Christoph Niemann |
Tal y como había anticipado, quiero volver a dedicar una entrada a nuevas reflexiones acerca de la enseñanza del arte y el arte de la enseñanza. Por un lado me apetece compartir artículos que encuentro por ahí y me parecen interesantes (tanto si comparto sus puntos de vista como si no) y por otro me siento especialmente motivado para para expresar aquello que últimamente se me pasa por la cabeza dadas mis propias circunstancias profesionales y académicas.
Mi interés por las artes gráficas me viene de siempre, y desde niño admiraba la habilidad de cualquiera dotado para el dibujo o la pintura, además de que los practicaba por el mero placer de hacerlo. Creo que es el origen común a la mayor parte de artistas plásticos: el placer ocioso en una actividad que, en principio, no parece reportar nada práctico a quien la ejerce ni a los que le rodean, a no ser el mismo placer contemplativo que en su día nos empujó a probar nosotros mismos a producir imágenes u objetos destinados a la mera contemplación o a la libre y subjetiva observación. El hecho de que ello suponga enriquecer la percepción del mundo por parte de espectadores y artistas es por desgracia o por fortuna absolutamente secundario para el desarrollo y supervivencia de las sociedades y las civilizaciones, a pesar de que sea decisivo para conformar aquello que denominamos cultura.
Mafa Alborés: "Adiós, Rino" |
Aunque mis querencias y aficiones personales llevaron al niño y al adolescente que un día fuí a pasar muchas horas dibujando y pintando, y contemplando reproducciones de libros ilustrados, leyendo y admirando incontables autores de cómic e ilustración, admirando a los clásicos de la pintura e intentar emularlos de algún modo a todos ellos, lo cierto es que lo difícil era convencerme de que algún día ello podría suponer mi modo de ganarme la vida, así que, después de cursar estudios superiores de filología, accedí al fin a estudios artísticos intentando canalizar mis habilidades y mis apetencias, practicando y desarrollando las técnicas de diferentes disciplinas básicas como el dibujo, la pintura, el modelado, la talla o el diseño para acabar desembocando en una especialización más teórica que práctica de la imagen, lo que suponía sustentarme en el dominio básico de la fotografía y las disciplinas audiovisuales. A causa de ello, acabé por licenciarme en imagen y doctorarme en teoría e historia de la imagen con un perfil académico supuestamente sustentado en el dominio de dichas disciplinas.
Mafa Alborés: viñeta de "La marea en contra (algo nada)" |
He de reconocer que por mucho que disfrutase ejerciendo todo tipo de actividades artísticas, siempre percibía un cierto abandono de mis querencias más vocacionales, aunque al menos tenía la satisfacción de padecerlas con cierta dureza y sentirme honrado por sobrevivir con el sudor de mi frente, y muy pocas veces en sentido figurado.
Accedí al mundo de la enseñanza un tanto accidentalmente, como profesor de dibujo y educación visual y plástica en enseñanza secundaria, lo que me ayudaba a complementar económicamente mis ingresos como artista (diseñador gráfico, ilustrador, modelista, escultor, decorador) mercenario. Las ventajas e inconvenientes de ambos mundos, el profesional y el académico, parecían complementarse y compensarse mutuamente aunque no parecían llegar a ser completamente satisfactorios más allá de su utilidad pecuaria.
Todo pareció cambiar cuando, sin haber puesto excesivas esperanzas en ello, accedí al mundo de las enseñanzas artísticas regladas como profesor interino, y, después de un par de años como coordinador de medios informáticos en una escuela de arte (siempre con una cierta sensación de desubicación) accedí a una plaza de maestro de taller de fotografía, algo, al fin y al cabo, mucho más coherente con mi titulación académica pero que, por desgracia, no había desarrollado profesionalmente en profundidad.
Por esta razón, durante los casi doce años que defendí este puesto, tuve que ir sacándome de encima la sensación de ser un intruso o un impostor. Si yo soy dibujante, ilustrador, amante del cómic y la novela gráfica ¿Qué hago enseñando fotografía -técnica fotográfica, por si fuera poco- a futuros profesionales del medio? ¿Qué tipo de criterios de selección lleva a los sistemas organizativos, a los ministerios y consejerías de educación oficiales a seleccionar a alguien como yo para semejante cometido?
Pues bien, el tiempo ha pasado, y he procurado aprovechar lo mejor de mí mismo para ser digno de tamaña responsabilidad sin sentirme culpable por ello, pero la burocracia educativa de este país es caprichosa y absurda hasta el extremo de que un descuido administrativo del equipo directivo del centro donde trabajaba provocó que no se renovase mi contnuidad en el centro cuando por fin me sentía plenamente capacitado para ejercer dicha actividad, y por ironías del destino me encuentro ejerciendo de sutituto de media plaza de dibujo artístico y color en otro centro en ciclo formativo de grado superior de cómic. Lo que debería ser la constatación de un sueño (después de tantos años alejado del mundo del cómic y de su práctica) me sorprende a mí mismo preguntándome qué hace un fotógrafo (?) como yo impartiendo cómic.
Diego Mallo |
El caso es que la trayectoria y experiencia profesional diversa cuenta poco en las acreditaciones del personal docente, tanto para definir el posicionamiento de lista en la bolsa de interinos como a la hora de puntuar méritos cara a procesos selectivos de cualquier índole, como oposiciones o promociones académicas. Por poner un ejemplo, mi experiencia como formador en ciertas aplicaciones de imagen digital en ámbitos profesionales y empresariales no cuenta nada en absoluto, pero si hubiese impartido esos cursos de formación a profesores en cursos reconocidos oficialmente me habrían puntuado lo mismo que a los participantes que hubiesen recibido dicha formación. El peso en puntos de un doctorado es insignificante y los años ejerciendo diferentes oficios artísticos en empresas reales no son tenidos en cuenta. El hecho de que los contenidos y capacitaciones (que supuestamente adquiríamos a través de los estudios que nos otorgaron nuestra titulación) los hayamos tenido que adquirir a posteriori para ser competentes en el mundo profesional parece formar parte de la normalidad y uno podría preguntarse dónde se prepara uno o dónde se capacita para impartir la docencia de tal o cual especialidad.
Según el criterio de los responsables del Departament d'Ensenyament de la Generalitat de Catalunya, que sigue los dictados del Ministerio de Educación, un licenciado en la especialidad de Imagen de Bellas Artes, como es mi caso, podría ser profesor de Medios Informáticos (plaza que implica ser el coordinador de medios informáticos del centro), o de Medios Audiovisuales, o también de Fotografía, así como maestro de taller de fotografía, una categoría supuestamente "inferior" -con una remuneración ligeramente más baja- que no exige un grado o una licenciatura, sino un ciclo formativo de grado superior. Lo curioso del caso es que para obtener una plaza de maestro de taller de fotografía, uno ha de enfrentarse al mismo temario de setenta y pico temas de Fotografía más los específicos (supuestamente de carácter más técnico e instrumental) de maestro de taller, lo que supone prepararse más de ochenta temas para cobrar menos. Los maestros de taller, supuestamente surgidos del mundo profesional o de las escuelas de oficios artísticos, suelen ser, en realidad, los mismos licenciados que tanto aceptan una plaza docente de profesor como de maestro de taller, dicho lo cual habría que añadir que una vez ocupada esa plaza lo más probable es que por imperativos horarios de la organización del centro tenga que impartir materias no necesariamente específicas de la especialidad por la que se le ha contratado. Conozco compañeros de profesión especializados en pintura que se han sacado una plaza de diseño gráfico para acabar impartiendo durante años materias del ciclo específico de fotografía, y casos todavía más rocambolescos.
El presente curso académico vuleve a presentarse bajo amenaza de convocatoria de oposiciones a plazas docentes, a la que sustitutos e interinos están obligados a presentarse si no quieren perder su puesto en las listas, y por tanto han de escoger la especialidad convocada más cercana a sus intereses, pero no necesariamente adecuada o idónea, sobre todo después de haber defendido otra diferente durante años.
Cuesta mucho tiempo y esfuerzo convertirse en digno defensor de una plaza docente concreta, y, una vez que los años y la experiencia se alían con nuestro talento y con nuestras dotes como comunicadores, podemos convertirnos en expertos docentes de especialidades que ni tan sólo nos habíamos planteado en un principio, pero más tarde o más temprano, las vueltas de la vida y del sistema de adjudicaciones nos puede llevar a cambios imprevistos, como ilustra mi caso. Insisto: después de años sin creer que mi titulación específica en fotografía me capacitase profesionalmente para su ejercicio o su docencia, o para considerarme fotógrafo (es asombroso lo fácil que le resulta a muchos licenciados considerarse "biólogos", o "abogados" o "escultores" al adquirir un título que lo atestigua -como si al recibir el carnet de conducir uno se considerase "piloto") me vi en la tesitura de aceptar una plaza en dicha especialidad y sólo tras doce años de ejercicio me considero aceptablemente buen profesor de fotografía, que no es lo mismo que buen fotógrafo (algo, además, que no me correspondería a mi decidir).
Además de la incertidumbre política y administrativa que vivimos en los últimos meses en Cataluña, que hace incierta la certeza de la convocatoria de dichos procesos selectivos, las plazas convocadas no incluyen las especialidades que hasta ahora he defendido, aunque sí figuren, por ejemplo, los medios audiovisuales para los que se supone estoy oficialmente capacitado (la realidad sería más dolorosa si a estas alturas tuviese que enseñar montaje a través de la edición digital con aplicaciones cuyas últimas versiones apenas conozco). No me quedará más remedio que presentarme, en caso de que lleguen a término, a Dibujo Artístico y Color, en clara desventaja con los veteranos que hayan desarrollado programaciones burocráticamente aceptables y didácticamente basadas en hechos reales. Como digo, después de tantos años preguntándome qué hacía un dibujante de cómics como yo dando clases de técnica fotográfica, me veo preguntándome qué hace un fotógrafo como yo impartiendo cómic y qué argumentos puede ofrecer para defender una poco madurada programación de cualquiera de sus materias para argumentar su actuación en un concurso de oposición que ni tan solo garantiza mi posterior calidad como docente, mi creatividad, mi capacidad de improvisación o de adaptación al carácter y capacidades cambiantes de los grupos que se me van presentando año tras año, mi empatía con ellos o mis dotes de seducción para que les interese aquello que les aporto.
He encontrado un artículo que me ha hecho pensar en algunas de las cuestiones que acabo de exponer y se me ha ocurrdio que sería buena idea ofrecéroslo y callarme lo que pienso al respecto para no extenderme más.
Mafa Alborés
Aquest text s’inspira en el llibre El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital, de Remedios Zafra, que el 27 de setembre de 2017 va rebre el 45è Premio Ensayo de Anagrama i pròximament serà publicat per aquesta editorial:
El sujeto precario. Trabajadores culturales en la era digital
El capitalismo cultural alimenta del entusiasmo de aquellos que buscan vivir de la investigación y la creatividad en ocupaciones culturales o académicas.
Remedios Zafra
28 SEPTIEMBRE 2017
Músicos callejeros. Londres, 1877 | John Thomson, LSE Library | CC BY-NC-SA 3.0
Ya hace tiempo que instrumentalizan la vocación y el entusiasmo para justificar la deriva hacia la precariedad laboral. La tendencia va en aumento en los contextos dedicados al arte, la cultura y el conocimiento, donde conviven las ventajas de un mundo hiperconectado con el mantenimiento de viejas formas de poder que vulnerabilitzen las personas y los niegan espacios donde repensar la lógica laboral en que se inscriben. Una lógica que incluye desde la falacia de igualar la vida al trabajo hasta la burocratización de la vida laboral, pasando por la feminización de las bases de la cultura o el individualismo inducido por la competencia feroz, entre otros .
«Nos han hecho creer que somos libres», que con esfuerzo podremos convertir nuestra vocación creativa en un trabajo digno. «No es cierto». Tampoco lo es que la cultura esté feminizada. Lo están los hilos que la tejen, pero no los que mandan ni quienes desde un suelo estable cobran y proyectan su futuro en el trabajo cultural. La expectativa es mi mayor frustración. Día tras día siento que mi trabajo es una afición, que su ejercicio ya es mi pago.
Diario de La pusilánime
La sala resplandecía. La luz salía de todas partes, incluso de las personas que se congregaban. Eran lámparas eléctricas que conferían un aire robótico a los asistentes. Era tanta la luz que apenas se divisaban siluetas y rasgos, sombras o irregularidades. Vestidos del mismo presentaban sus papeles midiendo las palabras entre tablas y estadísticas y ellos mismos acompañados por sus competitivos índices de impacto. Todo con la impasividad de quien ha sido despojado de alma o está entrenado a contener la rabia. Al otro lado de la pared una multitud de solos congregados dibujaba una escena llena de claroscuro. Cada individuo se iluminaba la cara con una pantalla y se fotografiaba o emitía en streaming con entusiasmo, vanidad, emoción y alma. Había manchas en la ropa, restos orgánicos entre los cables. En conjunto la palabrería amontonada sobre millones de «uno mismo» sonaba excesiva, como un ruido pegajoso e inhumano.
Notas sobre las redes y el declive de la academia
Tienen que ver (sujeto precario, cultura contemporánea, libertad, declive de la academia, Internet ...). Intentaré argumentarlo sin cerrar las líneas, buscando hacer la cosa pensativa, fragmentándose la, mirando y poniendo espejos. Mientras escribo pasan varias horas y varios días, tres evaluaciones de proyectos, cuatro evaluaciones de teleoperadores, dos de técnicos. Mis estudiantes m'avaluen mí y yo a ellos. Intercambio formularios, leo en la máquina y la máquina me lee. Siempre quedan tareas por hacer. (Jefe de) semana. Límite de palabras incumplido.
El futuro (pospuesto)
Abro la ventana y observo que el mundo cultural se nutre y mantiene hoy de entusiastas becarios sin sueldo, críticos culturales en línea, colaboradoras a tiempo parcial que evitan embarazos, investigadores que buscan méritos, creadores de gran vocación, autónomos errantes, polivalentes artistas-comisarios, jóvenes que siempre «compiten», evaluadores que son evaluados, profesores contratados por horas e interinos, sujetos precarios movidos por la ilusión de que la vida es lo que hay "después".
Desde hace tiempo noto como se ha establecido en las personas que dinamizan la vida cultural y académica cercana un aplazamiento del que consideran «verdadera vida». Movidos por la expectativa que iguala vida en trabajo y el deseo de plenitud e intensidad creativa futura, muchos navegan en un presente de precariedad. Unos, entre prácticas, colaboraciones y becas para las que no cobran o pagan ellos, y los otros (a veces los mismos) entre tutoriales y redes, soñando estabilidad y tiempo para ejercer lo que los pincha, o con la visibilidad necesaria para convertir su práctica en línea en un trabajo remunerado con la que pagar alimento de cuerpos y ordenadores, sintiendo que la vida es algo pospuesta que nos ronda pero nunca se brinda plenamente.
En el carácter precario de los trabajos disponibles radica la situación ventajosa de quien contrata hoy movido por la maximización racionalista de «menos inversión y más beneficio». Pero también aquí se acomoda la excusa de temporalidad de quien trabaja cargado de vocación y expectativa soñando algo mejor. En un marco profundamente neoliberal, el trabajo cultural sigue esquivando la contratación estable y se presenta bajo eufemísticas propuestas de formación, experiencia o prácticas acogidas bajo bellos epígrafes foráneos que irán cambiando y envejeciendo a la velocidad con que se pudre una manzana bajo un solo acelerado.
Si este sujeto apostara hoy para iniciar el largo camino hacia un empleo estable en el ámbito cultural o académico, su entusiasmo se podrá utilizar para legitimar su explotación, el pago prolongado con experiencia o el apagado crítico, y se conformará con dedicarse gratis a algo que orbita la vocación, invirtiendo en un futuro que se aleja con el tiempo, o cobrando de otro modo (inmaterial), por ejemplo: méritos certificados, influencia, visibilidad, reconocimiento , seguidores y likes que entretenido y sostengan mínimamente su expectativa vital.
El tiempo, sin tiempo
No ha sido algo puntual. La tendencia va en aumento y cada vez más en los contextos cercanos dedicados al arte, la cultura y el conocimiento, los tiempos tienden a ser fagocitados por infinitas burocracias digitales que se apropian de los viejos tiempos de «vida que no es trabajo» y engullen la posibilidad de crear e investigar desde la concentración, un bien valioso pero escaso.
Remedios Zafra. Espacio privado, relaciones online, identidad y deseo en Internet | CCCB
Generar memorias, difundir actos, contabilizar interés de los medios, dar cuenta de la mínima inversión realizada, pedir recibos, hacer informes y rellenar periódicamente cambiantes bases de datos, sí. Como si, afectados por la mala conciencia de desperdicio de grandes cantidades de dinero no justificado dados a la libre disposición de los que mandan, se intentara desviar todo el esfuerzo de justificación a los niveles más bajos de contratación, los más precarios. Días y días para justificar el pago de cien euros por una conferencia ante miles de euros gastados en dietas y libre disposición que no necesitan un mínimo esfuerzo, un miserable papel reciclado que diga «justificación»; como si siglos más tarde se rememorara la desigualdad que provocaban los viejos modelos feudales, tan parecidos a estos, ahora más tecnificados.
Creo que la burocratización de esta vida laboral arrastra el riesgo de apagado, anula los sujetos que deberían dedicarse a investigar y crear y que orientan sus tiempos a justificar y encajar conceptos en números, cifras en casillas, rellenando infinitos trámites, cansando de antemano para recuperar la concentración, para hacer la revolución, rebajando su pasión intelectual, dificultando su pasión política. Y me parece que esta inercia es peligrosa, que el riesgo es la pérdida de lo más valioso: la libertad que convierte la creatividad humana en algo transformadora, algo que nos permitiría conocer más y mejor, investigar, resolver, imaginar, entender , alimentar igualdad.
los lazos
Aquellos que eran nuestros amigos, recuerde ?, sientan en algún lugar de la oficina, en otro despacho similar o al otro lado de la pantalla en una habitación extremadamente parecida, tan llenos sus tiempos de las mismas tareas. Tienen la idéntica estantería barata junto o en frente, el mismo ordenador personal, y hacen cosas que nos igualan de forma sorprendente. Publican, crean, presentan y difunden en los mismos sitios y redes que nosotros, miramos sincrónicamente las noticias en las redes que compartimos, aspiran a trabajos tan parecidos que son los mismos. Sin embargo, me parece que lo que los caracteriza no es sólo el individualismo inducido por la competencia feroz y la conformación de nuestras vidas ante las pantallas, sino la aceleración del péndulo que estimula a pasar más rápidamente de la presión ante la expectativa a la resignación que desmoviliza.
Rotos los lazos, cínico el sistema, obligados a competir y siempre ocupados, las redes de apoyo, solidaridad y denuncia de los trabajadores se dificultan o se desarman y caen de las manos. Vestidos de activismo de salón, cortesía, fiesta de departamento o sexo rápido, una enésima forma de individualismo se hace fuerte. Precarizados y faltos de tiempo, no sólo los pactos de confianza con los que mandan sino también los lazos entre iguales tienden a fracturarse, difuminadas las prácticas en una variedad de roles y tareas siempre burocratizadas, siempre objetivables y, sobre todo, siempre competitivas.
Feminización y trabajo cultural
«Ha sido apasionante, esto de ser emprendedora, digo. Lo conseguí cuando me despidieron por enfermedad y me aliarse con mi hermana que despidieron tras su baja por maternidad », decía en un muro de Facebook.
Las bases de la cultura están feminizadas no sólo porque estén ocupadas por mujeres (que mayoritariamente lo están), sino también porque están expuestas a la vulnerabilidad y la temporalidad, incluso cuando el cuerpo desde el que hablan se llama a sí mismo: soy hombre.
La práctica cultural se feminiza y se nutre de un excedente de mujeres formadas en el que en este lugar del mundo aún llamamos ciencias sociales y humanidades (viejas y nuevas). Un excedente que conforma una bolsa de mujeres creativas sin trabajo a las que pronto salpica la abdicación de los poderes públicos en sus responsabilidades sociales de cuidado y atención social a las personas dependientes.
Y no es trivial que, paralelamente a la tendencia de los poderes públicos a subordinar política a economía, entrelazándose en un marco neoliberal de más desigualdad donde todo se compra y se vende y las viejas formas de poder se repiten, las mujeres se vean interpeladas a asumir (como antes, como siempre) los trabajos no siempre consideradas empleo. Justamente los cuidados y la atención social, como máximo envueltas en leyes de dependencia que en feminizan la tarea y se les presentan como única o más viable alternativa laboral.
Pero si acaso miramos las tareas de dirección de los museos, universidades y centros culturales, allí donde estos trabajos comienzan a estar prestigiados, mejor remunerados y a suponer un poder explícito (por ejemplo, cargos de director o catedrático) la cosa cambia. Entonces a nadie extrañará que (como antes, como siempre) estos trabajos, este poder «como abstracto», sigan siendo para los hombres.
Quizás algún día con gesto fruncido alguien se pregunte: ¿por qué estas mujeres que leen y piensan van precedidas de una expectativa de "renuncia", de vínculos familiares, de un cuerpo y una apariencia que los antecede ?, ¿por qué este científico, este director de museo, parece «no tener cuerpo»? Y recuerdo Yourcenar cuando sugería que un hombre que lee o piensa, un hombre que manda, ha pertenecido a la especie y no al sexo, un hombre que lee o piensa ha podido aspirar incluso a escaparse de lo humano. No ha ocurrido lo mismo con las mujeres que leen y piensan, el escrutinio de las cuales orbita siempre sus vínculos, su cuerpo y su imagen, y más en una época excedentaria en el hecho visual. Su consideración en cualquier ámbito público sigue yendo precedida de una imagen sobre la que opinar, un cuerpo sobre el que tomar partido. El pasado sólo ayuda como ejemplo de rechazo, ya que la presentación de las mujeres en los ámbitos del saber, la creación y la ciencia ha ido avanzada de su presentación en relación con un hombre (mujer, hija, hermana o amiga) , mientras que la producción de los hombres parece hecha por seres que no han tenido ni cuerpo ni vida privada.
El entusiasmo
En el capitalismo cultural el entusiasmo alimenta la maquinaria productiva, el plazo de entrega, los procesos de evaluación permanentes, el agotamiento travestido, y se convierte en motor para la cultura y la precariedad de tantas y tantos que buscan vivir de la investigación y la creatividad en trabajos culturales o académicas. Esto sucede en un sistema en el que a menudo la donación ante el pago hace la persona creadora dependiente de un sistema de auspicio derivado del poder y la riqueza. Sean ricos benefactores, sean contemporáneos bancos rescatados, siempre me ha parecido que eclipsan en sus donaciones los delitos que toda gran fortuna oculta.
Y creo que en este sistema el entusiasmo liga una de las dificultades del mundo actual cuando hablamos de sujeto precario y de formas de movilización creativa, apagado crítico y conflicto contemporáneos. Me refiero no sólo a aquellas potencias derivadas de habitar un mundo conectado, mediado por pantallas y por la posibilidad constante de crear y compartir ideas, sino también el mantenimiento de viejas formas de poder travestidas que vulnerabilitzen y neutralizan las personas. Y lo hacen incentivando la relación competitiva y la hiperactividad con todo tipo de estrategias basadas en la motivación y mantenedoras de la ansiedad productiva de quien teme o se resiste (no está claro) a dejar espacios vacíos entre sus prácticas. Espacios que puedan hacer pensativas y quizás hacer saltar la lógica laboral donde se inscriben.
Espacio intencionadamente vacío
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Enlaces de interés:
LA VOZ DEL ANIMAL INVISIBLE: Enseñanza y simulacro (El arte de la enseñanza y la enseñanza del arte (II))
http://mafa-elanimalinvisible.blogspot.com.es/2014/03/ensenanza-y-simulacro-el-arte-de-la.html
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