Gracias a un artículo aparecido en Retronaut, hemos tenido acceso a una curiosa galería fotográfica que constata uno de los fenómenos de la antrozoología fotográfica más curiosos y extraños que hayamos comentado en El Animal Invisible.
Para empezar, no es frecuente que en Retronaut se prodiguen mucho en comentarios textuales de las selecciones de imágenes, porque estas hablan por si mismas o resultan más bizarras y enigmáticas cuanto menos se sepa de ellas, pues esa es la finalidad de este sitio web: compilar documentos fotográficos del pasado lo más chocantes, llamativos y desconcertantes posible.
No es raro, pues, que dejen constancia de la publicación de un libro del coleccionista fotográfico Jean-Marie Donat, quien se percató de la gran cantidad de documentos fotográficos privados alemanes que daban fe de una peculiar costumbre en la Alemania de mediados del siglo XX: que alguien disfrazado de oso polar aparezca posando en fotos populares y familiares, una especie de photo-bomb intencionado y genérico que al parecer era relativamente habitual pero que hoy en día, una vez rescatado del olvido nos resulta extraño, llamativo y un tanto surrealista.
Donat ha recopilado los ejemplares de su colección en un curioso libro recientemente publicado y promocionado desde este y otros artículos en los periódicos digitales e impresos. Lo que más me sorprende es lo poco que llegan a aclarar el porqué de esta costumbre y los motivos que popularizaron la presencia de disfraces de oso en fotografías de carácter familar o privado.
El libro se titula Teddybär, o lo que viene a ser la expresión alemana para teddy-bear, acuñada a partir de un célebre episodio protagonizado por Theodor (Teddy) Roosevelt. Éste rehusó a disparar a un oso durante una cacería organizada, con fines promocionales, por sus colaboradores, episodio que acabó por convertirse en objeto de parodia y sátira política más allá de las intenciones de sus instigadores, asociando por siempre a Roosevelt a esta anécdota.
Lo cierto es que el entonces presidente estadounidense había salido de caza bastante ilusionado por la posibilidad de avistar y dar caza a un oso, pero por lo visto la empresa se volvió tediosamente ardua, y cuando al fin una avanzadilla guiada por perros dió con un ejemplar, el animal se defendió provocando bajas entre los sabuesos, por lo que el guía Holt Collier, temeroso de perder más perros antes de la llegada de Roosevelt para abatir al plantígrado, consiguió aturdirlo de un culatazo en el cráneo y atarlo a un árbol para que el presidente, a su llegada, hiciese los honores. Si esto fue posible, albergamos dudas sobre el tamaño del animal, que en caso de ser un oso pardo americano o grizzly sin duda sería muy joven o poco crecido, e incluso en el caso de tratarse de un oso negro, de talla inferior.
El caso es que en aquellas circunstancias Roosevelt se negó a dar el tiro de gracia por encontrarlo antideportivo e injusto, lo que se interpretó en clave humorística como un gesto compasivo desde la superioridad.
A esta circunstancia que asoció a Teddy Roosevelt con los osos (exentos de su consideración como fieras peligrosas) habría que sumar la apariencia antropomórfica y neoténica de los osos, de formas redondeadas y cabeza proporcionalmente grande, lo que los hace semejantes a cachorros incluso de adultos y, por tanto, desde los parámetros de la percepción humana, resultan animales amables pese a su potencial agresivo y predatorio, y proclives a ser utilizados como modelos para juguetes.
Todo ello inspiró a Morris Mitchmon al ver la caricatura de Clifford Berryman publicada en 1902 en The Washington Post.
Mitchmon decidió aprovechar la popularidad del incidente para comercializar, a través de su empresa Ideal Novelty and Toy Co un muñeco de trapo al que llamó "Teddy" en honor al presidente, alcanzando tal popularidad que Teddy se convirtió en sinónimo de oso de juguete. Casi simultáneamente, en Alemania la firma Steiff presentaba, ajena al éxito del Teddy Bear americano, su primer oso en la Leipzig Toy Fair en marzo de 1903. La creciente popularidad de los libros ilustrados desde la Inglaterra victoriana y colonial hizo que rápidamente las imágenes de animales australianos provocasen que los niños se enamorasen de los Koalas (que nada tienen que ver con los úrsidos, pues se trata de marsupiales) por su parecido no sólo con estos osos de juguete sino especialmente por su parecido casual con el rostro del propio Roosevelt, lo que facilitó no sólo que se les llamase Teddy Bears con frecuencia, sino que se les confundiese zoológicamente con los auténticos mamíferos plantígrados.
La fama alcanzada por la osa Winnifred en el zoo de Londres hizo rebautizar el oso de peluche favorito del hijo de A.A. Milne, el escritor que popularizó a Winnie the Pooh y que contribuyó todavía más a asentar la imagen del oso de trapo o de peluche como la de un juguete emblemático e incluso tópico.
La manufactura en piezas separadas para el cuerpo y las extremidades de estos poulares juguetes a menudo se evidenciaba por los cambios cromáticos del material, cosa que no hizo sino hacer más obvia una nueva asociación icónica, ya no con los Koalas, sino con un pariente lejano de los auténticos osos, pero, como el koala, también curiosamente dedicado a una dieta monotemática: el oso panda, cuyas pautas blanquinegras asociadas a su redondez antropomórfica y neoténica acabaron no sólo por hacerlo perfecto como Teddy Bear, sino como estampa del animal bondadoso, pacífico y dependiente de un frágil ecosistema como para representar a la protección de la naturaleza. Sus pautas blenquinegras, además, facilitan su uso gráfico en una sola tinta y de ahí la emblemática estampa de la marca del WWF (fondo mundial para la naturaleza) creado, por cierto, por fundadores dedicados a la caza deportiva e interesados en preservar la naturaleza por motivos cercanos a los orígenes del amor por los ositos de peluche, lo que dice bastante de nuestra problemática y egoísta relación con los animales. Pura antrozoología.
Volviendo al origen de nuestro comentario, en Alemania se popularizó la imagen del oso de peluche como algo amable pese a su creciente asociación al poder americano y su legendaria asociación con la simbología rusa, puesto que desde la 1ª Guerra Mundial estaba aceptado el uso de la imagen del oso como personificación del imperio ruso, papel que siguió desempeñando a menudo posteriormente en nombre de la Unión Soviética.
Lo que nos cuesta un poco más es determinar exactamente en qué momento entra en toda esta iconografía zoológica la imagen del oso polar, del oso blanco, y el porqué de su transformación, no ya en muñeco de peluche, sino en disfraz de talla adulta, emulando las posibilidades de los disfraces de simios antropomorfos que ya hemos comentado en su día, y que, al fin y al cabo, también asociamos históricamente a Alemania gracias a la persistente estampa de Marlene Dietrich en "The blond Venus" de Von Stenberg, en los mismo tiempos en que estas fotografías de personajes disfrazados de oso polar se convirtieron en habitauales.
Suponemos que todas estas circunstancias unidas colaboraron al hecho de que, entre las décadas de los 1920 hasta los 1960 aproximadamente en Alemania fuese frecuente la presencia de alguien disfrazado de oso polar en una fotografía, pero agradeceremos cualquier aclaración al respecto.
Mafa Alborés
De momento, os dejamos con la traducción del artículo original, que se limita a dejar constancia de la publicación del libro recopilatorio y de la extrañeza provocada por la recopilación de imágenes a cargo de Donat:
En las décadas centrales del siglo 20 Alemania, había - al parecer - un buen número de personas corriendo en trajes de osos polares. Se ofrecían a tomarse fotos con las personas interesadas. El foto-colector Jean-Marie Donat se dio cuenta de los mismas osos o similares que aparecían persistentemente en viejas instantáneas desde la década de 1920 hasta la década de 1960, y comenzó a guardarlas, hasta amasar una colección posiblemente de miles de personas. Esa colección se convirtió en Teddybär, un libro de 200 páginas de fotografías encontradas. En el libro, el artista y filósofo Klaus Peter Speidel ofrece cierta especulación acerca de las personas metidas en los trajes, la escritura imaginativa desde la perspectiva de dos amigos que deciden conseguir algo de dinero extra ofreciendo a la gente fotos con la mascota peluda.
La gente necesita una razón para tomarse una foto, y un oso es una buena razón.
Klaus Peter Speidel
Las fotos, absurdas y tontas, de hecho, adquieren una intensidad extraña. El oso sigue siendo en gran medida constante, y su sonrisa peluda apenas varía ligeramente.
Alrededor del oso, la historia avanza, ya que los que van a la playa sonrientes se alternan con la sonrisa de los soldados nazis que son sustituidos por las sonrisas de los G.I. americanos. Amedida que la historia dolorosa y tumultuosa de Alemania se desarrolla a su alrededor, el oso se mantiene sin cambios, su presencia eternamente torpe y dentuda se propaga entre los que le rodean.
Image: TEDDYBÄR, a series from the Jean-Marie Donat Collection, Innocences Publishing
Image: TEDDYBÄR, a series from the Jean-Marie Donat Collection, Innocences Publishing
The
photos, absurd and silly as they are, take on a strange poignancy. The
bear remains largely constant, its shaggy grin and poses varying only
slightly. Around the bear, history advances, as smiling beachgoers are
replaced with smiling Nazi soldiers who are replaced with smiling
American G.I.s.
As the painful and tumultuous history of Germany unfolds around it, the bear remains unchanged, its eternally goofy and toothy presence spreading to those around it.
TEDDYBÄR is published by Innocences Publishing.
As the painful and tumultuous history of Germany unfolds around it, the bear remains unchanged, its eternally goofy and toothy presence spreading to those around it.
TEDDYBÄR is published by Innocences Publishing.
Image: TEDDYBÄR, a series from the Jean-Marie Donat Collection, Innocences Publishing
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Image: TEDDYBÄR, a series from the Jean-Marie Donat Collection, Innocences Publishing
Image: TEDDYBÄR, a series from the Jean-Marie Donat Collection, Innocences Publishing
Image: TEDDYBÄR, a series from the Jean-Marie Donat Collection, Innocences Publishing
Image: TEDDYBÄR, a series from the Jean-Marie Donat Collection, Innocences Publishing
Image: TEDDYBÄR, a series from the Jean-Marie Donat Collection, Innocences Publishing
Image: TEDDYBÄR, a series from the Jean-Marie Donat Collection, Innocences Publishing
Image: TEDDYBÄR, a series from the Jean-Marie Donat Collection, Innocences Publishing
Image: TEDDYBÄR, a series from the Jean-Marie Donat Collection, Innocences Publishing
Image: TEDDYBÄR, a series from the Jean-Marie Donat Collection, Innocences Publishing
http://mashable.com/2016/02/17/teddybar/?utm_cid=mash-com-fb-retronaut-link#aansTDJy8kqJ
In
the middle decades of 20th century Germany, there were — apparently —
quite a few people running around in polar bear costumes. They offered
to have their photos taken with interested people.
Photo collector Jean-Marie Donat noticed the same or similar bears popping up in his perusals of old snapshots from the 1920s to the 1960s, and began to save them, eventually amassing a collection of thousands.
That collection became TEDDYBÄR, a 200-page book of found photos. In the book, artist and philosopher Klaus Peter Speidel offers speculation about the people inside the costumes, imaginatively writing from the perspective of two friends who decide to hustle for some extra cash by charging people for photos with the furry mascot.
Photo collector Jean-Marie Donat noticed the same or similar bears popping up in his perusals of old snapshots from the 1920s to the 1960s, and began to save them, eventually amassing a collection of thousands.
That collection became TEDDYBÄR, a 200-page book of found photos. In the book, artist and philosopher Klaus Peter Speidel offers speculation about the people inside the costumes, imaginatively writing from the perspective of two friends who decide to hustle for some extra cash by charging people for photos with the furry mascot.
People need a reason to have their picture taken, and a bear is a damn good reason.
Klaus Peter Speidel
The
photos, absurd and silly as they are, take on a strange poignancy. The
bear remains largely constant, its shaggy grin and poses varying only
slightly. Around the bear, history advances, as smiling beachgoers are
replaced with smiling Nazi soldiers who are replaced with smiling
American G.I.s.
As the painful and tumultuous history of Germany unfolds around it, the bear remains unchanged, its eternally goofy and toothy presence spreading to those around it.
TEDDYBÄR is published by Innocences Publishing.
As the painful and tumultuous history of Germany unfolds around it, the bear remains unchanged, its eternally goofy and toothy presence spreading to those around it.
TEDDYBÄR is published by Innocences Publishing.
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