La actividad de El Animal Invisible es retomada después de casi un año de parálisis debida al exceso de peso burocrático y estrés en mis labores docentes.
Vuelvo a observar las interacciones entre arte y ciencias naturales, a investigar sobre las relaciones entre la iconografía animal en la divulgación científica y en las artes plásticas si acaso hay difernecia entre ambos campos. Retomo mi pasión por la antrozoología artística y lo hago mediante la inemersión en una exposición tan modesta como notable.
En la sede de lo que en su día fue el Museo de Biología y Botánica de Barcelona, situado en el Parque de la Ciudadela con ocasión de la primera exposición universal celebrada en la ciudad condal, y que más terade cedería su contenido al Palacio de los Dragones, un edificio anexo que inicialmente acogió al resteurante de dicha exposición, dando paso a que el museo Martorell al que nos referimos, acogiese durante años al Museo de Geología, que después de cierto tiempo de actividad como tal, cerró sus puertas y dormitó en el olvido hasta su reciente y restaurada reapertura.
Al tratarse de un espacio relativamente pequeño, pero cercano y asequible en un contexto urbano amable y ajardinado, la elección de su contenido, una especie de repaso a los criterios expositivos de los museos de historia natural herederos de la ideología reinante durante la era de la ilustración oriunda del siglo XVIII, podría decirse que este espacio ofrece una muestra ilustrativa y didáctica de lo que los muesos adoptan como narrativa propia de lo que consideramos una manera de observar el mundo natural y los conocimientos que tenemos de él en rlación a nuestra porpia pertenencia a él.
En una de las salas anexas, podemos además disfrutar de una selección de piezas provenientes del Museo de Historia Natural de Granada, piezas de conjuntos escultórico-taxidérmicos de gran calidad y complejidad.
Destaquemos sin ir más lejos el espectacular conjunto de cabaras hispánicas en aparente acción dinámica , motriz, unidas todas las aparentemente independientes piezas a la base por una única pezuña de uno de los los animales más cercanos a dicha roca-base.
No olvidemos, no obstante, que aunque la taxidermia es una forma sofisticada de escultura y preservación de restos orgánicos, los dioramas con esculturas, y muy especialmente las maquetas de los animales prehistóricos que iban a decorar el parque, son dignos de consideración. Finalmente, tan sólo el mamut se hizo realidad a gran escala y es uno de los elementos más populares de estos jardines, pero las otras especies que iban a estar representadas, son visibles en sus prototipos a quequeña escala en las vitrinas y anaqueles de aspecto trasnochado pero vigente por el peso de su iconografía cargada de respetable atesoramiento de conocimiento científico.
Esa es la mayor cualidad de los emblemáticos museos asociados a é`pocas como las que vieron nacer el de Londres o el de París, y que han de dejar un cierto rastro de respetabilidad a los que toman el relevo con modernos recursos y y soportes, como es el Museu Blau del Fòrum en Barcelona, o toda esa serie de parques temáticos y modernas áreas expositivas de los parques zoológicos que asociamos a un imaginario perfectamente reconocible en las fantasías literarias de Michael Chrichiton y Cinematográficas de Steven Spielberg en sus Parques Jurásicos y secuelas.
El Untatherium quizá ha cambiado de fisonomía en su representación gráfica, tal y como ha ocurrido con el Iguanodón, o como hemos observado en el caso de otras muchas especies acosadas por persistentes tópicos iconográficos, u otros que han mosrado una evolución gráfica tan reciente como la del mastodonte o del espinosaurio. Existe un placer especial en obsevar la pátina del paso del tiempo en los criterios de modernidad a la hora de representar plásticamente las especulaciones paleontológicas tanto como las reproducciones de animles conocidos o existentes en nuestro imaginario reciente.
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