Disculpad que ilustre el inicio de este post dedicado a Daniel Firman con una imagen que no le pertenece y que tampoco puedo acreditar con exactitud (si alguien me puede indicar la autoría de este GIF se lo agradeceré) pero, aparte de ser llamativa y hacerme gracia particularmente, me hace pensar en todas las imágenes mentales que nuestra cultura asocia a los elefantes como paradigma de la voluminosidad y la aparatosidad dispuesta a desafiar las leyes de la física. Todos los elefantes que se os ocurran balanceándose sobre la tela de una araña. Al fin y al cabo ese es el argumento básico de las famosas instalaciones escultóricas con elefantes hiperrealistas del escultor francés Daniel Firman, a quien nunca habíamos dedicado comentario alguno en nuestro blog, cosa que me ha supuesto más de un reproche por parte de algún amigo sorprendido. ¿Cómo puede ser que no lo haya sacado nunca a colación tratándose de de alguien que desafía nuestra percepción con el hiperralismo naturalista que le caracteriza? ¿cómo no mencionar a alguien que en cierta época concreta hizo de los animales, y más concretamente los elefantes, casi su sello argumental característico?
Tal vez la respuesta más sencilla sería excusarme en que son muchos los autores que recurren a la imagen de los animales para buscar la conmoción del espectador y que no doy abasto para seleccionar posibles protagonistas de mis entradas, o que, por muy famosas y características que sean sus esculturas de elefantes, su obra es mucho más variada que eso y no es estrictamente la relación con la zoología y el mundo natural lo que queda expresado en sus obras, pero, al fin y al cabo, bien que he traido a colación trabajos con animales de otros autores, como las fotografías en dioramas de museos de historia natural de Valentín Valhonrat, por ejemplo, que constituían una peculiar excepción en el conjunto de su obra no necesariamente consagrada a la imagen animal. También podría decir que prefiero seleccionar trabajos más actuales o recientes, pero tomando el mismo ejemplo de Valhonrat, se trataba de un proyecto de los años noventa.
Bien es cierto que aquí no damos excesiva importancia a la rabiosa actualidad, y los trabajos referenciados de Firman son de hace apenas cuatro o cinco años, pero da la sensación de que si no lo mencioné en su momento llego un poco tarde y es casi mejor que me refiera a cualquier trabajo antrozooartístico interesante sea del siglo que sea. La verdad es que mi amigo tenía razón y es bastante inexcusable no haber mencionado antes los elefantes de Firman.
También es cierto que, como ya he dicho, Firman tiene básicamente dos versiones de su elefante hiperrealista, y el resto de su producción tiene en común su desafío a la representación de la materia como una masa aparatosa en relación a la escala humana, pero no muestra animales, sino imágenes humanas a menudo hiperrealistas asociadas a objetos que denotan peso, pero el simbolismo de una caja fuerte como algo que podría aplastarte se iguala, aunque sea por oposición, al de un elefante paradójicamente etéreo tanto como en los tópicos de los dibujos animados te podría caer encima alternativamente a un piano o al propio paquidermo. Lo curioso es que ya en alguna ocasión otro viejo amigo me había recordado mi omisión a los pianos y toros colgantes de Jordi Benito, y le argumenté que por memorables que fueran no eran lo más representativo de su polidisciplinar y variado trabajo artístico. Y, pese a la lejanía intencional y simbólica de ambos artistas, sí que hay rasgos comunes entre los toros colgantes de Benito y los elefantes equilibristas de Firman.
Y más sencillo todavía resultaría asociar la versión vertical del elefante de firman con la casi idéntica idea precedente de Miquel Barceló en 2009 (la diferencia más notable es la preferencia por el realismo naturalista de Firman, que nos hace creer en la posibilidad de que un elefante real desafíe a las leyes de la física) La imagen de la izquierda muestra el "Gran elefant dret" (2009) de Miquel Barceló en el exterior del CaixaFòrum de Barcelona (en segundo término la estructura arborescente diseñada en su día por Arata Isozaki).
Según una reseña en Le Figaro, Daniel Firman es representante de una nueva generación que quiere derribar el muro de la obra de arte y profanar la escultura. Para ello se rinde a la idea de referirse a la condición alarmante de lo humano.
Con sus llamativas esculturas, Daniel Firman congela momentos de tiempo y acción en equilibrio precario. Nasutamanus resume las preocupaciones y los métodos de su práctica; es un elefante disecado que parece flotar en la ingravidez en el espacio de la galería,sujeto tan sólo a la pared por su trompa. En esto, como en todas sus obras, Firman busca construir la presencia de conceptos carentes de forma tales como el tiempo, el equilibrio, el peso, la acción y la gravedad. Otras esculturas incluyen figuras humanas afectadas en poses precarias por construcciones a las que sirven de único apoyo, o evidentemente difíciles de manejar sobre sus hombros.
Daniel Firman |
Jordi Benito |
Equiparar la aparatosidad de un piano con la de un toro disecado en combinación con la simbología que el artista otorgaba a estos elementos un tanto crípticos no me parecían por aquel entonces, ni ahora, motivo suficiente para incluirlo en mi catálogo de autores que pusiesen su mirada sobre los animales para compartirla con el espectador. Benito no reflexionaba sobre los animales, o sobre la naturaleza, en sus instalaciones escultóricas. De hecho sus toros disecados constituyen una mera anécdota en el conjunto de su producción, más marcada si cabe por la acción o el performance que por la instalación o la escultura, y su tendencia a la abstracción o al simbolismo no conectaba precisamente con las formas artísticas que por aquel entonces (e incluso ahora) reclamaban mi atención.
Jordi Benito |
Homenaje a Picasso, de Antoni Tàpies |
La presencia de animales muertos o disecados es uno de los motivos recurrentes del arte contemporáneo que más frecuentemente hemos glosado últimamente, pero no hay duda de que el uso de dicho recurso por parte de Benito ya apuntaba hace treinta años a la misma referencia de aparatosidad espacial sugerida hoy en día por los elefantes de Firman, aunque la simbología patria de cultura hispana teñía el trasfondo de la obra de aquel, mientras que el francés otorga al paquidermo una significación universal de masa y peso corporal, de los compromisos físicos establecidos entre la materia viva y la materia inerte, entre el espacio y el tiempo. De hecho, tal y como lo hace la fotografía tan a menudo, el instante crítico, el equilibrio de elementos que constituyen un momento concreto, toman el protaginismo de las instalaciones de Daniel firman, y no es de extrañar que sus ficciones se enriquezcan tanto en complicidad con la fotografía, haciendo que en cada nueva ubicación, en cada nuevo espacio expositivo, en un momento en que la fotografía digital, como observa Joan Fontcuberta, deja de ser un documento testimonial para convertirse en un hábito de la comunicación referido al presente como algo efímero, las distintas tomas fotográficas realizadas por el público constituyan por sí mismas obras independientes con nuevas significaciones, o cuando menos nuevos matices, de todo aquello que la presencia de un elefante ingrávido sugiere:
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