En este pequeño rincón del universo digital nos interesa el mundo de las imágenes porque nos interesa el mundo (y lo observamos a través de las imágenes que tenemos de él). Lo difícil, y lo interesante, de la cuestión es que las imágenes son contenedores de información icónica que no todos asimilamos por igual, y no me refiero tan sólo al hecho de que nuestras experiencias condicionen nuestro subjetivo punto de vista, sino que, de forma objetiva, cada particular sistema nervioso registra la realidad con diferentes matices, como ocurriría con dos cámaras supuestamente idénticas y del mismo modelo que presenten sutiles diferencias de registro, y, por tanto, es fácil extender la metáfora a los diferentes modelos/especies de cámaras/seres vivos.
No siempre somos conscientes de que el mundo tal y como lo vemos no es el mundo, sino exactamente eso: el mundo tal y como lo vemos (una apariencia, una construcción en base a unas preferencias)
En otras entradas de este blog nos hemos referido a la posible interpretación de la percepción visual no como algo pasivo, que recibe los datos del mundo exterior, sino como una construcción mental que de algún modo proyecta hacia el aparente exterior las expectativas de nuestro interior. El arte visual es una suerte de práctica lúdica y didáctica de esta capacidad para crearnos un mundo visual para ser habitado, y los productos residuales o accidentales de dicha actividad nos fascinan porque apuntan en la dirección de esos otros mundos que, como nos recordaba Asimov, ya están en éste.
La serie de entradas anteriores dedicadas al proyecto fotográfico "Mundos de Ficción" de Rubén Madrid constituye un reportaje fotográfico de un grupo social, el de los aficionados al movimiento cosplay. Alguien podría negármelo aduciendo que en realidad sólo es una colección de recreaciones de personajes de ficción aprovechando la colaboración de frikies deseosos de saciar fotográficamente sus ansias de exhibicionismo referencial, pero la impostura de sus poses y vestimentas, así como de los decorados visrtuales que los rodean no son sino la constatación de la existencia del mundo tal y como ellos lo perciben, un hecho no tan diferente del de recopilar retratos de boda o de primera comunión para convertirlos en corpus de un documento social o de un reportaje antropológico.
La realidad visual que percibimos es tan física como psíquica, y delimitar la frontera entre ambos calificativos es complejo ya que se contienen mutuamente, y los avances en investigación sobre percepción sensorial en general y visual en particular no hacen sino corroborarlo.
Para reflexionar sobre ello, os dejo una noticia más o menos reciente recogida hace poco por los medios de difusión de contenidos científicos predigeridos para el público no especializado, cuyo testimonio en sí mismo es objeto de observación por nuestra parte, como ya es habitual. En este caso en referencia al síndrome de Charles Bonnet, que provoca la percepción visual en personas ciegas. Asimismo, y como ya es hábito en nuestras páginas, aprovechamos para adosar a continuación un extracto de anteriores entradas en las que dábamos cuenta de noticias relacionadas con el tema, y más específicamente con la percepción subjetiva del color. Espero que os haga reflexionar y os resulte entretenido.
Mafa Alborés.
Ojo, imagen CC de ArtiomgorganLa anciana señora Lillian Boyd, ciega desde hace más de 20 años y con la respetable edad de 86 años, se encontraba sentada en su casa del condado de Durham, Reino Unido, cuando de pronto y para su sorpresa, comenzó a ver cosas.
[Relacionado: Esto es súper visión y no la de Supermán]Primero fueron dos pequeños labradores negros. Tras los perros, aparecieron varias niñas pequeñas, con bonitos y elaborados vestidos. Finalmente vio a varios hombres, y no pudo reconocer a ninguno de ellos.
Lo primero que pensó es que aquello no era real, y que por tanto lo mejor era guardar silencio. Si le S refería el suceso a sus familiares, o a su doctor, lo más normal es que la trataran por loca y achacasen sus alucinaciones a la demencia.
Sin embargo su dolencia no tenía un origen psiquiátrico, sino que se trataba de un nuevo caso de CBS (abreviatura inglesa de Síndrome de Charles Bonnet), una enfermedad que afecta a pacientes con pérdida visual y que les hace experimentar alucinaciones visuales complejas .
Según puedo leer en un artículo de la BBC, la señora Boyle prosiguió padeciendo alucinaciones que le provocaban pavor. En sus propias palabras "pese a saber que no estaban ahí, que no eran reales, no podía moverme porque parecía que iba a golpearme con esas figuras".
Finalmente, tras dos semanas de desagradable convivencia con las figuras que la visitaban, la señora Boyd se atrevió a hablar de lo que le sucedía a su doctor, el señor Dominic Ffytche, todo un experto en CBS, quien la tranquilizó y le comentó que solamente en el Reino Unido, hay más de 200.000 personas que padecen este trastorno.
[Podría interesarte: Lentillas biónicas que nos permitirán ver como Terminator]
El síndrome de Charles Bonnet (que lleva el nombre del biólogo que describió por primera vez este mal en el siglo XVIII) aparece en personas cuya visión se ha deteriorado, cuando las partes del cerebro asociadas con la visión comienzan a crear sus propias imágenes, a pesar de verse privadas de los estímulos provenientes del nervio óptico.
El doctor Ffytche cree que la incidencia de este mal puede ser mucho mayor que el que muestran las estadísticas, ya que muchas personas deciden no hablar de sus alucinaciones por miedo a ser tomados por locos.
Una de las características de este mal es que la gente es consciente de que lo que ve no es real, pese a la complejidad de detalles de lo que creen ver (los vestidos de las niñas que relataba la señora Boyd, por ejemplo). Además, las personas que aparecen en las alucinaciones no son reconocibles.
Ffytche cree que la causa de estas visiones podría achacarse al cerebro, que trata de adaptarse mejor a la pérdida visual.
Pese a que la señora Boyd describía sus visiones como "horrorosas", lo cierto es que no todos los pacientes de CBS las encuentran tan desagradables. Según un estudio realizado por el propio doctor Ffytche, en el 20% de los casos los pacientes disfrutan viendo las imágenes. Para casi la mitad, las imágenes no afectan a su estado de ánimo, mientras que en el 30% restante (el caso de la señora Boyd) las imágenes son poco placenteras.
Según puedo leer, este síndrome afecta especialmente a personas mayores que perdieron la vista debido a enfermedades como la degeneración macular.
[Relacionado: ¿Puede un ciego total percibir la luz sin saberlo?]
Si tenéis algún familiar mayor con pérdida visual desde hace años, hablad con ellos. Es probable que reciba "visitas" y no se atreva a hablar de ello por miedo a recibir medicación contra la demencia.
Me enteré leyendo BBC news.
Imagen con licencia CC (Vista en el Flicker de Artiomgorgan).
Sinestesia, cuando se confunden los sentidos
Por José de Toledo | Apuntes de Naturaleza – jue, 23 feb 2012
Psicodelia, por Art visionnaire narratif. Vía Wikimedia CommonsImaginemos que estamos escuchando una canción, y frente a nuestros ojos comienzan a aparecer figuras geométricas, cada una asociada a una nota. O que nos dan un número de teléfono, y lo que nuestro cerebro procesa son bloques de colores. O que alguien dice una determinada palabra, y sentimos el sabor de la vainilla. Si fuese así, tendríamos lo que se conoce como sinestesia, que significa "mezcla de sentidos".
En lenguaje popular se diría que "flipan en colores", y la sensación
más cercana que podríamos tener muchos de nosotros sería la que
proporcionan ciertos tipos de drogas "psicodélicas", como el LSD o la psicobilicina.
Sin embargo, los sinestésicos no sufren de una realidad alterada, sino
aumentada. Simplemente, su cerebro procesa de dos maneras, o incluso
más, la misma información. Además, mientras que la experiencia
artificial produce manchas sin una forma definida, y no siempre
constante, los sinestésicos ven siempre los mismos patrones.
[Relacionado: ¿Puede un ciego total percibir la luz sin saberlo?]
Seguramente, a muchas personas les gustaría vivir esta experiencia.
Sin embargo, tiene su parte negativa, ya que no es algo que se pueda
"apagar". Los sinestésicos suelen serlo de por vida, y a muchos les cuesta aprender a vivir con ello.
El ejemplo que suelen poner es el de entrar en un centro comercial, o
en un bar lleno de gente, y tener una sensación visual con cada sonido
que se produce.El pasado 19 de febrero terminó en Almería el congreso "Sinestesia, ciencia y arte". Allí se reunieron los mejores especialistas mundiales en este raro síndrome. Entre los asistentes había neurólogos, psicólogos y psiquiatras, y muchos artistas. El arte ha sido el gran beneficiado con la sinestesia. Hay razones para pensar que Kandinsky podía ser sinestésico, y se sabe que Paul Klee lo era, al igual que el escritor Vladímir Nabókov, o el genio del jazz Duke Ellington.
Desde el punto de vista científico, aún no se conoce el mecanismo que produce esta característica. Se sabe que aproximadamente un dos por ciento de la población tiene sinestesia de algún tipo, y que se debe a una conexión entre las zonas del cerebro que procesan los distintos sentidos. Al no conocerse bien el mecanismo, no se pueden ofrecer tratamientos para paliarlo.
Otra razón para que aún se desconozca su origen y el mecanismo que lo provoca es la diversidad de casos. Algunos, como la variante grafema-color, la asignación de un color a cada letra y número, o la del sonido con colores y formas son más comunes. Entre los casos menos comunes está la interpretación del tiempo en base a colores: uno de los asistentes percibía el presente en tonos amarillos y el futuro en azules.
jueves, 18 de octubre de 2012
Ver colores.
No todos los seres vivos son sensibles a los colores, ni siquiera a la misma escala cromática.
Los seres humanos apreciamos la gama de longitudes de onda comprendidas entre el ultravioleta y el infrarrojo, ambas exclusive.
Además de los bastoncillos sensibles al brillo, poseemos células especializadas, conos, sensibles a las longitudes de onda azul, verde y rojo, colores básicos de la mezcla aditiva de colores-luz, la misma tríada en la que se basan los dispositivos mecánicos y electrónicos de reproducción de imágenes, lo que denominamos sistema RGB (red, green, blue) en base al cual los sensores de las cámaras digitales filtran sus fotositos para proporcionar información cromática a los píxeles de la imagen resultante, al igual que las pantallas LCD, monitores, proyectores, etc.
Nuestra visión es tridimensional y en color.
No todos los animales "superiores" poseen visión esteroscópica tridimensional, propia de depredadores o de animales arborícolas o dependientes de una eficaz percepción espacial (triangulando las distancias con dos ojos de visión frontal, apreciando el relieve, el volumen y la profundidad). Y no todos los animales "superiores" necesitan incorporan sensores cromáticos en sus ojos ya que no todos encuentran utilidad alguna en la información proporcionada por el color que reflejan las cosas.
Nuestra condición omnívora, basada en un pasado frugívoro, justifica la necesidad de distinguir las diferencias entre las frutas que presentan un estado óptimo para su consumo y las indigestas, y, una vez adquirida tal capacidad, su aplicación a otros ámbitos de la existencia son igualmente ventajosas o como mínimo aprovechables para una compleja construcción mental del entorno y sus circunstancias.
La acromatopsia (imposibilidad de distinguir colores, o visión en blanco y negro) congénita es de difícil comprensión por parte de sus pacientes, dado que no pueden imaginar un mundo en color, pero ciertos estudios demuestran los efectos psicológicos de una acromatopsia adquirida, puesto que muchos afectos están relacionados con el color, y dejar de verlos supone, por ejemplo, un súbito desinterés por la alimentación o el sexo, así como un progresivo estado de depresión.
Lo llamativo de la noticia reseñada a continuación (complementada por otras entradas que he reproducido a continuación) es la posible capacidad para apreciar más colores o más matices cromáticos, dado que nos cuesta (de hecho, nos resulta imposible) imaginar colores que no conocemos sin pasar por la imagen mental de los ya conocidos, lo que nos señala que, aunque las longitudes de onda reflejadas por los objetos son una realidad física, su clasificación en sensaciones y percepciones cromáticas es un proceso mental, una obra subjetiva de nuestro cerebro.
Mafa Alborés.
ÓPTICA
La mujer que mejor ve
América Valenzuela - 04/10/2012Las cataratas de Claude Monet
En los últimos años de su vida, el pintor francés impresionista Monet tenía cataratas. Veía como si una nube blanquecina le envolviera. Obviamente, eso repercutía en la forma en que pintaba. Claro, que él nunca sabría cuánto y de qué modo. A los 82 años accedió a que le extirparan el cristalino de su ojo izquierdo. Tras la operación, el artista recuperó los colores, que volvieron a inundar su vida, pero también ganó una cualidad visual extra: el ultravioleta. En los cuadros posteriores a la intervención abundan las flores. Es así porque para él eran distintas: las veía con mayor diversidad de tonalidades y con colores más ricos. Veía los patrones ocultos para los humanos, dibujados por el espectro ultravioleta, que están diseñados para atraer a los insectos polinizadores, como es el caso de las abejas, que sí ven este rango de frecuencias.MIRA TAMBIÉN: Las mujeres afinan el tono
Los ojos de una mujer están causando la admiración de los científicos. Tienen algo que la hace única. Una mutación le ha otorgado la capacidad para ver más y mejor.
Si un humano con vista normal ve un millón de tonos, ella percibe cien
millones. Esta mujer tiene supervisión. La neurocientífica británica Gabriele Jordan, de la Universidad de Newcastle, ha rastreado el mundo en busca de esta mujer durante dos décadas.
Por fin la ha encontrado. Su nombre no es público: se la conoce como la paciente cDa29. Esta mujer tiene cuatro tipos de cono en la retina, uno más de lo habitual.
Los conos son células con dicha forma, sensibles a la luz gracias a
unas sustancias denominadas opsinas. La eritropsina, por ejemplo, tiene
mayor sensibilidad para la luz roja, la cloropsina para la verde y la
cianopsina es la que nos facilita la visión del azul. Hay algunos
mamíferos que solo poseen un cono, mientras que ciertas aves y reptiles
poseen cuatro: el extra les permite ver la luz ultravioleta, algo por
ahora imposible para nosotros.
Si bien el cono extra de cDa29 no le permite detectar la luz
ultravioleta, sí le posibilita ver cientos de tonos de amarillo y verdes
que los demás no podemos distinguir. Y aunque ella es la única que ha demostrado que tiene una capacidad especial, no está sola. Loscientíficos estiman que el 12% de las mujeres tiene este don, pero dormido.
“Sabemos que una mujer puede tener un cono extra porque alguno de sus hijos o hermanos tiene una ligera deficiencia en la visión de los colores, un tipo de daltonismo llamado anomalía tricromática”, explica a Quo la doctora Jordan. Estos varones ven algunos colores con menos intensidad y brillo.
“Sabemos que una mujer puede tener un cono extra porque alguno de sus hijos o hermanos tiene una ligera deficiencia en la visión de los colores, un tipo de daltonismo llamado anomalía tricromática”, explica a Quo la doctora Jordan. Estos varones ven algunos colores con menos intensidad y brillo.
Para encontrar a estas mujeres con supervisión, “buscamos y
diagnosticamos primero a los hijos, y comprobamos que son portadores del
gen mutado. Luego, hacemos un análisis genético a las madres y a las
hermanas”. Ellas son portadoras, pero no sufren el defecto. O mirado
desde otro punto de vista, lo sufren de manera diferente.
Seguir las huellas de colores
Desde los años 20 del siglo pasado se sospechaba que existían casos de mujeres con anomalías de visión de este tipo, y los primeros casos de tetracromatismo documentados se remontan a 1948. El científico neerlandés HL de Vries estaba estudiando el daltonismo en varones que eran menos sensibles al verde o al rojo y les costaba distinguirlos. En el experimento, sus pacientes tenían que mezclar luces rojas y verdes, y variar su intensidad hasta obtener el color amarillo; por su condición, necesitaban más verde o rojo para ver ese color. Por simple curiosidad, De Vries analizó a la hermanas de los sujetos daltónicos. Ellas distinguían bien el rojo y el verde, pero en el test aplicaban en la mezcla más rojo de lo habitual en los sujetos sanos. Algo pasaba con ellas. Aventuró que podía deberse al cuarto cono.
Desde los años 20 del siglo pasado se sospechaba que existían casos de mujeres con anomalías de visión de este tipo, y los primeros casos de tetracromatismo documentados se remontan a 1948. El científico neerlandés HL de Vries estaba estudiando el daltonismo en varones que eran menos sensibles al verde o al rojo y les costaba distinguirlos. En el experimento, sus pacientes tenían que mezclar luces rojas y verdes, y variar su intensidad hasta obtener el color amarillo; por su condición, necesitaban más verde o rojo para ver ese color. Por simple curiosidad, De Vries analizó a la hermanas de los sujetos daltónicos. Ellas distinguían bien el rojo y el verde, pero en el test aplicaban en la mezcla más rojo de lo habitual en los sujetos sanos. Algo pasaba con ellas. Aventuró que podía deberse al cuarto cono.
En la década de 1980, el neurocientífico John Mollon, de la Universidad de Cambridge, estaba estudiando la visión del color de los monos cuando averiguó cómo los monos americanos adquirieron esta capacidad.
La mayoría de los mamíferos solo tienen dos conos, y ven en grises y
azules. Pero estos monos, como nosotros y la mayoría de los primates,
tienen tres conos. Adquirieron el tercer cono gracias a una mutación
que les coloreó la vida: esos monos podían distinguir mejor las frutas,
que destacaban entre el verde de la selva. La selección natural hizo el resto.
Cómo buscar la supervisión
Mollon hoy trabaja codo a codo con Jordan, quien tomó el testigo de su investigación en monos y se centró en trasladar esos hallazgos a humanos. Juntos crearon un test especial para reconocer a las mujeres con supervisión. Solo ellas podrían distinguir con rapidez y sin dudas las combinaciones de luces de colores que se les mostraban. Probaron el test con 25 mujeres con cuatro conos. Solo una lo superó. “Me puse muy contenta”, confiesa, recatada, la doctora.
Mollon hoy trabaja codo a codo con Jordan, quien tomó el testigo de su investigación en monos y se centró en trasladar esos hallazgos a humanos. Juntos crearon un test especial para reconocer a las mujeres con supervisión. Solo ellas podrían distinguir con rapidez y sin dudas las combinaciones de luces de colores que se les mostraban. Probaron el test con 25 mujeres con cuatro conos. Solo una lo superó. “Me puse muy contenta”, confiesa, recatada, la doctora.
¿Por qué solo ella ha desarrollado el don? No saben aún por qué esta
mujer sí tiene despierta esta capacidad y las demás no. Todas tienen la
herramienta para distinguir más tonos que los demás mortales, pero solo
una la utiliza.
“Es posible”, explica Jordan, “que los conos extra estén repartidos en parches en su retina y solo pueda acceder a esa información cuando la luz incide sobre ellos.”
“Es posible”, explica Jordan, “que los conos extra estén repartidos en parches en su retina y solo pueda acceder a esa información cuando la luz incide sobre ellos.”
¿Puedes explicarme un color?
La supermujer no lo siente así. Pero tampoco puede explicar cómo ve. Para imaginarme lo difícil que es describir a alguien un color que no ve nadie más, he pedido a un compañero daltónico que me explique de qué color ve una manzana roja. “No sé lo que veo, ¡si lo supiera, no sería daltónico!”, me responde confuso. “¿Marrón?”, insisto. “No lo sé”, dice. “¿Lila?”, incido. “No… Creo que verde. Sobre todo, algunos tonos, pero no todos”, me corrige. “Pero no lo sé”, añade. Tras darle vueltas sin llegar a ninguna conclusión, cierra la conversación diciéndome: “Tú misma no podrías explicar cómo ves el amarillo. A lo mejor para el resto de la humanidad el Sol es negro y la noche es amarilla, y tú no lo sabes”.
La supermujer no lo siente así. Pero tampoco puede explicar cómo ve. Para imaginarme lo difícil que es describir a alguien un color que no ve nadie más, he pedido a un compañero daltónico que me explique de qué color ve una manzana roja. “No sé lo que veo, ¡si lo supiera, no sería daltónico!”, me responde confuso. “¿Marrón?”, insisto. “No lo sé”, dice. “¿Lila?”, incido. “No… Creo que verde. Sobre todo, algunos tonos, pero no todos”, me corrige. “Pero no lo sé”, añade. Tras darle vueltas sin llegar a ninguna conclusión, cierra la conversación diciéndome: “Tú misma no podrías explicar cómo ves el amarillo. A lo mejor para el resto de la humanidad el Sol es negro y la noche es amarilla, y tú no lo sabes”.
Según la neurocientífica, lo más seguro es que cDa29 tenga un
tetracromatismo fuerte y pleno; es decir, que los conos extra estén
distribuidos por toda su retina de manera uniforme y pueda ver más
colores que los demás, de manera constante. Pero, ¿por qué no ha sido
consciente de ello a lo largo de su vida? ¿Y por qué las demás mujeres
no usan su supervisión?
Quizá sea un problema de lenguaje. Si no tenemos una palabra para designar los nuevos colores que percibimos, los catalogamos como alguno de los ya conocidos y bloqueamos nuestra capacidad para ver más allá de lo establecido. En ruso, por ejemplo, el azul oscuro y el azul claro son dos colores distintos, tienen dos palabras para designarlos: azul claro es голубой (goluboi), y azul oscuro синий(sinii). Neurólogos del Instituto Tecnológico de Massachusetts han comprobado que gracias a ello distinguen estos dos tonos mucho más deprisa y sin dificultad en comparación con los ingleses, que no tienen dos palabras para designar los distintos tonos de azul y dudan a la hora de distinguirlos.
Quizá sea un problema de lenguaje. Si no tenemos una palabra para designar los nuevos colores que percibimos, los catalogamos como alguno de los ya conocidos y bloqueamos nuestra capacidad para ver más allá de lo establecido. En ruso, por ejemplo, el azul oscuro y el azul claro son dos colores distintos, tienen dos palabras para designarlos: azul claro es голубой (goluboi), y azul oscuro синий(sinii). Neurólogos del Instituto Tecnológico de Massachusetts han comprobado que gracias a ello distinguen estos dos tonos mucho más deprisa y sin dificultad en comparación con los ingleses, que no tienen dos palabras para designar los distintos tonos de azul y dudan a la hora de distinguirlos.
¿Tendremos supervisión?
Los científicos se preguntan si es necesario tener algún tipo de engranaje neuronal especial para poder explotar el don. Todo apunta a que no es así.
Los monos americanos usaron la red neuronal que les servía para la visión espacial. Tampoco lo necesitaron los ratones modificados genéticamente para ver en color creados por científicos deInstituto Médico Howard Hughes y de la Universidad de California, Santa Bárbara.
Los científicos se preguntan si es necesario tener algún tipo de engranaje neuronal especial para poder explotar el don. Todo apunta a que no es así.
Los monos americanos usaron la red neuronal que les servía para la visión espacial. Tampoco lo necesitaron los ratones modificados genéticamente para ver en color creados por científicos deInstituto Médico Howard Hughes y de la Universidad de California, Santa Bárbara.
Los ratones suelen ver la mitad de la paleta de colores que vemos los humanos. Ven azules, amarillos, marrones y negro. La
mutación les permitía ver todos los demás colores. Los científicos han
comprobado que su cerebro es lo suficientemente plástico como para
adaptarse prácticamente de manera instantánea a la percepción de estos
nuevos colores.
Así que probablemente el don pueda despegar y alcanzar su esplendor con entrenamiento. Y es posible que un día la naturaleza nos sorprenda aún más, y de igual manera en que lo ha hecho con este cuarto cono: podría extenderse una mutación que nos permitiera ver otras ondas, como las ultravioleta y las infrarrojas.
Así que probablemente el don pueda despegar y alcanzar su esplendor con entrenamiento. Y es posible que un día la naturaleza nos sorprenda aún más, y de igual manera en que lo ha hecho con este cuarto cono: podría extenderse una mutación que nos permitiera ver otras ondas, como las ultravioleta y las infrarrojas.
Si captáramos UV, veríamos un mundo oculto para nosotros ahora mismo.
Observaríamos originales patrones ahora invisibles en las plumas de las
aves, y en las flores, y en las bayas, brillando. Si viéramos el
infrarrojo, podríamos distinguir las zonas de más calor de una persona,
percibir si tiene fiebre de un simple vistazo y otras alteraciones
útiles, como si se está ruborizando.
Y entonces sí que se abriría ante nosotros una nueva dimensión.
Relacionado:
Mucha gente cree que los perros ven el mundo en blanco y negro, como en una película antigua. Pero, irónicamente, muchos otros animales a los que les adjudicamos una visión en Technicolor, en realidad sólo lo hacen en blanco y negro.
Antes de resolver estas dudas, se impone una pequeña aclaración sobre cómo funciona la visión del color.
El color resulta de la interacción de la luz con la retina del ojo y es una consecuencia de la distinta sensación que producen en un observador luces de diferentes longitudes de onda. Así pues, el color no sólo es una invención de nuestro cerebro, sino una mezcla de invención junto con las características intrínsecas de la luz.
La visión del color depende de unos elementos anatómicos del ojo llamados conos, que, junto con los bastones (responsables de la visión en blanco y negro), se hallan en la retina. Los conos captan luz correspondiente a distintas longitudes de onda. Esto produce activaciones distintas en las células, y el conjunto de la información permite al córtex visual del cerebro construir la sensación de color.
Los experimentos para saber si una especie animal ve el mundo como los primeros minutos de El mago de Oz o como el resto del filme, no son nada sencillos, pues las respuestas de los animales pueden ser poco concluyentes. Así, la presencia de fotopigmentos no es una prueba definitiva, ya que pueden servir, como en ciertos invertebrados, para obtener energía y no para observar colores. Pero sí se han logrado algunos avances al respecto.
La visión en color para ciertos animales se sabe que es cuestión de superviviencia. Como en el caso de las abejas, que distinguen y discriminan así unas flores de otras. O entre ciertos pájaros, para obtener alimento en frutos o flores o para ejercer el reclamo sexual con un plumaje vistoso. Para otros, como los reptiles de costumbres nocturnas, la visión en color es tan útil como la pantalla panorámica para un invidente.
Pero vayamos concretamente a los perros. Se ha observado que poseen una visión dicromática, con un punto neutro a 480 nanómetros (un nanómetro es la mil millonésima parte de un metro). Es decir, que pueden distinguir, además del blanco y el negro, dos colores distintos: probablemente el azul y el verde, pero lo hacen en un margen de longitudes de onda muy estrecho.
Los gatos pueden distinguir hasta seis colores y diversas gamas dentro de cada uno.
El caso de los toros es el más divertido. Siempre se ha creído que el color rojo del capote de los toreros es lo que excita la bravura del toro. Pero no es así. Los toros acaso pueden distinguir un par de colores, y es el movimiento del capote lo que le excita realmente y no su color.
Los chimpancés, en su mayoría, tiene una visión del color idéntica a la humana.
Como refiere el libro de Oliver Sacks La isla de los ciegos al color, existen personas que son capaces de experimentar muchos de estos tipos de visión que sólo asociamos a los animales. El más conocido, por supuesto, es el caso de los daltónicos. Pero hay algunos más extraños, como el caso de los que sufren acromatopsia. Esta enfermedad permite que el ojo capte los colores y transmita las sensaciones, pero el cerebro se ve incapaz de procesar la información para construir la sensación correspondiente.
Los acromatópsicos ven el mundo como si fuera un tablejo de ajedrez. Y no sabéis cuán repugnante puede ser comerse un plato de spaguetti en blanco y negro: entonces más que comer spaguetti parece que estás comiendo gusanos. Una demostración más de que la comida también se come por los ojos.
Más información | La isla de los ciegos al color, Oliver Sacks
Y entonces sí que se abriría ante nosotros una nueva dimensión.
Relacionado:
El mito de que los perros ven en blanco y negro
7 comentarios
Mucha gente cree que los perros ven el mundo en blanco y negro, como en una película antigua. Pero, irónicamente, muchos otros animales a los que les adjudicamos una visión en Technicolor, en realidad sólo lo hacen en blanco y negro.
Antes de resolver estas dudas, se impone una pequeña aclaración sobre cómo funciona la visión del color.
El color resulta de la interacción de la luz con la retina del ojo y es una consecuencia de la distinta sensación que producen en un observador luces de diferentes longitudes de onda. Así pues, el color no sólo es una invención de nuestro cerebro, sino una mezcla de invención junto con las características intrínsecas de la luz.
La visión del color depende de unos elementos anatómicos del ojo llamados conos, que, junto con los bastones (responsables de la visión en blanco y negro), se hallan en la retina. Los conos captan luz correspondiente a distintas longitudes de onda. Esto produce activaciones distintas en las células, y el conjunto de la información permite al córtex visual del cerebro construir la sensación de color.
Los experimentos para saber si una especie animal ve el mundo como los primeros minutos de El mago de Oz o como el resto del filme, no son nada sencillos, pues las respuestas de los animales pueden ser poco concluyentes. Así, la presencia de fotopigmentos no es una prueba definitiva, ya que pueden servir, como en ciertos invertebrados, para obtener energía y no para observar colores. Pero sí se han logrado algunos avances al respecto.
La visión en color para ciertos animales se sabe que es cuestión de superviviencia. Como en el caso de las abejas, que distinguen y discriminan así unas flores de otras. O entre ciertos pájaros, para obtener alimento en frutos o flores o para ejercer el reclamo sexual con un plumaje vistoso. Para otros, como los reptiles de costumbres nocturnas, la visión en color es tan útil como la pantalla panorámica para un invidente.
Pero vayamos concretamente a los perros. Se ha observado que poseen una visión dicromática, con un punto neutro a 480 nanómetros (un nanómetro es la mil millonésima parte de un metro). Es decir, que pueden distinguir, además del blanco y el negro, dos colores distintos: probablemente el azul y el verde, pero lo hacen en un margen de longitudes de onda muy estrecho.
Los gatos pueden distinguir hasta seis colores y diversas gamas dentro de cada uno.
El caso de los toros es el más divertido. Siempre se ha creído que el color rojo del capote de los toreros es lo que excita la bravura del toro. Pero no es así. Los toros acaso pueden distinguir un par de colores, y es el movimiento del capote lo que le excita realmente y no su color.
Los chimpancés, en su mayoría, tiene una visión del color idéntica a la humana.
Como refiere el libro de Oliver Sacks La isla de los ciegos al color, existen personas que son capaces de experimentar muchos de estos tipos de visión que sólo asociamos a los animales. El más conocido, por supuesto, es el caso de los daltónicos. Pero hay algunos más extraños, como el caso de los que sufren acromatopsia. Esta enfermedad permite que el ojo capte los colores y transmita las sensaciones, pero el cerebro se ve incapaz de procesar la información para construir la sensación correspondiente.
Los acromatópsicos ven el mundo como si fuera un tablejo de ajedrez. Y no sabéis cuán repugnante puede ser comerse un plato de spaguetti en blanco y negro: entonces más que comer spaguetti parece que estás comiendo gusanos. Una demostración más de que la comida también se come por los ojos.
Más información | La isla de los ciegos al color, Oliver Sacks
La isla de los ciegos al color
Oliver Sacks siempre se ha
sentido atraído por las islas, esos «experimentos de la naturaleza,
lugares benditos y malditos por su singularidad geográfica, que albergan
formas de vida únicas». En su última obra, esta fascinación le lleva
más lejos que nunca, a las remotas islas del Pacífico, donde concilia su
afición a explorar el mundo real con su pasión por investigar el mundo
de la mente. En esta ocasión abandona transitoriamente a los individuos y
con herramientas no sólo de neurólogo sino también de antropólogo,
investiga a grandes grupos de población que han sido condicionados por
un defecto o una deficiencia física. En Pingelap y Pohnpei, dos
diminutas islas de Micronesia, una proporción muy elevada de la
población es completamente ciega al color. Sacks, acompañado por un
oftalmólogo y por un científico noruego que también ve el mundo en
blanco, negro e infinitos grises, visita las islas e investiga la
influencia que esta peculiaridad de sus habitantes tiene sobre la vida
cotidiana y cómo se refleja en su cultura y sus mitos. En Guam, otra
isla del Pacífico, existe una enfermedad neurodegenerativa que ha sido
endémica en los últimos cien años. El lytico-bodig, como la denominan
los nativos, se presenta a veces como una parálisis progresiva, que
convierte a quienes la sufren en estatuas humanas; en otras ocasiones
sus síntomas son parecidos a los del síndrome de Parkinson, acompañado
de demencia. A pesar de años de investigación, esta enfermedad continúa
siendo un enigma. Una hipótesis, nunca probada, la atribuye al consumo
de harina fabricada con las semillas de la cicadácea, un árbol cuyo
origen se remonta a la prehistoria y que siempre ha fascinado a los
botánicos. Pero "La isla de los ciegos al color" es mucho más que la
intrigante exploración de dos enigmas médicos; es también la absorbente
crónica del viaje por unas islas que siempre se nos han aparecido como
remotas y misteriosas, visitadas por Darwin y ocupadas por los japoneses
en la Segunda Guerra Mundial. Porque Oliver Sacks es la mejor prueba de
que la casi siempre impenetrable división entre las artes y las
ciencias podría no existir. Catedrático de neurología en una de las
mejores escuelas de medicina, sus libros muestran un sólido y
actualizado conocimiento científico pero también son narraciones
apasionantes que atrapan al lector, y son siempre un vehículo para una
audaz, original exploración de la condición humana.
ISBN 978-84-339-0583-3
PVP sin IVA 18.75 €
PVP con IVA 19.50 €
Nº de páginas 320
Colección
Argumentos
Traducción Francesc Roca
LOS
PERROS VEN COLORES?
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Por Hector Tocagni
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En 1960, el Profesor Munro Fox, graduado en Cambridge, Presidente Honorario de la London Natural History Society, expresaba en su libro "La personalidad de los animales" su opinión, sobre la posibilidad de que el perro tuviera en su visión, la posibilidad de ver colores. Y sobre este punto, nos decía: "... ¿Y que ven los perros?. La respuesta a esta pregunta nos desilusiona: aparentemente, no distinguen los colores. La respuesta es desilusionante porque muchas personas lamentarán, por supuesto, que sus perros no vean los colores, que a ellos les parecen hermosos Pero pueden pensar que, en cambio, que su sentido del olfato es extraordinariamente fino. ¿ Cómo sabemos si los perros son ciegos para el color?. Esto se comprobó, - nos decía Munro Fox- mediante el mismo método utilizado para saber si oyen. Se trató de enseñarles a salivar cuando se le mostraba, distintos colores, como se le enseñó a hacerlo cuando sonaban diferentes notas musicales. Resultó imposible lograr que un perro distinguiera un color del otro como señal para el almuerzo Esta cuestión exige otras pruebas, con otras técnicas; pero, hasta donde llega la evidencia científica, aparentemente los perros son ciegos para el color"... Esto lo afirmaba el distinguido etólogo Munro Fox, Sin embargo, veintiséis años más tarde Desmond Morris notable etólogo, discípulo del holandés Niko Tinbergen, premio Nobel de Medicina, y autor de varios libros, entre los cuales se halla "Guía para comprender a los perros" afirma, sobre el tema antes tratado, de la siguiente manera "... Durante muchos años se creyó que los perros no veían los colores y vivían en un mundo totalmente negro y blanco. Ahora se sabe que no es así, pero el color no es particularmente importante para ellos. La proporción de bastoncillos a conos en la retina del ojo favorece mucho más a los bastoncillos mucho más que en los nuestros. Los bastoncillos son útiles para la visión en blanco y negro en la penumbra, los conos se emplean en la visión con color Los ojos de los perros " ricos en bastoncillos" están por lo tanto especialmente adaptados al ciclo diario, que favorece el anochecer y la madrugada como los períodos de mayor actividad. ...El gran experto Gordon Walls lo expresa con mucha elocuencia diciendo: " Para cualquiera de esos animales seminocturnos, ricos en bastoncillos (como el perro), las más ricas luces del espectro pueden aparecer solamente, como delicadas pinturas al pastel de identidad incierta "... Morris continúa diciendo"... de acuerdo, pero las pinturas al pastel son mejores que nada y es agradable pensar que nuestros compañeros caninos, pueden compartir con nosotros, por lo menos algún grado de color, mientras caminamos juntos por el campo..." |
4 comentarios:
- Gracias por el seguimiento y por la información. En cuanto tenga claro el sistema de proyección de arañas me encantaría facilitártelo.ResponderEliminar
Me miraré el artículo que me mencionas para vincularlo, que seguro que es oportuno, fiándome de tu buen criterio como suele ser habitual. Lo cierto es que yo conocía los estudios de un tal Dr. Valbo que no he conseguido localizar a través de la red.
Seguiré buscando.
Saludos - Le eché un ojo por curiosidad a lo de Valbo. Hay un tal Alberto Valvo (con "v") que probablemente sea el que tú dices. Sólo hay referencias a una obra suya "Sight Restoration after Long-term Blindness: the Problems and Behaviour Patterns of Visual Rehabilitation", pero creo que no tiene que ver con acromatopsia, al menos específicamente. Igual te ayuda éste enlace http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1208706/ResponderEliminar
Un saludo - Sí que es este. Igual cometí el mismo gazapo ortográfico al buscarlo, aunque creo que probé con todas las opciones (Balvo, Valbo Balbo, Valvo) y nada.
En su trabajo menciona todo tipo de efectos psicológicos en pacientes con todo tipo de cegueras, entre las cuales un individuo con acromatopsia que padecía de inapetencia por comida y sexo tras perder la sensibilidad a los colores. Se centraba más en la adaptación de ciegos de nacimiento a su nueva condición de inexpertos videntes, lo que supone un auténtico problema y un filón para los especialistas en psicopercepción visual. Espero y confío en que el link que me facilitas me volverá a poner sobre la pista. Ni que decir tiene que ya te considero coautor de este blog tanto por tus comentarios como por tu selección temática en el Hurgador.
Muchas gracias.
http://www.lifeinthefastlane.ca/jay-lonewolf-morales-colorblind-painter-extraordinaire/art
Como siempre sin desperdicio tus posts que voy siguiendo con regularidad. El sistema de seguridad con arañas gigantes lo quiero para mi casa (jeje)
¡Un abrazo!