El arte fotográfico no sólo es un arte, sino un procedimiento técnico de registro documental de imágenes. Ya hemos comentado en entradas anteriores que hoy en día es una de las formas políticamente correctas de capturar especies zoológicas. El fusil ha sido sustituido por el teleobjetivo de las potentes cámaras de los fotógrafos naturalistas en busca de actitudes y acciones insólitas de las especies, a falta de especies insólitas. No obstante, no es imposible descubrir especies nuevas, nuevas al menos para el registro oficial de especies preexistente (a menudo se trata de especies bien conocidas en su entorno natural por una población humana al margen de la herencia linneana, o sencillamente ignorada por simple indiferencia antes sus rasgos característicos). Para que la reciente catalogación de una especie animal o vegetal sea noticia, ésta ha de poseer algo insólito, llamativo o diferente no sólo para los especialistas, sino para el público más profano. Cucarachas fluorescentes, insectos gigantes, elefantes pigmeos... incluso, en ocasiones, ha sido un variedad de una especie conocida la que ha sido noticia cuando sus rasgos característicamente diferenciales eran lo suficientemente visibles como para adquirir una entidad iconográfica nueva, como ya hemos indicado al respecto de los atavismos presentes en los guepardos reales descubiertos en Rhodesia allá por 1927.
Los tópicos han de ser rotos, de algún modo, y como las características motas del guepardo eran sustituidas por las bandas horizontales del guepardo real (una variedad racial local, una subespecie) de forma llamativamente conspicua, el animal tuvo su breve momento de fama, extrañamente ignorado hoy en día, pese a la espectacularidad de su aspecto, aunque sin duda quienes saben de él lo tienen en cuenta debido a su rara belleza. Más recientemente todavía, dábamos constancia de la captura fotográfica de otra variedad de guepardo llamativa esta vez por carecer de las característica motas en el pelaje.
Si bien es cierto que a principios del siglo XX todavía existían parajes ignotos e inexplorados y no era infrecuente descubrir nuevos grandes cuadrúpedos como el okapi, hoy en día asumimos que el descubrimiento de una nueva especie requiere una meticulosa observación de las sutiles diferencias entre pequeñas especies animales, a menudo de invertebrados o pequeños reptiles o anfibios de lugares de difícil acceso.
Aparte de la esperanza del espacio exterior y la vida extraterrestre, el único otro mundo presente en este, parafraseando a Asimov, es la profundidad de nuestros océanos. Descubrir especies marinas es menos sorprendente porque su visionado es difícil, sobre todo en las profundidades más extremas. Y dicho descubrimiento depende de la casualidad, la fortuna, de que un miembro de nuestra especie se tropiece con ellas teniendo los conocimientos necesarios para identificarlas como diferentes o como no clasificadas, dado que, desde el punto de vista del profano, todos los peces se parecen, por decirlo de algún modo.
Es por esto que cuando, en el año 2005, se descubrió una nueva especie de mamífero marino tendríamos que referirnos a un acontecimiento importante, dado que se trataba de un túrsido, un odontoceto, un gran delfín, que, además de ser grandes, necesitan salir a respirar a la superficie y no se ocultan permanentemente en las insondables tinieblas de las profundidades. Lo que ocurre es que el Snubfin, como se bautizó al animal en las aguas australianas en las que fue descubierto (gracias al registro fotográfico) nos recuerda demasiado a los calderones o las belugas (no por su color, pero sí por su capacidad para articular el cuello y girar la cabeza) con su prominente y redondeada frente. De hecho, el único rasgo característico que se ha mencionado en la escasa información que ha generado es su fealdad, al menos en contrate con la aceptada belleza de sus primos más conocidos, paradigma de especie animal que suscita admiración y simpatía.
Os dejo como ejemplo una de tantas entradas dando cuenta del descubrimiento y posterior registro en vídeo del animal
Captan en fotografia a Snubfins, especie rara de delfin
Un equipo de cámaras han logrado captar las imágenes, por primera vez, de una rara especie de delfin denominada Snubfin australiano. Los snubfins son una especie que solo ha sido conocida por los científicos durante tres años.
Un grupo de investigadores que buscaban a las criaturas raras de la costa de Kimberley en Australia, tropezaron con desenas de delfines. Deb Thiele, investigador de Delfines oDolphin, dijo:
En los últimos días hemos tenido un tiempo fantástico y la actividad de la alimentación y la marea nos han dado el derecho, por lo que es una de los mejores observaciones que hemos tenido hasta ahora.”
Y, según el equipo, la observación es la mejor hasta ahora, ya que los delfines eran juguetones y asomaban la cabeza fuera del agua, a diferencia de otros avistamientos, donde tienden a permanecer bajo el agua.
El delfín Snubfin australiano fue descubierto en el año 2005. Los científicos tienen la esperanza de que las muestras de ADN tomadas de los animales confirmen que son las nuevas especies o subespecies de delfines. El delfín Snubfin es conocido como el delfín feo del mundo, sin embargo muchos de los que le han visto no están muy de acuerdo con esta afirmación. Tammie Matson, World Wildlife Portavoz del Fondo, menciona:
Puede ser el más feo de los delfines del mundo, algunas personas han dicho eso, pero para aquellos de nosotros que lo hemos visto no es así estoy absolutamente impresionado por esta criatura, es absolutamente entrañable.
El descubrimiento de un nuevo mamífero es extremadamente raro. Hasta hace poco se creia que el delfín Snubfin se trataba del delfín Irrawaddy.
Checa el video, y danos tu opinion acerca de este hermoso ejemplar.
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