Aunque Candida Höfer es más conocida por documentar espacios arquitectónicos y edificios de uso público, merece una mención especial desde hace tiempo en El Animal Invisible por uno de sus no especialmente más recordados proyectos fotográficos, dedicado a Jardines Zoológicos.
En este trabajo afronta la composición fotográfica con exigente atención a la geometría de acuerdo a los usos más frecuentes de la fotografía de arquitectura, algo a lo que al fin y al cabo nos tiene acostumbrados en otras de sus series, como aquellas dedicadas a Bibliotecas, por ejemplo.
Hay algo turbio en la arquitectura destinada al confinamiento animal amparado en su exhibición pedagógica, y se produce una especie de aliteración de conceptos, como hábitat o habitabilidad, que no hacen sino acentuar lo inhóspito de estos espacios.
En sus fotografías, de apariencia fríamente objetiva, no sólo nos cuestionamos qué hacen los animales salvajes en un entorno urbano apenas disimulado, sino incluso qué hacemos nosotros mismos habitándolo y transitándolo. Aunque el artificio de la ciudad no sea más que lo natural en la vida humana civilizada, el intento de simular su diferencia con el mundo natural sólo consigue acentuarla.
No es la primera vez que dedicamos nuestra atención a proyectos fotográficos con animales en cautividad. Muchos de ellos, como en el caso de Britta Jaschinski o el de Manuela Kulpa juegan con una cierta ensoñación que, en el caso de Jaschinski hace difícil distinguir sus tomas de animales en libertad de aquellas en que los animales se encuentran en cautiverio porque todas ellas denuncian la opresión del entorno humano sobre el mundo natural. Sus fotos en blanco y negro son claustrofóbicas en ambos casos, mientras que las de Kulpa huyen de esta pesadilla y muestra a los animales del zoo como si se imaginasen en un entorno natural, capturando momentos de bienestar y tranquilidad bien distintos del estado de abulia o estrés que denuncia Jaschinski. El efecto de ambos planteamientos, no obstante, consiguen que el espectador se cuestione acerca de los efectos del cautiverio en los animales y los interrogantes éticos acerca de confinarlos para su mera contemplación.
Candida Höfer ha desarrollado una indudable capacidad de observación de la composición espacial, de la fotografía de arquitectura en la que la simetría y y la atención al detalle (reforzada por su preferencia por grandes y medios formatos) introduce al espectador en el espacio con clara vocación interiorista. No obstante, lo llamativo de su serie sobre Jardines Zoológicos parece basarse en la reducción al absurdo para criticar duramente la existencia de este tipo de instalaciones de uso público. Cualquier intento de suavizar la artificialidad de estos espacios cara al espectador es puesto en triste evidencia en sus fotografías, más duras y frías que las autoras mencionadas pese a no renunciar al color.
Cuando la vegetación domina los recorridos, Höfer la usa como contraste del duro y áspero espacio diseñado para la conservación del animal, como en el caso del oso polar, tal y como ha hecho mucho más recientemente Sheng Wen Lo.
Si la pintura mural y los trampantojos intentan evocar los espacios naturales a los que pertenecen los animales, las fotos de Höfer delatan su falsedad en un entorno urbano, y cuando las soluciones arquitectónicas escogidas ni siquiera muestran intento alguno de suavizar lo chocante de la presencia de los animales en un espacio artificial, la fotógrafa parece encontrar justamente lo que busca para ponerlo en evidencia con sus composiciones que construyen espacios fotográficos realistas e inhóspitos.
Si la pintura mural y los trampantojos intentan evocar los espacios naturales a los que pertenecen los animales, las fotos de Höfer delatan su falsedad en un entorno urbano, y cuando las soluciones arquitectónicas escogidas ni siquiera muestran intento alguno de suavizar lo chocante de la presencia de los animales en un espacio artificial, la fotógrafa parece encontrar justamente lo que busca para ponerlo en evidencia con sus composiciones que construyen espacios fotográficos realistas e inhóspitos.
Hace ya unos cinco años que Candida Höfer publicó su libro fotográfico "Jardines Zoológicos" y hemos tardado demasiado en glosarla entre las obras de arte antrozoológico que de algún modo queremos constatar en este blog, pero nunca es tarde para reivindicar muestras tan indiscutibles de que nuestra relación con la imagen de los animales es prioritaria para nuestra cultura contemporánea y para el arte más significativo de nuestro tiempo. No os sorprendáis si en sucesivas entradas no nos preocupamos excesivamente por la actualidad de los trabajos mostrados, dado que empieza a irritarnos la breve vigencia de cualquier noticia, incluso sobre arte, en la cultura de internet, y simultáneamente somos muy conscientes de la facilidad con que la red resucita como novedad cosas del pasado. El hecho es que nuestra dedicación a los contenidos de El Animal Invisible tiene sus límites y os garantizo que la cola de borradores en espera es más extensa que nunca. No queremos sino compartir nuestra selección de hechos y manifestaciones antrozoológicas del arte que consideremos más importantes o significativas, pero también querríamos tener tiempo para comentarlas mínimamente o expresar nuestra opinión al respecto. Los tristes zoológicos fotografiados por Candida Höfer nos parecen la mejor introducción posible para los contenidos que os mostraremos a lo largo de este año. Confiamos en que sean de vuestro interés.
Mafa Alborés
No hay comentarios:
Publicar un comentario