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martes, 6 de diciembre de 2011
Bioactivismo y artivismo biotecnológico. (Extracto de Plagas , Monstruos y Quimeras de Pau Alsina)
Bioactivismo y artivismo biotecnológico
Colectivos artísticos como Critical Art Ensemble ya han trabajado ampliamente en torno al enorme poder acumulado en las industrias asociadas a las biotecnologías, un genuino biopoder que desentrañaron en sus libros y acciones como El culto de la nueva Eva y su proyecto Bio-com. En Flesh Frontiers nos explican los mitos sobre la genética, utilizada para comerciar con tecnologías reproductivas. Para ello, generan una compañía falsa de tratamientos genéticos (Bio-com), que viene a generar un subtexto crítico produciendo una aproximación bastante más escéptica sobre las visiones utópicas adheridas al imaginario de las biotecnologías.
Automáticamente, nos vienen a la memoria los planes eugénicos de la Alemania nazi inspirándose en las ideas del británico Sir Francis Galton, la limpieza étnica en busca de la raza pura exenta de cualquier elemento que pueda considerase como defecto respecto al ideal de pureza diseñado. Incluso en nuestro imaginario también aparece la clonación como ideal de reproducción de los mejores especímenes, otra forma de limpieza y selección. Y este ideario continúa presente de forma implícita en las bases de datos de perfiles genéticos de personas creativas, aunque la palabra eugenesia haya desaparecido de todas partes como consecuencia de las atrocidades nazis que llevaron al límite la misma idea en su búsqueda de la pura estética aria. Como comenta Kurtz, del colectivo CAE, el mercado trata de dar nuevos nombres a ideas antiguas. Menciona por ejemplo la búsqueda en los bancos de fertilización de espermas de ganadores del premio Nobel. No hay ningún tipo de estudio científico que confirme que un donador "Premio Nobel" pueda generar un hijo con más posibilidades de ser inteligente que si se buscase donadores aleatoriamente. Sin embargo, los bancos tienen precios distintos dependiendo del tipo de perfil de donador que se busque. Ya no hablamos de limpieza étnica, sino de "derecho de elección del consumidor".
El artivismo biotecnológico, por su vocación a la acción directa y discursos más crudos, es frecuentemente objeto de persecución política además de (a menudo) no ser reconocido dentro del circuito de las artes. Entre críticos y teóricos podemos encontrar una división que separa el grupo de los "bioartistas" (que presentan obras en las galerías) de los activistas. Ya sea para defender la postura de unos o de otros, el problema es catalogar muy rápidamente propuestas que de salida se quedan marginadas por ser parte de un "activismo". El propio caso de la persecución de Steve Kurtz (de CAE) por el FBI durante el gobierno Bush ha sido un modo de aprovecharse del poco conocimiento de la población sobre lo que el grupo hacía para poder acusarlos de "bioterroristas". Y por la misma razón artistas de todo el mundo se han movilizado, incluso en áreas no relacionadas con arte, ciencia y tecnología, porque sabían que detrás de las acusaciones había un interés por parte del gobierno de crear un precedente en el control de los procedimientos e ideas en el ámbito académico y artístico (Steve Kurtz es también profesor de la Universidad de Búfalo).
El bioactivismo no es nuevo y surgió antes de la aparición de las biotecnologías y se relaciona históricamente con movimientos proecológicos. En los años veinte, en los EE.UU. un grupo de mujeres de California llamadas ladies conservationists se ataban a los árboles para impedir la acción de madereros. Lo mismo se vio, en mayor dimensión, con las mujeres de las aldeas himalayas en el norte de la India que abrazaban árboles. Este movimiento, llamado Chipko, tuvo gran repercusión en los medios de todo el mundo. Este tipo de manifestación (tree-huggers) se expandió en los años ochenta y noventa en Inglaterra y Australia principalmente, así como también con los sitters, que se ponían a vivir en zonas protegidas para que no se destruyeran.
Con las nuevas tecnologías, este tipo de organizaciones se ha difundido y organizado enormemente, y varias ONG como Greenpeace y la WWF obtienen un gran respeto por parte de los gobernantes de la mayoría de los países donde operan. Sin embargo, una vez más la acción activista se asocia a ideas de "radicales" y grupos que actúan por la fuerza. Eso ha creado una visión superficial de los ecólogos o activistas ecológicos. En este sentido, el arte ha mostrado que puede contribuir a una revisión de los conceptos generales de sustentabilidad y de lo que se entiende por actitud "verde", profundizando en ideas que muchas veces no aparecen en los medios de comunicación o en el propio discurso de las ONG y asociaciones.
El ambiente creado por los nuevos centros de producción en arte digital, con espacios híbridos para talleres, exposiciones y encuentros entre profesionales de distintas áreas (los llamados labs), ha sido aprovechado por algunos grupos artistas que trabajan a su vez con activistas, biólogos y teóricos. Además, proyectos de carácter principalmente "informático" han encontrado un punto en común con preocupaciones ecológicas, como el reciclaje tecnológico. El grupo Metareciclagem, que nació en Brasil y que posee nodos en otros países, cuenta con una red de organizadores que provienen del activismo ecológico. Los festivales de arte digital también han empezado a abrir espacios para proyectos que mezclan bioactivismo, tradición cultural y arte, como el Herbologies y el Art & Energy, presentados en la última edición del Festival Pixelache en Helsinki.
(Extracto de Plagas , Monstruos y Quimeras de Pau Alsina)
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