Si existen dos animales míticos por excelencia en tierra y mar tendríamos que referirnos al unicornio y a la serpiente de mar (aunque existen mitos criptozoológicos que apuntan también al unicornio marino, por cierto).
Los dones otorgados a las sustancias contenidas en el cuerno del unicornio se tornaron legendarias desde un pasado bastante remoto. Dichas leyendas, provenientes de distintas fuentes cultural y geográficamente diversas, guardan sin duda relación con las propiedades atribuidas al cuerno del rinoceronte, cuyas especies asiáticas, de un solo cuerno, se identificaron en tiempos de Marco Polo como la confirmación de la existencia de un animal fantástico que tal vez había sido inspirado por la distorsión creciente de las narraciones referidas a dichos animales. No insistiremos en ello dado que hemos dedicado páginas específicas del blog a la mitología e iconografía del rinoceronte, que siguen siendo las más visitadas de nuestras publicaciones.
Los hallazgos ocasionales de colmillos de narval en las costas causó la existencia del mítico unicornio marino, y los ocasionales avistamientos de grandes congrios, peces remo o ballenas observadas de forma confusa generaron el mito de las serpientes marinas. La imagen de la serpiente también ha sido analizada desde nuestras páginas, y poco podríamos añadir a no ser que en su vertiente de mito marino monstruoso reuniría dos miedos atávicos, a saber: el miedo a toda criatura serpentiforme y el miedo al mar como medio contenedor de criaturas difícilmente visibles y habitantes de un medio ya impropio.Lo cierto es que, aparte de compartir las páginas ilustradas de bestiarios, narraciones fantásticas y más o menos sesudos tratados de criptozoología, la asociación de ambos mitos parecía improbable, a no ser por mediación humana, lo cual es tristemente cierto, y no precisamente a manos de literatos y fabuladores, sino de explotadores comerciales sin escrúpulos.
Y es que el unicornio de la vida real, el rinoceronte asiático (y, por desdichada extensión, sus bicornes primos africanos) sigue siendo perseguido por las cualidades supuestamente medicinales de su cuerno. Su escasez encarece sus productos haciéndolos todavía más apetecibles como lujo o como remedio, y hacen de su comercio algo peligrosamente lucrativo a pesar de las medidas proteccionistas que, legislativamente, pretenden proteger la integridad de las especies africanas y asiáticas en preocupante proceso de extinción.
Curiosamente, las auténticas especies de serpientes genuinamente marinas, al igual que tantas otras terrestres, también son objeto de comercio por motivos medicinales en muchas culturas asiáticas, y su captura accidental entre otras especies marinas ha empezado a tornarse más rentable que la de las especies pescadas como alimento. Así lo constata un informe de Nguyen Van Cao del que da cuenta Jason G. Goldman para Conservation Magazine en Noviembre del pasado año. Entra en juego incluso el mítico Kraken asociado a los calamares gigantes, puesto que son los más modestos clamares objetos de explotación pesquera la especie perseguida por los hombres implicados en la captura, en principio accidental, de las también de modesto tamaño serpientes marinas, cuya disposición dental haría poco probable su letal mordedura, a no ser que camines descalzo en contenedores atestados de ejemplares vivos.
Lo que más llama la atención del caso es que las diferentes especies de serpientes marinas son muy venenosas, pero poco estudiadas toxicológicamente, así que no hay sueros o antídotos para sus improbables mordeduras. El creciente riesgo asumido por los pescadores conlleva la creciente demanda del remedio más tradicionalmente conocido en sus culturas: el cuerno de rinoceronte.
Mafa Alborés
Jason G. Goldman para Conservation Magazine:
Socios improbables: La caza furtiva del rinoceronte y la explotación de la serpiente de mar.
21 de noviembre, 2014
Cada mes, cientos de buques de pesca de calamar que regresan a puerto en Vietnam no sólo cargan con calamares, sino también con las serpientes de mar capturadas en el Golfo de Tailandia. Cada mes, las siete principales instalaciones de procesamiento de serpiente mueven un promedio de 6.500 kilogramos de serpientes de mar, que se venden entre $ 10 y $ 40 por kilogramo, dependiendo de la especie. En comparación, el calamar se vende entre $ 7 y $ 20 por libra, por lo que la captura de serpiente de mar es más lucrativa.
En la más reciente edición de la revista Conservation Biology, el investigador Nguyen Van Cao de la Academia de Ciencia y Tecnología de Vietnam y sus colegas argumentan que la cosecha de las serpientes de mar del Golfo de Tailandia es quizás la explotación sistemática más grande de reptiles marinos en el mundo, pero es lamentablemente ignorada o, como mucho, bajo escrutinio.
Durante cinco años, los investigadores observaron el comercio de serpientes, cómo cambiaban de manos de los barcos de pesca a los intermediarios, de los intermediarios a los comerciantes, y como las serpientes vivas eran embaladas para su envío por carretera, ferrocarril, barco o avión. Además, se entrevistó a 30 capitanes de los buques de calamar, 30 miembros de tripulación, 20 intermediarios, y un puñado de comerciantes, trabajadores en sus instalaciones de procesamiento, y médicos de los hospitales locales. Debido a que se sabe tan poco sobre el comercio de serpientes de mar, los investigadores simplemente querían determinar la extensión geográfica y temporal de la cosecha, qué especies se capturaban y y en qué cantidad, y cuáles han sido los factores socioeconómicos que impulsan el comercio.
La mayoría de las serpientes de mar llegaron en los buques de pesca de calamar a los dos principales puertos de Ca Mau Province de Vietnam, Song Doc y Khanh Hoi. Juntos, estos dos puertos son el hogar de siete principales comerciantes de serpiente de mar del país.
Una vez que las serpientes eran transferidas de los buques de pesca a los intermediarios, los intermediarios (que tiraban de un beneficio mediante el pago a los pescadores menor de lo que reciben de los comerciantes) que las trasladaban a los mercaderes. Allí, fueron ordenados en dos clases por tamaños, con los individuos más pequeños de menos de 500 gramos, y los más grandes que pesan más. Las serpientes son colocadas en cajas de poliestireno que contienen agua del grifo y sal, los agujeros para el aire se asoman en la parte superior, y se sellan con cinta adhesiva. Cada contenedor ostentó alrededor de 17-18 kilogramos, lo que equivaldría a un máximo de 40 grandes o 60 pequeñas serpientes.
Las serpientes son utilizadas por la carne, su sangre se infunde en alcohol ("para mejorar la salud y la virilidad"), los órganos se utilizan para la medicina alternativa (las vesículas biliares, en particular, se creen útiles para las mujeres embarazadas), y también se convierten en polvo para una especie de ungüento que se pretende para curar el dolor de las articulaciones, dolor de espalda, anorexia, insomnio, y para fortalecer los tendones y los huesos. Los efectos sobre la salud son, predeciblemente, dudosos.
La mayoría de las serpientes son de sólo dos especies: Lapemis curtus e Hydrophis cyanocinctus. El quince por ciento restante se compone de unas seis especies adicionales: Acalyptophis peronii, Aipysurus eydouxii, atriceps Hydrophis, H. belcheri, H. Lamberti, y H. Ornatus. Basándose en los análisis de los investigadores, todos eran individuos subadultos o adultos, aunque algunas hembras terminaron de dar a luz después de que fueron capturadas, dejando a algunos recién nacidos también en la mezcla.
A pesar de que cada una de estas especies está descritas en la lista por la UICN como "asunto preocupante" o "datos insuficientes", las tasas de captura revelan que, al menos en el Golfo de Tailandia, las poblaciones están disminuyendo. En 1995, sólo 25 a 30 barcos de calamar también cosechaban serpientes. En 2013, ese número había aumentado a 900. "La mayoría de los capitanes de los buques de calamar informó sobre cosechar serpientes marinas como captura incidental valiosa que requiere un esfuerzo adicional insignificante", escriben los investigadores, y se han tornado espectantes por traer serpientes a su regreso a puerto. Esa cosecha se ve quizás apoyada por el hecho de que el seguimiento de la explotación de la serpiente de mar y el cumplimiento de cualesquiera reglamentos en estos lugares "es prácticamente inexistente."
Como resultado, de 2009 a 2012, hubo una reducción estadísticamente significativa en la biomasa total de serpientes marinas recolectadas. En 2009, más de 100 toneladas se procesan a través de las instalaciones comerciales, lo que representa unas 275.000 serpientes individuales; 84 toneladas en 2010; 78 toneladas en 2011; y sólo 68 toneladas en 2012. El número real de individuos capturados es probablemente bastante mayor que las estimaciones, ya que los investigadores se centraron sólo en los buques pesqueros vietnamitas, ignorando los de Malasia y Tailandia, que también cosechan serpientes desde el Golfo de Tailandia.
Los resultados sugieren que a pesar de sus clasificaciones de la UICN, un gran subconjunto de especies de serpientes de mar en el archipiélago indonesio -un paisaje conocido por su alta biodiversidad marina- está en peligro de que sus poblaciones se vean dañadas o, gracias a las prácticas de pesca insostenibles., destruidas. Esta cosecha de serpiente marina particular ha estado sucediendo esencialmente desapercibida por las organizaciones nacionales e internacionales de conservación durante más de una década, en parte debido a que aparentemente entra en conflicto no abiertamente con las leyes vietnamitas, lamenta Nguyen. "Sin embargo, dado el volumen de serpientes y el amplio espectro de especies extraídas y que los efectos ambientales de las capturas se desconocen, la atención inmediata por parte de las organizaciones de conservación de la pesca de la serpiente de mar parece justificado."
Los precios considerables que se pueden pagar por las serpientes se refleja en el desprecio gratuito que los pescadores tienen por su propia seguridad personal. Las serpientes marinas son algunas de las más venenosas del mundo, y no hay antídoto para la mayoría de ellas porque están muy poco estudiadas en relación con otras criaturas venenosas terrestres. A pesar de ello, a menudo se manejan sin guantes, y los trabajadores suelen caminar descalzos en tanques que contienen serpientes vivas.
¿Un remedio popular para las mordeduras de serpientes? Cuerno de rinoceronte, aplicado directamente a la picadura, o pulverizado en una pasta para ser ingierido. Por lo tanto, existe un vínculo directo entre el desgarrador sentido de una brutal masacre, de rinocerontes por sus cuernos, y la pesca insostenible de serpientes de mar en el Golfo de Tailandia. Dos crímenes de vida silvestre sistemáticas, a miles de kilómetros de distancia, se facilitan mutuamente.
- Jason G. Goldman | 21 de noviembre 2014
(nótese que el artículo en su ubicación original está ilustrado con fotografías de una serpiente marina y de un rinoceronte, pero no un asiático unicorne, sino un rinoceronte blanco africano, bicorne, y distinguible del llamado rinoceronte negro por su característico labio superior recto y ancho -"wide", término que acabó confundiéndose fonéticamente con "white", "blanco", lo que determinó por contraste la denominación "negro" para la otra especie africana, también bicorne-) Mafa Alborés
http://conservationmagazine.org/2014/11/unlikely-partners-rhino-poaching-sea-snake-exploitation/
Unlikely partners: Rhino poaching & sea snake exploitation
Each month, hundreds of squid fishing vessels return to port in Vietnam loaded not just with squid, but also with sea snakes harvested from the Gulf of Thailand. Each month, the seven major snake processing facilities move an average of 6,500 kilograms of sea snakes, which are sold for between $10 and $40 per kilogram, depending on species. By comparison, squid sell for between $7 and $20 per pound, making sea snakes the more lucrative catch.In the most recent issue of the journal Conservation Biology, Vietnam Academy of Science and Technology researcher Nguyen Van Cao and colleagues argue that the harvest of sea snakes from the Gulf of Thailand is perhaps the world’s largest systematic exploitation of marine reptiles in the world, but it’s one that is woefully ignored or, at best, underscrutinized.
For five years, the researchers observed the trade in snakes as they changed hands from fishing boats to middlemen, from middlemen to merchants, and as the live snakes were packed up for shipping by road, rail, boat, or plane. In addition, they interviewed 30 captains of squid vessels, 30 crewmembers, 20 middlemen, and a handful of merchants, workers in their processing facilities, and physicians in local hospitals. Because so little is known about the trade in sea snakes, the researchers simply wished to determine the geographical and temporal extent of the harvest, which species were harvested and how much, and what the socioeconomic factors were that drove the trade.
Most of the sea snakes came in on squid fishing vessels to the two major harbors in Vietnam’s Ca Mau Province, Song Doc and Khanh Hoi. Together, those two harbors are home to the country’s seven major sea snake merchants.
Once the snakes were transferred from fishing vessels to middlemen, the middlemen (who pulled a profit by paying the fishermen less than they received from the merchants) moved them to the merchants. There, they were sorted into two class sizes, with smaller individuals being less than 500 grams, and larger ones weighing more. The snakes were placed into Styrofoam boxes containing tap water and salt, air holes were poked into the top, and it was sealed with tape. Each container held some 17-18 kilograms, which equaled as many as 40 large or 60 small snakes.
The snakes are used for meat, their blood is infused into alcohol (“enhancing health and virility”), the organs are used for alternative medicine (gall bladders in particular are thought useful for pregnant women), and they also become ground into a sort of glue which is purported to cure joint pain, back pain, anorexia, insomnia, and to strengthen tendons and bones. The health effects are, predictibly, dubious.
Most of the snakes were from just two species: Lapemis curtus and Hydrophis cyanocinctus. The remaining fifteen percent was comprised of an additional six species: Acalyptophis peronii, Aipysurus eydouxii, Hydrophis atriceps, H. belcheri, H. lamberti, and H. Ornatus. Based on the researchers’ assessments, all were sub-adult or adult individuals, though some females wound up giving birth after they were caught, leaving some newborn infants in the mix as well.
Despite the fact that each of these species is listed by the IUCN as either “learn concern” or “data deficient,” catch rates reveal that, at least in the Gulf of Thailand, populations are dwindling. In 1995, just 25-30 squid vessels were also harvesting snakes. By 2013, that number had increased to 900. “Most squid vessel captains reported harvesting sea snakes as a valuable bycatch that requires negligible additional effort,” write the researchers, and they’re now become expected to bring snakes back with them. That harvest is perhaps aided by the fact that tracking of sea snake exploitation and enforcement of whatever regulations are in place “is virtually nonexistent.”
As a result, from 2009 to 2012, there was a statistically significant reduction in the total biomass of sea snakes harvested. In 2009, more than 100 tons were processed through the merchant facilities, representing some 275,000 individual snakes; 84 tons in 2010; 78 tons in 2011; and just 68 tons in 2012. The actual number of harvested individuals is likely quite higher that the estimates, since the researchers focused just on Vietnamese fishing vessels, ignoring those from Malaysia and Thailand which also harvest snakes from the Gulf of Thailand.
The findings suggest that despite their IUCN classifications, a large subset of sea snake species in the Indonesian archipelago – a landscape known for high marine biodiversity – is in danger of having their populations damaged or destroyed thanks to unsustainable fishing practices. This particular sea snake harvest has been going on essentially unnoticed by national and international conservation organizations for more than a decade, in part because it apparently does not overtly conflict with Vietnamese laws, laments Nguyen. “Yet, given the volume of snakes and the wide spectrum of species extracted and that the environmental effects of the harvest are unknown, immediate attention by conservation organizations to sea snake harvesting appears warranted.”
The handsome price fishermen can be paid for snakes is reflected in the wanton disregard they have for their own personal safety. Marine snakes are some of the world’s most venomous, and there is no anti-venom for most of them because they’re so understudied relative to Earth’s other venomous critters. Despite that, they’re often handled without gloves, and workers often walk around barefoot in tanks containing live snakes.
One popular remedy for snakebites? Rhino horn, either applied directly to the bite, or ground into a paste and swallowed. Thus, there is a direct, heartbreaking link between the pointless, brutal slaughter of rhinos for their horns, and the unsustainable harvest of sea snakes in the Gulf of Thailand. Two systematic wildlife crimes, thousands of miles apart, each facilitating the other.
– Jason G. Goldman | 21 November 2014
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