Federico Uribe |
Courtney Timmermans |
El colombiano Federico Uribe reincide en el planteamiento de Timmermans, pero lo cierto es que es más preciso, o cuando menos variado, en la selección de la munición empleada, que además es reubicada en analogía a la disposición del pelo de los animales.
Las balas no se limitan a aportar textura, sino que de algún modo conforman la construcción estructural de la pieza escultórica resultante.
El mensaje pacifista y proteccionista es evidente y no necesita excesiva explicación, pero sin duda es una muestra más del creciente protagonismo de la fauna y nuestras relaciones con ella en todo tipo de manifestaciones artísticas, testimonios de un tiempo marcado por una acuciante crisis ecológica.
Como veréis, en algunos casos los proyectiles se adecúan a la representación de ciertas formas del animal sin apuntar exactamente al tipo de bala que se emplearía para cazarlo. De hecho, las balas y cartuchos son dispuestos o modificados para cumplir más eficazmente con su función visual. Además, Uribe no se ciñe exclusivamente a reproducir el formato de los trofeos de pared, aunque de algún modo sus esculturas nos recuerden a la impresión producida por las piezas de taxidermia. Incluso comparten con ellas el estar realizadas con despojos de cacerías, aunque en este caso, dichos despojos no pertenezcan a las piezas cazadas sino a las balas no utilizadas para tan oscuro fin, sino para emular la belleza de los ejemplares salvados de la matanza.
Mafa Alborés.
Uribe ha utilizado otros materiales para componer sus piezas, como trozos de lana para constituir con cierta lógica el revestimiento de su escultura de un carnero, y antaño nos había acostumbrado a sus piezas figurativas construídas con lápices de colores, pero sin duda la recreación de animales susceptibles de ser considerados piezas cinegéticas a base de balas y proyectiles de caza encierra un mensaje conservacionista y pacifista bastante claro y explícito.
Os dejamos con alguno de los comentarios de los que hemos extraído información sobre este trabajo de Uribe, concretamente de Maria Rivas para Vice y SinEmbargo.
Federico Uribe: El artista que convierte las balas en animales
El colombiano busca que con su serie Quedemos en paz las balas aporten un nuevo elemento simbólico. Se enfoca en demostrar que la vida siempre está presente, sea por medio de balas y armas de destrucción.
Por María Rivas SerranoCiudad de México 29 de noviembre (SInEmbargo/ViceMedia).- Esculturas grandes y coloridas creadas con balas de todos los tamaños y figuras han llegado a salas reconocidas de Boston en Adelson Galleries y ahora en Bogotá, en Barcú, exponiendo diferentes animales y paisajes del mundo salvaje. Las balas, que generalmente nos remiten a un lugar oscuro y destructivo, en este caso construyen el pelaje, los dientes y las plumas de leones, zorros, conejos y aves que adornan las paredes blancas de una sala de exposición.
La antítesis simbólica que se presenta en estas obras es de cierto modo problemática. Sin embargo, ese objeto de muerte sirvió de inspiración para el artista Federico Uribe, egresado de Arte de la Universidad de los Andes de Bogotá en 1988, y posteriormente de una maestría en Bellas Artes en Nueva York.
Su trabajo artístico, que en este caso saca belleza de la destrucción, se ha enfocado generalmente en utilizar elementos de la vida cotidiana para crear objetos que pierdan su identidad principal y se conviertan en herramientas que crean algo mucho más grande: torsos de mujeres desde el cuello hasta las piernas hechos con dominós, pedazos de fruta o monedas; flores de todos los tamaños con figuras de metal y cuerpos de mujeres, hombres y niños con pedazos de colores en un lienzo, son algunas de las series que Uribe se ha propuesto crear. Con la utilización de objetos cotidianos, el artista se ha enfocado en crear esculturas que tengan un nuevo significado.
Esta última serie, Quedemos en paz, hecha a base de balas de armas recicladas que compra por peso, construye un mundo salvaje donde sus protagonistas son los animales que hacen parte de nuestra fauna. En este caso, su idea era despertar belleza a partir del símbolo de violencia, pues el reto es demostrar que la vida siempre se renueva y la belleza siempre está presente, así provenga de lo que normalmente no es bello.A pesar de encontrarse en un país donde la violencia ha sido protagonista por muchos años, esta obra no trata de sumarse a aquellas que la usan como símbolo por sí mismo. Uribe, con sus paisajes del mundo salvaje, tiene un fin puramente estético en el que logra volver a definir las balas en un origen de belleza.
Con su trabajo, Federico se ha propuesto entender el peso simbólico de cada material que utiliza en sus series. Lo importante, pues, es crear sus imágenes con coherencia: que el material de construcción aporte un nuevo elemento al objeto deseado. Se redefinen los objetos con la utilización de más objetos. “Ya una bala no representa lo mismo cuando es expuesta de una manera distinta”, afirma.
Para crear cada escultura de Quedemos en paz, se requiere de un proceso largo y dispendioso entre el artista y sus dos asistentes para realizar planos acerca de lo que van a construir y cómo van a hacerlo. Cuando ya finalmente tienen un esquema a seguir, empieza la construcción. Cada escultura se demora de tres a cuatro semanas en ser construida, según Federico, en las que hay una planeación del animal y de su postura. Después se juntan las piezas con otros materiales que no quiso revelar por los imitadores.
Por eso sus obras, más que recalcar formas de violencia, se enfocan en demostrar que la vida siempre está presente, sea por medio de balas y armas de destrucción. Acá, algunas muestras más de la obra.
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Redactora
Esculturas grandes y coloridas creadas con balas de todos los
tamaños y figuras han llegado a salas reconocidas de Boston en Adelson
Galleries y ahora en Bogotá, en Barcú, exponiendo diferentes animales y
paisajes del mundo salvaje. Las balas, que generalmente nos remiten a un
lugar oscuro y destructivo, en este caso construyen el pelaje, los
dientes y las plumas de leones, zorros, conejos y aves que adornan las
paredes blancas de una sala de exposición.
Relacionados: El artista mexicano que hace tapetes que simulan delincuentes desollados
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La
antítesis simbólica que se presenta en estas obras es de cierto modo
problemática. Sin embargo, ese objeto de muerte sirvió de inspiración
para el artista Federico Uribe, egresado de Arte de la Universidad de
los Andes de
Bogotá en 1988, y posteriormente de una maestría en Bellas Artes en
Nueva York.
Su trabajo artístico, que en este caso saca belleza de
la destrucción, se ha enfocado generalmente en utilizar
elementos de la vida cotidiana para crear objetos que pierdan su
identidad
principal y se conviertan en herramientas que crean algo mucho más
grande: torsos de mujeres desde el cuello hasta las piernas hechos con
dominós, pedazos de fruta o monedas; flores de todos los tamaños con
figuras de metal y cuerpos de mujeres, hombres y niños con pedazos de
colores en un lienzo, son algunas de las series que Uribe se ha
propuesto crear. Con la utilización de objetos cotidianos, el artista se
ha enfocado en crear esculturas que tengan un nuevo significado.
Esta última serie, Quedemos en paz,
hecha a base de balas de armas recicladas que compra por peso,
construye un mundo salvaje donde sus protagonistas son los animales que
hacen parte de nuestra fauna. En este caso, su idea era despertar
belleza a partir del símbolo de violencia, pues el reto es demostrar que
la vida siempre se renueva y la belleza siempre está presente, así
provenga de lo que normalmente no es bello.
A pesar de
encontrarse en un país donde la violencia ha sido protagonista por
muchos años, esta obra no trata de sumarse a aquellas que la usan como
símbolo por sí mismo. Uribe, con sus paisajes del mundo salvaje, tiene
un fin puramente estético en el que logra volver a definir las balas en
un origen de belleza. Con su trabajo, Federico se ha propuesto entender el peso simbólico de cada material que utiliza en sus series. Lo importante, pues, es crear sus imágenes con coherencia: que el material de construcción aporte un nuevo elemento al objeto deseado. Se redefinen los objetos con la utilizacion de más objetos. "Ya una bala no representa lo mismo cuando es expuesta de una manera distinta", afirma.
Para crear cada escultura de Quedemos en paz, se
requiere de un proceso largo y dispendioso entre el artista y sus dos
asistentes para realizar planos acerca de lo que van a construir y cómo
van a hacerlo. Cuando ya finalmente tienen un esquema a seguir, empieza
la construcción. Cada escultura se demora de 3 a 4 semanas en ser
construida, según Federico, en las que hay una planeación del animal y
de su postura. Después se juntan las piezas con otros materiales que no
quiso revelar por los imitadores.
Sus esculturas, que
evidencian animales majestuosos, son una forma de decirle a los
colombianos que "(les) toca asumir responsabilidad de ser
una nación, pues ya todos estamos cansados de la guerra". Sin embargo,
su obra no es una crítica a la violencia: es, más bien, un proceso de
reconciliación. "Yo soy propositivo y los artistas estamos para
reconciliar la
belleza con la vida en los ojos del espectador. En esta guerra todos
somos
responsables de lo que hemos vivido, por eso acá no juzgo ni critico a
nadie",
concluye.
Por eso sus obras, más que recalcar formas de violencia, se enfocan en demostrar
que la vida siempre está presente, sea por medio de balas y armas de destrucción. Acá, algunas muestras más de la obra.
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