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martes, 8 de noviembre de 2016

Refragmentación y collage escultórico. Monica Piloni.



Monica Piloni

Cerramos esta episódica serie dedicada a la fragmentación y refragmentación como seña identitaria de los múltiples poderes de la fotografía en nuestra cultura visual. Y lo hacemos con uno de esos ejemplos de la influencia del realismo fotográfico en las demás disciplinas artísticas que tanto nos gustan cuando sobrepasan el mero alarde técnico: la escultura hiperrealista.
Hemos confesado reiteradamente nuestro personal interés por artistas estilísticamente pioneros, como John de Andrea, hasta reconocidos maestros  actuales como Ron Mueck. Hemos dado cabida en otras ocasiones a trabajos que evidenciaban su concepción desde preceptos fotográficos como las obras fotográficas, escultóricas y multidisciplinares de Patricia Picinnini, quien además colma nuestras expectativas temáticas desde una perspectiva crítica del arte, la ciencia, la fotografía, la genética, la infografía, el bioarte...por lo que la australiana sigue siendo una artista emblemática para El Animal Invisible.
Monica Piloni, nuestra protagonista de hoy, establece un juego con el observador, consciente de que en la divulgación de su obra, la mayoría de los que tengan noticia de ella la verán a través de medios de difusión audiovisual. La presencia en internet de primer vistazo sigue dominada por la fotografía, y así conocemos la mayoría de las piezas escultóricas que guardamos en la memoria. Sin duda el hiperrealismo escultórico es un extraño cómplice mimético de la fotografía, que se erige en testigo y juez de su detallado naturalismo. Piloni realiza collages fotográficos aparentes, o incluye detalles anatómicos perturbadoramente zoológicos en frutas que, como las flores, evocan la sexualidad de las plantas. Sus esculturas, cargadas de crítica provocación sexual, evocan recortes o pliegues en las páginas de revistas eróticas, como si realizase recortes o planificase sus fotografías para aparentarlo, como alguna icónica imagen de Man Ray. Sin embargo, a caballo entre la escultura y la instalación, Piloni deconstruye sus obras para dotarlas de un poder compositivo rotundo, que nos recuerda nuestra percepción instintiva, ancestral, de corporeidad, de unidad corporal. Los cuerpos de sus obras se deconstruyen para jugar con los equívocos de la óptica fotográfica y, sobre todo, de su accidentado visionado físico ocasional y respetando ciertos cánones del collage fotográfico más al estilo del arte pop desde finales de los 50 hasta entrados los 80.

Según sus propias palabras

“el trabajo también lleva cierta morbosidad mezclada con clichés de la fotografía erótica, incluyendo muchos símbolos  y una miscelánea de estilos llevados por el subconsciente, estos estilos y símbolos, son lo que ultimadamente devolvemos al entorno ya sea de una forma concreta de existencia, o esencia abstracta.”


Descubrimos sus trabajos a través de una reseña en AltoRelieve, y entenderéis que las fronteras entre animalidad humana, invisible bajo nuestra propia autopercepción, confusamente identificada (o todo lo contrario) con la animalidad zoológica en general, es hoy en día contemplada bajo los ojos de la ciencia, y la fotografía es el ojo de la ciencia por excelencia. Su paradigma aplicado a la forma de trabajar desde las volumetrías, llevando la escultura a extremos que trasciendan su mera existencia tridimensional en una ubicación concreta constituye la mayor virtud de la propuesta de Piloni.











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