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miércoles, 12 de agosto de 2020

Cromos y divulgación zoológica. Ilustración naturalista y coleccionismo. Charlie Charmer nos ilustra acerca de cromos y dinosaurios.


Y enlazando con la ingenuidad de los dibujos infantiles y su reinterpretación literal a través del fotorrealismo digital, retomamos un tema que nos ha invitado a reflexionar en el pasado: la asociación entre la representación gráfica de animales y la curiosidad infantil.

Lo hacemos ofreciendo un nuevo recopilatorio de imágenes y reflexiones acerca de la influencia de los álbumes de cromos coleccionables en la divulgación zoológica popular y en la imagen cultural de los animales, pero lo hacemos también especialmente motivados por las recientes entradas de Koprolitos dedicadas a este tema en el ámbito específico de los dinosaurios y la paleontología, un suculento artículo de Charlie Charmer fracionado en entregas que recomendamos y del que ofrecemos un extracto al final de este post. 

Cuando dedicamos una entrada a ilustrar uno de los experimentos de identificación gráfica de animales con nuestros alumnos, elegimos deliberadamente una chinchilla por la ambigüedad que su imagen ofrece para ser identificada como especie concreta por los alumnos poco iniciados en zoología, pero a sabiendas de que en cierta época, mis compañeros escolares coleccionistas de cromos habrían recordado el cromo correspondiente a esta especie, y posiblemente algunos la habrían identificado (curiosamente, la imagen de la chinchilla se correspondía a uno de esos cromos recurrentes para ser impresos en más copias y pertenecer a la categoría de "cromos repetidos" que todos los coleccionistas conocían, a diferencia de los menos reproducidos, objeto de búsqueda obsesiva para la revalorización del intercambio)

La curiosidad infantil es ávida y se alimenta por una sensibilidad alerta y sobredimensionada. Todo aquello que alertaa nuestra percepción y reclama su atención ha de incrementar su adscripción a las leyes gestálticas para que el desinterés no la lleve a buscar nuevos estímulos. Nada más fascinante que cualquier otro ser vivo que muestre rasgos diferenciales, más atractivos cuanto más insólitos, y lo que vale para la vida natural vale también para su emulación gráfica. No es de extrañar que durante siglos los libros más copiados, vistos y leídos, fueran los bestiarios y sus derivados, dando lugar a la especulación gráfica sobre la imagen de los animales, existentes o no. 

El advenimiento de la Ilustración en el siglo XVIII supuso también la proliferación de la ilustración en los libros de divulgación científica y naturalista, que en el siglo XIX se verían afectados por la llegada del fotograbado tanto como por la teoriá de la evolción. La expansión colonial y la navegación a vapor hicieron proliferar las imágenes captadas en lugares lejanos, sus paisajes y la fauna y flora que los habitaba. La economía de páginas ilustradas en los libros hacía que para aportar el máximo de información visual se concentrasen múltiples especies en una sola imagen, dando la impresión de que cualquier otro lugar estaba plagado por doquier de criaturas llamativas, de formas extrañas y, con la llegada de las ediciones en color, coloridas. La atracción atávica por los colores vivos y los animales grandes o con atributos físicos conspicuos condicionaron la estética de las ilustraciones naturalistas como reclamo al margen de sus textos, tanto en el público infantil como en el público adulto cuyo niño era despertado con tales argumentos visuales.

Si en el siglo XVIII, la progresiva especialización de los artistas naturalistas y científicos aumentó el grado de verosimilitud gráfica, la llegada de la fotografía en el XIX hizo que los artistas comenzasen a disponer de un modelo preciso de los animales reproducidos. Es más: si antaño los ilustradores naturalistas de campo dependían de la habilidad de los artistas grabadores a la hora de reproducir sus imágenes en las planchas que reproducirían sus obras en las páginas de los libros ilustrados, muy pronto las fotografías pasarían a ser el modelo directo de muchos grabadores y no pasaría mucho tiempo en que el fotograbado permitiese reproducir de forma impresa la propia fotografía, que también había llegado a colarse en forma de copia genuínamente fotográfica entre las páginas.

El realismo y la reproducción fidedigna de los colores naturales fueron previos a la aparición de las imágenes fotográficas, gracias al perfeccionamiento de las técnicas de grabado litográfico, y, en ese sentido, pese a la modernidad y vinculación directa con la realidad de las imágenes fotográficas, lo cierto es que el realismo detallado y con una reproducción fidedigna del color es previa a la aparición de la fotografía y de la aplicación de técnicas fotomecánicas en la publicación de libros ilustrados, aunque sí es cierto que el paradigma de edición ilustrada de calidad venía marcada por libros de tema zoológico y naturalista. Como ya mencionamos al referirnos a la historia del coloreado en las ilustraciones zoológicas, es en cierto tipo de ilustraciones que reproducen colecciones museísticas de evidencias zoológicas inertes (especialmente ejemplos de malacología, entomología y ornitología -a partir de modelos taxidermizados-) que posibiltan al artista transcribir con todo detalle (a menudo incluso los receptáculos y mobiliario museístico). Es algo fácil de constatar observando los ejemplos ofrecidos en nuestra Bibliografía Naturalista Comentada.

Creemos sinceramente que existe una relación inextricable entre zoología (y biología en general) y coleccionismo que empieza por la enumeración de los animales diferenciándolos y poniendo nombres a cada especie. Las ménageries y colecciones zoológicas, orígenes de los modernos parques zoológicos, son colecciones que emulan la posesión del mundo al poseer al menos un ejemplo de cada uno de sus componentes, y los rasgos propios que definen al coleccionismo se prolongan en el método científico, clasificatorio. 

El sistema Linneano no es más que la sistematización del coleccionismo y el coleccionismo naturalista de los museos de historia natural es el que determinará las características de los libros naturalistas ilustrados, que a su vez serán objetos de colección bibliográfica en las librerías y bibliotecas, sirviendo además como inventario o registro gráfico de las colecciones de evidencias. No es de extrañar que la avidez coleccionista, la curiosidad infantil y la pedagogía se aliaran en forma de estampas impresas coleccionables. Los álbumes de cromos coleccionables han sido (y siguen siéndolo) un lucrativo negocio basado en la avidez por aumentar (y en última instancia, completar) una colección.

En el caso de los álbumes de cromos de tema zoológico, estamos convencidos de que han sido una forma de popularización de la zoología ilustrada y ha jugado un papel importante a nivel pedagógico y conceptual, para lo bueno y para lo malo, dado que, indudablemente, han contribuido a remarcar la apreciación del acervo natural como una posesión fraccionable, consumible.

El esquema de cuadrículas y casillas vacías rellenables de los anaqueles de los museos se repite en las páginas a la espera de ser completadas e invadidas de color por sus correspondiente estampas. Los cromos no sólo han de ofrecer una cierta información visual sobre los animales y sus constumbres o capacidades (a modo de resumen de aquello que se sabe acerca de ellos) sino también generar a la vez que colmar una cierta expectativa, un cierto deseo de posesión estimulado por su amalgama de colores, por su composición, por la puesta en escena de hechos más o menos ejemplares o conocidos o, al contrario, de rarezas y curiosidades. 

Y, si bien ya habíamos observado algunos de estos aspectos de la ilustración zoológica al referirnos a la iconografía de la divulgación zoológica en el pasado, también es cierto que observamos también, al respecto de un caso ejemplar particular, cómo a menudo se aliteran abigarradamente ecosistemas enteros en ilustraciones que muestran no la realidad natural sino una especie de plato precocinado y concentrado de ingredientes representativos de un biotopo, como especificamos al referirnos a un yacimiento paleontológico conocido como "entrada de la muerte":

“entrada de la muerte”: cementerio de numerosas especies


Una de las convenciones más frecuentes en las ilustraciones de libros de zoología es la inclusión casi alegórica de múltiples especies propias de un biotopo en una misma imagen.
Lo más normal en un biotopo es no ver ni uno sólo de los animales que lo habitan, y sin embargo, para asociar, desde un punto de vista pedagógico, las especies animales a su entorno natural, estamos familiarizados con imágenes que muestran paisajes típicos que ejercen de decorado para la presencia por aliteración de múltiples especies atrapadas en el mismo espacio de una página ilustrada.


El recurso de aliterar distintos momentos posibles en un solo espacio ya se daba de algún modo en las primeras pinturas rupestres, y, fuera del ámbito del arte aplicado a la ilustración zoológica, podemos recordar ciertos temas mitológicos recurrentes en la historia de la pintura que ayudaban a mostrar distintas vistas posibles de un objeto de interés, como ocurre con el cuerpo femenino visto desde diferentes perspectivas a la hora de ilustrar el juicio de Paris o las Tres Gracias, abriendo además la posibilidad de contemplar una belleza rubia junto a una pelirroja y una morena (el esquema se repite de algún modo en el éxito de fórmulas similares como la serie "Los Ángeles de Charlie" o "Sexo en Nueva York", y son frecuentes los tríos femeninos protagonistas en películas como "Historias del Corazón", "El club de las Primeras Esposas", "Las Brujas de Eastwick" y otras). Del mismo modo, existe esta costumbre de mostrar tres o más actitudes y poses posibles de una misma especie animal en una única ilustración.



Los paisajes representativos de un clima o biotopo en el que se aliteran todas las especies posibles representativas de la zona es algo a lo que estamos bien acostumbrados y, aunque sepamos que la Naturaleza no suele ser tan generosa con su propia puesta en escena, aceptamos la convención como si de un inventario en forma iconográfica se tratara.
Aplicando esta fórmula a sus portadas, algunas colecciones editoriales alcanzaron un gran éxito comercial y una importante repercusión en la divulgación de contenidos de carácter zoológico, y al respecto ya hemos mencionado en alguna ocasión la colección de Auriga Ciencia "Vida Íntima de los Animales" publicada en los años setenta por la editorial AFHA en nuestro país.

Es por todo lo comentado hasta ahora que la Sabana Africana sigue siendo el biotopo fotogénico por excelencia, al ofrecer la posibilidad de observar simultáneamente variedad de ejemplares de diversas especies en un misma imagen sin necesidad de manipularla. En una selva puede haber mayor variedad de especies, pero no es fácil vislumbrarlas y mucho menos ver las más representativas simultáneamente en un mismo espacio escópico. Imaginemos, entonces, cuánto más difícil será encontrar en la naturaleza un lugar donde poder registrar simultáneamente grupos selectos de categorías animales, como podríamos encontrar en un libro ilustrado de reptiles, anfibios, depredadores, aves...todos reunidos en un mismo espacio posando para el cuadro.


La estampa, o el cromo coleccionable, condiciona la distribución de las imágenes en la página y su disposición y, si bien en ocasiones encontramos cromos destinados a ocupar lugares determinados dentro de la maquetación asociándose a una posición respecto al texto, lo cierto es que en origen las páginas ilustrada y las de texto se concebían por separado en los libros, así que los álbumes de cromos coleccionables, pese a mantener un cierto orden sistemático en casilleros, intentaban mantener la frescura de los libros ilustrados que asociaban imagen a texto, cosa que acabó teniendo un efecto de retorno, llegando a casos ejemplares de ediciones de colecciones de libros ilustrado, especialmente en la década de los años 70s del siglo pasado, en que eran los libros y su diseño los que emulaban la distribución de imágenes propias de los álbumes de cromos, distribuídos como viñetas equidistantes en rejillas predeterminadas en el formato de la página. 

Las grandes imágenes se reservaban a las portadas, a modo de reclamo, y ello pasó a un esquema característico a doble página en que las imágenes grandes, a la izquierda, se reservaban a la presentación emblemática de la especie animal, y la página de la derecha reproducía viñetas equidistantes, en analogía a los álbumes de cromos y la secuenciación de los cómics y los story boards de cine para reproducir escenas clave del comportamiento y costumbres de los animales. El texto, a modo de pie de foto, completaba dicha información, pero el afán de síntesis o de reclamo de atención por parte del espectador propiciaba a menudo la dramatización y una especie de amarillismo truculento que apuntase al poder evocador de la narrativa literaria de aventuras ilustradas. De ello constituye un magnífico ejemplo la colección Auriga Ciencia de la editorial Afha (Vida Íntima de los animales) o su emulación en fascículos coleccionables de Vida Animal, herederas del éxito de álbumes de cromos como los editados por Maga en los años 60. 

En todos ellos es característico el uso de imágenes realizadas por ilustradores, por más que estuviesen inspiradas en el realismo fotográfico, en aras de superar en detalle e información a lo ofrecido por las fotografías o sus reproducciones en libros ilustrados. 

No obstante, con el paso del tiempo y la popularización de las revistas ilustradas, el cine y la televisión, lo cierto es que a mediados de la década de los tetenta y en adelante ya empezaron a imponerse los álbumes cuyos cromos reproducían exclusivamente material fotográfico. 

Los álbumes constiuían un negocio asiciado a la venta de los cromos coleccionables, pero también es cierto que dichas colecciones se asociaron a su adquisición como obsequio de otros productos, convirtiéndose en un reclamo de consumo de dulces, chocolates y bollería industrial que formaron parte de la vida del escolar amparándose en su carácter educativo y divulgativo, escogiendo para ello temas que suscitasen el interés y la curiosidad de los niños y los adolescentes. 

Los animales nunca dejaron de estar presentes en sus colecciones.

A continuación, y antes de ofreceros las valiosas selecciones de Charlie Charmer para Koprolitos, os ofrecemos una recopilación de imágenes en las que podréis comprobar la evidente influencia de los álbumes (destacamos la persistente presencia de los álbumes MAGA) en las ediciones de Vida Animal y Vida Íntima de los Animales de la colección Auriga Ciencia de Afha. 

Observad cómo en las sucesivas ediciones de la colección, ésta fué optando por desvincularse de la estética de la página dercha viñeteada en cuadrículas emulando a los álbumes de cromos para evolucionar en analogía a los cómics más adultos y modernos con nuevas y arriesgadas composiciones de página combinando distintos formatos de viñeta, rompiendo una narrativa muy esquematizada que se suponía su nuevo público ya sobreentendía a la perfección.















































lunes, 20 de julio de 2020

Cromosaurios (I)

EL CROMOLÍTICO

Comercializados tradicionalmente como regalo promocional, en la mayoría de los casos acompañando a productos alimenticios, los cromos suelen ser concebidos como productos dirigidos esencialmente al público infantil por sus valores pedagógicos, pues sirven para desarrollar las capacidades sociales de los niños a través de juegos o intercambios y, como cualquier colección, para aprender a organizar y estructurar. Incluso su temática (dejando al margen los de fútbol, claro) ha sido con frecuencia buscada como refuerzo gráfico de la materia escolar (naturaleza, historia…). Este carácter infantil unido al hecho de su –cada día menor- gratuidad parece restarles valor, aunque hay cromos de una calidad artística indiscutible. En las próximas entregas vamos a realizar un breve recorrido por la historia de este soporte deteniéndonos, como siempre, en los casos en que el medio ha contribuido a la paleocultura popular. Bienvenidos al mundillo de la paleocromolitografía.

Si bien las técnicas de estampación son milenarias en China y el grabado en madera (xilografía) se practicaba en Occidente desde finales de la Edad Media, la mayor dureza –y por tanto resistencia- de la piedra hará que la litografía (1796, Aloys Senefelder) revolucione la impresión de imágenes, permitiendo un aumento considerable de las tiradas y abaratando el producto final, favoreciendo de este modo su difusión a nivel popular.

Dinosaurios astrónomos en una caricatura de 1861 litografiada en Punch 

Aunque la caricatura se había extendido gracias a la xilografía, la expansión de la litografía impulsa la edad de oro del género, que comienza en 1820, cuando aparecen la gala La caricature y la británica The Monthly Sheet of Caricatures, a la que sucederá Punch en 1841.

En 1817, el adolescente suizo Rodolphe Töpffer se inicia con su padre (pintor) en la técnica de la litografía que en los años 30 utilizará como base para sus cuadernillos de ilustraciones secuenciales que hoy se consideran los primeros cómics de la historia.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Godefroy Engelmann, el padre de la criatura

En 1837 Godefroy Engelmann inventó un sistema de litografíado a todo color al que denominó “cromolitografía”. Para conmemorar la Exposición Universal de París de 1867, Bognard Lithography editó la primera serie de pequeñas cromolitografías coleccionables –a las que pronto se conocerá aquí por el apócope de “cromos”- de que tenemos noticia, ilustrados con la imagen de los diferentes pabellones.


Mientras en el área anglosajona las primeras “trading cards” (pronto especializadas en deportes) se distribuyeron en el último cuarto de siglo junto a cigarrillos, la empresa alemana de alimentación Liebig comenzó a regalar “sammelkarten” junto a sus “extractos de carne” en 1872. Algunos estaban dedicados a la fauna extinta, incluyendo dinosaurios, como la serie “Periodos geologicos” (1892), que se editó en Alemania, Italia (donde se conocen como “figurine”) Holanda (“ruil kaarten"), Francia y Bélgica (“cartes à collectionner”).


En 1884 la gala Chocolates Poulain comienza a introducir cromos dentro de sus tabletas, iniciativa con gran éxito que pronto seguirán otras empresas del ramo, como la suiza Suchard, que en 1899 editó doce tarjetas ilustradas con imágenes de fauna extinta.


“Animales prehistóricos” fue una de las 50 series -600 cromos en total- del español Álbum Nestlé (1930-1935), que Chocolate Nestlé ya había editado en los años 20 en otros países europeos. Ilustrados por Pere Clapera (1906-84) y con los nombres de los dinosaurios sin traducir, se entregaban como regalo en el producto de la casa “Lactógeno para el recién nacido”, sustituto de la leche materna. El editor fue Joan Barguñó, que en 1939 publicó una colección de 36 cromos con el mismo título.

Chocolates Juncosa editó en los años 30 la colección Historia Natural, que incluía algún cromo con dinosaurios, como el nº 47 dedicado al iguanodonte.

Fundada por Emilio Díaz Ferrer, alcalde afecto al régimen de Alcañiz en 1941-49, la casa Chocolates Díaz patrocinó la colección de 40 cromos “Animales prehistóricos”. Bajo la ilustración del "Rinoceros tricornio" -como el "Tricerraptos", se trata de un verdadero nomen ignotum que tal vez rindiera honores a la Guardia Civil- puede leerse el nombre del artista: “Masiá”, autor de otras series de cromos de distinta temática (deportes…) en los años 30.


Reverso y anverso del "Rinoceros tricornio"




lunes, 27 de julio de 2020

Cromosaurios (II)

EL CHOCOLATE DEL LORO

Hace millones de años (1971)

Tras la Guerra Civil, los pocos que podían dedicar su dinero a algo que no fueran necesidades básicas, podían adquirir también cromos directamente en los quioscos, mediante “sobres-sorpresa” que contenían uno o dos pares.

En el área anglosajona, las tabacaleras dejan de repartir trading cards en 1940 debido a la escasez de papel. Tras la II Guerra Mundial no retomarán la producción, si bien para entonces han tomado el relevo compañías de chicles como Goudey Gum (Boston), pionera en distribuir cromos de béisbol en 1933, a la que seguirán Bowman Gum (Filadelfia) en 1948 y Topps Chewing Gum (New York) en 1950. En 1966 Topps lanzó una colección de trading cards inspiradas en el programa de televisión de Batman, en algunas de las cuales podemos ver dinosaurios.

Otra casa neoyorquina, Simon & Schuster Inc., publicó el álbum Animals of the Past (1955), con textos Rose Wyler y Gerald Ames e ilustraciones del paleoartista Matthew Kalmenoff (cromos), que trabajó en el American Museum of Natural History en los años 50, 60 y 70, y Robert Gartland (álbum). En 1958, la mexicana Novaro publicó la versión castellana.
En 1953, la SER emitió el serial Diego Valor, que pasan a viñetas en Editorial Cid Enrique Jarnés Bergua “Jarber”, Braulio Rodríguez “Bayo” y Adolfo Álvarez Buylla, llegando a tirarse 100.000 ejemplares y convertirse en una auténtico fenómeno mediático y de merchandising. Será el primer cómic español trasvasado a televisión; también pasó al teatro y se grabaron un par de discos con portada de José Carlos, además de servir de base a juguetes o los 216 cromos de la colección que en 1956 editó Chocolates Matías López, realizados por los autores del cómic, en alguno de los cuales encontramos dinosauroides alienígenas.
En 1958 Chocolates Lloveras dedicó una colección de cromos a la novela de Verne Viaje al centro de la tierra ilustrada por Alfonso Iñigo Font.

Vida y Color 2

En 1965 el rey de los naipes, Heraclio Fournier, impulsó la serie Vida y Color, cuyo éxito impulsó dos secuelas: en la de 1968 hemos encontrado una docena de dinosaurios.

Crom-Historia, la colección favorita de Conan, el bárbaro

En los 60, la televisión y el repunte de la censura terminaron con la producción de tebeos de la valenciana Maga, la editora donde los hermanos Gago publicaron tantas historias de dinosaurios (Piel de Lobo, Cástor, Pequeño Pantera Negra), que se dedicó a los cromos hasta su cierre veinte años después. En 1967 lanzaron la colección Crom-Historia con varios dinosaurios.

Geo-ciencias

Scheelita-Daco editó en 1967 la colección Geo-ciencias, que incluía algunos cromos de dinosaurios. Keisha Ediciones reutilizó este material a comienzos de los 70.

Cuando ya era conocido en Francia por el prehistórico Rahan (1969, con Roger Lecureux), en cuya serie no faltan dinosaurios, Enrique Badía Romero debía conformarse en España con ilustrar colecciones de cromos como Hace millones de años (1971) para el editor Ruiz Romero. La colección fue distribuida por Chocolates Torras, que en 1979 la llevó a Argentina.



Varios cromos de la colección Hace millones de años
 
 


lunes, 3 de agosto de 2020

Cromosaurios (III)

BOLLERÍA INDUSTRIAL

Platos voladores al ataque

Las compañías de repostería industrial van a tomar el relevo de las chocolateras para la distribución gratuita de cromos que, a partir de comienzos de los años 70 se transforman en autoadhesivos o stickers, que evitan tener que utilizar pegamento para unirlos al álbum, aunque en Norteamérica van a seguir prefiriendo el soporte tradicional. Otra fuente de innovación fueron los cromos holográficos, que aparecen en los 80.

No sabemos dónde se documentó Bimbo para esta leyenda, pero queda patente que su labor pedagógica dejaba bastante que desear

Entre las muchas colecciones de cromos que impulsó la mexicana Bimbo (1945) se encuentran la enciclopédica Album Bimbo de conocimientos universales (1963) a la que pertenecía la serie “Animales prehistóricos”. Le siguió El porqué de las cosas (1971), en la que cada cromo respondía a un interrogante y cuyo éxito propició sendas secuelas los dos siguientes años: en el álbum de 1973 apareció este cromo en torno a la cuestión “¿Por qué ya no existen dinosaurios?”.

La editorial Fher adaptó Los Picapiedra y otras series de televisión de Hanna-Barbera en Huckleberry Hound y otros personajes en alegres historietas de la televisión (1962) o Flintstones: Los Picapiedra en episodios de la TV y Comic-Romo Los pequeños Picapiedra en un álbum de 1988; en ambas encontraremos dinosaurios como la mascota de los Flintstones, Dino. También la italiana Panini (1961), especializada en cromos de fútbol o personajes animados [1], publicó un álbum de Los Picapiedra.

Y ya te hemos hablado aquí y aquí de los cromos kaiju de la serie Pachimon de la nipona Yokopro en los 70.


Un par de cromos de Platos voladores al ataque

En Argentina, el guionista de cómics tristemente "desaparecido" por la dictadura militar Germán Oesterheld produjo junto a su dibujante Alberto Breccia una colección de cromos (allá los llaman “figuritas”) llamada Platos voladores al ataque (1971), con dinosaurios a tutiplén. La influencia del juego de cartas intercambiables de Topps Mars Attacks! [2] (1962) era obvia, pero la calidad de los autores la convierte en una obra única.

Dinosaurs Attack!

Hablando de Topps, en 1967 lanza su serie estrella Wacky Packages (que aún se continúa ampliando con los cromos de 2018 Jurassic Squirrel u Oddzilla 2 o el de 2019 Mars Attacky Packages); en 1969 publicó el spin-off Wacky Ads, con parodias de Jay Lynch y Kim Deitch, con pinturas terminadas de Tom Sutton. En 1985, Topps incluyó cromos de temática paleontológica en la serie Garbage Pail Kids (1985). Herb Trimpe y Earl Norem ilustraron para Topps la mayoría de las cartas del juego que ya vimos por aquí Dinosaurs Attack! (1988), ideado por Art Spiegelman, Len Brown y Gary Gerani. Eclipse editó el primer número de una miniserie adaptándolo a viñetas (1993) que retomará IDW años después. 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
La tapa de un yogur también sirve para imprimir un cromo

El postre lácteo “Chamburcy” utilizaba la propia tapa para imprimir cromos, como los de la serie de televisión Dinosaurios (1991) de Jim Henson.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Dinosaurio jugando al hockey sobre patines (Dino movis)

Las galletas “Lu” (Lefèvre-Utile) han ofrecido cromos holográficos con saurios deportistas Dino movis (1990), los han incluido también en sus galletas “Dinosaurus” (el KoProFagO nos desveló aquí que en las comercializadas en España había dos cromos para recortar mientras las gabachas sólo traían una pegatina decadente…) o nos han deleitado con un alfabeto (c.1996) en el que cada letra estaba acompañada de un dinosaurio, con partes fluorescentes que brillaban en la oscuridad.

 
Monstruos y leyendas de otros tiempos

Planeta DeAgostini lanzó la colección Álbum de dinosaurios (1992) y acabamos con una rareza de comienzos de los 90 y editorial desconocida: Monstruos y leyendas de otros tiempos, que incluía una sección sobre dinosaurios... verdaderos nomen ignotum, como el “lagártido”, el "litosaurio" o el “odontomax”, que ya tuvimos ocasión de comentar aquí.

Nueva entrega de Mars Attacks! por Alex Horley [2]

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[1] Como Dinosaurio de Disney (2000) o Ice Age 3: El origen de los dinosaurios (2009), aunque también tiene series más originales como Dinosaurios como yo (2015).
[2] En 2016, Alex Horley ha introducido dinosaurios en una nueva entrega de cartas de Mars Attacks!

 
 
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