialidad. Esa no es mi intención. Cada fotografía se siente, pero no hay un motivo único para disparar; las razones son múltiples incluso en una sola imagen. El acto de fotografiar es una respuesta fisiológica y concreta, aunque definitivamente hay algo de conciencia presente. Cuando tomo fotos, siempre me dejo guiar por el sentimiento, por lo que incluso en ese momento cuando estoy tomando una fotografía es imposible explicar el motivo de por qué la hago.”[60]
Por Óscar Colorado Nates*
Daidō Moriyama deambula en Tokio, errabundo, por las poco honorables calles del Kabukicho – el distrito rojo más grande de Asia; ése que los japoneses prefieren mantener fuera de la vista del ojo occidental. Este fisgón lleva una cámara compacta, nada espectacular. A veces encuadra usando el visor pero no siempre. No tiene plan fijo: espera que alguien le lance un trozo de acción, o lo roba en un descuido. Camina relajado pero incesante. Observa algo que le hace reaccionar, nadie lo nota pero su cuerpo se tensa y el oprimir el botón del obturador es un reflejo corporal. Fuma un cigarro sin hacer pausa; sigue su camino y dispara, una y otra vez. Se agotan los 20 rollos de película que ha llevado para el día. Camina hacia alguno de sus bares preferidos en la zona de Shinjuku. Daidō Moriyama ha repetido este mismo ritual cada día durante los últimos 40 años.
Daidō Moriyama (en idioma japonés 森山 大道 Moriyama Daidō; 10 de octubre de 1938) es un fotógrafo japonés.12
Estudió diseño en Osaka, lo que le permitió trabajar como grafista, pero en 1961 se interesó por la fotografía por lo que decidió aprenderla, tuvo como primer maestro a Takeji Iwamiya y después aprendió de Eikoh Hosoe con quien trabajó como asistente. En 1963 tras contraer matrimonio se estableció como fotógrafo freelance.
Fue miembro fundador del grupo Provoke, creado en 1969, junto a Takuma Nakahira y Koji Taki.3 En 1974 fundó la Photo Workshop School en Tokio junto a Nobuyoshi Araki, Masahisa Fukase, Eikoh Hosoe, Noriyaki Yokosuka y Shomei Tomatsu. Su principal alumno fue Keizō Kitajima.
Su obra se caracteriza por una técnica que utiliza con frecuencia efectos tipo flou o desenfoques en las figuras, sobreexposiciones y fuertes contrastes en blanco y negro, por lo que podrían parecer fotos imperfectas.4 Los temas que trata se refieren en su mayoría a la vida en la ciudad, empleando un lenguaje visual radical inspirado en Robert Frank, Shōmei Tōmatsu, Andy Warhol y William Klein.25
Ha realizado numerosas publicaciones, su primer libro se llamaba Japan: A Photo Theater y se publicó en 1968, después se editaron Documentary 1-5, Another Country, Tales of Tono y Japan: A Photo Theater II. Tras una crisis creativa que tuvo en 1977 volvió a publicar Light and Shadow en 1982 al que han seguido numerosos libros.
Entre los premios que ha obtenido se encuentran el premio anual de 1983 otorgado por la Sociedad Fotográfica de Japón y el Premio de cultura de la asociación alemana de fotografía de 2004.
Algunas veces, Moriyama incluso intentó recrear las imágenes antiguas de Yasui Nakaji, como la imagen del perro.
Daidō Moriyama merodea solitario, alerta, siempre en movimiento: Hurgando, sopesando cuanto le rodea. Y para él, el mundo es fragmentado, caótico, áspero, implacable y muy pero muy real.
https://oscarenfotos.com/2013/08/24/daido-moriyama-fotografo-callejero/
http://mafa-elanimalinvisible.blogspot.com.es/2016/01/naturaleza-y-artificio-el-reno-de.html
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