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lunes, 28 de octubre de 2019

Nuevas especies de Miquel Aparici (II) Hacer del deshecho. Escultura zoológica y reciclaje industrial.




Volvemos a un autor del que ya habíamos hablado y de quien os habíamos ofrecido muestras, Miquel Aparici, quien sigue, infatigable, desarrollando el proyecto Fauna que había iniciado hace ya bastantes años.

Aparici, desde su taller, sigue ejerciendo de observador del despieze industrial y de la evocación sugerente de cualquier pieza cuya utilidad o finalidad no sabemos ubicar, al tiempo que nos recuerda aquellas viejas concepciones cartesianas, mecanicistas, que veían en los animales no humanos poco más que máquinas sin voluntad ni sentimientos movidas por las inevitables fuerzas del instinto.

Hace meses volvía a mostrar sus trabajos en San Sebastián con notable éxito de público y con cierta resonancia en los medios, como es habitual en sus exposiciones, que nos dmuestran que los animales, sobre todo si sirven para establecer un contraste con los productos industriales de la actividad humana como opuestas a lo que consideramos natural (en oposición al concepto de artificio), siguen constituyendo un tema fundamental desde el que observar la salud y aceptación pública del arte figurativo.

En el caso de Aparici, la invitación a imaginar su proceso de reconstrucción, de identificación de piezas mecánicas con las enseñanzas de la anatomía comparada, de forma lúdica y aparentemente fácil, produce en el público una cierta complacencia por lo fácilmente asimilable a lo "imaginativo", "original", "artístico" o simplemente divertido. Y aunque el humor y la ironía son indisolubles del trabajo del artista catalán, sus criaturas, aunque no escondan excesivas novedades, llevan implícito el carácter de piezas únicas e irrepetibles en cuanto que combinaciones de piezas concretas y difícilmente repetibles.

Con espíritu de artesano, Aparici se deja llevar por el propio procedimiento artístico, que implica acopio de material, en ámbitos cercanos al coleccionismo, y simultáneamente una obsesiva tendencia a la clasificación, al orden, a la taxonomía cercana a la clasificación de tipologías de piezas en un taller, estableciendo también una analogía entre los anaqueles industriales y los de los museos de historia natural.



Tal vez el rinoceronte, uno de tantos, de Aparici, arroje luz desde su interior, pero para ilustrar el contexto del tipo de trabajo que desarrolla tal vez sea oportuno repasar lo que decíamos anteriormente de otros autores que practican la escultura de reciclaje de tema zoológico, desde muy diversos puntos de vista:



Edouard Martinet
Tal vez recordéis artículos anteriores de nuestro blog dedicados a ejemplos de escultura zoológica, como Edouard Martinet, a quien comparamos en su día también con los trabajos de Anne P. Smith, quienes componen esculturas con distintos tipos de piezas de deshecho industrial. 

En el caso de Martinet, piezas mecánicas, sobre todo del mundo de la locomoción, en contraste con los componentes electrónicos que servían a Smith para recrear sus animalillos. 

Edouard Martinet
Estos trabajos, como en general cualquier figuración artística, se basan en el establecimiento de analogías formales y visuales, intrínsecas siempre al lenguaje propio de las artes visuales, como bien hemos comentado en entradas específicas alrededor del tema de la analogía y sus variantes.

Desde el punto de vista de la metodología científica, la observación del comportamiento mecánico y la funcionalidad de las formas anatómicas de los animales abarca los diferentes ámbitos de la anatomía, entre ellos el de la anatomía comparada inaugurada por Cuvier gracias a sus habilidades artísticas como gran dibujante y concienzudo observador de las formas de miembros análogos y homólogos de diferentes especies animales.

Tras el advenimiento de la era industrial, y más tarde de la robótica, no fué difícil la asimilación sociocultural de una nueva generación de especies de origen humano, industrial: las máquinas, a menudo inspiradas en formas orgánicas o mecanismos naturales preexistentes. 

Las máquinas, especialmente los vehículos de transporte, han admitido a menudo la analogía con bestias mecánicas, extensiones de nuestra propia anatomía, fenotipos extendidos de nuestras limitaciones físicas, por lo que sus componentes también son susceptibles de ser comparados con fragmentos orgánicos, entrando en asociación de analogía, similitud o conveniencia, fémures y bielas, chasis y esqueletos, corazones y motores.

James Corbett
No es que el collage tridimensional o el arte reciclado sean algo excesivamente novedoso ya a mediados de la segunda década del siglo XXI, pero hay que reconocer que, desde la cabra de Picasso se ha pasado de la mera sugerencia visual a una auténtica avalancha de muestras visuales de toda índole que han jugado con la combinatoria de piezas para imaginar máquinas alternativas de diseño conceptual (recordemos la metodología empleada por el equipo artístico de la recién nacida ILM de George Lucas para recrear el mundo tecnológico de Star Wars a base de componentes industriales y piezas de maquetas a escala de diferentes tipos de aviones, trenes, barcos, armas o automóviles extraídos del mercado del modelismo a escala a cargo del diseñador conceptual Frank Bruton) que culminaría a través del mundo del cómic, la juguetería y el cine en los transformers y demás ejemplos de quimeras tecnológicas a las que la ciencia-ficción nos tiene habituados.

James Corbett
Por lo tanto, no estamos revisando producciones de artistas esencialmente originales o innovadores, pero sí fieles testigos de la iconografía cultural de us tiempo y sensibles anatomistas comparados que consideran por igual la pariencia estética y funcional de las formas vivas y las mecánicas o industriales.

Como resultará evidente a los seguidores habituales del Animal Invisible, la analogía entre los componentes de deshechos industriales y los componentes orgánicos de la “maquinaria” biológica da mucho juego a todo tipo de artistas, pero muy especialmente a los escultores, tal y como hemos constatado a lo largo de una serie de entradas que ya casi constituyen una sección del blog con nombre propio en la que hemos dado cuenta de las obras de artistas como Jessica Joslin, Edouard Martinet, James Corbett, Igor Verniycon y tantos otros que han pasado por nuestras páginas.
Ptolemy Elrington

La conexión de Ptolemy Elrington con Martinet o Corbett vendría dada por el uso de piezas del mundo de la automoción, aunque bien es cierto que su preferncia por las llantas y tapacubos, así como por la recreación de anatomías pisciformes, una especie de versión tecnológica de la ictiología.
 
Ptolemy nació en el sur de Inglaterra, pero creció en el norte. Estudió arte y diseño a nivel de grado en Bradford y en el Illkley Community College a mediados de los años ochenta. Ha viajado mucho y ha trabajado en variedad de puestos, entre los cuales el diseño y construcción de escenografías para teatro, varios proyectos escultóricos a gran escala y todo ello simultaneado con su propia agenda artística.
Dentro de su propia obra se concentra en la creación de esculturas de formas naturales a partir de materiales encontrados reciclados. Actualmente trabaja con una variedad de materiales que incluye carritos de la compra de chatarra y llantas de coche que reforma en una gran variedad de formas de vida.


Cornec, con esta instalación, es el más conceptual y observador de los ejemplos traídos en esta ocasión. Sus carneros se componen de piezas de telefonía de aire ya un tanto retro, y la lana ya procesada de sus pelajes apuntan a un mundo industrial que cosifica a los animales en un red de comunicaciones humanas simbolizadas por los hilos que las entrelazan desde la invención del telégrafo y el teléfono hasta el advenimiento de internet que nos convierte en un rebaño que sigue borreguilmente los dictados de la red.



Ecléctico y ácrata, otorga a sus trabajos una acrítica plasticidad llena de colorido y que rescata sus componentes de cualquier origen industrial, sin distinción de aplicaciones concretas, para crear su particular bestiario.



Uno de nuestros favoritos en esta sección reutiliza piezas de cubertería, identificando los tenedores como pelaje hirsuto y las cucharas y cuchillos con plumaje y volúmenes cubiertos por fino pelaje.
Sayaka Kajita:
El resultado es hipnótico, fascinante y de una extraña belleza que explota las posibilidades estéticas del metal a la vez que apunta metafórica y metonímicamente al consumo alimentario de los animales por parte de la civilización humana, remitiendo a una especie de paradoja conservacionista no excesivamente lejana del uso de elementos similares de plástico por parte de Sayaka Kajita, nuestro siguiente ejemplo, con quien también comparte una minuciosa observación de las formas relacionadas con el movimiento y la mecánica intrínseca a la anatomía de la especies representadas, además de su comportoamiento.


James Corbett:

Su pasión por el diseño industrial y por la historia de la ingeniería y la automoción es evidente en sus obras, que apuntan a una estética retro pero que en la época de los productos que la asumían pretendía ser moderna y bella, gracias a la influencia de diseñadores míticos como
Raymond Loewy, quien, harto de la fealdad de las máquinas pretendidamente embellecidas con adornos propios del diseño de mobiliario e interiores, optó por observar la belleza intrínseca de la maquinaria o vestirla con carcasas y carrocerías inspiradas en la aerodinámica y en el arte moderno de vanguardia (influído, a su vez, por la estética de formas y la abstracción inspirada en el diseño industrial y en la maquinaria, sinónimo de progreso y modernidad). Así, a partir de los años 50, los trenes y los coches inspirados en la estética de Loewy ofrecían elementos de estudiadas líneas y bellas proporciones incluso cuando eran observados aisladamente del resto de piezas con las que encajaban armónicamente. No es de extrañar que este tipo de deshechos industriales sigan siendo muy buscados por coleccionistas y restauradores ya sea para resucitarlos por entero o para formar parte de objetos de diseño reciclado, desde frontales de automóviles reconvertidos en sofás hasta gramolas que albergan neveras.
James Corbett

Su buen gusto a la hora de reconocer los méritos estéticos y materiales de las piezas que rescata se unen a su exquisito criterio a la hora de reconocerlas como formas analógicas a ciertas estructuras orgánicas presentes en los animales, con lo que consigue, simultáneamente, enseñarnos anatomía comparada mientras revaloriza la calidad y belleza de las piezas mecánicas, carcasas de elementos eléctricos y volúmenes de carrocerías de los años 50 y 60, sin desdeñar, desde luego, la presencia de anagramas y logotipos emblemáticos.
Aunque es evidente el fino sentido de la observación de formas y volúmenes de Corbett  ante cualquier animal (la mayor parte de su producción son recreaciones de especies zoológicas bien reconocibles y de gran coherencia en cuanto a sus proporciones y actitudes desde un punto de vista motirz, o mecánico, tanto como etológico, expresivo) también demuestra una especial sensibilidad ante la relación hombre-máquina, observando la belleza intrínseca de las fuerzas, vectores y movimientos plasmados en las relaciones geométricas que conforman sus estructuras, auténtica extensión orgánica de nuestra propia anatomía en relación al movimiento como manifestación o evidencia de la vida.

Edouard Martinet
Edouard Martinet:
Si Martinet ya había llamado nuestra atención es por su particular fascinación por las estructuras exoesqueléticas de los artrópodos en general y de ciertos insectos en particular, aunque, como Corbett, demuestra una profunda observación de las formas del diseño industrial de los años 50 y 60, a medio camino entre el minimalismo, la economía, y la ostentación de poder, potencia y velocidad.  
De nuevo, las elipses y óvalos de los perfiles se combinan con líneas rectas, parábolas y curvas matemáticamente más complejas. Martinet las busca y clasifica para su aprovechamiento en quimeras zoo-mecánicas que, como en el caso de las obras de Corbett, e incluso de forma más evidente, no desdeña, sino al contrario aprovecha los diseños gráficos de las marcas, logotipos y emblemas asociando su implícito fetichismo con el reconocimiento de las pautas cromáticas características de ciertas especies zoológicas memorables. Además, su exigente gusto al respecto de ciertos acabados de pintura industrial, metalizados, galvanizados, cromados y otros procesos destinados a la óptima conservación y el variado atractivo visual de las diferentes piezas de maquinaria otorgan una personalidad y un carácter memorable a cada una de sus hermosas piezas, demostrando además un gran conocimiento de los catálogos y variedad de diseños de múltiples piezas de muy diversa aplicación.
 


Aunque no deja de tener ciertos puntos en común con Corbett y Martinet, Verniycon no descarta la mezcla de la estética industrial con la preindustrial, la barroca, el art-decó y ciertos aires dieciochescos que nos remiten a los primeros autómatas y a la lujosa juguetería cortesana. El resultado, que muchos han asociado a cierta estética steam-punk, nos recuerda a los complejos e incipientes diseños de máqinas renacentistas y posteriores, propias de la literatura que preconfiguraría eso que hoy en día se denomina poética gótica, en la que convive lo espiritual, lo supersticioso y lo religioso, con los misterios de las primeras evidencias protocientíficas simbolizadas con los primeros experimentos y aplicaciones eléctricas. Ecos de Frankenstein. Convivencia de cerámica esmaltada, metal fundido y metal forjado. Fascinación por los instrumentos de precisión y relojería. En definitiva un respuesta a las ensoñaciones propias del diseño artístico y atrezzo de una película de Guillermo de Toro ("Cronos"). 

Jessica Joslin
La zoología y la anatomía comparada se ven aquí bajo el velo de las primeras ilustraciones científicas de medicina y de los criterios expositivos de los museos de historia natural cuando eran difíciles de distinguir de los gabinetes de curiosidades. Tal vez por ello, Igor Verniycon alterna estudios anatómicos y motrices muy exactos en sus piezas con criaturas absolutamente fantásticas y quiméricas.


El caso de Jessica Joslin nos recuerda muy especialmente a esa estética tan stempunk de  Igor Verniycon, quien nos hacía pensar en el arte conceptual en que se basa gran parte de la obra de Guillermo del Toro (especialmente "Cronos"). A Verniycon dedicamos en su día una entrada específica a través de la que podéis corroborar las similitudes entre su trabajo y el de Joslin (incluso en la elección de algunas especies animales particularmente atractivas por motivos culturales y estéticos para ambos artistas, como por ejemplo los murciélagos).

Igor Verniycon
Pero, aunque tanto el uno como la otra combinan piezas de forja y fundición con piezas de mecánica industrial de regusto art-decó, lo que en Verniycon se suele resolver mediante piezas de porcelana, en Joslin encontramos auténtico hueso, enlazando de alguna manera su trabajo con el punto de partida de los montajes de taxidermia. No obstante, su modus operandi hace que dicha conexión sea más estilística (evocadora de los estilos y diseños imperantes en la época en que surgió el auge de los museos de historia natural) que estrictamente descriptiva, dado que su uso de cráneos auténticos forma parte del contraste táctil y visual que busca en el aspecto formal de sus criaturas, y, muy posiblemente, el punto de partida para construir una estructura "orgánica", alrededor de la arquitectura ósea sugerida, con piezas de orfebrería y de antigua maquinaria de relojería, entre otros materiales evocadores de una antigua modernidad.

Jude Turner:
Aunque reune características de los anteriores, especialmente de Corbett y Martinet por su preferencia por los elementos propios de la mecánica de la automoción, no cabe duda de que Turner se contenta con una estilización de las formas de manera que sus creaciones se parecen a un dibujo subjetivo y esquematizado de los animales representados, atrapados rígidamente en su nueva forma material, que condiciona la pose y las proporciones, así como la actitud y movimiento de sus criaturas, más robóticas, menos biológicas, si es que es correcto expresarlo así, que las de Corbett y Martinet. No obstante, como veremos, además de sus esculturas zoológicas de reciclaje industrial, también tiene algunas obras que conectan algo más que vagamente con la estética de Verniycon, y algunos dioramas y pequeñas escenografías alegóricas que nos recuerdan simultáneamente a los recursos de este y de artistas como Thomas Doyle, o Maico Akiba.

Michihiro Matsuoka
Con la obra de Michihiro Matsuoka regresamos con leves aires Steampunk para referenciar un artista que nos ha parecido destacable y que complementa lo dicho hasta ahora sobre otros artistas del reciclaje escultórico en la línea de Edouard Martinet, James Corbett o Jessica Joslin

Si a alguien nos recuerda, no obstante, Michihiro Matsuoka, es a Edouard Martinet, a James Corbett y un cierto deje humorístico y fantasioso de Verginer Matthias, a quien también dedicamos en su día una muestraHace un tiempo, como complemento a nuestras reseñas a artistas que evocan formas animales a través de volumetrías surgidas del diseño industrial, iniciábamos una serie de entradas dedicadas a este tipo particular de escultura basada en la analogía de formas y evocadora de una anatomía comparada un tanto sui generis. Edouard Martinet o James Corbett constituyen claros ejemplos de este tipo de reconstrucciones mecánicas de inspiración zoológica, aunque no eran los únicos, desde luego, ni serán los últimos, como constatan los trabajos de otros artistas seleccionados para nuestros archivos. Lo que Matsuoka también aporta para acentuar la analogía zoológica de sus "criaturas" es, en algunos casos, la presentación en el interior de una caja o estuche de preservación, como en las colecciones entomológicas propias de los museos de Historia Natural, apuntando certeramente a nuestra manera de asociar lo que percibimos con lo que aprendemos y cómo lo aprendemos.

Al igual que anteriormente, hemos descubierto el trabajo de Matsuoka gracias a la labor documental de El Hurgador (arte en la red) de Javier Fuentes, por lo que os facilito los enlaces correspondientes antes de reproducir su entrada original. Si tuviese que hacer una única puntualización a la información facilitada por Fuentes sería a la traducción de "Treehopper" por "saltamontes". Yo creo que, con más exactitud, la criatura que encabeza nuestra entrada representa al cinchespina (Umbonia Crassicornis) un membrácido, si no me equivoco, y no un saltamontes ("grasshopper").
Aparici visto por Pedro Espinosa
Es evidente que son muchos los artesanos y artistas que enfrentan su creatividad al descubrimiento de formas sugerentes entre deshechos industriales que reclaman un nuevo destino a través de los vericuetos de nuestra percepción visual, y desde luego Miquel Aparici no es una excepción, pero desde aquí queremos reivindicar su amor por el oficio, su permanencia en el mercado, furto de un innegable tesón que va desde el trabajo en el taller hasta el fomento de relaciones sociales, académicas, museísticas y, en definitiva, comerciales, con las que consigue que su ubra artística mantenga no sólo vigencia sino una cierta impronta en la cultura colectiva de su tiempo.
Aparici visto por Lluïssot
Tal vez, por tanto, como hemos sugerido más arriba, lo que más nos seduce de Aparici, como de la mayoría de autores mencionados para contextualizarlo, es su amor por el trabajo matérico, nacido de la actividad en el taller del artista, en la relación entre el material de trabajo, las herramientas, los procedimientos y la propia habilidad y pericia técnica del artista, entendido como un currante infatigable enfrascado en el placer de su propia actividad.
Tal vez quede inmejorablemente expresado en el dibujo del ilustrador Pedro Espinosa, otro artista enamorado de sus propios procesos técnicos, o de su colega Lluïssot, que representan a Aparici sin desligarlo de su contexto de trabajo, de su taller, de su almacén de muestras de despiece, clasificadas ya no por su funcionalidad original o su materia constituyente, sino por su forma, su tamaño, su color o su potencial expresivo para sugerir algo nuevo y diferente del que sólo son parte. 
 
Así, sus analogías y evocaciones morfológicas, aún desde la escultura, pueden flirtear con la estética surrealista de las fotografías de Chema Madoz sin perder un ápice de personalidad propia. Por todo ello, considero más oportuno dejarnos de palabrería y permitir que las imágenes de sus piezas, y de lo que éstas han suscitado en los medios y en la publicitación de sus exposiciones, expresen lo que creemos justifican plenamente la presencia de honor de Aparici en las selecciones de El Animal invisible.


























































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