Les Creatonautes |
Un pájaro con cuerpo de ajo, un brie en forma de cocodrilo y un salero alado han salido de la mente imaginativa de la agencia creativa francesa Les Creatonautes.
El año pasado crearon una serie de collages digitales que combinan artículos deportivos, animales y objetos comestibles. El proyecto es un gesto sutil de nuestro mundo cambiante, que muestra la evolución de la sociedad a través de combinaciones absurdas y animales poco prácticos.
"El mundo está en permanente cambio, está en una transformación", comenta Olivier Grossmann de Les Creatonautes a Colossal. "Esta transformación, a menudo invisible, a veces inesperada, es inevitable. Organismos vivos, paisajes, tecnologías, sociedades: todo cambia constantemente, a ritmos diferentes. A partir de esta observación, decidimos transformar el mundo a nuestra manera".
El grupo comenzó el proyecto el 1 de enero de 2018 y ha estado publicando "transformaciones" cada día desde entonces. Puedes ver más de las exploraciones extrañas en su Instagram.
https://www.thisiscolossal.com/2018/09/digital-collages-by-les-creatonautes/
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Reencontramos en Julien Tabet la sintomática y persistente reiteración de tópicos iconográficos de la antrozoología artística pretendidamente surrealista del siglo XXI.
Imágenes obvias, autocomplacientes y simultáneamente reivindicativas ante la alarmante pérdida del mundo natural, y por tanto indicios de un contexto de crisis ecológica que de puro evidente no para de gritar en silencio engañosamente escópico, como el mudo grito desesperado de Michael Corleone, tal vez el único momento memorable de la tercera entrega de El Padrino.
Hace ya cuatro años que le dedicamos una entrada a los fotomontajes digitales de Sarah DeRemer pese a considerarlos obvios, facilones u oportunistas reclamos escópicos de la red para un público sin muchas exigencias artísticas y poco crítico ante los alardes técnicos meramente resultones.
Y es que la presencia masiva de dichas imágenes en infinidad de páginas web, blogs, redes sociales (y muchos otros sitios sin acreditar) constataban un cierto calado en el imaginario contemporáneo de este tipo de quimeras digitales que suscitan el asombro complaciente y la admiración por lo supuestamente artístico, sorprendente, original, realista (en el sentido de "bien dibujado", "bien hecho" -heredado de la antaño difícil habilidad de dibujar o fotografiar con maestría desde el punto de vista del lego en habilidades artísticas no digitales-).
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Recordemos lo que decíamos al respecto de dicha tendencia a propósito de la compilación de Photo(shop)montajes de Sara DeRemer:
Existen en la red muchas imágenes de fotomontajes que se han vuelto virales, la mayoría de ellos dedicados a la hibridación de especies animales o su asociación a objetos de diversas índoles.
No creo que los trabajos de Sarah deRemer sean técnicamente excepcionales, pero sí creo que su sencillez de recursos, sus facilones e inmediatos recursos de photoshop los convierten en agudos collages cuyo mérito radica en la selección de los protagonistas del fotomontaje, como es el caso del tiburón blanco con mirada de araña (que aúna las dos zoofobias más emblemáticas), o su serie de animales-fruta, que tal vez constituya una reflexión más profunda que un mero juego visual acerca de las fronteras del veganismo, y que, como podéis ver en los ejemplos que acompañan este texto previo al muestrario de DeRemer, tampoco son estrictamente una idea original o técnicamente más perfecta que sus precedentes.
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De esta serie, destacaría la fusión del Kiwi ave y el Kiwi fruta.
Muchos me han preguntado quién debe su nombre a quién. La verdad es que la peculiar ave neozelandesa debe su nombre a su voz característica, que suena a algo semejante a la onomatopeya que la nombra.
El parecido de la fruta de la también genuínamente neozelandesa enredadera le otorgó la misma denominación por parte de los habitantes de la isla (lo cierto es que esta asunción de genuinidad es falsa, porque la fruta es originaria de China y los neozelandeses empezaron a cultivarla con éxito durante la primera mitad del siglo XX, y huyeron del nombre original chino para buscar una denominación que la hiciese pasar por típicamente neozelandesa basándose en su parecido con su ave emblemática, decidiéndose por kiwifruit, que acabó degenarando popularmente en simplemente kiwi)
No hay que decir que son ya muy vistos en internet montajes de esta índole, y que ya habíamos visto ratones-kiwi, ranaranjas, cebrocerontes y toda suerte de hibridaciones, pero son tan replicadas y copiadas a través de la red que ya no es fácil determinar su autoría, y a alguien había que adjudicar el mérito de producir obras de este tipo, y que constituirían un género emparentado con los cadáveres exquisitos, el dadá, el surrealismo e incluso la crítica a la ingeniería genética tan ilustremente analizada por autores de peso como Patricia Picinini.
Desde luego, Julien Tabet no sólo realiza fotomontajes digitales protagonizados por animales, sino otros muchos de temáticas diversas, pero muchos de los más divulgados a través de las redes son éstos, y sin duda los más populares, como no podría ser menos en un universo en el que todavía imperan los videos y memes de gatitos.
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A diferencia de la juguetona experimentación de DeRemer, Tabet repite ciertos recursos que atañen a los rasgos superficiales de la imagen de los animales y a su calado cultural, pero también los evoca como recipientes metonímicos de sus biotopos a través de símbolos como el mar y las peceras, tal y como de alguna manera ya habíamos observado en Isana Yamada, Robin Wood, Tiffany Bozic, Andreas Lie y otros artistas que ya hemos comentado en su momento.
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El mismo proceso de fagocitación de metonimias visuales que asocian animales a entornos naturales humanizados por la arquitectura y por toda suerte de artificios se repiten en los trabajos del proyecto de Les Creatonautes, revestido de un halo de originalidad proyectado por medios de difusión hambrientos de contenido llamativo.
Aunque en ocasiones, como decimos, Tabet muestra un cierto cinismo lírico, un cierto sentido de la finura en su humor, a decir verdad Le Creatonautes, al marcarse un reto diario, acumulan un stock de imágenes que recuerdan demasiado a algo ya visto, pero revestidas de un cierto aire pop filtrado por el diseño gráfico supuestamente moderno de la era internet, y por tanto consumista y hipster, carente de valores y, más que creativo, tremendamente ocurrente, ocurrente hasta la extenuación alimentada por la imparable inercia del chascarrillo, del brain storming de los creativos de agencia, que han pasado de absurdamente selectivos a no descartar ni desperdiciar ningún subproducto de su trabajo, siempre didáctico y ejemplar para las escuelas de arte y diseño, para las revistas especializadas y los artículos de tendencias.
Y en este frenesí consumista y supuestamente artístico quedan reflejados los animales, convertidos en títeres a la vez que en ensueños, en dioses a la vez que en caricaturas, en productos de consumo sin consumir. Una vez más, intencionadamente o no, la iconografía animal contemporánea apunta a la condición desvalida de sus auténticos protaginistas y a una no bien reconocida añoranza del mundo natural y sus variados habitantes.
Mafa Alborés
https://www.instagram.com/les.creatonautes/
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