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martes, 30 de mayo de 2017

Naturalistas de ficción. Charles Darwin y Stephen Maturin como estereotipos del naturalista (II) La historia natural del Dr Stephen Maturin (segunda parte)




(continúa de la anterior entrada)

Seguimos aprovechando el material de la guía voluntaria del American Museum of Natural History , Wanda Finch, quien ha diseñado un recorrido que sirva para ilustrar las peripecias del Dr Maturin de las sagas literarias de Patrick O'Brian y que a su vez el personaje ilustre la imagen de los naturalistas de los siglos XVIII y XIX como iniciadores de la Biología, la Botánica y la Zoología modernas:


     El gibón
En Capitán de Navío (Post Captain), el capitán Aubrey toma el comando temporal de H.M.S. Lively. En cubierta por primera vez se sorprende por las llamadas de los aparejos, que en un primer momento confunde con un niño, pero entonces le dicen que provienen de un "Java Ape". Este es un gibón - un siamang (Hylobates syndactylus, aver. 23 libras) - una de las especies de gibón que además es muy vocal, como la de la Lively. Los gibones son monos distantemente relacionados con los seres humanos, que son grandes simios. Pueden ver que son más pequeños con los brazos más largos, adaptados para pasar la mayor parte de su vida en las copas de los árboles. Los Brachiate (desplazándose mediante el balanceo de los brazos de rama en rama) no saltan de rama a rama, al igual que primates más pequeños. Forman familias nucleares, con los padres apareados de por vida y los jóvenes criados por ambos padres. Los Gibones son omnívoros, comiendo alimentos que se encuentran en el dosel del bosque: hojas, frutas, semillas, insectos, huevos, pájaros, etc.Pero el médico y el Capitán también tuvieron que contentarse con otro simio en el Lively, al menos parte de uno.

Los monos forman parte de la iconografía marinera, especialmente de la narraciones de exploraciones y viajes entre los siglos XVII y XIX. La imagen romántica de los piratas y corsarios suele incluir un loro o un mono en el hombro de estos antihéroes adalides de la libertad indómita. 

 Al igual que sus tatuajes y prótesis de toda índole, sus exóticas mascotas dan fe de sus viajes, y es curioso que los animales asociados a las aventuras de ultramar tengas rasgos humanizantes que los equiparan a la bestialización de sus salvajes propietarios: los monos por su aspecto antropomorfo, los loros por su capacidad de palabra.

Los grandes primates han dado lugar a especulaciones sobre su condición humanoide, han sido fuente de inspiración para criaturas feéricas y todavía hoy forman parte de tradiciones culturales que los contemplan como peculiares humanos silvestres, u homo selvaticus, auténtica llamada a un origen natural del ser humano y argumento básico para la teoría de la evolución, pese a su frecuente tergiversación, tal y como hemos comentado en entradas específicas dedicadas a la iconografía del mono

 Los animales de apariencia bípeda dotados de una cierta capacidad de manipulación de objetos y del uso de instrumentos son un claro recordatorio de aquello que nos hace peculiares, por lo que, como observamos en el ejemplo de ilustración que adjuntamos (extraída de la enciclopedia Diderot-D'alembert) suele constituir un recurso gráfico frecuente para remarcar su parecido con los seres humanos. En este caso, observamos a un chimpancé y a un gibón compartiendo un bastón. La asociación del palo usado como cayado o bastón a la representación de simios en los libros ilustrados es una constante que hace que nos preguntemos hasta qué punto el parentesco evolutivo de simios y humanos constituyó una sorpresa para los coetáneos de Darwin.

El Dr Maturin no es exactamente un remedo del personaje real de Charles Darwin, pero sin duda Patrick O'Brian le otorga una carácter que pretende ser realista y que se inspira en todos los grandes naturalistas influyentes de su época para expresar algo realmente interesante: que cualquier naturalista de la época era un Darwin en potencia, incluído el propio Darwin. 

Todo dependía de lo novedoso y agudo de sus observaciones, y de la suerte que estas corrieran una vez publicadas, en caso de llegar a serlo.

Las imágenes reproducidas en los libros naturalistas de la era de la ilustración, y que tanto influirían en años venideros, coinciden con una serie de hechos importantes:

1- El desarrollo de las ciencias aplicadas a la navegación 
2- El desarrollo de las rutas marítimas y las colonizaciones por motivos comerciales y estratégicos
3- El desarrollo de procedimientos preindustriales aplicados a la edición de libros y al grabado y reproducción de imágenes
4- El desarrollo de las ciencias naturales y su sistematización a partir de Linné.
5- La expansión de dichos conocimientos entre las clases pudientes e ilustradas como una modalidad más de ocio y formación.

No cabe duda de que se trata de una época de gran importancia en el asentamiento de conocimientos e ideas acerca de la fauna transmitidos a través de las narraciones y descripciones de estudiosos y naturalistas, pero también, no lo olvidemos, por la infalible y atractiva mnemotecnia facilitada por dibujantes, ilustradores y grabadores, responsables también de la proliferación de errores y confusiones.

En el caso de los grandes simios, existe una tradicional confusión léxica e iconográfica entre sus más famosos representantes (chimpancés, gorilas y orangutanes) que ha persistido casi hasta nuestros días. De hecho, en los años pre y post napoleónicos durante los que se desarrollan las aventuras de Jack Aubrey y Stephen Maturin, las noticias acerca de los gorilas son muy escasas y confusas, y en general se suelen confundir con las de bonobos y chimpancés en territorio africano y se confunden como gran simio con las de orangutanes procedentes del continente asiático, y, para ser exactos, la primera observación registrada de gorilas se llevó a cabo en 1847 por Thomas Savage, un médico misionero americano que trabajaba en Gabón, así que es obvio que en los años en que transcurren las peripecias de Maturin no existen descripciones precisas ni tan siquiera noticias concretas de su existencia.

Con el descubrimiento del gorila, hacia la mitad del siglo XIX, el conocimiento de los simios antropomorfos se liberó de las graves imprecisiones y de las dudas que lo caracterizaron durante casi tres siglos y que favorecieron la difusión de noticias erradas y de representaciones falseadas.

Las descripciones, y las figuras que las acompañan, devienen ya muy fieles y la anatomía comparada, aplicada a un número suficiente de ejemplares de varias edades, alcanza a precisar aquellas analogías con la especie humana que representarían uno de los más vivos puntos de polémica suscitados del naciente darwinismo, encontrando una primera exposición sintética en Evidences as to man’s place in nature de Thomas Henry Huxley.

Incluso un analista de este tipo de errores como Yuri Dmítriev ("El Hombre y los Animales", "Animales en el pedestal") caía en ellos, como señalábamos hace años, al poner como ejemplo de tergiversación la imagen de un chimpancé recogida en una ilustración del siglo XVII comparada con una supuestamente realista y actualizada, que rezaba en su comentario: "así es su apariencia en realidad". 

La tremenda confusión de Dmítriev (que yo me atrevería a achacar a su editor, puesto que me cuesta creer que se deba a su propia ignorancia) hace que una correcta decripción gráfica del chimpancé (aunque humanizada mediante una posición erguida y el uso del mencionado bastón) pase por incorrecta ante una reproducción en detallado dibujo realista (juraríamos que casi sin duda a partir de una instantánea fotográfica moderna) de un macho de orangután en actitud atípicamente irascible. Las posibles confusiones entre la imagen de una u otra especia al ser reproducidas en blanco y negro quedan fuera de toda duda al observarse claramente las típicas adiposidades faciales exclusivas de los machos adultos de orangután, rasgo distintivo y por otra parte bien conocido en la época del Dr Maturin, quien, como nos recuerda Wanda Finch, lo utiliza como argumneto para determinar el sexo al que pertenecía una cabeza a bordo de la Lively:

 
    
El orangután


A bordo de la Lively, el médico tuvo que arbitrar un desacuerdo sobre la cabeza de un orangután, decidiendo si era macho o hembra. Podemos hacer fácilmente lo mismo. Aquí está el macho, tal como lo describe el Doctor, "la expansión lateral de las mejillas, mencionada por Hunter, y los restos de ese saco de garganta particular, tan característico del macho", y la hembra es obviamente distinguible del macho.

Llegados a este punto, y a la vista de los ejemplares disecados que sirven de pretexto a Finch, no podemos dejar de comentar que aunque los gabinetes de horrores y curiosidades no eran infrecuentes en Europa, es precisamente en el siglo XVIII cuando se empiezan a gestar las colecciones con un criterio enciclopedista y, por tanto, cuando comienzan a concebirse los museos de Historia Natural tal y como todavía los identificamos hoy en día, plagados de ejemplares en conserva o disecados, y es en este tipo de despliegues expositivos donde los artistas tienen la última palabra si no son orientados de forma precisa por los científicos, quienes, a menudo, carecían de información para hacerlo. 

Ya hemos hablado al respecto de ejemplares de oso disecados en permanente amenaza facial mostrando los dientes como un lobo o un perro, cosa que un oso vivo no haría jamás. Más comprensible es la repetición de este fallo en ejemplares disecados de zorro, cánido al fin y al cabo, aunque incapaz de mostrar amenazadoramente los caninos por carecer de músculos especializados para ello. En todo caso responden a la necesidad de constatar por parte del público tópicos dudosamente surgidos de las observaciones directas pero sí repetidos en las sucesivas descripciones escritas de las distintas especies, de un modo u otro. 

Si antes de Darwin no eran infrecuentes las comparaciones gráficas entre simios y humanos para recordarnos su pasmoso parecido, tras él y la polémica religiosa suscitada, tales analogías gráficas disminuyeron o se relegaron a la caricatura antropocentrista. Puede parecernos sorprendente desde nuestra perspectiva histórica en la que solemos repetirnos que el padre de la teoría de la selección natural fue el responsable de que nos diéramos cuenta del parentesco, pero lo cierto es que no fue estrictamente así.

Sin embargo, un hecho curioso que hemos comentado y documentado con anterioridad es la casi ininterrumpida repetición de la representación del orangután sujeto a la rama de un árbol, o alzando una de sus manos en dirección a ella. Si tenemos en cuenta que el gibón está incluso más especializado a la vida arborícola (aunque ya hemos constatado que incluso un animal de brazos tan especializados y sobredimensionados era comparado gráficamente con un humanoide) es curioso constatar que incluso en las representaciones gráficas más humanizantes a lo largo de la historia de la literatura naturalista ilustrada, el orangután está definido por su asociación a las ramas, tal vez, precisamente, por su innegable parecido con un ser humano, por lo que ha de ser remarcada su condición de peculiar hombre arborícola u hombre del bosque (orang-után). 

Las muestras del Museo de Historia Natural que visitamos con Wanda Finch son herederas de los mismos planteamiento expositivos de los museos pioneros en París y Londres, en los que se trataba de dar tridimensionalidad a las ilustraciones de los libros y enciclopedias ilustradas más conocidas.
 
Orangután Femenino  
En Trece Salvas de Honor, el Doctor tuvo un encuentro más largo con una orangután femenina, llamada Muang. Vivía en lo que podría llamarse una reserva natural en un monasterio budista. El Doctor llegó a apreciar la inteligencia y el carácter de Muang, y los orangutanes son inteligentes, con una capacidad cerebral tan grande como la de los chimpancés. Pero creo que el Sr. O'Brian estaba usando una licencia de artista en esta escena. Expondré mis argumentos y dejaré que decidan por ustedes mismos. Los orangutanes, el más solitario de los grandes simios, son vegetarianos completos y necesitan un gran territorio (aproximadamente 5 millas cuadradas) para proporcionar suficiente forraje para un adulto. El territorio de cada varón se superpone a 3 a 5 hembras, además de espacio para suministrar su propia comida. Ésa es la explicación para el saco de la garganta del varón. Las llamadas vocales se utilizan para proclamar los límites de un territorio masculino, y en la densa selva tropical que tiene que emitir un gran volumen de sonido para llevarlo suficientemente lejos. Su saco de cuello puede expandirse y proporcionar suficiente aire para cubrir sus llamadas. 
 La hembra es sexualmente receptiva sólo cuando su hijo la deja, aproximadamente a los 5 años de edad. Las hembras no mantienen a las crías mayores con ellas cuando están criando a otra. No hay manera de que  se desarrolle un vínculo entre hermanos orangutanes. No se conocen.
 El Sr. O'Brian nos dice que Muang tiene un vocabulario de 200 palabras. Esa es la misma proporción que el vocabulario de Koko, la gorila a la que se había enseñado la Lengua de Signos Americana, en el momento en que estaba investigando para este libro. Koko nació en 1972 y había aprendido 200 palabras en el momento en que se publicaron los primeros libros más populares sobre ella. En 1987,  sabía 500 palabras, y en el presente sabe 2000. Koko ha podido aprender hasta tales extremos, porque su encargado y los amaestradores trabajan con ella hasta 16 horas al día.  
Los gorilas son mucho más sociales que los orangutanes. Viven en grandes grupos familiares de 10 a 20 individuos, con un constante compañerismo. Dudo que un orangután pueda tolerar cómodamente tal grado de interacción. Muang también se muestra caminado sobre dos (o cuatro) pies a lo largo de grandes distancias. Los orangutanes, como los gibones, han evolucionado especialmente para la vida en los árboles. De hecho, los huesos de sus manos y pies son curvados para hacerles más fácil sostenerse en las ramas. Dudo que pudieran viajar tan lejos a pie, y aunque son hábiles, la curvatura de sus huesos de la mano les haría más difícil manipular herramientas, así como los chimpancés pueden con huesos de dedos menos especializados.

Sin duda provechoso e interesante el comentario de Wanda Finch para los visitantes del Museo de Historia Natural, aunque no sé si ha visto mucho material documental de centros de reintroducción de orangutanes, lugares en los que  números notables de ejemplares conviven antes de alcanzar una cierta independencia como para internarse solos en la jungla. No obstane, sus apuntes sobre los posibles referentes de O'Brian me parecen muy acertados.

También creo que sería oportuno comentar los anacronismo detectados en las vivencias de Maturin, y la mención a Koko y los modernos estudios sobre primates llevados a cabo por Jane Goodall, por poner un ejemplo bien conocido, son muy significativos por una actitud claramente antiespecista difícilmente imaginable en tiempos de Stephen Maturin, por muy proclive que su talante se muestre a ello. 

Sin embargo hemos de decir que se trata de uno de los pasajes más críticos con el antropocentrismo de toda la saga literaria de O'Brian, y una especie de viaje de iluminación para Maturin, cuya amistad con Muang nos recuerda a la relación, posiblemente sobredimensionada, de Darwin y el orangután del zoo en la película Creation, de Jon Amiel.

Darwin nunca dijo que el hombre descendiese del mono. De hecho, como buen naturalista exigente, Darwin no confundía el término general "primate" con sus diferentes componentes, a saber, entre otros, monos, simios y antrpoides. Darwin sólo afirmó que unos y otros estaban emparentados por ancestros comunes, al igual que ocurre de un modo u otro con las demás especies vivientes.

Sin embargo, la iconografía que asocia al propio Darwin con los monos y simios de toda índole ha sido tan profusa desde los tiempos de las famosas polémicas entre Huxley y Wilbeforce que era casi inevitable que una película sobre su vida no recurriese a una confrontación con un gran simio para ilustrar su iluminación intelectual. Además, existe constancia de que Darwin efectivamente pasó muchas horas observándolos en cautividad.

Es llamativo, y casi complementario, el hecho de que Paul Bettany protagonice la película de Amiel antes de dar vida a Maturin, como si sus credenciales interpretativas lo hiciesen apto para asumir lo que hay que saber para interpretar correctamente al hombre de ciencia, al naturalista por excelencia.

Tal vez alguien pueda pensar que me salgo del tema, o que me limito a constatar una obviedad, pero podríamos observar una especie de evolución selectiva en los actores de cine, quienes, una vez han dejado constancia de su capacidad para interpretar un tipo concreto de personaje, son aceptados o recordados por las capacidades implícitas de dicha tipología (lo cual, en su caso, supone un encasillamiento que les dificulta evolucionar a una tipología alternativa).

Somos conscientes de las diferentes tipologías de hombres duros, aventureros, cow-boys, soldados, policías, gángsters, etcétera, pero también de muchas otras bien conocidas y cargadas de tópicos, como el mayordomo inglés (a menudo interpretado por actores que también han dado la talla en papeles de Lord) y si aceptamos que existe el rol de científico, entre cuyas más ilustres variedades se haya precisamente el zoológo o el naturalista, eso quiere decir que aceptamos que el naturalista se ajusta a una tipología humana concreta, y eso resulta francamente interesante y revelador.


Paul Bettany no es especialmente parecido a Charles Darwin, e incluso hay quien podría pensar que el propio Darwin no se parecía a sí mismo una vez que ya había publicado su teoría sobre la selección natural. Es célebre la frase atribuída a su padre, quien a su regreso de la singladura en el Beagle comentó asombrado cuán cambiado estaba "pero si incluso te ha crecido la cabeza", como si el esfurezo intelectual hubiese tenido un efecto somático en el joven científico.

El maquillaje y la caracterización ayudan a Bettany a incorporar el personaje, pero sobre todo su paulatina especialización en personajes interiormente torturados, por ejemplo por motivos religiosos (recordemos el ejemplo extremo del Silas de El Código Da Vinci), concepto en el que se centra la idea central del biopic, basado en la biografía del científico y en sus escritos. No creo que ningún apasionado seguidor de las sagas de Maturin ponga pegas a su interpretación, pese a igualar o tal vez superar en estatura a Russell Crowe (al fin y al cabo el encanto de la pareja literaria original se basa en el contraste entre sus caracteres tanto como en su constitución física, notablemente corpulenta en el caso de Aubrey y característicamente delgada y menuda en el de Maturin), pero una vez aceptamos la galanura de Bettany dando vida convincentemente al desgarbado doctor, lo cierto es que muchos sí nos podríamos quejar de su presencia casi secundaria, tal vez por exigencias de guión y metraje, a sabiendas de que para la mayoría de los lectores Maturin es el personaje principal y auténtico protagonista, tan enérgico y predispuesto a la acción como el propio Aubrey.
Es la mirada azul de Bettany y el carisma que transmite lo que hace que lo aceptemos sin reservas, pese a que se ignore durante el metraje su condición de agente secreto, su ascendencia irlandesa y catalana, su desencanto por el independentismo irlandés pero su fervoroso independentismo catalán o su condición de católico que no tiene excesivos problemas para conciliar sus creencias religiosas con sus convicciones científicas, cosa que, tanto por motivos íntimamente personales como por imperativos sociales no resultó tan sencillo para Charles Darwin.


No olvidemos la vocación religiosa de Darwin, y su preocupación íntima por el amparo divino ante la enfermedad y posterior pérdida de su hija.

 Además, tras todo gran hombra hay una gran mujer, y el sostén familiar de quien supuestamente cuestionó la creación divina y la existencia de Dios residía en el temple inquebrantable de su esposa, su prima Emma Wedgwood.

Cabe destacar, por cierto, la importancia del personaje de Emma Darwin en la película de Amiel y la exquisita interpretación ofrecida por Jennifer Connely, pareja en la vida real de Bettany.

Tal vez no sea casual que también haya sido la intérprete de Betty Ross, pareja y compañera de investigación del científico Bruce Banner, alter ego de Hulk, quien a su vez constituye una revisión de los personajes del Dr Jekyll y Mr Hyde, creados por Stevenson no mucho después de la épca correspondiente a las aventuras de Maturin y, por tanto, referente indiscutible de los personajes científicos decimonónicos, junto con el mencionado Dr Challenger y el mismísimo Sherlock Holmes de Conan Doyle, y herederos de precedentes como el Frankenstein de Mary Shelley.

El científico de ficción entra en conflicto con los valores morales de la sociedad circundante, mosrándose ajeno e insensible a ellas o, como sería el caso del propio Darwin, padeciendo la lucha interna entre sus razonamientos científicos y sus sentimientos morales y religiosos. Curiosamente, Stephen Maturin, como científico, suele mostrar una visión desapasionada y fría en multitud de cuestiones de calado moral, y como médico suele ser insensible a los aspectos físicos de la vida y la muerte, pero se muestra políticamente progresista y escéptico ante cualquier forma de gobierno o poder político, lo que le lleva a frecuentes discusiones con la mentalidad práctica y militarista del capitán Aubrey. Pese a ello, a lo largo de la saga el carácter científico de Aubrey en el ámbito de las matemáticas, la topografía y la astronomía se acentúa y madura, siendo en realidad más metódicamente científico que Maturin, a menudo más predispuesto a intercalar Historia, Mitología o Teología en sus razonamientos de clado frecuentemente filantrópico, a pesar de dar frecuentes muestras de sociopatía o falta de empatía con sus congéneres, con quienes no es raro que se muestre tan pedante como cualquier Sheldon Cooper de la actualidad.

Es una fórmula cercana a la empleada por Conan Doyle con Holmes y Watson. John Watson es el auténtico científico del tándem. Es médico y naturalista aficionado, pero también se muestra a menudo más prosaico y terrenal que Holmes, simple aficionado a las ciencias, en general, y aferrado a menudo a la rigidez desapasionada del método científico, desconsiderando aspectos afectivos y humanos que le parecen superfluos. El espacio que comparten todos ellos es el reservado a la curiosidad, el profundizar en el porqué de las cosas y desentrañar las causas de cualquier hecho, fenómeno o acontecimiento.


La empatía con los demás seres humanos entra en conflicto cuando el científico observa las cosas de un modo diferente, y, en el caso del zoológo, suele repercutir en un comportamiento más empático con los demás animales, como si dicha empatía constituyese un ingrediente fundamental de su vocación. Jack Aubrey suele tener problemas con los animales, con los que no simpatiza (son frecuentes sus caídas del caballo cada vez que ha de cabalgar, y suele ser víctima del ataque o las travesuras de los animales que Stephen Maturin recoge en sus desembarcos) mientras que el doctor suele tener buena relación con los animales con los que se encuentra, a los que observa en términos de mayor igualdad, pese a que, también es cierto, no duda en capturar o cazar para su observación. El cazador y el amante de la naturaleza, paradójicamente, suelen ir de la mano, y la captura de especímenes vivos o muertos alimentan un afán coleccionista auspiciado por el enciclopedismo reinante.

Sin duda, los avances y descubrimientos de la época de máximo desarrollo de las rutas comerciales marítimas le deben mucho, como casi siempre a lo largo de la historia, al sufragio económico por motivos bélicos. Las guerras napoleónicas supusieron el acicate para el máximo esplendor de la armada inglesa, pero, además, la presencia de científicos a bordo estaba justificada por el afán de enriquecimiento mediante dichos avances. Con todo y eso, no olvidemos que el poder económico de la Compañía de las Indias Orientales era mucho mayor que el de la propia corona británica, y era lógico su interés en sufragar expediciones rentables en múltiples aspectos. Los viajes de Cook habían supuesto no sólo descubrimientos geográficos, marítimos y comerciales, sino un aporte fundamental a la medicina aplicada a la navegación, basada en aspectos nutricionales e higiénicos que hasta aquel momento habían sido prácticamente ignorados. No cabe duda de que el propio Cook constituye un referente fundamental no sólo para la concepción del personaje del capitán Aubrey como marino, sino también como navegante científico y cartógrafo preocupado por múltiples aspectos médicos de su profesión. Cook procuró hacerse acompañar por un médico y naturalista que pudiese desempeñar también las labores de cirujano, y lo mismo sabemos de Lord Cochrane y del comandante William Pellew, quienes inspiraron también sin duda a O'Brian para dar vida a Jack Aubrey y a sus infatigable compañero.

Darwin ejerció el papel de naturalista a bordo del Beagle bajo el mando del comandante Robert FitzRoy y sus conclusiones hicieron tambalear las creencias del comandante tanto como las suyas propias. Generalmente, se atribuye a su estancia en las islas Galápagos el advenimiento de sus observaciones más fructíferas, y no en vano la película de Peter Weir procura destilar los aspectos literarios del personaje de Maturin como representante del mundo científico haciéndole viajar al mismo lugar para intuir lo mismo que Darwin pero con anticipación ficticia.

Las prioridades bélicas de la expedición se presentan como pretexto casual para llegar al lugar pero también como motivo para no profundizar en las observaciones del doctor, que a todas luces es consciente de la importancia de lo que aquellas especies endémicas revelan a la ciencia. Aunque en la saga literaria son muchos los lugares significativos para las particulares investigaciones de Maturin, y estas islas son uno de tantos, la idea que se destila de las páginas de O'Brian se condensa en el mismo lugar en el que Darwin intuiría las bases de su teoría de la selección natural para recalcar que personas excepcionales en circunstancias excepcionales pueden suponer avances excepcionales, pero que todo depende de la suerte o del azar, aunque tal vez este esté encaminado a desentrañar los misterios más tarde o más temprano.

Aunque cualquier episodio alrededor de encuentros con animales es significativo en las novelas de Jack Aubrey y Stephen Maturin, creo que pocas pueden superar a la experiencia en el santuario budista en el que Maturin se hace amigo de Muang, la orangutana, porque supone un nexo conceptual con el personaje de Charles Darwin y un intento de conciliar una visión decimonónica de la relación entre hombre y mundo natural con una visión más moderna, afectada por componentes extracientíficos como la cultura hippy, el espiritualismo pseudo-hinduísta y pseudo-budista de George Harrison y un cierto animismo new-age.

Es curioso que este encuentro en un paraje tan natural y al mismo tiempo tan condicionado por la presencia humana, por muy budista que sea, esté influído en su construcción por la influencia mediática de Koko, perteneciente a un ámbito de investigación científica totalmente artificiosa y condicionada por el ámbito del laboratorio.

En este sentido, Stephen Maturin se hermana con el Darwin que observa a los simios en cautividad y sus capacidades intelectuales y comunicativas.
Y, dado que culturalmente es un tópico referirse a las conclusiones de Darwin sobre el origen evolutivo de los simios y del hombre, no nos sorprende que iconográficamente las campañas de promoción de la película de Jon Amiel se centren en la contraposición de la figura del científico con la del simio, aunque es poco probable que Darwin se hubies comportado afectuosamente con el orangután del mismo modo emotivo y empático que su versión cinematográfica.




 
    
El mono nocturno, (Marikiñá norteño o, en portugués, Macaco da Noite)



En La costa más lejana del mundo, el Dr. Maturin y su amigo el Sr. Martin tienen la oportunidad de explorar la selva tropical sudamericana. El infortunado Sr. Martin es mordido por un mono nocturno, y aquí está. El animal que Maturin y Martin (y Cuvier y Linnaeus) llaman un mono de la noche ahora se llama un mono del búho (Aotus trivirgatus, aver. Wgt. 2.2 libras). La palabra "mono" se usaba entonces para incluir tanto monos (sin cola) como monos (generalmente con colas). "Búho" y "noche" son modificadores que describen el estilo de vida nocturno del animal. Son los únicos simios o monos que actúan principalmente por la noche. Los ojos grandes dan testimonio de ello, pero habiéndose adptado tan recientemente de una vida diurna a una vida nocturna, todavía mantienen su visión del color. Debido al hábitat y estilo de vida, son difíciles de estudiar y aún no lo sabemos todo sobre ellos. Comen fruta, hojas e insectos y forman parejas de varones y hembras para criar a los jóvenes. El macho tiene la responsabilidad primaria de criar a sus hijos, por lo que la agresión natural de un macho que protege su territorio se añade a la agresión natural de un padre que guarda a su descendencia. De ahí el ataque al señor Martin. El doctor consiguió observar un primate menor muy de cerca ...

    
El Potto, aunque aquí la buena de Wanda nos lleva a un enlace compartido por el potto Perodictius, o loris sin cola, y el más conocido y tristemente adorable es el loris perezoso)


En El Comodoro, el Dr. Maturin obtuvo un awantibo (Angwantibo arctocebus, promedio de 2,2 libras, longitud media 10 pulgadas). No tenemos uno aquí en el Museo Americano de Historia Natural, pero sí tenemos pottos. El awantibo es similar, ligeramente más pequeño (longitud promedio 14 pulgadas), como este espécimen, y de un color más dorado y sin cola. Awantibos y pottos comparten el mismo ambiente, pero dividen el territorio. Ambos viven en la selva tropical de África y el sudeste asiático, y en los árboles. Los pottos viven en las copas de los árboles, comiendo principalmente fruta y algunos insectos. Los Awantibos viven en el sotobosque, comiendo principalmente insectos y algo de fruta.Esqueleto de PottoDesde este esqueleto montado de un potto, (tal vez parecido a la muestra de la Sra. Wood), se pueden ver las "curiosas vértebras dorsales anteriores" que llamaron la atención del Doctor. Estos son para la protección. En el dosel del bosque, los depredadores más peligrosos son las serpientes y las aves rapaces. En el caso de un pájaro, el potto se convierte en una pelota con el cuello hacia afuera frente al ataque. Estas espinas como proyecciones en su espalda no proporcionan lugar para un pájaro a agarrar; Si los pájaros tratan de desenrollarlo, el potto muerde. Si una serpiente se acerca, el potto simplemente deja ir la rama y cae al suelo del bosque. Incluso una caída de 30 a 40 pies no lesionaría a un animal tan pequeño.En todos sus viajes, el doctor consiguió ver muchos mamíferos interesantes que no eran primates. Vamos a la Sala de Mamíferos Fósiles.

Si tuviésemos que añadir algo al comentario de Wanda Finch sería que el potto supone argumentalmente como pretexto para que el Dr Maturin conozca a la señora Wood, uno de tantos personajes que sirven a O'Brian para remarcar un cierto feminismo que forma parte de la manera de ver las cosas del científico. Éste está en una situación de privilegio al poder observar las cosas despojadas de connotaciones sociales o culturales, y del mismo modo que el doctor se manifiesta un fiero oponente a cualquier forma de esclavitud, asimismo observa la igualdad de géneros, aunque no sin ciertas reservas más o menos subjetivas.

En esta ocasión, tiene el placer de disfrutar de la compañía de una mujer atractiva, aunque un tanto andrógina, que comparte sus aficiones como botánica y zoóloga de campo, no exenta de cierto fetichismo coleccionista común a todo naturalista. Aunque en un primer momento no se trata más que de dos buenos amigos que simpatizan y comparten mutua admiración, algunos libros más adelante ambos han enviudado y el lector no se sorprende excesivamente de la propuesta de matrimonio sesuda e intelectualmente justificada que Maturin hace Mrs Wood, y que queda abierta y sin resolver porque el escritor muere antes de desarrollar más dicha trama en libros posteriores.

En todo caso, cuando Maturin da con su auténtica media naranja naturalista, lo primero que comparten es un ejemplar vivo de Potto que él confía al cuidado de ella ante un inminente viaje, y más tarde recibe emocionado la preparación del esqueleto que la mujer científica le ha facilitado.

(continúa en próximas entradas)




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lunes, 22 de mayo de 2017

Naturalistas de ficción. Charles Darwin y Stephen Maturin como estereotipos del naturalista (I) La historia natural del Dr Stephen Maturin (primera parte)


Paul Bettany como Charles Darwin en la película Creation, de Jon Amiel

Paul Bettany como Max Waters en "Trascendence"


Paul Bettany como Visión
Pau Bettany como Charles Herman en "Una mente Maravillosa

En este artículo reflexionaremos de nuevo sobre los rasgos típicos o tópicos de los naturalistas de ficción y su conexión con la percepción social de los naturalistas y científicos célebres en la vida real. Asimismo repasaremos esta cuestión en relación al encasillamiento de los actores de cine en determinados papeles y cómo dicha circunstancia afecta también al encasillamiento de lo que se supone caracteriza a estos personajes y los actores que los interpretan. Si Darwin es el naturalista decimonónico por antonomasia, Stephen Maturin, entre tantos otros, constituiría un modélico naturalista de ficción. La sombra de ambos pesaría sobre cualquier otra propuesta de científico de ficción, y no es casual que abramos el artículo con una imagen de Paul Bettany interpretando a Darwin, dado que no creemos del todo casual que haya interpretado a Stephen Maturin o a otros científicos ficticios como el (ficticio) colega de John Forbes Nash, Charles Herman, en "Una mente maravillosa", o a Max Waters en "Trascendence" como científicopreocupado por los límites éticos de su compañero Will Caster interpretado por Johnny Depp, y que también pone voz al ordenador central creado por Tony Stark en las sagas superheróicas de Marvel, que se acabará materializando en La Visión, un personaje que podríamos enlazar con el Hal de 2001, con el Spock de Star Treck e incluso con el Dr Manhattan de "Watchmen".
Una vez anticipados los contenidos a los que intentaremos dar cabida en las sucesivas entregas de este artículo, intentaremos introducirlo poniendo en contexto las principales cuestiones a las que intentaremos dar cabida en dichas entregas:

Charles Darwin y Stephen Maturin como estereotipos del naturalista


Paul Bettany como Stephen Maturin en Master and Commander
Abordamos hoy, como habíamos hecho tímidamente en alguna otra ocasión, ciertas cuestiones acerca de la imagen del naturalista, y, tal y como haría un naturalista, intentaremos establecer si todos ellos pertenecen o no a la misma especie, por así decirlo, o si el ideal del estudioso de las ciencias naturales se diferencia mucho del ciudadano medio o por el contrario representa precisamente la opinión que a éste le merece el interés por las demás especies animales. La verdad es que habíamos planteado dichas cuestiones al referirnos a las relaciones entre arte y ciencia, o a los terrenos compartidos por artistas y científcos, aunque tal vez deberíamos hablar de la imagen que la sociedad tiene de unos y otros a lo largo de la Historia.

Interesante se presenta el repaso a doctores de ficción literaria a cargo de Borys Surawicz y Beverly Jacobson en su libro "Doctors in fiction" aunque echo en falta la mención específica al Dr Watson de las historias de Sherlock Holmes creadas por Arthur Conan Doyle, autor destacable en los trasuntos expuestos por ser médico, al fin y al cabo, y responsable, gracias a sus exitosas narraciones detectivescas, de la introducción de los métodos científicos en la investigación policial, por no mencionar su notable recopilación de exquisitos relatos de médicos compilados en "La lámpara roja". La sombra de Conan Doyle es muy alargada, desde el momento en que, aunque por tradición familiar  estaba destinado a las bellas artes, sorprendió a todos eligiendo la carrera de Medicina, que ejerció casi quince años en hospitales, barcos balleneros y consultas privadas. Y como creador literario y pionero de la ciencia-ficción es responsable de "El Mundo Perdido" con un emblemático y significativo profesor Challenger. Además, Holmes y Watson constituyen, en la misma tradición iniciada por Cervantes con Quijote y Sancho, un modelo de pareja protagonista antagónica y complementaria, formada por un individuo temperamental, instintivo, humano y terrenal -Sancho, Watson, Aubrey, Kirk, Wilson, Hofstadter...- y otro carismático, extremadamente racional, científico, y a menudo socialmente problemático -Quijote, Holmes, Spock, House, Cooper...-.
Los médicos de los siglos XVIII y XIX entraban en la categoría de naturalistas dado que precisamente sus conocimientos generales en disciplinas hoy en día bien diferenciadas como la botánica, la farmacopea o la zoología, especialmente la anatomía comparada, constituían parte de la formación que los elevaba por encima de los simples cirujanos, físicos y barberos dentistas. 
El saber enciclopedista de la época de la ilustración dio lugar al establecimiento de una figura de clase bienestante obligada a contrarrestar su ociosidad con estudios, lecturas, coleccionismo, actividades cinegéticas, viajes, descubrimientos...
El entusiasmo suscitado por el ansia clasificatoria implícita en el sistema de Linné llevó a muchos aristócratas y universitarios a observar (y anotar, a menudo mediante representaciones gráficas y dibujos del natural) detenidamente los rasgos distintivos de los ejemplares zoológicos y botánicos que encontraban, estudiaban o coleccionaban. 
Asimismo dedicaban tiempo y esfuerzos en el aprendizaje de las lenguas y obras literarias clásicas, griegas y latinas principalmente, mediante las cuales establecer un soporte único y coherente para las nomenclaturas empleadas e incluso para observaciones y juicios de valor ya establecidos por los autores clásicos. Los que quieran situarse mejor histórica y argumentalmente (nos referimos a argumentos científicos novedosos) en esta interesante época que dará como resultado a la moderna Biología pueden echar un vistazo a nuestra página dedicada a naturalistas ejemplares, o nuestra bibliografía naturalista ilustrada comentada (os ofrecemos también una selección de imágenes de las obras ilustrada de Alfred Russel Wallace con enlaces a la maravillosa web sobre la obra del emblemático naturalista (lo mejor de este sitio en línea es su pionera publicación de las imágenes de los especímenes descritos por el auténtico padre del evolucionismo mediante ilustraciones originales).

Nos ha gustado especialmente el delicioso artículo de Wanda Finch, una guía voluntaria del American Museum of Natural History en el que reseña, comenta y enlaza mediante un listado las principales especies animales estudiadas por Stephen Maturin en las sagas literarias de Patrick O'Brien. Como podréis comprobar, se ha procurado un espacio de honor en la web más completa sobre la saga literaria de Patrick O'Brian, GUNROOM@HMSSURPRISE.ORG., algo así como "La santabárbara de la Surprise".
Procedo a traducir, comentar y completar en la medida de lo posible el encomiable trabajo de Finch, consistente en aportar un interesante cariz temático a las visitas guiadas del museo, en cuyo caso ha escogido ofrecer un recorrido ilustrativo por los referntes naturalistas més llamativos de los viajes del capitán Aubrey y su fiel compañero el Dr. Maturin:


Historia Natural del Dr. Maturin
Ante todo déjenme presentarme y darles la bienvenida a este tour web en el Museo Americano de Historia Natural. Mi nombre es Wanda Finch y soy una de los guías turísticos voluntarios en el museo.  
Como recompensa por los tours regulares de los aspectos más destacables del museo, se les permite a los guías dar tours centrados en nuestros propios intereses especiales.  
Este tour es sobre la historia natural en las historias marítimas de Patrick O'Brian. (Mientras viajas por el museo conmigo, si sostienes el cursor del ratón sobre una foto, verás su leyenda, y también puedes hacer clic en algunas imágenes para agrandarlas). 
Como posiblemente ya sepan, esas historias se refieren a las aventuras del capitán Jack Aubrey, un oficial de la Armada británica y su amigo particular, el doctor Stephen Maturin, durante la primera parte del siglo XIX.  
Además de ser médico, el Dr. Maturin es también un naturalista aficionado. Éste era un interés de comúnmente compartido durante el período. En 1759, Carl von Linne (Carolus Linnaeus) publicó su plan para la clasificación de toda la vida en el planeta. Propuso un nombre latino de dos palabras y una clasificación en reinos, phyla, etc. La comunidad científica pronto tomó su sistema, y ​​se inició el gran esfuerzo de intentar identificar, describir, y clasificar todas las formas de vida en el planeta. Esto supone una tarea inmensa. De hecho no se ha conseguido todavía. 
En aquel tiempo había pocos naturalistas profesionales, al menos en el sentido de ganarse la vida de con la ciencia: Linneo era un profesor de medicina; El gran Georges Cuvier era el director de museos en Francia. Algunos hombres de medios privados también dedicaron sus vidas a la ciencia: Sir Joseph Banks, Alexander von Humboldt... En un esfuerzo por entender el mundo natural, toda la ayuda era bienvenida. Muchos miembros de profesiones eruditas (clérigos, abogados y médicos) como el doctor Maturin, por su formación intelectual y conocimiento del latín, pudieron unirse a esta gran aventura de hacer lo que en realidad era una base de datos de la vida. A medida que nos ponemos en marcha, debo hacerles saber que en un esfuerzo por incluir tanto como sea posible no estaré manteniendo el orden cronológico de los libros. También haré un esfuerzo para no incluir ningún elemento de la trama. Por lo tanto, es en la sección Pájaros Del Mundo donde iniciamos el recorrido, comenzando por la abubilla. Vengan, entonces, no tenemos un momento que perder. Si, en lugar de un tour, simplemente desea visitar exposiciones individuales, use los siguientes enlaces:

    
La abubilla: 

En Master and Commander (Capitán de mar y guerra), el Capitán y el Doctor se reúnen por primera vez en una tarde de concierto en Puerto Mahón, en Menorca. Esto introduce el tema de la música en la serie. Al día siguiente se reúnen por casualidad en la calle, y durante el transcurso de esa extensa conversación, el Doctor ve una abubilla (Upupa epops longitud promedio 10-12 pulgadas). Esto introduce el tema de la historia natural en las historias. Aquí está, como lo describió el Doctor: "Un hermoso pájaro de color canela con alas barradas". Es interesante que el Doctor no lo hubiera visto antes, ya que su rango se extendió hasta Inglaterra durante el siglo XVIII. En la actualidad hay dos grupos de cría de hoopoes (abubillas), uno alrededor del Mediterráneo y en Asia, y otro en África al sur del desierto del Sahara. En ambos lugares las abubillas comen insectos y otros invertebrados. Se aparean de por vida, y viajan en parejas haciendo sus nidos muy cerca de la tierra en árboles huecos, u otros recintos preparados. También son una de las pocas aves que no mantienen su nido libre de excrementos, posiblemente como un elemento disuasorio para los depredadores. El ejemplar en exhibición tiene su cresta erguida, ya sea para amenaza o exhibición, pero estaría plegada durante el vuelo. Por otra parte, las plumas barradas (alternando blanco y negro) en el ala serían claramente visibles con las alas extendidas en vuelo.Una vez que el Doctor se unió al Capitán, tuvo muchas oportunidades de ver aves aún más sorprendentes.

Desde luego no está mal la sencilla y certera introducción de Wanda Finch a ese primer animal comentado por Stephen Maturin, dado que, como apunta, supone el arranque de los frecuentes apuntes naturalistas de la saga literaria por parte del doctor, que aunque a menudo no consiguen captar toda la atención del capitán Aubrey sí que consiguen su típico comentario "Ojalá que Stephen estuviera aquí" cada vez que observa llamativas especies zoológicas en su ausencia.
Me parece acertada la sorpresa de Finch ante el hecho de que Maturin reconozca no haber visto nunca anteriormente al animal directamente, pero no tanto por el hecho de que su presencia primaveral en Inglaterra estuviera bien documentada en el siglo XVIII (entiéndase que no es que Maturin no conozca el ave, que reconoce e identifica fácilmente por su presencia frecuente en obras ilustradas de zoología y ornitología) sino porque el personaje se ha criado en Cataluña, y la presencia de estas aves en la península ibérica era bien conocida. De hecho, se trata de una de las aves migratorias más llamativas por su plumaje ostentoso y de vivos colores, por no hablar de su conspicuo penacho de plumas retráctiles. La fauna europea se caracteriza por las coloraciones discretas, camufladas con el paisaje, dominadas por los tonos grises y parduzcos, por lo que el exotismo de las aves de climas cálidos reproducidas con deleite en los libros ilustrados y en las colecciones zoológicas forma parte importante de un sugestivo imaginario causante de la temprana afición de todo zoológo en ciernes.
Por mi parte añadiría que la abubilla forma parte del paisaje de mi Galicia natal, pero por alguna desdichada razón hace muchos años que no veo a esta llamativa criatura, ni allí ni en Cataluña, donde llevo viviendo más de la mitad de mi vida. De hecho, el catalanismo de Maturin, y su declarado independentismo, me provocan una inevitable simpatía por el doctor, de ancestros irlandeses e inevitablemente políglota. De alguna manera, para un gallego catalán, un irlandés catalán sugiere no pocas coincidencias. Sea como fuere, tanto el sur de Galicia como toda Cataluña son señalados como biotopos habituales de la abubilla durante la primavera y el verano, cuya presencia colorida es sintomática de las estaciones cálidas del mismo modo que las fresas, las cerezas o las flores estacionales, tanto por su llamativo color como por su reconocible olor, particularmente fuerte y objeto de comentarios populares por las gentes del campo durante mi infancia. Como vemos, se trata de un efecto de su particular concepto de la higiene, un tanto extremo, que renuncia a la eliminación de excrementos del nido. 
Si lo más colorido que uno podía observar en los paisajes de mi niñez era algún que otro petirrojo o algún verderol, (al menos en el Mediterráneo a los pajarillos grises y blanquinegros se sumaban los coloridos jilgueros o caderneras), de vez en cuando uno podía disfrutar de la presencia de un martín pescador, o de un abejaruco, tal vez de una carraca, todos ellos poseedores de fragmentos de llamativo azul contrastado con anaranjados y pautas blanquinegras. Y es que todos ellos son coraciformes, y por tanto están emparentados, aunque la familia upupidae de las abubillas es considerada un orden propio por algunos autores. Estos llamativos colores los convierten en llamativamente identificables no sólo en los espacios naturales o en los aviarios, sino muy particularmente en las páginas ilustradas de los libros de ornitología o en las colecciones de cromos.
 
    
El cóndor

En The Wine Dark Sea (Un mar oscuro como el oporto), el doctor está viajando a través de la cordillera de los Andes y ve varios cóndores (Vultur gryphus). Son el pájaro volador más grande de América del Sur y el segundo en tamaño de ala sólo superado por el Albatros Real y el Albatros Errante en el mundo. Los albatros pueden alcanzar una envergadura de 3'4 metros de ala, mientras que los cóndores tienen un máximo de 3'3. El médico puede deducir fácilmente que son carroñeros: la cabeza desnuda para alimentarse dentro de las canales podridas sin ensuciar sus plumas. El pico fuerte y ganchudo para rasgar a través de pieles gruesas, el vuelo de planeo utilizado para localizar carroña. Además, los cóndores (y los buitres) no tienen sentido del olfato. (Esto es ciertamente conveniente si gran parte de su dieta consiste en carne podrida, pero hace que sea más difícil encontrar animales muertos)

 (he de decir que  en este punto Finch se limita a repetir lo que algunos comentaristas coetáneos a Maturin, puesto que es bien sabido que la mayor parte de especies de buitres poseen un notable sentido del olfato para detectar su presas muertas a kilómetros de distancia, e incluso las estructuras óseas vestigiales de sus órganos olfativos han servido comparativamente para deducir dicha capacidad en dinosaurios de especies tan ilustres como el Tyranosaurus Rex, aunque sí es cierto que en estudios especializados se suele mencionar que en el cóndor no es tan agudo y que su localización del alimento se debe más a la extraordinaria agudeza de su vista).

Aquí los Cóndores usan su tamaño como su ventaja. Mantienen sus ojos bien abiertos a causa de los buitres americanos, el carroñero más pequeño de las Américas que sí tienen un agudo sentido del olfato.  

(Finch dice literalmente turkey vultures, en referencia al aura gallipavo, buitre americano cabecirrojo o urubú de cabeza roja -Cathartes aura-), mencionado como ejemplo de animal de extraordinario olfato por el Dr. Robert Burke en la ficción de "El Mundo Perdido" de Steven Spielberg y Michael Chrichton,
sin duda una caricatura (interpretada por el actor Thomas F. Duffy) del popular Robert Bakker.
Bakker encarna en su tiempo la estampa del naturalista de campo, del científico que ha de conjeturar y especular pero que también ha de llevar una vida aventurera o al menos en contacto con la naturaleza y sus vestigios vivos o fósiles.

Burke/Bakker representa al paleontólogo que no renuncia a su condición de biólogo que ha de observar no sólo los restos fósiles, sino los rasgos físicos, hábitos alimenticios y comportamiento de los animales que viven en la actualidad, por lo que justifica la elección de Alan Grant, el protagonista de la primera parte de la saga, también inspirado en Bakker, como personaje digno de asesorar una expedición que se acaba convirtiendo en un auténtico safari prehistórico.

El propio Bakker es émulo en cierta manera de los naturalistas-divulgadores inspirados por Alfred Brehm y tantos otros hombres duros y jactanciosos en nombre de la exploración científica. En la película de Spielberg, el personaje es irónicamente devorado por un Tyranosaurio, redimiendo de algún modo la ausencia de riesgo de aquellos que investigan animales extintos precisamente por haberlos devuelto a la vida, pero la ironía es doble si tenemos en cuenta que el arma principal de los paleontólogos reside en sus conocimientos de anatomía comparada y el personaje abandona su rincón de seguridad en medio de los aspavientos provocados por el miedo a una serpiente venenosa, una coral, que se le cuela en el interior de la camisa. 

En una narración llena de chascarrillos urdidos por y para naturalistas, utilizar una falsa coral (una inofensiva lampropeltis, famosa por su impostura de la mortífera serpiente coral) deja de ser una simple argucia cinematográfica y se convierte en un terrible y garrafal error por parte del especialista, que es castigado por un mito viviente de su disciplina de estudio.


Aparte de este apunte al buitre americano por parte de naturalistas de ficción basados en personajes reales, podemos encontrar una mención al cóndor en el primer libro de la saga jurásica de Crichton que también aparece en su versión cinematográfica. John Hammond, el visionario millonario responsable del parque jurásico, en medio de una discusión de sobremesa que caricatruiza los debates televisivos y mesas redondas de los congresos científicos, reivindica la validez ética del proyecto argumentando que nadie pondría objeción alguna en clonar genéticamente al cóndor para paliar su extinción. En este sentido, escoger a la mayor de las aves rapaces actuales no constituye una elección casual, dado que la idea de la permanencia evolutiva del linaje de los dinosaurios en las aves actuales es uno de los argumentos actualmente más asumidos pero en su día, a finales del siglo pasado, más llamativos y sorprendentes. De ahí que tanto en los libros de Chricton como en las películas homónimas de Spielberg, las aves tengan una presencia icónicamente fundamental. Al final de Parque Jurásico, Grant contempla el vuelo de los pelícanos, cuya silueta emula la de los extintos pterosaurios. El plano final de El Mundo Perdio está dedicado precisamente a un pterosaurio que se posa en una rama, recurso que se repite al final de la tercera entrega emulando el final de la primera, sustituyendo los pelícanos volando en libertad por los enormes pterodáctilos que huyen de su encierro insular (este final es homenajeado en la más reciente Jurassik World).

Continuamos con la visita guiada de Wanda Finch por el Museo de Historia Natural en relación a las historias literarias alrededor del Dr Maturin y nos encontramos un apunte certero e inteligente que nos hace congraciarnos todavía más con esta divulgadora vocacional:

Si los cóndores avistan a los buitres que los rodean, los seguirán, y cuando lleguen a la carcasa, obligarán a los buitres a esperar mientras los cóndores más grandes se alimentan primero. Esto es a veces una ventaja para también para los buitres también. Si la carcasa es grande, el buitre más pequeño no podría atravesar la pielpor sí solo, y conseguirá más para comer incluso después de que el cóndor hecho con el cuerpo comido su contenido. El tamaño del cóndor también les permite intimidar a los depredadores más pequeños y robar sus capturas, como el propio doctor observó. Los cóndores también se hacen con los huevos y crías de otras aves, que pueden ser presas fáciles. Ahora llegamos a uno de los grandes "qué pasaría si" en la literatura y la ciencia. El guía mostró al doctor un sitio de anidación de un cóndor en la cima de un acantilado. El doctor quería subir y examinar el nido, pero el guía se negó. Se había hecho demasiado tarde y sería peligroso intentar bajar en la oscuridad. Veinticinco años más tarde, en la década de 1830, otro naturalista aficionado viajaba por los Andes. También fue incapaz de mirar en el nido de un Cóndor de primera mano y optó por utilizar la información de su guía acerca de que los cóndores ponen dos huevos al año. Si el doctor Maturin hubiese podido observar e informar a la Royal Society, habría registrado correctamente que los cóndores ponen un huevo cada dos años, y Charles Darwin se habría ahorrado uno de los pocos errores que publicó.

Una de las argucias literarias más inteligentes por parte de Patrick O'Brian es sembrar las narraciones protagonizadas por Stephen Maturin de momentos decisivos en los que su perspicacia podría haber supuesto un adelanto científico considerable. Es un truco relativamente fácil en la ficción histórica, una vez que el escritor posee información privilegiada al realizar su particular viaje al pasado sabiendo qué sabían y qué ignoraban sus protagonistas acerca de los avances científicos. La saga literaria de Aubrey-Maturin está plagada de momentos similares. En la película de Peter Weir, Master and Commander, el director y los guionistas elaboran un complejo compendio de todos los libros. Muchos aspectos de la saga no tienen espacio suficiente en el metraje. Son significativas las escenas descartadas que inciden en diferentes aspectos de la vida cotidiana en el barco (el timonel Barret Bonden aprende a leer con ayuda de Maturin y ojea un tratado publicado por el doctor; en otra escena Aubrey nada en altamar por puro divertimento -un rasgo característico del personaje- y para  supervisar el estado de las zonas no visibles del casco; observamos también en otra secuencia los momentos de ocio y de cuidado de los animales que viven a bordo, e incluso se ha eliminado uno de los impagables momentos en que William Mowet recita uno de sus poemas navales).
La película ignora las actividades de Maturin como espía y agente secreto, pero hace hincapié en su curiosidad científica y su capacidad como investigador y divulgador, como clasificador de especies e incluso como instructor de naturalistas en ciernes.

Uno de los logros de los guionistas es la creación del personaje del guardiamarina Lord Blakeney, apenas un nombre anecdótico en la saga literaria y que en el film se nutre de rasgos pertenecientes a diferentes personajes de la saga, pero al que se atribuye, además de gallardía e inteligencia militar, pese a su tierna edad, una notable curiosidad naturalista y talento para el dibujo (en este sentido constituye una especie de vástago imaginario de la pareja protagonista con lo mejor de ambos). En su condición de aristócrata, no resulta especialmente extraordinaria su condición de naturalista aficionado, dado que era uno de los recursos mejor vistos para combatir el aburrimiento de la clase ociosa y que además constiuía una parte importante de su formación: la práctica de las artes fráficas y pictóricas y la lectura de caras ediciones ilustradas de libros de historia natural. No era raro que ambas aficiones, las artes y la zoología, fueran de la mano, y el carácter instrumental del dibujo como herramienta del científico dignificaba y renovaba su importancia.


    La avutarda  
En el comienzo de La patente de corso (The Letter of Marque), el Doctor corría a través del país a pie para unirse al Capitán para el comienzo de un viaje. Mientras caminaba, se encontró con un compañero naturalista amateur que le dijo que unas avutardas (Otis tardus aver, macho de 15 a 22 kg, hembras de 5 kg.) anidaban en un claro cercano. El doctor no pudo resistir, y su demora le hizo perder el embarque. El doctor Maturin se disculpó con el capitán Aubrey por su "grosera autocomplacencia en las avutardas". A pesar del fracaso de la cortesía naval, creo que el Doctor tenía razón al tomarse un tiempo para observar a los pájaros. Las avutardas estaban desapareciendo rápidamente de Inglaterra, y en otros 25 años se habrían ido.  (...)

Creo que sin duda la importancia de la avutarda radica en su interés cinegético, al tratarse de una pieza lo suficientemente robusta como para prorcionar una buena cantidad de carne a la vez que constituye una pieza vistosa (más en el caso de los machos con sus llamativos "bigotes") además de escasa, a causa, precisamente, de ser tan buscada por los cazadores. Ya hemos comentado hasta qué punto la escasez revaloriza una especie determinada hasta convertirla en una joya natural cuyo valor económico o meramente coleccionista aumenta cuanto más se acerca su extinción, siendo los rinocerontes de cualquier especie el más triste ejemplo de ello.


Y no permiten que humanos se acerquen a sus nidos a menos de 100 metros. Cuando la población de Inglaterra creció, y más y más tierra fue tomada para los seres humanos y su uso, no había espacio para la gran avutarda. Probablemente podrán adivinar por su tamaño y sus largas patas que son voladores discretos y muy buenos corredores. También su tamaño sugiere que no pueden ser demasiado exigentes con su dieta. Y de hecho comen casi todo lo que pueden obtener: semillas, brotes, insectos y pequeños vertebrados. Actualmente están en peligro de extinción y lo que queda de su área de distribución está en las partes menos pobladas de Asia central. Lo que vieron, tanto el Capitán como el Doctor, eran aves inglesas en Inglaterra. 

En el siguiente apartado, Finch hace hincapié en uno de los apartados más interesantes de la ficción histórica de O'Brian. El autor dedica tiempo y recursos abundantes, mediante pretextos argumentales, para ilustrar la política agraria inglesa de la época de Jack Aubrey para recordarnos que gran parte de lo que consideramos parajes naturales son el resultado de  la acción humana, sea por intereses agrarios, pecuarios o cinegéticos, y que por tanto incluso el mundo natural es en gran medida fruto del artificio

 
    El nuevo bosque

Este diorama muestra el Nuevo Bosque en el sur de Inglaterra. Está a unas veinticinco millas de la casa del capitán en Ashgrove Cottage. Aquí podemos ver muchas de las aves que el capitán y el doctor disfrutaron observando. Hay un chotacabras (nightjar,Caprimulgus europaeus, del mismo tamaño que la abubilla - el pájaro casi invisible con el indicador rojo del laser en él en la mitad derecha de la imagen). Gracias al chotacabras pueden comprobar el buen camuflaje necesario para un pájaro que duerme en la tierra durante el día, y caza insectos en la noche. Pero, en realidad, de lo que quiero hablar es de las plantas. Durante la conversación de su primera cena juntos, el doctor le dijo al capitán que su único trabajo publicado era uno de las fanerógamas de la alta Ossory. Muchos de ustedes, estoy segura, lo han comprendido de inmediato, pero tuve que buscarlo y descubrir que la alta Ossory es una región de Irlanda cerca de Kilkenny, y que fanerógamas y criptógamas dos divisiones Lineanas de las plantas. Linneo no sólo describió y nombró plantas y animales. También fijó categorías más grandes para la clasificación. fanerógamas son aquellas plantas con órganos sexuales visibles (flores) y criptógamas son todas las demás, es decir plantas con órganos sexuales ocultos. Criptógamas por lo tanto, incluyen helechos, musgos, coníferas y grupos que no consideramos plantas en absoluto como hongos, líquenes y quelpo. Esa es una de las cosas emocionantes de la ciencia y la comunidad científica. Es una comunidad: gente trabajando en grupo en un esfuerzo por entender el mundo natural. A pesar de que una gran mente como Linnaeus propuso la clasificación de las plantas, a medida que se hacían más investigaciones, esas clasificaciones ya no servían y fueron reemplazadas por una terminología más útil. En este ambiente abierto y constantemente cuestionado, las contribuciones de todos son importantes, y los aficionados como el doctor Maturin fueron respetados y valorados. 
Por supuesto, el médico vio otras criaturas además de aves en sus viajes. Hay más de 4000 especies de mamíferos en la tierra, y sólo 350 primates, pero el Doctor parecía haber encontrado la mayor parte de ellos. Vayamos al Salón de Primates y echemos un vistazo a algunos de ellos.

(continúa en la próxima entrada)



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