
Lo más normal en un biotopo es no ver ni uno sólo de los animales que lo habitan, y sin embargo, para asociar, desde un punto de vista pedagógico, las especies animales a su entorno natural, estamos familiarizados con imágenes que muestran paisajes típicos que ejercen de decorado para la presencia por aliteración de múltiples especies atrapadas en el mismo espacio de una página ilustrada.

Los paisajes representativos de un clima o biotopo en el que se aliteran todas las especies posibles representativas de la zona es algo a lo que estamos bien acostumbrados y, aunque sepamos que la Naturaleza no suele ser tan generosa con su propia puesta en escena, aceptamos la convención como si de un inventario en forma iconográfica se tratara.

Aplicando esta fórmula a sus portadas, algunas colecciones editoriales alcanzaron un gran éxito comercial y una importante repercusión en la divulgación de contenidos de carácter zoológico, y al respecto ya hemos mencionado en alguna ocasión la colección de Auriga Ciencia "Vida Íntima de los Animales" publicada en los años setenta por la editorial AFHA en nuestro país.
Es por todo lo comentado hasta ahora que la Sabana Africana sigue siendo el biotopo fotogénico por excelencia, al ofrecer la posibilidad de observar simultáneamente variedad de ejemplares de diversas especies en un misma imagen sin necesidad de manipularla. En una selva puede haber mayor variedad de especies, pero no es fácil vislumbrarlas y mucho menos ver las más representativas simultáneamente en un mismo espacio escópico. Imaginemos, entonces, cuánto más difícil será encontrar en la naturaleza un lugar donde poder registrar simultáneamente grupos selectos de categorías animales, como podríamos encontrar en un libro ilustrado de reptiles, anfibios, depredadores, aves...todos reunidos en un mismo espacio posando para el cuadro.
En paleontología, el descubrimiento de yacimientos donde se reúnan muchas especies diferentes se debe a causas naturales diversas, a menudo de carácter más o menos catastrófico, pero intrínsecas a la posibilidad del hallazgo (encontrar ejemplares aislados depende todavía más de la casualidad) y es por ello que nos ha parecido digno de mención el reciente hallazgo de un yacimiento en el que se concentran gran cantidad de ejemplares en buen estado de depredadores, exclusivamente, como si de una de esas ilustraciones alegóricas se tratase:
Una cueva con “entrada de la muerte” se convirtió en el cementerio de numerosas especies
Por José de Toledo | Apuntes de Naturaleza – mar, 7 may 2013
Entre los animales que se han podido recuperar hay dos especies de tigres de dientes de sable (Promegantereon ogygia y Machairodus aphanistus), un antecesor del panda rojo (Simocyon batalleri), una hiena (Protictitherium crassum), y un anficiónido o perro-oso (Magericyon anceps).
Todos estos restos se encuentran en un estado de conservación realmente destacable. Generalmente, cuando se encuentran agrupaciones de fósiles de especies tan distintas, el orígen suele ser catastrófico. Es decir, un alud o una riada con gran cantidad de sedimentos tuvo lugar justo antes de la muerte de los animales y por eso aparecen reunidos.
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Cuando ocurre esto, los huesos que se encuentran resultan dañados. Y especialmente los cráneos, que son más delgados y ligeros que el resto del esqueleto. Pero en el caso de Batallones no es así. Casi no existen fracturas, y la mayoría de los cráneos están intactos.
Este hecho sorprendió a los investigadores. Pero lo que más les llamó la atención, y lo que hizo que determinasen que el orígen no podía ser de tipo catastrófico, era la casi total ausencia de herbívoros. El 98% de las especies encontradas eran depredadores.
Entonces, ¿cómo se reunieron animales que en vida luchan y compiten por los recursos, para morir en un lugar que, además, ha permitido conservar excepcionalmente bien sus restos? La explicación que han encontrado los científicos resulta bastante sencilla.
Cuando estos animales vivían, hace unos 10 millones de años, la zona del yacimiento era una cueva que se formó por el lavado de las arcillas. Funcionaba como un cuello de botella: los depredadores entraban en ella buscando comida o bebida y una vez dentro no podían salir, ya que las paredes resultaban demasiado empinadas y resbaladizas.
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Los que no entraban eran los herbívoros, o al menos – tal y como se puede deducir por los restos fósiles – procuraban evitarlo. Para un animal acostumbrado a ser presa de otros, esta cueva era una trampa mortal. Así que los carnívoros que quedaban dentro morían de hambre. Y sus restos servían como reclamo para carroñeros como las hienas.
En este yacimiento aún queda mucha información por conocer. Antes de publicar este estudio, ya había sido noticia por el hallazgo del antecesor mejor conservado de un panda rojo, y por la presencia de un pariente del elefante africano (Tetralophodon longirostris).
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