El uso de telas y tejidos en volumetrías suele ser adecuado para la recreación de formas orgánicas, como hemos visto a menudo en las selecciones de El Animal Invisible.
Ello se debe a que las estructuras fibrosas entretejidas constituyen la forma habitual de construir los cuerpos de los seres vivos, de las formas orgánicas.
No en vano nos referimos a dichos materiales de construcción como tejidos vivos, capaces de adoptar diversas formas y consistencias versátiles, más o menos rígidas, elásticas, flexibles o blandas según lo requieran las necesidades mecánicas, motrices, defensivas o de cualquier otro tipo del órgano específico que constituyen.
Habíamos contemplado el uso de tela (combinada con papel y otros materiales) a cargo de Kate Kato, para realizar ejemplares, algunos de los cuales nos pueden recordar a los de Yumi Okita, la artista a la que hoy dedicamos esta entrada.
La principal diferencia entre ambas producciones está en el uso exclusivo de tela y tejido por parte de Okita y en su aumento de escala de los especímenes, jugando así al efecto producido por las lentes de aumento y la observación detallada de las estructuras que constiuyen la disposición de dichos tejidos en su versión natural.
Volvemos, pues, a la cuestión establecida por la medida de las cosas en base a nuestra propia escala, que condiciona los límites de nuestra percepción y la apreciación de lo que consideramos los detalles constituyentes de un organismo, algo a lo que ya alude en forma literaria Jonahtan Swift en sus alegóricas visiones de la sociedad humana a través de los mundos alternativos de Lilliput y Brobdingnag en "Los viajes de Gulliver".
Brobdingnag supone la observación en macro de los detalles mínimos aumentados, como en las imágenes entomológicas de Levon Bliss. Las imbricaciones estructurales de los tejidos las hemos observado como emulación de los materiales constituyentes de las formas orgánicas vegetales en las obras de Emma Matson, o especialmente en Alexandra Kehayoglou, en este caso volcada en la recreación de formaciones vegetales.
Al respecto del uso de la tela como material de trabajo a cargo de Matson y Kehayoglou decíamos lo siguiente:
Que el arte imita a la naturaleza es algo de lo que no nos suele caber
la menor duda, aunque sólo sea por el arraigo de un tópico recurrente, y
de arraigos precisamente hablaremos hoy, aunque en un sentido bastante
más literal.
En la medida que una obra artística hace referencia al esclarecimiento o
reflexión sobre hechos biológicos podríamos asociarla a lo que se
denomina bioarte desde que pioneros como Eduardo Kac, George Gessert o Louis Bec propiciaron su definición.
Sin embargo no es infrecuente un cierto abuso del término. Si una obra
de arte está inspirada en productos de la divulgación de la biología
puede ser que flirtee con el bioarte sin llegar a serlo, o si imita los
recursos expositivos de los museos de Historia Natural. Lo cierto es que
una pieza de bioarte tendría que estar viva, o estar realizada con
materiales o soportes vivos y no sencillamente servirse de materiales de
origen orgánico más o menos evidente (o cualquier tabla -madera
extraída de un árbol antaño vivo- pintada al temple -pigmento cuyo medio
de aplicación es el huevo, símbolo de la vida y símbolo del alma-
pertenecería a su ámbito).
Aparte de las muestras de trabajos artísticos que recurren a la
taxidermia, no deja de ser curioso observar obras artísticas cuyas
piezas son directamente preparaciones de muestras zoológicas en las que
los propios cuerpos de los animales, sus anatomías, constituyen una
forma particular de bioarte (a ello nos referíamos al respecto de trabajos como los de Iori Tomita, entre otros).
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Louis Bec |
El bioarte es un término que abarca tanto reflexiones
plásticas sobre las formas vivas como piezas artísticas que de un modo
simulado (Félix Deac, Patricia Piccinnini) aparentan formas de vida, aunque de forma más exacta las obras de bioarte están vivas de manera virtual (Louis Bec
y sus simulaciones digitales de organismos) o constituyen auténticos
seres vivos intervenidos genéticamente con fines artísticos, y cuyo
máximo representante es Edouard Kac.
Los ejemplos que traemos hoy a colación reflexionan sobre las formas
vivas de la naturaleza en relación a los entornos artificiales creados
por el hombre, asociándose, concretamente, a la arquitectura y el
interiorismo o, más concretamente, a las artes textiles aplicadas al interiorismo: tapices y alfombras.
Para empezar podríamos establecer una asociación que cualquiera puede
entender cuando nos referimos a la materia de la que están hechos los
seres vivos como tejido vivo, o tejido orgánico, analogía que nos
recuerda la disposición imbricada de los elementos que constituyen la
materia viva. Las telas y tejidos de confección artificial, sea
artesanal o industrial, han servido para vestirnos, abrigarnos y
modificar la percepción de nuestra propia animalidad, así como para
decorar y dar calidez o distinción social al interior de nuestras
edificaciones. La fría dureza de suelos y paredes ha sido amortiguada
por la presencia de alfombras y tapices de múltiples calidades y diseños
a lo largo de la historia y en nuestras asociaciones léxicas nos hemos
referido a ciertos elementos naturales como alfombras o tapices: rocas
tapizadas de musgo, alfombras de hierba, cortezas vestidas de líquenes.
Con estas premisas hemos explicado el sentido otorgado a la estética de ciertos trabajos como los de Alexandra Kehayoglou,
y sus alfombras y tapices inspirados en las formas y combinaciones
cromáticas de las diferentes especies vegetales que podemos encontrar
cubriendo suelos y espacios naturales. Los trabajos textiles de
Kehayoglou flirtean con el bioarte sin serlo, pero sin duda apuntan a
una reflexión sobre nuestra relación con el mundo natural y tracienden,
por tanto, al mero interiorismo, pudiendo asociarse a trabajos de
artistas como Anna Garforth que a menudo constituyen auténticas piezas de genuino bioarte por la utilización de material orgánico vivo.
Las alfombras de Kehayoglou están realizadas con técnicas textiles
herederas de la tradición propia de la industria, pero constituyen un
recordatorio de nuestro creciente alejamiento del mundo natural
intentando compensar la nostalgia de su percepción visual directa. En
este sentido van más allá del elemento meramente decorativo, o de un
producto más de las artes aplicadas, en tanto que conceptualmente
constituyen una peculiar manifestación del arte pictórico, del
bajorrelieve o del diorama.
Recientemente hemos descubierto otros trabajos interesantes asociados a
la confección textil inspirada en formas vegetales, como los tambores de
bordado de Emma Mattson, quien, mediante
la utilización de fieltro, hilo y la técnica del nudo francés aplica
puntadas con configuraciones semejantes a musgo en aros de bordado como
soporte de las plantas sin flores que imita. Además de simular el aspecto de la vegetación, a Mattson también le gusta añadir fragmentos de auténtico y falso musgo sobre el que trabaja para trazar una fina línea entre la imitación y la realidad.
Tal vez al
contemplar sus obras alguien pueda pensar que se trata de un mero
ejercicio técnico de una artesana del bordado, o de más o menos
llamativas piezas decorativas o de coleccionismo, pero si buscamos entre
su producción nos encontramos interesantes piezas de distinta índole
que indagan en cómo percibimos las cosas a través de nuestros sentidos
acostumbrados, prevenidos o, en ocasiones, aturdidos por las diferentes
artes y técnicas de reproducción.
La apariencia
superficial de los objetos resulta a menudo engañosa a través de los
distintos medios de difusión de imágenes, y el paradigma fotográfico
impregna nuestros recuerdos visuales, sea por la presencia directa de
los objetos referenciados o a través de gadgets electrónicos,
reproducciones impresas, recreaciones tridimensionales, etcétera.
Son
especialmente significativas sus piezas volumétricas, escultóricas,
cubiertas de fragmentos fotográficos en forma de collage tridimensional
que nos invitan a dotarnos de antenas que perfeccionen nuestra precisa
percepción de las cosas y, por tanto, constituyen en esencia una
reflexión sobre los límites entre naturaleza y artificio, entre nuestros
órganos sensitivos y nuestras capacidades de percepción.
La
preponderancia que otorgamos a un mundo construído a base de
reconstrucciones de carácter esencialmente visual, o audiovisual, cada
vez más alejadas de sus referentes reales, sirve a Mattson para elaborar
objetos que reclaman nuestra atención sobre este hecho, y que de alguna
manera, mediante su propio artificio, nos recuerdan que el mundo
natural tambié se huele, se saborea, se oye y se vive en una inmersión
sensorial que nunca es ajena a nuestros límites corporales por más que
nos empeñemos en ello.
Desde este punto de vista, sus creaciones textiles de formas vegetales,
lejos de buscar un hueco en el mercado de los productos decorativos
(algo que sin duda es esencial para el desarrollo de la actividad fabril
de Alexandra Kehayoglou) conforman auténticas series artísticas
emparentadas con la ilustración científica, la pintura paisajística, el
arte ornamental, los dioramas en incluso la escultura, pero, además, no
debemos olvidar en plena era digital que los orígenes de las imágenes
rasterizadas y los sistemas informáticos se hallan en los telares, en la
mecanización de la producción textil pioneros en el uso de códigos
aplicados en tarjetas perforadas, tal y como reflexionábamos al comentar las obras de Cayce Zavaglia.
Pero si en todos estos casos se da una reflexión sobre cómo la materia se estructura a pequeña escala para crear armazones con los que edificar las formas de los seres vivos, para crear materiales de construcción de diferentes consistencias, texturas y colores, la eficacia del juego ilusorio establecido se da porque nos hace tomar conciencia de alguna manera de los límites de nuestra percepción cuando queremos observar al detalle los datos visuales y de apariencia táctil que dotan que credibilidad o verosimilitud las representaciones y recreacioes del mundo natural.
Y mientras la mayoría mantienen el criterio de escala natural, Yumi Okita nos invita a recordar aquello que la tecnología óptica, las lentes de aumento y los microscopios nos han mostrado de las estructuras constituyentes de las alas de las mariposas y las polillas. Curiosamente, pese a haber aprendido de sus escamas y placas microscópicas con diversas reflexiones cromáticas constituyen un claro ejemplo de cómo percibimos las imágens y dónde está el límite del tamaño de sus unidades constituyentes (tal y como lo hace el píxel en la imagen digital) Okita vuelve a engañar a nuestra vista y sustiuye la aliteración ordenada de microplacas intercaladas como un tejado y opta por la superposición de fibras de tejido, remitiéndonos con ello a la tradición de los tapices y los mosaicos, recordándonos que el arte de la pintura y la ilusión visual no se limita a la aplicación directa de pigmentos sobre una superficie, sino a la aliteración consecutiva de unidades cromáticas que nuestro cerebro reconstituye y reordena siempre afectado por su acumulación de experiencias, conocimientos y trasfondos más o menos científicos. Una vez más, arte y ciencias naturales se ponen de acuerdo para describir la naturaleza y la vida.
Mafa Alborés
Descubrimos ya hace mucho tiempo a Okita y sus trabajos textiles a través de COLOSSAL, pero una nueva entrada de dicha página web sobre arte dedicada a nuevas muestras de la artista nos ha recordado que le debíamos un comentario entre nuestras propias selecciones. Esto es lo que Andrew Lasane comenta de su curiosa entomología textil desde COLOSSAL:
La artista Yumi Okita, con sede en Carolina del Norte (anteriormente/previously), aplica capas de tela pintada a mano, hilo de bordar, plumas y piel sintética para crear grandes esculturas de insectos. Cada polilla y mariposa hecha a mano es única, con coloración y patrones a menudo inspirados en especies existentes.
Las esculturas de fibra de Okita están diseñadas para colgarse de cables o mostrarse como obras independientes. Las alas de tela de los insectos miden hasta 9.5 pulgadas de ancho, mientras que las criaturas peludas miden una impresionante altura de 3.5 a 4.5 pulgadas. Desde la distancia, podrían confundirse con lo real, pero una mirada más cercana revela un intrincado tejido de materiales y una vibrante variedad de colores.
Las creaciones únicas se venden a través de la tienda de Etsy de Yumi Okita, y puedes ver la creciente galería de muestras en Instagram.
https://www.etsy.com/shop/irohandbags/sold?awc=6220_1607185885_94efa33737a92159ed1fab385c8084d5&ref=shopinfo_sales_leftnav
Enlaces relacionados:
https://mafa-elanimalinvisible.blogspot.com/search?q=insecto
https://mafa-elanimalinvisible.blogspot.com/search?q=entomolog%C3%ADa
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