No todos los seres vivos son sensibles a los colores, ni siquiera a la misma escala cromática.
Los seres humanos apreciamos la gama de longitudes de onda comprendidas entre el ultravioleta y el infrarrojo, ambas exclusive.
Además de los bastoncillos sensibles al brillo, poseemos células especializadas, conos, sensibles a las longitudes de onda azul, verde y rojo, colores básicos de la mezcla aditiva de colores-luz, la misma tríada en la que se basan los dispositivos mecánicos y electrónicos de reproducción de imágenes, lo que denominamos sistema RGB (red, green, blue) en base al cual los sensores de las cámaras digitales filtran sus fotositos para proporcionar información cromática a los píxeles de la imagen resultante, al igual que las pantallas LCD, monitores, proyectores, etc.
Nuestra visión es tridimensional y en color.
No todos los animales "superiores" poseen visión esteroscópica tridimensional, propia de depredadores o de animales arborícolas o dependientes de una eficaz percepción espacial (triangulando las distancias con dos ojos de visión frontal, apreciando el relieve, el volumen y la profundidad). Y no todos los animales "superiores" necesitan incorporan sensores cromáticos en sus ojos ya que no todos encuentran utilidad alguna en la información proporcionada por el color que reflejan las cosas.
Nuestra condición omnívora, basada en un pasado frugívoro, justifica la necesidad de distinguir las diferencias entre las frutas que presentan un estado óptimo para su consumo y las indigestas, y, una vez adquirida tal capacidad, su aplicación a otros ámbitos de la existencia son igualmente ventajosas o como mínimo aprovechables para una compleja construcción mental del entorno y sus circunstancias.
La acromatopsia (imposibilidad de distinguir colores, o visión en blanco y negro) congénita es de difícil comprensión por parte de sus pacientes, dado que no pueden imaginar un mundo en color, pero ciertos estudios demuestran los efectos psicológicos de una acromatopsia adquirida, puesto que muchos afectos están relacionados con el color, y dejar de verlos supone, por ejemplo, un súbito desinterés por la alimentación o el sexo, así como un progresivo estado de depresión.
Lo llamativo de la noticia reseñada a continuación (complementada por otras entradas que he reproducido a continuación) es la posible capacidad para apreciar más colores o más matices cromáticos, dado que nos cuesta (de hecho, nos resulta imposible) imaginar colores que no conocemos sin pasar por la imagen mental de los ya conocidos, lo que nos señala que, aunque las longitudes de onda reflejadas por los objetos son una realidad física, su clasificación en sensaciones y percepciones cromáticas es un proceso mental, una obra subjetiva de nuestro cerebro.
Mafa Alborés.
ÓPTICA
La mujer que mejor ve
América Valenzuela - 04/10/2012Las cataratas de Claude Monet
En los últimos años de su vida, el pintor francés impresionista Monet tenía cataratas. Veía como si una nube blanquecina le envolviera. Obviamente, eso repercutía en la forma en que pintaba. Claro, que él nunca sabría cuánto y de qué modo. A los 82 años accedió a que le extirparan el cristalino de su ojo izquierdo. Tras la operación, el artista recuperó los colores, que volvieron a inundar su vida, pero también ganó una cualidad visual extra: el ultravioleta. En los cuadros posteriores a la intervención abundan las flores. Es así porque para él eran distintas: las veía con mayor diversidad de tonalidades y con colores más ricos. Veía los patrones ocultos para los humanos, dibujados por el espectro ultravioleta, que están diseñados para atraer a los insectos polinizadores, como es el caso de las abejas, que sí ven este rango de frecuencias.MIRA TAMBIÉN: Las mujeres afinan el tono
Los ojos de una mujer están causando la admiración de los científicos. Tienen algo que la hace única. Una mutación le ha otorgado la capacidad para ver más y mejor. Si un humano con vista normal ve un millón de tonos, ella percibe cien millones. Esta mujer tiene supervisión. La neurocientífica británica Gabriele Jordan, de la Universidad de Newcastle, ha rastreado el mundo en busca de esta mujer durante dos décadas.
Por fin la ha encontrado. Su nombre no es público: se la conoce como la paciente cDa29. Esta mujer tiene cuatro tipos de cono en la retina, uno más de lo habitual. Los conos son células con dicha forma, sensibles a la luz gracias a unas sustancias denominadas opsinas. La eritropsina, por ejemplo, tiene mayor sensibilidad para la luz roja, la cloropsina para la verde y la cianopsina es la que nos facilita la visión del azul. Hay algunos mamíferos que solo poseen un cono, mientras que ciertas aves y reptiles poseen cuatro: el extra les permite ver la luz ultravioleta, algo por ahora imposible para nosotros.
Si bien el cono extra de cDa29 no le permite detectar la luz ultravioleta, sí le posibilita ver cientos de tonos de amarillo y verdes que los demás no podemos distinguir. Y aunque ella es la única que ha demostrado que tiene una capacidad especial, no está sola. Loscientíficos estiman que el 12% de las mujeres tiene este don, pero dormido.
“Sabemos que una mujer puede tener un cono extra porque alguno de sus hijos o hermanos tiene una ligera deficiencia en la visión de los colores, un tipo de daltonismo llamado anomalía tricromática”, explica a Quo la doctora Jordan. Estos varones ven algunos colores con menos intensidad y brillo.
“Sabemos que una mujer puede tener un cono extra porque alguno de sus hijos o hermanos tiene una ligera deficiencia en la visión de los colores, un tipo de daltonismo llamado anomalía tricromática”, explica a Quo la doctora Jordan. Estos varones ven algunos colores con menos intensidad y brillo.
Para encontrar a estas mujeres con supervisión, “buscamos y diagnosticamos primero a los hijos, y comprobamos que son portadores del gen mutado. Luego, hacemos un análisis genético a las madres y a las hermanas”. Ellas son portadoras, pero no sufren el defecto. O mirado desde otro punto de vista, lo sufren de manera diferente.
Seguir las huellas de colores
Desde los años 20 del siglo pasado se sospechaba que existían casos de mujeres con anomalías de visión de este tipo, y los primeros casos de tetracromatismo documentados se remontan a 1948. El científico neerlandés HL de Vries estaba estudiando el daltonismo en varones que eran menos sensibles al verde o al rojo y les costaba distinguirlos. En el experimento, sus pacientes tenían que mezclar luces rojas y verdes, y variar su intensidad hasta obtener el color amarillo; por su condición, necesitaban más verde o rojo para ver ese color. Por simple curiosidad, De Vries analizó a la hermanas de los sujetos daltónicos. Ellas distinguían bien el rojo y el verde, pero en el test aplicaban en la mezcla más rojo de lo habitual en los sujetos sanos. Algo pasaba con ellas. Aventuró que podía deberse al cuarto cono.
Desde los años 20 del siglo pasado se sospechaba que existían casos de mujeres con anomalías de visión de este tipo, y los primeros casos de tetracromatismo documentados se remontan a 1948. El científico neerlandés HL de Vries estaba estudiando el daltonismo en varones que eran menos sensibles al verde o al rojo y les costaba distinguirlos. En el experimento, sus pacientes tenían que mezclar luces rojas y verdes, y variar su intensidad hasta obtener el color amarillo; por su condición, necesitaban más verde o rojo para ver ese color. Por simple curiosidad, De Vries analizó a la hermanas de los sujetos daltónicos. Ellas distinguían bien el rojo y el verde, pero en el test aplicaban en la mezcla más rojo de lo habitual en los sujetos sanos. Algo pasaba con ellas. Aventuró que podía deberse al cuarto cono.
En la década de 1980, el neurocientífico John Mollon, de la Universidad de Cambridge, estaba estudiando la visión del color de los monos cuando averiguó cómo los monos americanos adquirieron esta capacidad. La mayoría de los mamíferos solo tienen dos conos, y ven en grises y azules. Pero estos monos, como nosotros y la mayoría de los primates, tienen tres conos. Adquirieron el tercer cono gracias a una mutación que les coloreó la vida: esos monos podían distinguir mejor las frutas, que destacaban entre el verde de la selva. La selección natural hizo el resto.
Cómo buscar la supervisión
Mollon hoy trabaja codo a codo con Jordan, quien tomó el testigo de su investigación en monos y se centró en trasladar esos hallazgos a humanos. Juntos crearon un test especial para reconocer a las mujeres con supervisión. Solo ellas podrían distinguir con rapidez y sin dudas las combinaciones de luces de colores que se les mostraban. Probaron el test con 25 mujeres con cuatro conos. Solo una lo superó. “Me puse muy contenta”, confiesa, recatada, la doctora.
Mollon hoy trabaja codo a codo con Jordan, quien tomó el testigo de su investigación en monos y se centró en trasladar esos hallazgos a humanos. Juntos crearon un test especial para reconocer a las mujeres con supervisión. Solo ellas podrían distinguir con rapidez y sin dudas las combinaciones de luces de colores que se les mostraban. Probaron el test con 25 mujeres con cuatro conos. Solo una lo superó. “Me puse muy contenta”, confiesa, recatada, la doctora.
¿Por qué solo ella ha desarrollado el don? No saben aún por qué esta mujer sí tiene despierta esta capacidad y las demás no. Todas tienen la herramienta para distinguir más tonos que los demás mortales, pero solo una la utiliza.
“Es posible”, explica Jordan, “que los conos extra estén repartidos en parches en su retina y solo pueda acceder a esa información cuando la luz incide sobre ellos.”
“Es posible”, explica Jordan, “que los conos extra estén repartidos en parches en su retina y solo pueda acceder a esa información cuando la luz incide sobre ellos.”
¿Puedes explicarme un color?
La supermujer no lo siente así. Pero tampoco puede explicar cómo ve. Para imaginarme lo difícil que es describir a alguien un color que no ve nadie más, he pedido a un compañero daltónico que me explique de qué color ve una manzana roja. “No sé lo que veo, ¡si lo supiera, no sería daltónico!”, me responde confuso. “¿Marrón?”, insisto. “No lo sé”, dice. “¿Lila?”, incido. “No… Creo que verde. Sobre todo, algunos tonos, pero no todos”, me corrige. “Pero no lo sé”, añade. Tras darle vueltas sin llegar a ninguna conclusión, cierra la conversación diciéndome: “Tú misma no podrías explicar cómo ves el amarillo. A lo mejor para el resto de la humanidad el Sol es negro y la noche es amarilla, y tú no lo sabes”.
La supermujer no lo siente así. Pero tampoco puede explicar cómo ve. Para imaginarme lo difícil que es describir a alguien un color que no ve nadie más, he pedido a un compañero daltónico que me explique de qué color ve una manzana roja. “No sé lo que veo, ¡si lo supiera, no sería daltónico!”, me responde confuso. “¿Marrón?”, insisto. “No lo sé”, dice. “¿Lila?”, incido. “No… Creo que verde. Sobre todo, algunos tonos, pero no todos”, me corrige. “Pero no lo sé”, añade. Tras darle vueltas sin llegar a ninguna conclusión, cierra la conversación diciéndome: “Tú misma no podrías explicar cómo ves el amarillo. A lo mejor para el resto de la humanidad el Sol es negro y la noche es amarilla, y tú no lo sabes”.
Según la neurocientífica, lo más seguro es que cDa29 tenga un tetracromatismo fuerte y pleno; es decir, que los conos extra estén distribuidos por toda su retina de manera uniforme y pueda ver más colores que los demás, de manera constante. Pero, ¿por qué no ha sido consciente de ello a lo largo de su vida? ¿Y por qué las demás mujeres no usan su supervisión?
Quizá sea un problema de lenguaje. Si no tenemos una palabra para designar los nuevos colores que percibimos, los catalogamos como alguno de los ya conocidos y bloqueamos nuestra capacidad para ver más allá de lo establecido. En ruso, por ejemplo, el azul oscuro y el azul claro son dos colores distintos, tienen dos palabras para designarlos: azul claro es голубой (goluboi), y azul oscuro синий(sinii). Neurólogos del Instituto Tecnológico de Massachusetts han comprobado que gracias a ello distinguen estos dos tonos mucho más deprisa y sin dificultad en comparación con los ingleses, que no tienen dos palabras para designar los distintos tonos de azul y dudan a la hora de distinguirlos.
Quizá sea un problema de lenguaje. Si no tenemos una palabra para designar los nuevos colores que percibimos, los catalogamos como alguno de los ya conocidos y bloqueamos nuestra capacidad para ver más allá de lo establecido. En ruso, por ejemplo, el azul oscuro y el azul claro son dos colores distintos, tienen dos palabras para designarlos: azul claro es голубой (goluboi), y azul oscuro синий(sinii). Neurólogos del Instituto Tecnológico de Massachusetts han comprobado que gracias a ello distinguen estos dos tonos mucho más deprisa y sin dificultad en comparación con los ingleses, que no tienen dos palabras para designar los distintos tonos de azul y dudan a la hora de distinguirlos.
¿Tendremos supervisión?
Los científicos se preguntan si es necesario tener algún tipo de engranaje neuronal especial para poder explotar el don. Todo apunta a que no es así.
Los monos americanos usaron la red neuronal que les servía para la visión espacial. Tampoco lo necesitaron los ratones modificados genéticamente para ver en color creados por científicos deInstituto Médico Howard Hughes y de la Universidad de California, Santa Bárbara.
Los científicos se preguntan si es necesario tener algún tipo de engranaje neuronal especial para poder explotar el don. Todo apunta a que no es así.
Los monos americanos usaron la red neuronal que les servía para la visión espacial. Tampoco lo necesitaron los ratones modificados genéticamente para ver en color creados por científicos deInstituto Médico Howard Hughes y de la Universidad de California, Santa Bárbara.
Los ratones suelen ver la mitad de la paleta de colores que vemos los humanos. Ven azules, amarillos, marrones y negro. La mutación les permitía ver todos los demás colores. Los científicos han comprobado que su cerebro es lo suficientemente plástico como para adaptarse prácticamente de manera instantánea a la percepción de estos nuevos colores.
Así que probablemente el don pueda despegar y alcanzar su esplendor con entrenamiento. Y es posible que un día la naturaleza nos sorprenda aún más, y de igual manera en que lo ha hecho con este cuarto cono: podría extenderse una mutación que nos permitiera ver otras ondas, como las ultravioleta y las infrarrojas.
Así que probablemente el don pueda despegar y alcanzar su esplendor con entrenamiento. Y es posible que un día la naturaleza nos sorprenda aún más, y de igual manera en que lo ha hecho con este cuarto cono: podría extenderse una mutación que nos permitiera ver otras ondas, como las ultravioleta y las infrarrojas.
Si captáramos UV, veríamos un mundo oculto para nosotros ahora mismo. Observaríamos originales patrones ahora invisibles en las plumas de las aves, y en las flores, y en las bayas, brillando. Si viéramos el infrarrojo, podríamos distinguir las zonas de más calor de una persona, percibir si tiene fiebre de un simple vistazo y otras alteraciones útiles, como si se está ruborizando.
Y entonces sí que se abriría ante nosotros una nueva dimensión.
Relacionado:
Mucha gente cree que los perros ven el mundo en blanco y negro, como en una película antigua. Pero, irónicamente, muchos otros animales a los que les adjudicamos una visión en Technicolor, en realidad sólo lo hacen en blanco y negro.
Antes de resolver estas dudas, se impone una pequeña aclaración sobre cómo funciona la visión del color.
El color resulta de la interacción de la luz con la retina del ojo y es una consecuencia de la distinta sensación que producen en un observador luces de diferentes longitudes de onda. Así pues, el color no sólo es una invención de nuestro cerebro, sino una mezcla de invención junto con las características intrínsecas de la luz.
La visión del color depende de unos elementos anatómicos del ojo llamados conos, que, junto con los bastones (responsables de la visión en blanco y negro), se hallan en la retina. Los conos captan luz correspondiente a distintas longitudes de onda. Esto produce activaciones distintas en las células, y el conjunto de la información permite al córtex visual del cerebro construir la sensación de color.
Los experimentos para saber si una especie animal ve el mundo como los primeros minutos de El mago de Oz o como el resto del filme, no son nada sencillos, pues las respuestas de los animales pueden ser poco concluyentes. Así, la presencia de fotopigmentos no es una prueba definitiva, ya que pueden servir, como en ciertos invertebrados, para obtener energía y no para observar colores. Pero sí se han logrado algunos avances al respecto.
La visión en color para ciertos animales se sabe que es cuestión de superviviencia. Como en el caso de las abejas, que distinguen y discriminan así unas flores de otras. O entre ciertos pájaros, para obtener alimento en frutos o flores o para ejercer el reclamo sexual con un plumaje vistoso. Para otros, como los reptiles de costumbres nocturnas, la visión en color es tan útil como la pantalla panorámica para un invidente.
Pero vayamos concretamente a los perros. Se ha observado que poseen una visión dicromática, con un punto neutro a 480 nanómetros (un nanómetro es la mil millonésima parte de un metro). Es decir, que pueden distinguir, además del blanco y el negro, dos colores distintos: probablemente el azul y el verde, pero lo hacen en un margen de longitudes de onda muy estrecho.
Los gatos pueden distinguir hasta seis colores y diversas gamas dentro de cada uno.
El caso de los toros es el más divertido. Siempre se ha creído que el color rojo del capote de los toreros es lo que excita la bravura del toro. Pero no es así. Los toros acaso pueden distinguir un par de colores, y es el movimiento del capote lo que le excita realmente y no su color.
Los chimpancés, en su mayoría, tiene una visión del color idéntica a la humana.
Como refiere el libro de Oliver Sacks La isla de los ciegos al color, existen personas que son capaces de experimentar muchos de estos tipos de visión que sólo asociamos a los animales. El más conocido, por supuesto, es el caso de los daltónicos. Pero hay algunos más extraños, como el caso de los que sufren acromatopsia. Esta enfermedad permite que el ojo capte los colores y transmita las sensaciones, pero el cerebro se ve incapaz de procesar la información para construir la sensación correspondiente.
Los acromatópsicos ven el mundo como si fuera un tablejo de ajedrez. Y no sabéis cuán repugnante puede ser comerse un plato de spaguetti en blanco y negro: entonces más que comer spaguetti parece que estás comiendo gusanos. Una demostración más de que la comida también se come por los ojos.
Más información | La isla de los ciegos al color, Oliver Sacks
Y entonces sí que se abriría ante nosotros una nueva dimensión.
Relacionado:
El mito de que los perros ven en blanco y negro
7 comentarios
Mucha gente cree que los perros ven el mundo en blanco y negro, como en una película antigua. Pero, irónicamente, muchos otros animales a los que les adjudicamos una visión en Technicolor, en realidad sólo lo hacen en blanco y negro.
Antes de resolver estas dudas, se impone una pequeña aclaración sobre cómo funciona la visión del color.
El color resulta de la interacción de la luz con la retina del ojo y es una consecuencia de la distinta sensación que producen en un observador luces de diferentes longitudes de onda. Así pues, el color no sólo es una invención de nuestro cerebro, sino una mezcla de invención junto con las características intrínsecas de la luz.
La visión del color depende de unos elementos anatómicos del ojo llamados conos, que, junto con los bastones (responsables de la visión en blanco y negro), se hallan en la retina. Los conos captan luz correspondiente a distintas longitudes de onda. Esto produce activaciones distintas en las células, y el conjunto de la información permite al córtex visual del cerebro construir la sensación de color.
Los experimentos para saber si una especie animal ve el mundo como los primeros minutos de El mago de Oz o como el resto del filme, no son nada sencillos, pues las respuestas de los animales pueden ser poco concluyentes. Así, la presencia de fotopigmentos no es una prueba definitiva, ya que pueden servir, como en ciertos invertebrados, para obtener energía y no para observar colores. Pero sí se han logrado algunos avances al respecto.
La visión en color para ciertos animales se sabe que es cuestión de superviviencia. Como en el caso de las abejas, que distinguen y discriminan así unas flores de otras. O entre ciertos pájaros, para obtener alimento en frutos o flores o para ejercer el reclamo sexual con un plumaje vistoso. Para otros, como los reptiles de costumbres nocturnas, la visión en color es tan útil como la pantalla panorámica para un invidente.
Pero vayamos concretamente a los perros. Se ha observado que poseen una visión dicromática, con un punto neutro a 480 nanómetros (un nanómetro es la mil millonésima parte de un metro). Es decir, que pueden distinguir, además del blanco y el negro, dos colores distintos: probablemente el azul y el verde, pero lo hacen en un margen de longitudes de onda muy estrecho.
Los gatos pueden distinguir hasta seis colores y diversas gamas dentro de cada uno.
El caso de los toros es el más divertido. Siempre se ha creído que el color rojo del capote de los toreros es lo que excita la bravura del toro. Pero no es así. Los toros acaso pueden distinguir un par de colores, y es el movimiento del capote lo que le excita realmente y no su color.
Los chimpancés, en su mayoría, tiene una visión del color idéntica a la humana.
Como refiere el libro de Oliver Sacks La isla de los ciegos al color, existen personas que son capaces de experimentar muchos de estos tipos de visión que sólo asociamos a los animales. El más conocido, por supuesto, es el caso de los daltónicos. Pero hay algunos más extraños, como el caso de los que sufren acromatopsia. Esta enfermedad permite que el ojo capte los colores y transmita las sensaciones, pero el cerebro se ve incapaz de procesar la información para construir la sensación correspondiente.
Los acromatópsicos ven el mundo como si fuera un tablejo de ajedrez. Y no sabéis cuán repugnante puede ser comerse un plato de spaguetti en blanco y negro: entonces más que comer spaguetti parece que estás comiendo gusanos. Una demostración más de que la comida también se come por los ojos.
Más información | La isla de los ciegos al color, Oliver Sacks
La isla de los ciegos al color
Oliver Sacks siempre se ha
sentido atraído por las islas, esos «experimentos de la naturaleza,
lugares benditos y malditos por su singularidad geográfica, que albergan
formas de vida únicas». En su última obra, esta fascinación le lleva
más lejos que nunca, a las remotas islas del Pacífico, donde concilia su
afición a explorar el mundo real con su pasión por investigar el mundo
de la mente. En esta ocasión abandona transitoriamente a los individuos y
con herramientas no sólo de neurólogo sino también de antropólogo,
investiga a grandes grupos de población que han sido condicionados por
un defecto o una deficiencia física. En Pingelap y Pohnpei, dos
diminutas islas de Micronesia, una proporción muy elevada de la
población es completamente ciega al color. Sacks, acompañado por un
oftalmólogo y por un científico noruego que también ve el mundo en
blanco, negro e infinitos grises, visita las islas e investiga la
influencia que esta peculiaridad de sus habitantes tiene sobre la vida
cotidiana y cómo se refleja en su cultura y sus mitos. En Guam, otra
isla del Pacífico, existe una enfermedad neurodegenerativa que ha sido
endémica en los últimos cien años. El lytico-bodig, como la denominan
los nativos, se presenta a veces como una parálisis progresiva, que
convierte a quienes la sufren en estatuas humanas; en otras ocasiones
sus síntomas son parecidos a los del síndrome de Parkinson, acompañado
de demencia. A pesar de años de investigación, esta enfermedad continúa
siendo un enigma. Una hipótesis, nunca probada, la atribuye al consumo
de harina fabricada con las semillas de la cicadácea, un árbol cuyo
origen se remonta a la prehistoria y que siempre ha fascinado a los
botánicos. Pero "La isla de los ciegos al color" es mucho más que la
intrigante exploración de dos enigmas médicos; es también la absorbente
crónica del viaje por unas islas que siempre se nos han aparecido como
remotas y misteriosas, visitadas por Darwin y ocupadas por los japoneses
en la Segunda Guerra Mundial. Porque Oliver Sacks es la mejor prueba de
que la casi siempre impenetrable división entre las artes y las
ciencias podría no existir. Catedrático de neurología en una de las
mejores escuelas de medicina, sus libros muestran un sólido y
actualizado conocimiento científico pero también son narraciones
apasionantes que atrapan al lector, y son siempre un vehículo para una
audaz, original exploración de la condición humana.
ISBN 978-84-339-0583-3
PVP sin IVA 18.75 €
PVP con IVA 19.50 €
Nº de páginas 320
Colección
Argumentos
Traducción Francesc Roca
LOS
PERROS VEN COLORES?
|
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Por Hector Tocagni
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En 1960, el Profesor Munro Fox, graduado en Cambridge, Presidente Honorario de la London Natural History Society, expresaba en su libro "La personalidad de los animales" su opinión, sobre la posibilidad de que el perro tuviera en su visión, la posibilidad de ver colores. Y sobre este punto, nos decía: "... ¿Y que ven los perros?. La respuesta a esta pregunta nos desilusiona: aparentemente, no distinguen los colores. La respuesta es desilusionante porque muchas personas lamentarán, por supuesto, que sus perros no vean los colores, que a ellos les parecen hermosos Pero pueden pensar que, en cambio, que su sentido del olfato es extraordinariamente fino. ¿ Cómo sabemos si los perros son ciegos para el color?. Esto se comprobó, - nos decía Munro Fox- mediante el mismo método utilizado para saber si oyen. Se trató de enseñarles a salivar cuando se le mostraba, distintos colores, como se le enseñó a hacerlo cuando sonaban diferentes notas musicales. Resultó imposible lograr que un perro distinguiera un color del otro como señal para el almuerzo Esta cuestión exige otras pruebas, con otras técnicas; pero, hasta donde llega la evidencia científica, aparentemente los perros son ciegos para el color"... Esto lo afirmaba el distinguido etólogo Munro Fox, Sin embargo, veintiséis años más tarde Desmond Morris notable etólogo, discípulo del holandés Niko Tinbergen, premio Nobel de Medicina, y autor de varios libros, entre los cuales se halla "Guía para comprender a los perros" afirma, sobre el tema antes tratado, de la siguiente manera "... Durante muchos años se creyó que los perros no veían los colores y vivían en un mundo totalmente negro y blanco. Ahora se sabe que no es así, pero el color no es particularmente importante para ellos. La proporción de bastoncillos a conos en la retina del ojo favorece mucho más a los bastoncillos mucho más que en los nuestros. Los bastoncillos son útiles para la visión en blanco y negro en la penumbra, los conos se emplean en la visión con color Los ojos de los perros " ricos en bastoncillos" están por lo tanto especialmente adaptados al ciclo diario, que favorece el anochecer y la madrugada como los períodos de mayor actividad. ...El gran experto Gordon Walls lo expresa con mucha elocuencia diciendo: " Para cualquiera de esos animales seminocturnos, ricos en bastoncillos (como el perro), las más ricas luces del espectro pueden aparecer solamente, como delicadas pinturas al pastel de identidad incierta "... Morris continúa diciendo"... de acuerdo, pero las pinturas al pastel son mejores que nada y es agradable pensar que nuestros compañeros caninos, pueden compartir con nosotros, por lo menos algún grado de color, mientras caminamos juntos por el campo..." |
4 comentarios:
Muy interesante la cuestión de los colores. Hace un tiempo descubrí a Jay Lonewolf Morales. No sé si lo conoces. De no ser así, recomiendo a tí y los seguidores del blog que le echen un vistazo a éste artículo. Vale la pena.
ResponderEliminarhttp://www.lifeinthefastlane.ca/jay-lonewolf-morales-colorblind-painter-extraordinaire/art
Como siempre sin desperdicio tus posts que voy siguiendo con regularidad. El sistema de seguridad con arañas gigantes lo quiero para mi casa (jeje)
¡Un abrazo!
Gracias por el seguimiento y por la información. En cuanto tenga claro el sistema de proyección de arañas me encantaría facilitártelo.
ResponderEliminarMe miraré el artículo que me mencionas para vincularlo, que seguro que es oportuno, fiándome de tu buen criterio como suele ser habitual. Lo cierto es que yo conocía los estudios de un tal Dr. Valbo que no he conseguido localizar a través de la red.
Seguiré buscando.
Saludos
Le eché un ojo por curiosidad a lo de Valbo. Hay un tal Alberto Valvo (con "v") que probablemente sea el que tú dices. Sólo hay referencias a una obra suya "Sight Restoration after Long-term Blindness: the Problems and Behaviour Patterns of Visual Rehabilitation", pero creo que no tiene que ver con acromatopsia, al menos específicamente. Igual te ayuda éste enlace http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1208706/
ResponderEliminarUn saludo
Sí que es este. Igual cometí el mismo gazapo ortográfico al buscarlo, aunque creo que probé con todas las opciones (Balvo, Valbo Balbo, Valvo) y nada.
ResponderEliminarEn su trabajo menciona todo tipo de efectos psicológicos en pacientes con todo tipo de cegueras, entre las cuales un individuo con acromatopsia que padecía de inapetencia por comida y sexo tras perder la sensibilidad a los colores. Se centraba más en la adaptación de ciegos de nacimiento a su nueva condición de inexpertos videntes, lo que supone un auténtico problema y un filón para los especialistas en psicopercepción visual. Espero y confío en que el link que me facilitas me volverá a poner sobre la pista. Ni que decir tiene que ya te considero coautor de este blog tanto por tus comentarios como por tu selección temática en el Hurgador.
Muchas gracias.