Gary Hovey |
Seguimos con nuestro muestrario de artistas que comparten la escultura zoológica y el uso de material industrial reciclado. Si en nuestra entrada precedente se trataba de piezas mecánicas procedentes de la automoción, ahora veremos materiales muy diversos, desde la construcción hasta el deshecho variado pasando por el menaje, la cubertería y ...de todo un poco.
Volvemos a dedicarle una mención para que nos sirva de enlace entre las anteriores esculturas zoológicas a base de piezas de la industria del automóvil, la motocicleta y la bicicleta. El caso de Smith evidencia la presencia de plásticos y metales conductores en los componentes electrónicos de la tecnología digital, algo que apela, más que a una metáfora de órganos a base de calcio y proteínas, a una representación visual y material de las estructuras nerviosas y a la comunicación sensorial entre los miembros y los órganos del cuerpo animal. El resultado, a medio camino entre el arte decorativo kitch y los mecanos de la juguetería, posiciona a la tecnología, la artificialidad, en un contexto que la margina del mundo natural a la vez que la asocia indisolublemente a la existencia del mundo natural al que pertenecemos sus productores. El viejo problema de la discriminación de los productos de la actividad humana como ajenos a lo natural en cuanto que nos creemos capaces de considerarnos por encima de dichos límites. Un termitero, un nido de cigüeña, una empalizada de castor, nos parecen naturales, una nave industrial o una excavadora de oruga nos parecen artificiales. Los fenotipos extendidos son valorados de forma subjetiva por nuestra propia especie.
Sus obras se caracterizan por sus grandes dimensiones y por el uso aleatorio de los colores de las piezas reutilizadas, procedentes de la construcción y la maquinaria diversa. La observación de la anatomía comparada es bastante libre, y prevalece la expresividad un tanto inquietante de las piezas, no exentas de una cierta abstracción que raya en el expresionismo.
Nuestro favorito en esta sección reutiliza piezas de cubertería, identificando los tenedores como pelaje hirsuto y las cucharas y cuchillos con plumaje y volúmenes cubiertos por fino pelaje. El resultado es hipnótico, fascinante y de una extraña belleza que explota las posibilidades estéticas del metal a la vez que apunta metafórica y metonímicamente al consumo alimentario de los animales por parte de la civilización humana, remitiendo a una especie de paradoja conservacionista no excesivamente lejana del uso de elementos similares de plástico por parte de Sayaka Kajita, nuestro siguiente ejemplo, con quien también comparte una minuciosa observación de las formas relacionadas con el movimiento y la mecánica intrínseca a la anatomía de la especies representadas, además de su comportoamiento.
Ecléctico y ácrata, otorga a sus trabajos una acrítica plasticidad llena de colorido y que rescata sus componentes de cualquier origen industrial, sin distinción de aplicaciones concretas, para crear su particular bestiario.
Cornec, con esta instalación, es el más conceptual y observador de los ejemplos traídos en esta ocasión. Sus carneros se componen de piezas de telefonía de aire ya un tanto retro, y la lana ya procesada de sus pelajes apuntan a un mundo industrial que cosifica a los animales en un red de comunicaciones humanas simbolizadas por los hilos que las entrelazan desde la invención del telégrafo y el teléfono hasta el advenimiento de internet que nos convierte en un rebaño que sigue borreguilmente los dictados de la red.
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