Se acerca sin prisa pero sin pausa el fin de curso, y se me acumulan las entregas de trabajos de alumnos en la Escola d'Art Serra i Abella de l'Hospitalet, donde imparto clases de técnica fotográfica en el ciclo formativo de grado superior de Fotografía Artística y del módulo de fotografía en los ciclos de Ilustración-Animación Audiovisual, Gráfica Audiovisual y Gráfica Publicitaria. Ya sabéis que todo lo relacionado con esta actividad está presente en Fotografiar Animales Invisibles, pero, como podéis comprobar en entradas recientes, me gusta rescatar algunas de las obras más significativas, o de mayor calidad, para ilustrar contenidos más propios de La Voz del Animal Invisible. Y en este blog, todo lo concerniente a los límites perceptivos de nuestra propia animalidad, las formas artísticas que desafían a nuestra percepción o nos enseñan cómo funciona, nos interesa. Y en este conjunto de cosas entra la fotografía esteroscópica.
Para ver en 3D las imágenes que os ofrezco a continuación necesitaréis gafas esteroscópicas de anaglifo, filtradas en rojo para el ojo izquierdo y en azul para el derecho, según el estándard del sistema de proyección 3D que se popularizó en el cine de los años 50 (con algún que otro revival en los 70s y en los 80s). En realidad, el principio es el mismo que el de las proyecciones polarizadas de hoy en día, cuya principal diferencia radica en que no resultan problemáticas como los anaglifos para la correcta visualización de todas las gamas cromáticas.
Alguien podría pensar que la tercera dimensión, en cine y en fotografía, no es más que un ardid llamativo, independiente de las intenciones artísticas o expresivas de las imágenes, e incluso algo que resta sobriedad o calidad estrictamente artística a las obras. Pero pensar esto del 3D es similar a lo que se pensó en su momento del sonido en el cine, o del color, tanto en el cine como en la fotografía en general. Lo que ocurre es que no es lo mismo pensar una obra en blanco y negro que concebirla en color. No es lo mismo un dibujo que una pintura o una escultura, y un bajorrelieve, por ejemplo, es una forma de expresión artística específica, con sus propias particularidades, y no algo a medio camino entre el dibujo y la escultura, aunque comparta aspectos técnicos y compositivos de ambas.
Lo malo de las imágenes foto(-cine-video-info-)gráficas tridimensionales es que precisan de artilugios ópticos para poder visualizarlas, y obligan a la musculatura encargada del enfoque y la triangulación de nuestros ojos a reajustarse de forma un tanto incómoda para algunos o imposible para todos aquellos que padezcan de algún tipo de hipermetropía, estrabismo o deficiencia visual en uno de los ojos. Si salvamos estos obstáculos, no cabe duda de que la inmersión tridimensional supone un nuevo enfoque del espectáculo cinematográfico que precisa de buenas salas de proyección, con pantallas que abarquen el mayor campo visual posible, pero sobre todo, que precisa de realizadores conscientes de las particularidades que dicha técnica debería imponer. Si no, se limitarán a realizar en 3D películas pensadas con los mismos parámetros que la 2D, lo cual, a mi juicio, es un error. Los primeros planos y los enfoques selectivos deben dosificarse de otro modo, y tampoco se debe caer en los típicos encuadres destinados a exagerar la perspectiva de objetos que atraviesen la pantalla hacia nuestros ojos sin más motivo dramático que recordarnos que hemos pagado por una proyección tridimensional. Jean Jaques Annaud pareció comprenderlo muy bien al rodar "Alas de coraje" para el formato Imax en su momento, y también parecen haberlo comprendido bien James Cameron en "Avatar" o, especialmente, Martin Scorsese en "La invención de Hugo".
Lo que más me interesa de las fotografías en 3D de mis alumnos es que se visualicen correctamente, por supuesto, pero, sobre todo, me interesa que tengan pleno sentido precisamente por ser pensadas para visualizarlas en 3D:
José Navarrete:
Ramón Tresens:
Tornike Topchisvili:
David Santacruz:
Para ver en 3D las imágenes que os ofrezco a continuación necesitaréis gafas esteroscópicas de anaglifo, filtradas en rojo para el ojo izquierdo y en azul para el derecho, según el estándard del sistema de proyección 3D que se popularizó en el cine de los años 50 (con algún que otro revival en los 70s y en los 80s). En realidad, el principio es el mismo que el de las proyecciones polarizadas de hoy en día, cuya principal diferencia radica en que no resultan problemáticas como los anaglifos para la correcta visualización de todas las gamas cromáticas.
Alguien podría pensar que la tercera dimensión, en cine y en fotografía, no es más que un ardid llamativo, independiente de las intenciones artísticas o expresivas de las imágenes, e incluso algo que resta sobriedad o calidad estrictamente artística a las obras. Pero pensar esto del 3D es similar a lo que se pensó en su momento del sonido en el cine, o del color, tanto en el cine como en la fotografía en general. Lo que ocurre es que no es lo mismo pensar una obra en blanco y negro que concebirla en color. No es lo mismo un dibujo que una pintura o una escultura, y un bajorrelieve, por ejemplo, es una forma de expresión artística específica, con sus propias particularidades, y no algo a medio camino entre el dibujo y la escultura, aunque comparta aspectos técnicos y compositivos de ambas.
Lo malo de las imágenes foto(-cine-video-info-)gráficas tridimensionales es que precisan de artilugios ópticos para poder visualizarlas, y obligan a la musculatura encargada del enfoque y la triangulación de nuestros ojos a reajustarse de forma un tanto incómoda para algunos o imposible para todos aquellos que padezcan de algún tipo de hipermetropía, estrabismo o deficiencia visual en uno de los ojos. Si salvamos estos obstáculos, no cabe duda de que la inmersión tridimensional supone un nuevo enfoque del espectáculo cinematográfico que precisa de buenas salas de proyección, con pantallas que abarquen el mayor campo visual posible, pero sobre todo, que precisa de realizadores conscientes de las particularidades que dicha técnica debería imponer. Si no, se limitarán a realizar en 3D películas pensadas con los mismos parámetros que la 2D, lo cual, a mi juicio, es un error. Los primeros planos y los enfoques selectivos deben dosificarse de otro modo, y tampoco se debe caer en los típicos encuadres destinados a exagerar la perspectiva de objetos que atraviesen la pantalla hacia nuestros ojos sin más motivo dramático que recordarnos que hemos pagado por una proyección tridimensional. Jean Jaques Annaud pareció comprenderlo muy bien al rodar "Alas de coraje" para el formato Imax en su momento, y también parecen haberlo comprendido bien James Cameron en "Avatar" o, especialmente, Martin Scorsese en "La invención de Hugo".
Lo que más me interesa de las fotografías en 3D de mis alumnos es que se visualicen correctamente, por supuesto, pero, sobre todo, me interesa que tengan pleno sentido precisamente por ser pensadas para visualizarlas en 3D:
José Navarrete:
Ramón Tresens:
Tornike Topchisvili:
David Santacruz:
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