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lunes, 15 de octubre de 2018

Naturalistas de Ficción y ficción de Naturalistas: Xavier Queipo y la Antrozoología Literaria






Tal vez habrá quien me tache de oportunista al enlazar temáticamente las sucesivas entradas del blog, por el hecho de que dicho argumento sea a menudo pillado por los pelos. De hecho, pasar de un artista de la imagen como Sheng Wen Lo a un literato en toda regla como Xavier Queipo parece difícil sin establecer una cierta coincidencia temática.
Que a ambos les interesen los animales, la biología y la ecología tal vez no parezca suficiente en un espacio consagrado a la presencia de la iconografía animal y científica en los medios de divulgación audiovisual.



Sin embargo, si se toman la molestia de seguir leyendo mi argumentación, comprobarán que pocas veces hemos dado continuidad a nuestro discurso a través de ejemplos tan coherentes, además de ilustrativos de los efectos de la globalización y las redes en el arte y la cultura de este primer cuarto de siglo XXI.

La exploración, el viaje, constiuyen la base iniciática de toda aventura, de la aventura del saber.

La Odisea de Ulises es la primera manifestación del héroe literario tal y como lo entendemos hoy en día, desde un punto de vista humanista, alejado definitivamente de los modélicos estereotipos mitológicos.
Ulises constituye la exaltación de las virtudes y las debilidades humanas contra los obstáculos vitales para construir su propia biografía. El viaje físico, el imaginario, el literario y el vital se confunden en una sola cosa. Todos los viajes literarios son deudores del de Ulises, y Joyce lo sabía bien al trasladar a la cotidianeidad existencial el nombre del personaje homérico.
La singladura y su narración sirven para describir y justificar todo lo aprendido en el viaje, a la manera en que los decubridores y exploradores de antaño cambiaron y ampliaron las fronteras del pensamiento filosófico y científico occidental. Wallace, Cook, Darwin, son viajeros vocacionales del espacio y del pensamiento, inspiradores de una nueva versión de Ulises que acompañaría por siempre a una parte sustancial de lo que define al científico naturalista y al descubridor, algo a lo que hemos hecho referencia al dilucidar sobre la condición del naturalista y el naturalista de ficción en anteriores ocasiones.

El profesor Challenger del mundo perdido de Conan Doyle constituye un ejemplo tan válido como cualquiera de los científicos reales reinterpretados por la cultura popular, y así, desde el Dr. Malcolm de Crichton hasta su reinterpretación cinematográfica por Goldblum y Spielberg, o el Brundle-Mosca revisitado por el mismo Goldblum bajo la batuta de David Cronenberg.

Nos interesan los naturalistas de ficción porque nos señalan qué asimila nuestra cultura de los legados de los naturalistas reales, y qué relación se establece entre sociedad, naturaleza y conocimiento científico a través de la cultura y las manifestaciones artísticas construídas con estereotipos más o menos reveladores o significativos.

Recordemos cómo nos servimos en su día de un intento de análisis del Doctor Maturin, nuestro querido Stephen Maturin o Esteve Domanova, irlandés y catalán, científico y agente secreto británico ideado por Patrick O'Brien para sus sagas navales al mando del capitán Jack Aubrey. Políglota y multicultural, humanista y católico, rico en contrastes tan ajustados a esterotipos como a su rotura sistemática. Dibujante, anatomista, compositor aficionado, violoncelista sistemáticamente persistente y multidisciplinar vocacional, Maturin reúne todo aquello que justifica la pasión comburente de las vocaciones científicas y artísticas por igual. Es un Ulises que escribe su propia singladura vital sobre el mar, además de en sus cuadernos y diarios secretamente codificados, ora en catalán ora en gaélico, al margen de las lenguas francas mercantiles, imperialistas. Una figura marginal diluida en la tradición literaria (aunque como tal ficticia) del Ulises de Joyce, ese Ulises de Joyce traducible (siempre fatigosamente, sin duda) a cualquier lengua, incluso tan minoritaria como el gaélico de la tierra natal del autor o a antiguas lenguas romances forzadamente primas hermanas como el gallego.

Maturin se inspira en personajes reales y en personajes de ficción inspirados a su vez por otros personajes reales. El viaje vital suele sustentar al literario, tanto en escritores refractarios al viaje físico (como Julio Verne, quien apenas viajó en su vida, sino desde las páginas de los libros y las enciclopedias) como en viajeros contumaces, y por ello, como en el caso de Wen Lo, merece la pena atender a sus testimonios basados en la observación directa y en la amplitud de miras que cosecha el viajero.

Curiosamente, nuestro protagonista de hoy es uno de los responsables de la traducción del libro emblemático de Joyce al gallego: Xavier Queipo, pero no es esta la razón, o, desde luego, no la única, para que lo volvamos a traer a colación en nuestras reflexiones, que a fin de cuentas siempre procuran ser esencialmente antrozoológicas.
Queipo debería ser reivindicado desde nuestras páginas virtuales como un referente fundamental de nuestro punto de vista particular, y de alguna manera lo hacíamos constar al inicio de nuestros textos originales con una cita:

Nuestra visión de los animales está siempre distorsionada. Las representaciones zoomórficas delatan en mayor o menor medida nuestra propia animalidad. El estudio de los demás seres vivos, su observación, es la madre de las ciencias, y toda manifestación de contenido científico, ilustrada gráfica o verbalmente, es tendenciosa en múltiples aspectos, se sustenta en un contenido ideológico de una u otra índole. Las apariciones de los animales en las manifestaciones culturales delatan en sus distintas posibilidades la evolución del hombre y el conocimiento de sí mismo como lo que realmente es: un animal calificable con adjetivos que el paso del tiempo va cambiando.
Para entender las representaciones de animales cabe comprender dos cuestiones básicas : cómo es el animal percibido y cómo lo percibimos en tanto que animales perceptores. Posteriormente podremos indagar en cómo la condición humana arropa, deforma o desnuda las imágenes animales que el hombre, inmerso en su propia animalidad social, histórica, cultural, confecciona.


“Así, cando un escoita falar de tigres asasinos de homes, a primeira reacción é a da incredulidade ou da esúpida satisfacción na autoafirmación das verdades probadas, actitude propia dos seres educados nas estreitas coordenadas do pensamento científico clásico (sempre unha causalidade, sempre unha norma, sempre a caterva de Noé, onde as parelliñas tiñan sexo distinto)” 

("Así, cuando uno oye hablar de tigres asesinos de hombres, la primera reacción es la de la incredulidad o la de la estúpida satisfacción en la autoafirmación de las verdades probadas, actitud propia de los seres educados en las estrechas coordenadas del pensamiento científico clásico (siempre una causalidad, siempre una norma, siempre la caterva de Noé, donde las parejitas tenían distinto sexo)"


Xavier Queipo: “Contornos. Apuntes de filosofía natural”, Edicións Xeráis, Vigo 1995.

Y es que queremos hoy rendir justo tributo a uno de los motores de nuestra inspiración a la hora de reflexionar acerca de las fronteras entre arte y ciencia y de la presencia de los animales en nuestro imaginario colectivo. Porque creemos que si no hemos podido eludir hablar de los naturalistas de ficción, debemos hablar también de la ficción de los naturalistas, y no se nos ocurre mejor ejemplo, sobre todo después de haber expuesto porqué admirábamos el trabajo artístico de un científico de método como Sheng Wen Lo.

Desde este punto de partida podría afirmar sin miedo a equivocarme que seguramente a Queipo le interesaría mucho la obra de Wen Lo si es que no la conocía previamente, dado su interés por la divulgación científica en general y zoológica en particular, pero sobre todo teniendo en cuenta su gran interés por Asia y su cultura, manifiesta por otra parte en muchas de sus obras.

Literatura antrozoológica o antrozoología literaria.

No sólo no es forzado establecer conexiones entre Wen Lo y Queipo, sino que resulta fatigoso enumerarlas todas, pero yo destacaría el uso inteligente y performático de los medios expositivos del recurso científico a través de las redes. Si Sheng Wen Lo se explica mediante mapeos temáticos, estadísticas y toda suerte de visualizaciones globales y multidisciplinares de los temas que estudia y expone, Xavier Queipo, aunque vicariamente, también ha dado corporeidad mediática a través de las redes a la poética científica que sustenta su discurso filosófico y literario, tal y como demuestra la obra en línea Nómada, un análisis cartoliterario de la obra "Diarios dun nómada" de Xavier Queipo, por Enrique Santos Unamuno, que trasciende a lo estrictamente literario y contextualiza analíticamente su singladura.





Una vez establecida esta analogía entre ambos naturalistas artistas, podemos ya liberarnos de pretextos argumentales y centrarnos en nuestro interés por la obra literaria de Queipo. Y podemos hacerlo observándola como el personal producto de un científico observador y metódico de vocación humanista y artística.

Xavier Queipo es médico y biólogo de formación, viajero y analista circunstancial y poeta de vocación, por lo que el trasunto de sus relatos literarios suele ofrecer una interesante visión del mundo a través de los ojos de un naturalista crónico.

"O paso do Noroeste" constituiría el acercamiento de Queipo a los libros de viajes que inspiraron las novelas navales en las que se sustentan las creaciones de O'Brien, pero lo cierto es que, en contra de la creencia popular, O'Brien fue poco viajero y magro navegante en vida, prefiriendo sumergirse en mares de archivos y cuadernos de bitácora, mientras que por motivos profesionales y vocación viajera Queipo navegó por los mares del norte y visitó distintos rincones del mundo para incitar su imaginación de ávido lector.

"Las Aventuras del Capitán Duchesnoy" nos aportarían una revisión muy notable de este tipo de lecturas, con el aliciente de venir de la mano de un experto viajero marítimo y literario. En esta obra (traducción del gallego de O paso do noroeste, 1996), tal y como nos describe la reseña editorial, el autor nos transporta a la cubierta del navío L'Épée, en su periplo desde Bretaña hasta la Bahía de Hudson, en Canadá. 

Una expedición científica parte de Brest con el objetivo de descubrir el ansiado Paso del Noroeste, vía marítima que ha de unir los océanos Atlántico y Pacífico por el hemisferio norte. A partir de un relato de aventuras marítimas, que contiene los elementos clásicos del género, incluidas tempestades épicas y encuentros con civilizaciones desconocidas, monstruos marinos y naturaleza en estado puro, el autor conforta sutilmente las ideas de la Ilustración republicana, representadas por el naturalista Jean-Baptiste de Lille et Mirabeau, con las ideas de la Monarquía absoluta, defendidas por el artistócrata capitán, Jean Christophe de Simonet, Barón de Duchesnoy.

Mientras en la Metrópili estalla la Revolución, a bordo de L'Épée continúa instaurado el orden del Antiguo Régimen, mas el viento de la razón va desplazando paulatinamente a la estricta aplicación de las ordenanzas militares de La Royale. El narrador-compilador completa el texto con una serie de notas científicas y curiosas sobre temas tan apasionantes como "el tránsito de las arañas de un tejado a otro", la muerte masiva de narvales en la isla de Disko, el uso de brazaletes anti-hemorrágicos por los inuits o la explicación de las lluvias sanguíneas observadas en la isla de San Miguel, en el archipiélago de Azores.

Ha sido reconocida por la crítica como la mejor novela de tema marítimo escrita en gallego. Xavier Queipo, biólogo de profesión, navegó repetidamente entre 1984 y 1994 por los mares de Terranova, atravesó el Círculo Polar Ártico e hizo varias escalas en las Islas Azores.


Descubrí a Queipo a través de una de sus primeras publicaciones, "Contornos. Apuntes de filosofía natural" (Edicións Xerais de Galicia, Vigo, 1995) en un momento oportuno, aconsejado por un amigo común conocedor de los temas abordados por mi tesis doctoral, y me vi atrapado por la constatación de que todo científico naturalista aborda los hechos científicos desde la fascinación ejercida por cualquier relato plagado de preguntas y preñado de posibles respuestas.

No sólo la botánica y la zoología alimentan los pretextos narrativos de Queipo, sino un conocimiento profundo y apasionado de los recursos propios del discurso y la narrativa científicos, estableciendo un juego inteligente y crítico entre lo real y lo ficticio.

Creo que era el Holden Caulfield de "El guardián entre el centeno" quien afirmaba que un buen libro es aquel que te empuja a desear telefonear al autor tras terminarlo.
No recuerdo haber sentido dicho impulso respecto a Salinger, pero sin duda algo similar se me pasó por la cabeza  tras leer la pequeña y exquisita recopilación de textos de "Contornos", cosa que se repitió sucesivamente con "Mundiños" (Edicións Xeráis de Galicia, Vigo, 1996), "Ártico" (Edicións Positivas, Santiago de Compostela 1990) o la irónica crítica metodológica de "Manual de Instruccións" (Edicións Xerais de Galicia, Vigo, 1999) jugando con estilos de redacción normalmente ajenos a lo que se espera en escritos estrictamente literarios o poéticos, algo que también ofrecería en algunos pasajes de "Os ciclos do Bambú" (Galaxia, Vigo, 2004).

Reconozco haber postergado la lectura de algunas de sus novelas más acordes al estándar habitual, como "Malaria Sentimental" (Sotelo Blanco Edicións, Santiago de Compostela 1999) o su plausible secuela (para mí "precuela", dado que la leí con anterioridad) "Os Kowa" (Galaxia, Vigo 2016).

Ambas novelas adoptan el formato de aventura de supervivencia en tierras exóticas, siguiendo las pautas marcadas por Defoe en su Robinson Crusoe, actualizadas a un punto de vista precozmente mileniarista y fatalista sorprendentemente no pesimista o fríamente esperanzado.

Todos estos escritos están plagados de anotaciones científicas, de curiosidades y datos de vocación enciclopédica que a menudo esconden ficciones bien disfrazadas de la misma manera que la información naturalista veraz adquiere tintes poéticos en un estilo rotundamente personal. 

Queipo tiene claro que la vocación científica surge normalmente de evocaciones literarias, aventureras o puramente poéticas, más deudoras de Verne o Salgari que de Darwin o Sir Joseph Banks.

Es fácil comprender, conociendo la obra de Queipo y su trascendencia para las letras gallegas y universales (si es que alguien quisiera darse cuenta en alguno de los países peninsulares que habitamos) que le concedamos el peso y la influencia tan fundamental en los contenidos habituales de este blog, en la necesidad de fundir los discursos artísticos y científicos en una productiva retroalimentación.

Pero nos quedaríamos cortos si nos limitásemos a otorgarle un puesto honorífico como creador de naturalistas de ficción (un protagonista sin nombre, como los personajes de Clint Eastwood en la filmografía de Leone, atendiendo al protagonista botánico y entomólogo accidental de "Malaria Sentimental" y "Os Kowa"), y hemos de reivindicarlo como creador de ficción de naturalista, y, consecuentemente, como naturalista a caballo entre la realidad y la ficción, lo que le otorga sin duda una visión profundamente interesante del mundo, que a sus ojos no se distingue entre mundo natural y mundo a secas.

Y es que deberíamos destacar, por encima de cualquier mérito de la obra de Xavier Queipo (que no únicamente comparte el carácter antrozoológico que caracteriza a El Animal Invisible) que disecciona los otros grandes temas que sustentan nuestro propio discurso: la imagen y el lenguaje.

No sólo evidencia su amor por contar historias, sino por el propio lenguaje y por su manifestación "material", las lenguas. Si nos ha fascinado el cuadro dentro del cuadro tanto como la literatura dentro de la literatura (o el cine dentro del cine, como a Trouffaut), también lo ha hecho el metalenguaje y las relecturas entre diversos sistemas de percepción.

La traducción y el tránsito implícito entre diversas percepciones de la realidad justifica argumentalmente la fascinante La historia de tu vida (Story of Your Life) de Ted Chiang, en la que se basa el guión del la película "La llegada", sobre la premisa de que cada lengua implica una diferente percepción del mundo, de la realidad y del tiempo, y que el lenguaje de los invasores extraterrestres nos puede capacitar para ver el futuro y el pasado como una línea abarcable y simultánea.

Xavier Queipo no sólo se ha atrevido (junto a María Alonso Seisdedos, Eva Almazán e Anton Vialle) a traducir el Ulises de Joyce (un siempre difícil trabajo que les valió el premio nacional de traducción) sino a hacerlo también con "Alice in Wonderland" y "Alice through the mirror" de Lewis Carroll, otro de nuestros referentes fetiche por su trascendente relación con la lógica de la imagen y la palabra y como teórico (y artífice) pionero de la fotografía.

Por si fuera poco, en una de sus más notables novelas, "Papaventos" (Xeràis, Vigo, 2001, traducida recientemente al inglés, por cierto) Queipo afronta una perspectiva oportuna y mordaz acerca de la relación entre lenguaje, realidad e imagen al abordar un argumento fascinante: si José Saramago ya establece una insuperable metáfora entre existencia y percepción a través de su "Ensayo sobre la ceguera", Queipo, al tanto del hecho real de que su traductor al inglés padecía ceguera progresiva, construye una ficción realista e inteligente que desentraña la naturaleza del material con que construimos nuestra realidad sobre nuestra propia intrahistoria.
Y aunque en esta ocasión el protagonista es hombre de letras y profesional de la traducción, la historia está plagada de referencias y personajes descritos desde la perspectiva propia del estudioso de las ciencias naturales, constatando un advenimiento antrozoológico propio de la cultura del tránsito de milenio, afectada por la ausencia de animales salvajes cercanos y fascinada por la evocación de su presencia, en un razonamiento que nos recuerda a los planteados por Joan Fontcuberta en "Ciencia y Fricción".

Es destacable la plácida amargura de una visita al zoo, la resignada búsqueda de referentes mediatizados, como la imagen del osos panda y su asociación a las enseñanzas de Stephen Jay Gould, pero no es más que una introducción sutil a una avalancha de analogías zoológicas irrefrenables sobre la propia condición del animal humano una vez desprovisto del sentido de la vista en el que se sustenta la cultura que lo distingue como tal. "Ciego como un topo. Como un lagarto albino y cavernícola. Como un pez sin ojos que habita en los laberintos cársticos".

La prosa de Saramago se convierte en un biotopo particular al que el protagonista se ha de adaptar (un biotopo, para más inri, peculiar y difícil, desprovisto de signos de puntuación ni asideros naturales) en un tiempo récord y limitado antes de verse imposibilitado para acceder a nuevos hábitats literarios, hasta ahora sus hábitats naturales. 

Mientras tanto, por su vida cotidiana transitan personajes amantes de los delfines como forma de situarlos socioculturalmente, y otros definidos por su aversión a éstos, a los delfines y a los amantes de los delfines ("esa tendencia a la bobería-naturalista tan extendida en California, tan destructora de vidas y augurio de catástrofes mileniaristas"), descritos con equitativa aversión.

Igualmente describe con precisión quirúrgica los aspectos clínicos y psicológicos de la vista y la visión, de la percepción cromática y la óptica del ojo abordada desde los laberintos de la memoria. Queipo concede tiempo a la reflexión sobre la condición animal del ser humano como animal domesticado en cuanto que domesticador de animales, fascinado por la magia evocadora de los animales portadores de atributos feéricos, por los insectos luminiscentes o por los escarabajos luchadores que convierten en trofeos a sus hembras.

Encabezamos este artículo con una ilustración de nuestra propia autoría que bien podría evocar los infiernos selváticos habitados por los Kowa o por los guerrilleros de Camboya, por especies animales y vegetales hostiles para el hombre desubicado que transita las páginas de nuestro naturalista escritor. Éste bien podría exponer sus precisos conocimientos sin distorsiones dramatizantes pero a menudo se niega, rebelde, a ello, consciente del poder evocador de las narraciones naturalistas frente a las exactitudes científicas que tanto gusta distorsionar, ora imperceptiblemente, ora con descarado desparpajo.

Tan amante del rigor enciclopédico de Verne como reivindicante de las distorsiones pseudonaturalistas de Burroughs, tan heredero de los relatos de Brehm como de la ciencia ficción de Wells.
De hecho, su propio hombre invisible tiene mucho que aportar y nos señala que el autor, lejos de querer ofrecer propuestas originales por su novedad, sabe que cuenta con inmediato interés sencillamente trasladando a su realidad y reinterpretación las lecturas que despertaron su reflexión por poderosas razones. Si han leído el Don Juan de Torrente Ballester, comprenderán a qué me refiero.

Ya lo dijimos en una ocasión y lo reiteramos ahora: les invito a descubrir el naturalismo de ficción y la ficción del naturalista Xavier Queipo.

Mafa Alborés



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Enlaces de interés:

https://prezi.com/vtw9dqwqv5q-/xavier-queipo-nomada/#

https://gl.wikipedia.org/wiki/Xavier_Queipo

http://xavierqueipo.gal/

https://mafa-elanimalinvisible.blogspot.com/search/label/Xavier%20Queipo

 

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