¿Por qué los animales ingieren plantas psicotrópicas?, se pregunta Johann Hari, y cuando dice plantas, en realidad se refiere a cualquier fuente de sustancias psicoactivas, como podéis comprobar en el siguiente vídeo, por ejemplo, en el que vemos que incluso los venenos de ciertos animales pozoñosos son buscados con los mismos fines
http://boingboing.net/2015/01/20/why-animals-eat-psychoactive-p.html?utm_content=bufferaaf0f&utm_medium=social&utm_source=facebook.com&utm_campaign=buffer
Aunque Johann Hari ya es un referente bien conocido en la divulgación de la sociología de los estupefacientes, como otros importantes estudiosos y divulgadores del tema como, en nuestro país, los magníficos escritos de Antonio Escohotado ("Aprendiendo de las drogas"), hoy lo traemos a colación entre nuestros archivos por la reciente publicación de un artículo suyo en referencia al consumo de drogas por parte de diferentes especies animales como pretexto básico para arrancar su argumentación sobre la naturalidad del consumo de drogas en los seres humanos, un hecho que sería equiparable a la búsqueda de alimentos o de relaciones sexuales, es decir: a la satisfacción de las necesidades más directamente relacionadas con nuestros instintos animales básicos.
Os ofrecemos un extracto traducido del texto original, y os recomendamos visitarlo en su enlace original para disfrutarlo al completo:
¿Por qué los animales comen plantas psicoactivas?
Johann Hari, autor de Chasing the Scream: El primer y último día de la guerra contra las drogas, aprende sobre los elefantes borrachos, el búfalo de agua drogado, y la mangosta colocada.
Por Johann Hari
Naciones Unidas dice que la justificación de la guerra contra las drogas es construir "un mundo libre de drogas - podemos hacerlo!" los funcionarios del gobierno de Estados Unidos están de acuerdo, subrayando que "no hay tal cosa como el uso recreativa de drogas". Así que esto no es una guerra para detener la adicción, al igual que en mi familia, o el uso de drogas adolescente. Es una guerra para detener el consumo de drogas entre todos los seres humanos, en todas partes. Todos estos productos químicos prohibidos deben ser detenidos y removidos de la tierra. Eso es para lo que estamos luchando.
Empecé a ver esta meta de modo diferente después de que me enteré de la historia de los elefantes borrachos, el búfalo de agua colocado, y la mangosta flipada.Todos ellos fueron me fueron mostrados por un notable científico de Los Ángeles llamado Profesor Ronald K. Siegel.
La tormenta tropical en Hawai había reducido la casa de la mangosta a una masa de barro, y acostado allí, en medio de la suciedad y el agua, estaba la hembra de la mangosta - muerta-. El profesor Siegel, un asesor oficial de cabello plateado a dos presidentes de Estados Unidos y de la Organización Mundial de la Salud, observaba esta escena. La mangosta encontró el cadáver, y tomó una decisión: quería salir de su mente.
Dos meses antes, el profesor había plantado un potente alucinógeno llamado gloria plateada matutina en el corral. Las mangostas la habían probado, pero no parecía gustarles: tropezaban dando vueltas desorientadas durante algunas horas y se habían mantenido al margen de la planta desde entonces. Pero no ahora. Afectado por el dolor, la mangosta empezó a masticar. En poco tiempo, se había entonado y dejado llevar. Resulta que esto no era un suceso anormal en el reino animal. Es de rutina. Como joven investigador científico, a Siegel le había sido confiado por su supervisor que los humanos eran la única especie que buscan drogas a utilizar para su propio placer. Pero Siegel había visto gatos arremetiendo contra la hierba gatera - que, como él sabía, contiene sustancias químicas que imitan las feromonas de la orina de un gato macho; se preguntaba, ¿estaría realmente su supervisor en lo cierto? Dado el número de especies en el mundo, no habrá entre ellas otras que quieren viajar, drogarse o emborracharse? Esta pregunta le puso en un camino que le llevaría veinticinco años de su vida, el estudio de los hábitos del consumo de drogas de los animales desde las mangostas de Hawai a los elefantes de Sudáfrica a los saltamontes de la Checoslovaquia de la ocupación soviética. Era una misión tan inverosímil que en un campo de marihuana en Hawai, fue tomado como rehén por los traficantes de drogas locales, porque cuando les dijo que estaba allí para ver lo que sucedía cuando mangostas comían marihuana, pensaron que era la peor tapadera de la policía que habían oído nunca. Lo que Ronald K. Siegel descubrió parece extraño al principio. Lo explica en su libro "Intoxication":
Después de probar el néctar adormecedor de ciertas orquídeas, las abejas caen al suelo en un estupor temporal, entonces vuelven a por más. Las aves se hartan de bayas embriagantes, para luego volar con imprudente abandono. Los gatos olfatean ansiosamente plantas aromáticas "del placer", y luego juegan con objetos imaginarios. Las vacas que ramonean hierbas de especial rango se contorsionan, agitan y tropiezan de nuevo hasta las plantas a por más. Los elefantes, a propósito, se emborrachan de frutas fermentadas. Los aperitivos de "hongos mágicos" provocan que los monos se sienten con la cabeza en sus manos en una postura que recuerda a El pensador de Rodin.
La búsqueda de la intoxicación por parte de los animales parece tan sin sentido como apasionada. Muchos animales se involucran con estas plantas, o sus aliados manufacturados, a pesar del peligro de efectos tóxicos o venenosos.
El Arca de Noé, según descubrió Siegel, se habría parecido mucho a Londres el sábado por la noche. "En todos los países, en casi todas las clases de animales", explica Siegel, "He encontrado ejemplos de, no sólo accidental, sino uso intencional de las drogas". En Bengala Occidental, un grupo de 150 elefantes irrumpieron en un almacén y bebieron una enorme cantidad de "luz de luna". Tan borrachos iban que en un alboroto causaron la muerte a cinco personas, así como la demolición de siete edificios de hormigón. Si le das a hash a los ratones machos, se ponen calientes y buscan a las hembras - pero luego se encuentran con "apenas pueden trepar por las hembras, y mucho menos montarlas", así que después de un rato bostezan y comienzan a lamer sus propios penes.
Extraído de Johann Hari de Chasing the Scream: El primer y último día de la guerra contra las drogas. Disponible en Amazon.
La perspectiva humanizante de las expresiones animales es engañosa. Ya hemos hablado de la engañosa sonrisa del delfín o de la procedencia de la expresión del miedo de nuestra propia sonrisa humana. Per el hecho es que la imagen de un animal drogado no se corresponde con nuestra propia expresión del estupor o el placer producido por un estado psicotrópico que desate la risa o la sonrisa. Es por ello que el uso de un buscador on line para encontrar imágenes de animales drogados sólo conduce a memes basados en fotos, retocadas o no, en las que los rostros de los animales, por diferentes circunstancias más o menos casuales, parecen sonreír. Se trata de un engañoso juego visual que atañe también a menudo al tipo de actitud que representan los actores cuando sus personajes se hallan supuestamente bajo el influjo de alguna droga que no necesariamente produce euforia hilarante. No sería lo propio del consumo de cocaína o de anfetaminas, pero suele llegarse, sobre todo en el mundo de la comedia, a una especie de estado que imita una borrachera leve de alcohol o el consumo moderado de marihuana o haschís.
Los diferentes efectos de las diferentes drogas no sólo dependen de sus particulares efectos, sino del particular estado físico y anímico del individuo en el momento de su consumo, así como su porqué, o si el consumo es voluntario o accidental. Con respecto al consumo voluntario, también habría que matizar cuándo de produce por la mera búsqueda de un estado alternativo de consciencia y percepción o cuándo las circunstancias presionan al animal, humano o no, a buscar una solución a un sufrimiento psíquico o físico que produce sus propias endorfinas. A menudo, las drogas no buscan sino corregir los efectos de las drogas que de forma natural segrega nuestro cerebro.
Hari nos lo explica con ejemplos que ponen en su sito justo a las imágenes como las que ilustran este texto:
En Vietnam, los búfalos de agua siempre han rechazado las plantas de opio locales. No les gustan Pero cuando las bombas estadounidenses empezaron a caer a su alrededor durante la guerra, los búfalos abandonaron sus hábitos normales de pastoreo, irrumpieron en los campos de opio, y empezaron a masticar. Entonces ofrecían un aspecto un tanto mareado y embotado. Cuando estaban traumatizados, al parecer, querían - como la mangosta, como nosotros - escapar de sus pensamientos.
***
Seguí volviendo a la promesa de la ONU para construir un mundo libre de drogas. Hubo un hecho, por encima de todos los demás, que seguí colocando junto a ella en mi mente. Es un hecho que parece a primera vista tan obvio como instintivamente erróneo. Sólo el 10 por ciento de los consumidores de drogas tienen un problema con su sustancia. Alrededor del 90 por ciento de las personas que utilizan una droga -la inmensa mayoría-no son perjudicados por ella. Esta cifra no proviene de un grupo a favor de la legalización, sino de la Oficina de las Naciones Unidas para el Control de Drogas, el coordinador global de la guerra contra las drogas. Incluso William Bennett, el zar antidrogas más agresivo en la historia de Estados Unidos, admite: "Los usuarios no adictos aún constituyen el grueso de nuestra población involucrada con las drogas."
Esto es difícil de discutir, pero difícil de asimilar. Si pensamos en la gente que conocemos, parece aproximadamente cierto que sólo una pequeña minoría de mis amigos que beben se hayan vuelto alcohólicos, y sólo una pequeña minoría de las personas que conozco que consumen drogas una noche se hayan vuelto adictos .
Pero si ustedes reflexionan acerca de cómo estamos entrenados para pensar acerca de las drogas, esto parece instintivamente erróneo, incluso peligroso. Todo lo que vemos en la esfera pública son las bajas. El uso ileso en un 90 por ciento queda en el ámbito privado, y rara vez oyen acerca de ello o lo ven. El dañado 10 por ciento, por el contrario, son las únicas personas a las que nunca vemos consumir drogas en las calles. El resultado es que el perjudicado 10 por ciento componen el 100 por ciento de la imagen oficial. Es como si nuestra única foto de los bebedores fuera una persona sin hogar tirado en una acera sorbiendo ginebra a palo seco. Esta impresión se refuerza luego con todo el poder del Estado. Por ejemplo, en 1995, la Organización Mundial de la Salud (OMS) llevó a cabo un estudio científico masivo sobre la cocaína y sus efectos. Descubrieron que el "uso experimental y ocasional son, con mucho, los tipos más comunes de uso y su compulsivo uso disfuncional es mucho menos común." El gobierno de Estados Unidos amenazó con cortar la financiación a la OMS a menos que suprimiera el informe. Nunca se ha publicado; sabemos lo que dice sólo porque se filtró.
Mientras escribo esto, me siento incómodo. El 10 por ciento que han resultado perjudicados son más vívidos para mí, son algunas de las personas que más quiero. Y hay otra razón, más compleja por la que me siento incómodo escribiendo acerca de esto. Para cualquier persona que sospeche que necesitamos reformar la legislación sobre drogas, hay un argumento más fácil de realizar, y un argumento más difícil de realizar.
El argumento más fácil es decir que todos estamos de acuerdo en que las drogas son malas - sólo que la prohibición de drogas es aún peor. He defendido este argumento en debates en el pasado. La prohibición, dije, no detiene el problema, simplemente se amontonan otra serie de desastres en el desastre ya existente del consumo de drogas. En este argumento, todos somos antidrogas. La única diferencia es entre los prohibicionistas que creen que la tragedia del consumo de drogas puede ser tratada por más celdas de la cárcel en California y más jeeps militares en las calles de Juárez y los reformadores que creen que la tragedia del consumo de drogas puede ser tratado desplazando esos fondos para educar a los niños y tratar a los adictos.
Hay mucho de verdad en este argumento. Es donde mis instintos mienten. Pero -tal como trato de abordar este problema- tengo que admitir que es sólo una verdad a medias.
Aquí, creo, se halla el argumento más honesto y con más fuerza. Algunos consumos de drogas causan daños horribles, como yo sé muy bien, pero la inmensa mayoría de las personas que usan drogas prohibidas lo hacen porque consiguen algo bueno de ellas -una noche de diversión y baile, la capacidad de cumplir con un plazo, la posibilidad de dormir bien por la noche, o conocimientos sobre las partes de su cerebro a los que no podían llegar a por su cuenta-. Para ellos, es una experiencia positiva, que hace sus vidas mejores. Es por eso que muchos lo eligen. No están sufriendo de falsa conciencia, o arrogancia. No tienen que ser detenidos al hacerse daño a sí mismos, porque no se están perjudicando a sí mismos. Como el escritor estadounidense Nick Gillespie dice:
"Lejos de que nuestros medicamentos nos controlen, en general controlamos nuestros medicamentos; Como el alcohol, la motivación principal es disfrutar de nosotros mismos, no para destruirnos a nosotros mismos. . . Hay una cosa tal como el uso responsable de medicamentos, y es la norma, no la excepción ".
Así, a pesar de que está en contra de mis instintos, me di cuenta de que no podía ofrecer un relato honesto sobre el consumo de drogas en este libro si hablaba sólo sobre el daño que causa. Si hablo en serio sobre este tema, también tengo que mirar cómo el consumo de drogas está profundamente generalizado - y en su mayoría positivamente.
***
Las historias del profesor Siegel sobre vacas zumbadas y abejas colocadas es, según él, una historia sobre nosotros. Somos una especie animal. Tan pronto como las plantas comenzaron a ser comidas por los animales, por primera vez -camino de regreso en la prehistoria, antes de que el primer ser humano diera sus primeros pasos- las plantas evolucionaron químicos para protegerse de ser devoradas y destruidas. Pero estos productos químicos podrían, pronto resultó, producir efectos extraños. En algunos casos, en lugar de envenenar a los depredadores de la planta, que -por casualidad- alteraron su conciencia. Es cuando el placer de conseguir evadirse entra en la historia. Todos los niños humanos experimentan el impulso desde el principio: es por eso que cuando eras pequeño te gustaba dar vueltas y más vueltas, o contener la respiración para conseguir un mareo. Sabías que iba a hacerte enfermar, pero tu deseo de cambiar tu conciencia un poco - para experimentar un nuevo y desconocido estado - superabas tu aversión a la náusea.
Nunca ha habido una sociedad en la que los seres humanos no buscaran estas sensaciones con frecuencia. En lo alto de los Andes en 2000 aC, hacían pipas por las que fumaban hierbas alucinógenas. Ovidio decía que el éxtasis inducido por fármacos era un regalo divino. Los chinos cultivaban opio allá por el año 700. Alucinógenos y sustancias químicas causadas por la quema de cannabis se encontraron en fragmentos de pipas de arcilla de la casa de William Shakespeare. George Washington insistió en que a los soldados estadounidenses se les diese whisky todos los días como parte de sus raciones.
"La ubicuidad del uso de drogas es tan sorprendente", concluye el médico Andrew Weil , que "debe representar un apetito humano básico". El profesor Siegel afirma que el deseo de alterar nuestra conciencia es "la cuarta unidad" en todas las mentes humanas, junto con el deseo de comer, beber y tener relaciones sexuales, y que es "biológicamente inevitable." Esto nos proporciona momentos de liberación y alivio.
***
Miles de personas acudían a un festival de diez días en septiembre donde planeaban - después de una larga racha de trabajo duro- encontrar algo de emisiones químicas, relajación, y jolgorio. Se encontraban con que las drogas se pasaban entre la multitud libremente, a cualquier persona que quisiera. Todos los que las tomaban pronto sentían una increíble oleada de éxtasis. Luego vinieron las vívidas, sorprendentes alucinaciones . De repente se sentían, como expuso un asistente, algo que era "un nuevo, sorprendente, irracional conocimiento racional."
Algunas personas regresaron todos los años porque se prendaron de esta experiencia. Mientras la multitud atestada y gritaba y cantaba, se hizo evidente que era una extraordinaria mezcla de seres humanos. Había campesinos que acababan de terminar su cosecha, y algunas de las más grandes celebridades. Entre sus nombres-a lo largo de los años- se incluían Sófocles, Aristóteles, Platón y Cicerón.
El ritual anual en el Templo de Eleusis a dieciocho kilómetros al noroeste de Atenas, era una fiesta de drogas a gran escala. Sucedía cada año durante dos mil años, y cualquiera que hablase la lengua griega era libre de ir. Harry Anslinger decía que el consumo de drogas representa "nada menos que un asalto a los fundamentos de la civilización occidental", pero aquí, en los fundamentos reales de la civilización occidental, el consumo de drogas fue ritualizada y celebrada.
Descubrí por primera vez este hecho mediante la lectura de la obra del crítico británico Stuart Walton en un libro brillante titulado "Out of it", y luego he seguido con algunas de sus fuentes, que incluyen la obra del profesor R. Gordon Wasson, profesor Carl Ruck, y otros escritores.
A todos los que asistían a los misterios de Eleusis se les hacía jurar guardar el secreto sobre lo que allí pasaba, por lo que nuestro conocimiento se basa en fragmentos de información que se registraron en sus últimos años, ya que estaba siendo suprimido. Sabemos que una taza especial que contenía un brebaje químico misterioso de alucinógenos se pasaba entre la multitud, y un estudio científico, años más tarde, parecía probar que contenía una relación molecular de LSD tomado de un hongo que infesta los cultivos de cereales y causa alucinaciones. Los contenidos químicos de esta copa eran vigilados cuidadosamente durante el resto del año. Las drogas eran legales -de hecho, este uso de drogas era organizado por funcionarios públicos- y reguladas. Se podían utilizar, pero sólo en el templo designado para esos diez días. Un día, en el año 415 aC, un general asistente a la fiesta llamado Alcibíades incautó parte de la misteriosa droga y y se la llevó de contrabando a su casa para consumo de sus amigos en sus fiestas. Walton escribe: "Atrapado en posesión, con intención de abastecimiento, fue el primer criminal de tráfico de drogas."
Pero si bien se trataba de un delito fuera del Templo y otros espacios cerrados, era una gloria dentro de él. Según se deduce, era Studio 54 combinado con la Basílica de San Pedro -juerga con reverencia religiosa-.
Creían que las drogas les llevaban más cerca de los dioses, o incluso hacían posible que se conviertan en dioses mismos. El clasicista Dr. D.C.A. Hillman escribió que los "padres fundadores" del mundo occidental eran usuarios de drogas, así de simple: cultivaban material, vendían material, y más importante, utilizaban material. . . El mundo antiguo no tenía a Nancy Reagan, no libraba una guerra contra las drogas de mil millones de dólares, no encarcelaba a personas que consumían drogas, y no abrazó la sobriedad como una virtud. Se entregó. . . y a partir de este mundo en el que las drogas eran una parte universalmente aceptada de la vida surgió el arte, la literatura, la ciencia y la filosofía. . . Occidente no habría sobrevivido sin estos llamados adictos y traficantes de drogas.
Hubo algunas quejas política durante unos años acerca de que las mujeres se comportan con demasiada libertad durante sus trances, pero este festival anual terminó sólo cuando la festividad de la droga se estrelló en el cristianismo. Los primeros cristianos querían que hubiera una ruta al éxtasis, y sólo una ruta -a través de la oración a su Dios-. No debes sentir nada profundo o placentero excepto en nuestras ceremonias en nuestras iglesias.
Hari continúa su argumentación con referencias acerca de la conducta sexual humana en relación a los tabúes sociales, que básicamente intentan ignorar la condición orgánica del cerebro humano, que reduciría las ensoñaciones y fantasías sexuales al resultado de la interacción de las diferentes sustancias químicas que participan en el procesado de información en nuestro cerebro, pero la observación de conductas de alteración de la consciencia, con fines sexuales o evasivos, en diferentes especies animales, vuelve a tomar relevancia en su argumentación:
Después de veinticinco años de ver ratones drogados, elefantes borrachos, y mangostas en trance, Ronald K. Siegel me dice que sospecha que ha aprendido algo acerca de esto. "No somos tan diferentes de las demás formas de vida animal de este planeta", dice.
Cuando ve a la gente que rabian contra todo uso de drogas, se desconcierta. "Están negando su propia química", dice. "El cerebro produce endorfinas. ¿Cuándo se producen endorfinas? En el estrés y el dolor. ¿Cuáles son las endorfinas? Son compuestos similares a la morfina. Es un fenómeno natural en el cerebro que les hace sentirse bien. . . La gente se siente eufórica a veces. Estos son los cambios químicos -el mismo tipo de cambios químicos, con las mismas estructuras moleculares, que estas plantas que utilizamos para hacer nuestras drogas están produciendo. . . Todos estamos produciendo las mismas cosas ".
De hecho, continúa, "la experiencia que se tiene durante el orgasmo es parcialmente química -es una droga. ¿Así que la gente niega querer esto? ¡Venga! . . . Es divertido. Es agradable. Y es química. Esa es la intoxicación". Parece detenerse por un momento para pensar de nuevo sobre todos los animales con alto consumo de drogas que ha visto en todos estos años. "Yo no veo", dice, "diferencia alguna venga de donde venga el producto químico".
Está en nosotros. Está en nuestros cerebros. Es parte de lo que somos.
Johann Hari es un periodista británico que ha escrito para el New York Times, Le Monde, el diario Los Angeles Times, The Independent, The Guardian, Slate, la Nueva República y la Nación. Se ha informado en muchos países, desde el Congo a Venezuela. Fue nombrado dos veces Periodista del Año por Amnistía Internacional del Reino Unido, galardonado con el Premio Martha Gellhorn por hacer de la escritura política un arte, y más tarde nombrado periodista del año por Stonewall.
Ni que decir tiene que podéis encontrar mucha más información sobre el autor en la red, y sus artículos suelen tener bastante seguimiento y repercusión en los medios de divulgación y las redes sociales.
Como ejemplo, os transcribimos uno de los comentarios a sus trabajos publicado recientemente en la versión digital del Huffington Post:
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Aunque Johann Hari ya es un referente bien conocido en la divulgación de la sociología de los estupefacientes, como otros importantes estudiosos y divulgadores del tema como, en nuestro país, los magníficos escritos de Antonio Escohotado ("Aprendiendo de las drogas"), hoy lo traemos a colación entre nuestros archivos por la reciente publicación de un artículo suyo en referencia al consumo de drogas por parte de diferentes especies animales como pretexto básico para arrancar su argumentación sobre la naturalidad del consumo de drogas en los seres humanos, un hecho que sería equiparable a la búsqueda de alimentos o de relaciones sexuales, es decir: a la satisfacción de las necesidades más directamente relacionadas con nuestros instintos animales básicos.
Os ofrecemos un extracto traducido del texto original, y os recomendamos visitarlo en su enlace original para disfrutarlo al completo:
¿Por qué los animales comen plantas psicoactivas?
Johann Hari, autor de Chasing the Scream: El primer y último día de la guerra contra las drogas, aprende sobre los elefantes borrachos, el búfalo de agua drogado, y la mangosta colocada.
Por Johann Hari
Naciones Unidas dice que la justificación de la guerra contra las drogas es construir "un mundo libre de drogas - podemos hacerlo!" los funcionarios del gobierno de Estados Unidos están de acuerdo, subrayando que "no hay tal cosa como el uso recreativa de drogas". Así que esto no es una guerra para detener la adicción, al igual que en mi familia, o el uso de drogas adolescente. Es una guerra para detener el consumo de drogas entre todos los seres humanos, en todas partes. Todos estos productos químicos prohibidos deben ser detenidos y removidos de la tierra. Eso es para lo que estamos luchando.
Empecé a ver esta meta de modo diferente después de que me enteré de la historia de los elefantes borrachos, el búfalo de agua colocado, y la mangosta flipada.Todos ellos fueron me fueron mostrados por un notable científico de Los Ángeles llamado Profesor Ronald K. Siegel.
La tormenta tropical en Hawai había reducido la casa de la mangosta a una masa de barro, y acostado allí, en medio de la suciedad y el agua, estaba la hembra de la mangosta - muerta-. El profesor Siegel, un asesor oficial de cabello plateado a dos presidentes de Estados Unidos y de la Organización Mundial de la Salud, observaba esta escena. La mangosta encontró el cadáver, y tomó una decisión: quería salir de su mente.
Dos meses antes, el profesor había plantado un potente alucinógeno llamado gloria plateada matutina en el corral. Las mangostas la habían probado, pero no parecía gustarles: tropezaban dando vueltas desorientadas durante algunas horas y se habían mantenido al margen de la planta desde entonces. Pero no ahora. Afectado por el dolor, la mangosta empezó a masticar. En poco tiempo, se había entonado y dejado llevar. Resulta que esto no era un suceso anormal en el reino animal. Es de rutina. Como joven investigador científico, a Siegel le había sido confiado por su supervisor que los humanos eran la única especie que buscan drogas a utilizar para su propio placer. Pero Siegel había visto gatos arremetiendo contra la hierba gatera - que, como él sabía, contiene sustancias químicas que imitan las feromonas de la orina de un gato macho; se preguntaba, ¿estaría realmente su supervisor en lo cierto? Dado el número de especies en el mundo, no habrá entre ellas otras que quieren viajar, drogarse o emborracharse? Esta pregunta le puso en un camino que le llevaría veinticinco años de su vida, el estudio de los hábitos del consumo de drogas de los animales desde las mangostas de Hawai a los elefantes de Sudáfrica a los saltamontes de la Checoslovaquia de la ocupación soviética. Era una misión tan inverosímil que en un campo de marihuana en Hawai, fue tomado como rehén por los traficantes de drogas locales, porque cuando les dijo que estaba allí para ver lo que sucedía cuando mangostas comían marihuana, pensaron que era la peor tapadera de la policía que habían oído nunca. Lo que Ronald K. Siegel descubrió parece extraño al principio. Lo explica en su libro "Intoxication":
Después de probar el néctar adormecedor de ciertas orquídeas, las abejas caen al suelo en un estupor temporal, entonces vuelven a por más. Las aves se hartan de bayas embriagantes, para luego volar con imprudente abandono. Los gatos olfatean ansiosamente plantas aromáticas "del placer", y luego juegan con objetos imaginarios. Las vacas que ramonean hierbas de especial rango se contorsionan, agitan y tropiezan de nuevo hasta las plantas a por más. Los elefantes, a propósito, se emborrachan de frutas fermentadas. Los aperitivos de "hongos mágicos" provocan que los monos se sienten con la cabeza en sus manos en una postura que recuerda a El pensador de Rodin.
La búsqueda de la intoxicación por parte de los animales parece tan sin sentido como apasionada. Muchos animales se involucran con estas plantas, o sus aliados manufacturados, a pesar del peligro de efectos tóxicos o venenosos.
El Arca de Noé, según descubrió Siegel, se habría parecido mucho a Londres el sábado por la noche. "En todos los países, en casi todas las clases de animales", explica Siegel, "He encontrado ejemplos de, no sólo accidental, sino uso intencional de las drogas". En Bengala Occidental, un grupo de 150 elefantes irrumpieron en un almacén y bebieron una enorme cantidad de "luz de luna". Tan borrachos iban que en un alboroto causaron la muerte a cinco personas, así como la demolición de siete edificios de hormigón. Si le das a hash a los ratones machos, se ponen calientes y buscan a las hembras - pero luego se encuentran con "apenas pueden trepar por las hembras, y mucho menos montarlas", así que después de un rato bostezan y comienzan a lamer sus propios penes.
Extraído de Johann Hari de Chasing the Scream: El primer y último día de la guerra contra las drogas. Disponible en Amazon.
La perspectiva humanizante de las expresiones animales es engañosa. Ya hemos hablado de la engañosa sonrisa del delfín o de la procedencia de la expresión del miedo de nuestra propia sonrisa humana. Per el hecho es que la imagen de un animal drogado no se corresponde con nuestra propia expresión del estupor o el placer producido por un estado psicotrópico que desate la risa o la sonrisa. Es por ello que el uso de un buscador on line para encontrar imágenes de animales drogados sólo conduce a memes basados en fotos, retocadas o no, en las que los rostros de los animales, por diferentes circunstancias más o menos casuales, parecen sonreír. Se trata de un engañoso juego visual que atañe también a menudo al tipo de actitud que representan los actores cuando sus personajes se hallan supuestamente bajo el influjo de alguna droga que no necesariamente produce euforia hilarante. No sería lo propio del consumo de cocaína o de anfetaminas, pero suele llegarse, sobre todo en el mundo de la comedia, a una especie de estado que imita una borrachera leve de alcohol o el consumo moderado de marihuana o haschís.
Los diferentes efectos de las diferentes drogas no sólo dependen de sus particulares efectos, sino del particular estado físico y anímico del individuo en el momento de su consumo, así como su porqué, o si el consumo es voluntario o accidental. Con respecto al consumo voluntario, también habría que matizar cuándo de produce por la mera búsqueda de un estado alternativo de consciencia y percepción o cuándo las circunstancias presionan al animal, humano o no, a buscar una solución a un sufrimiento psíquico o físico que produce sus propias endorfinas. A menudo, las drogas no buscan sino corregir los efectos de las drogas que de forma natural segrega nuestro cerebro.
Hari nos lo explica con ejemplos que ponen en su sito justo a las imágenes como las que ilustran este texto:
En Vietnam, los búfalos de agua siempre han rechazado las plantas de opio locales. No les gustan Pero cuando las bombas estadounidenses empezaron a caer a su alrededor durante la guerra, los búfalos abandonaron sus hábitos normales de pastoreo, irrumpieron en los campos de opio, y empezaron a masticar. Entonces ofrecían un aspecto un tanto mareado y embotado. Cuando estaban traumatizados, al parecer, querían - como la mangosta, como nosotros - escapar de sus pensamientos.
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Seguí volviendo a la promesa de la ONU para construir un mundo libre de drogas. Hubo un hecho, por encima de todos los demás, que seguí colocando junto a ella en mi mente. Es un hecho que parece a primera vista tan obvio como instintivamente erróneo. Sólo el 10 por ciento de los consumidores de drogas tienen un problema con su sustancia. Alrededor del 90 por ciento de las personas que utilizan una droga -la inmensa mayoría-no son perjudicados por ella. Esta cifra no proviene de un grupo a favor de la legalización, sino de la Oficina de las Naciones Unidas para el Control de Drogas, el coordinador global de la guerra contra las drogas. Incluso William Bennett, el zar antidrogas más agresivo en la historia de Estados Unidos, admite: "Los usuarios no adictos aún constituyen el grueso de nuestra población involucrada con las drogas."
Esto es difícil de discutir, pero difícil de asimilar. Si pensamos en la gente que conocemos, parece aproximadamente cierto que sólo una pequeña minoría de mis amigos que beben se hayan vuelto alcohólicos, y sólo una pequeña minoría de las personas que conozco que consumen drogas una noche se hayan vuelto adictos .
Pero si ustedes reflexionan acerca de cómo estamos entrenados para pensar acerca de las drogas, esto parece instintivamente erróneo, incluso peligroso. Todo lo que vemos en la esfera pública son las bajas. El uso ileso en un 90 por ciento queda en el ámbito privado, y rara vez oyen acerca de ello o lo ven. El dañado 10 por ciento, por el contrario, son las únicas personas a las que nunca vemos consumir drogas en las calles. El resultado es que el perjudicado 10 por ciento componen el 100 por ciento de la imagen oficial. Es como si nuestra única foto de los bebedores fuera una persona sin hogar tirado en una acera sorbiendo ginebra a palo seco. Esta impresión se refuerza luego con todo el poder del Estado. Por ejemplo, en 1995, la Organización Mundial de la Salud (OMS) llevó a cabo un estudio científico masivo sobre la cocaína y sus efectos. Descubrieron que el "uso experimental y ocasional son, con mucho, los tipos más comunes de uso y su compulsivo uso disfuncional es mucho menos común." El gobierno de Estados Unidos amenazó con cortar la financiación a la OMS a menos que suprimiera el informe. Nunca se ha publicado; sabemos lo que dice sólo porque se filtró.
Mientras escribo esto, me siento incómodo. El 10 por ciento que han resultado perjudicados son más vívidos para mí, son algunas de las personas que más quiero. Y hay otra razón, más compleja por la que me siento incómodo escribiendo acerca de esto. Para cualquier persona que sospeche que necesitamos reformar la legislación sobre drogas, hay un argumento más fácil de realizar, y un argumento más difícil de realizar.
El argumento más fácil es decir que todos estamos de acuerdo en que las drogas son malas - sólo que la prohibición de drogas es aún peor. He defendido este argumento en debates en el pasado. La prohibición, dije, no detiene el problema, simplemente se amontonan otra serie de desastres en el desastre ya existente del consumo de drogas. En este argumento, todos somos antidrogas. La única diferencia es entre los prohibicionistas que creen que la tragedia del consumo de drogas puede ser tratada por más celdas de la cárcel en California y más jeeps militares en las calles de Juárez y los reformadores que creen que la tragedia del consumo de drogas puede ser tratado desplazando esos fondos para educar a los niños y tratar a los adictos.
Hay mucho de verdad en este argumento. Es donde mis instintos mienten. Pero -tal como trato de abordar este problema- tengo que admitir que es sólo una verdad a medias.
Aquí, creo, se halla el argumento más honesto y con más fuerza. Algunos consumos de drogas causan daños horribles, como yo sé muy bien, pero la inmensa mayoría de las personas que usan drogas prohibidas lo hacen porque consiguen algo bueno de ellas -una noche de diversión y baile, la capacidad de cumplir con un plazo, la posibilidad de dormir bien por la noche, o conocimientos sobre las partes de su cerebro a los que no podían llegar a por su cuenta-. Para ellos, es una experiencia positiva, que hace sus vidas mejores. Es por eso que muchos lo eligen. No están sufriendo de falsa conciencia, o arrogancia. No tienen que ser detenidos al hacerse daño a sí mismos, porque no se están perjudicando a sí mismos. Como el escritor estadounidense Nick Gillespie dice:
"Lejos de que nuestros medicamentos nos controlen, en general controlamos nuestros medicamentos; Como el alcohol, la motivación principal es disfrutar de nosotros mismos, no para destruirnos a nosotros mismos. . . Hay una cosa tal como el uso responsable de medicamentos, y es la norma, no la excepción ".
Así, a pesar de que está en contra de mis instintos, me di cuenta de que no podía ofrecer un relato honesto sobre el consumo de drogas en este libro si hablaba sólo sobre el daño que causa. Si hablo en serio sobre este tema, también tengo que mirar cómo el consumo de drogas está profundamente generalizado - y en su mayoría positivamente.
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Las historias del profesor Siegel sobre vacas zumbadas y abejas colocadas es, según él, una historia sobre nosotros. Somos una especie animal. Tan pronto como las plantas comenzaron a ser comidas por los animales, por primera vez -camino de regreso en la prehistoria, antes de que el primer ser humano diera sus primeros pasos- las plantas evolucionaron químicos para protegerse de ser devoradas y destruidas. Pero estos productos químicos podrían, pronto resultó, producir efectos extraños. En algunos casos, en lugar de envenenar a los depredadores de la planta, que -por casualidad- alteraron su conciencia. Es cuando el placer de conseguir evadirse entra en la historia. Todos los niños humanos experimentan el impulso desde el principio: es por eso que cuando eras pequeño te gustaba dar vueltas y más vueltas, o contener la respiración para conseguir un mareo. Sabías que iba a hacerte enfermar, pero tu deseo de cambiar tu conciencia un poco - para experimentar un nuevo y desconocido estado - superabas tu aversión a la náusea.
Nunca ha habido una sociedad en la que los seres humanos no buscaran estas sensaciones con frecuencia. En lo alto de los Andes en 2000 aC, hacían pipas por las que fumaban hierbas alucinógenas. Ovidio decía que el éxtasis inducido por fármacos era un regalo divino. Los chinos cultivaban opio allá por el año 700. Alucinógenos y sustancias químicas causadas por la quema de cannabis se encontraron en fragmentos de pipas de arcilla de la casa de William Shakespeare. George Washington insistió en que a los soldados estadounidenses se les diese whisky todos los días como parte de sus raciones.
"La ubicuidad del uso de drogas es tan sorprendente", concluye el médico Andrew Weil , que "debe representar un apetito humano básico". El profesor Siegel afirma que el deseo de alterar nuestra conciencia es "la cuarta unidad" en todas las mentes humanas, junto con el deseo de comer, beber y tener relaciones sexuales, y que es "biológicamente inevitable." Esto nos proporciona momentos de liberación y alivio.
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Miles de personas acudían a un festival de diez días en septiembre donde planeaban - después de una larga racha de trabajo duro- encontrar algo de emisiones químicas, relajación, y jolgorio. Se encontraban con que las drogas se pasaban entre la multitud libremente, a cualquier persona que quisiera. Todos los que las tomaban pronto sentían una increíble oleada de éxtasis. Luego vinieron las vívidas, sorprendentes alucinaciones . De repente se sentían, como expuso un asistente, algo que era "un nuevo, sorprendente, irracional conocimiento racional."
Algunas personas regresaron todos los años porque se prendaron de esta experiencia. Mientras la multitud atestada y gritaba y cantaba, se hizo evidente que era una extraordinaria mezcla de seres humanos. Había campesinos que acababan de terminar su cosecha, y algunas de las más grandes celebridades. Entre sus nombres-a lo largo de los años- se incluían Sófocles, Aristóteles, Platón y Cicerón.
El ritual anual en el Templo de Eleusis a dieciocho kilómetros al noroeste de Atenas, era una fiesta de drogas a gran escala. Sucedía cada año durante dos mil años, y cualquiera que hablase la lengua griega era libre de ir. Harry Anslinger decía que el consumo de drogas representa "nada menos que un asalto a los fundamentos de la civilización occidental", pero aquí, en los fundamentos reales de la civilización occidental, el consumo de drogas fue ritualizada y celebrada.
Descubrí por primera vez este hecho mediante la lectura de la obra del crítico británico Stuart Walton en un libro brillante titulado "Out of it", y luego he seguido con algunas de sus fuentes, que incluyen la obra del profesor R. Gordon Wasson, profesor Carl Ruck, y otros escritores.
A todos los que asistían a los misterios de Eleusis se les hacía jurar guardar el secreto sobre lo que allí pasaba, por lo que nuestro conocimiento se basa en fragmentos de información que se registraron en sus últimos años, ya que estaba siendo suprimido. Sabemos que una taza especial que contenía un brebaje químico misterioso de alucinógenos se pasaba entre la multitud, y un estudio científico, años más tarde, parecía probar que contenía una relación molecular de LSD tomado de un hongo que infesta los cultivos de cereales y causa alucinaciones. Los contenidos químicos de esta copa eran vigilados cuidadosamente durante el resto del año. Las drogas eran legales -de hecho, este uso de drogas era organizado por funcionarios públicos- y reguladas. Se podían utilizar, pero sólo en el templo designado para esos diez días. Un día, en el año 415 aC, un general asistente a la fiesta llamado Alcibíades incautó parte de la misteriosa droga y y se la llevó de contrabando a su casa para consumo de sus amigos en sus fiestas. Walton escribe: "Atrapado en posesión, con intención de abastecimiento, fue el primer criminal de tráfico de drogas."
Pero si bien se trataba de un delito fuera del Templo y otros espacios cerrados, era una gloria dentro de él. Según se deduce, era Studio 54 combinado con la Basílica de San Pedro -juerga con reverencia religiosa-.
Creían que las drogas les llevaban más cerca de los dioses, o incluso hacían posible que se conviertan en dioses mismos. El clasicista Dr. D.C.A. Hillman escribió que los "padres fundadores" del mundo occidental eran usuarios de drogas, así de simple: cultivaban material, vendían material, y más importante, utilizaban material. . . El mundo antiguo no tenía a Nancy Reagan, no libraba una guerra contra las drogas de mil millones de dólares, no encarcelaba a personas que consumían drogas, y no abrazó la sobriedad como una virtud. Se entregó. . . y a partir de este mundo en el que las drogas eran una parte universalmente aceptada de la vida surgió el arte, la literatura, la ciencia y la filosofía. . . Occidente no habría sobrevivido sin estos llamados adictos y traficantes de drogas.
Hubo algunas quejas política durante unos años acerca de que las mujeres se comportan con demasiada libertad durante sus trances, pero este festival anual terminó sólo cuando la festividad de la droga se estrelló en el cristianismo. Los primeros cristianos querían que hubiera una ruta al éxtasis, y sólo una ruta -a través de la oración a su Dios-. No debes sentir nada profundo o placentero excepto en nuestras ceremonias en nuestras iglesias.
Hari continúa su argumentación con referencias acerca de la conducta sexual humana en relación a los tabúes sociales, que básicamente intentan ignorar la condición orgánica del cerebro humano, que reduciría las ensoñaciones y fantasías sexuales al resultado de la interacción de las diferentes sustancias químicas que participan en el procesado de información en nuestro cerebro, pero la observación de conductas de alteración de la consciencia, con fines sexuales o evasivos, en diferentes especies animales, vuelve a tomar relevancia en su argumentación:
Después de veinticinco años de ver ratones drogados, elefantes borrachos, y mangostas en trance, Ronald K. Siegel me dice que sospecha que ha aprendido algo acerca de esto. "No somos tan diferentes de las demás formas de vida animal de este planeta", dice.
Cuando ve a la gente que rabian contra todo uso de drogas, se desconcierta. "Están negando su propia química", dice. "El cerebro produce endorfinas. ¿Cuándo se producen endorfinas? En el estrés y el dolor. ¿Cuáles son las endorfinas? Son compuestos similares a la morfina. Es un fenómeno natural en el cerebro que les hace sentirse bien. . . La gente se siente eufórica a veces. Estos son los cambios químicos -el mismo tipo de cambios químicos, con las mismas estructuras moleculares, que estas plantas que utilizamos para hacer nuestras drogas están produciendo. . . Todos estamos produciendo las mismas cosas ".
De hecho, continúa, "la experiencia que se tiene durante el orgasmo es parcialmente química -es una droga. ¿Así que la gente niega querer esto? ¡Venga! . . . Es divertido. Es agradable. Y es química. Esa es la intoxicación". Parece detenerse por un momento para pensar de nuevo sobre todos los animales con alto consumo de drogas que ha visto en todos estos años. "Yo no veo", dice, "diferencia alguna venga de donde venga el producto químico".
Está en nosotros. Está en nuestros cerebros. Es parte de lo que somos.
Johann Hari es un periodista británico que ha escrito para el New York Times, Le Monde, el diario Los Angeles Times, The Independent, The Guardian, Slate, la Nueva República y la Nación. Se ha informado en muchos países, desde el Congo a Venezuela. Fue nombrado dos veces Periodista del Año por Amnistía Internacional del Reino Unido, galardonado con el Premio Martha Gellhorn por hacer de la escritura política un arte, y más tarde nombrado periodista del año por Stonewall.
Ni que decir tiene que podéis encontrar mucha más información sobre el autor en la red, y sus artículos suelen tener bastante seguimiento y repercusión en los medios de divulgación y las redes sociales.
Como ejemplo, os transcribimos uno de los comentarios a sus trabajos publicado recientemente en la versión digital del Huffington Post:
Se ha descubierto lo que probablemente causa la adicción, y no es lo que tú crees
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