Pasamos de la escultura con pretextos ecologistas a la fotografía documental al servicio de la narrativa ecologista. Y lo hacemos a través de un relato ya célebre (de hecho ya un clásico en ciernes de los superventas literarios) que no por basarse en hechos reales deja de ofrecer todos los ingredientes literarios de una buena historia, esos mismos ingredientes que con el paso del tiempo y la persistencia de su evocación sustentan las leyendas.
Es muy posible que, en el caso que nos ocupa, sean las coincidencias con antiguas leyendas en que se rompen ciertas reglas naturales lo que la hace parecer irreal o sorprendente, dotándola de una carga poética alimentada de prejuicios positivos hacia la supuesta pureza de la bondad natural a la que la civilización ha renunciado. Así, saltándose tópicos y estereotipos malévolos de animalidad ajena y hostil como la negrura de ciertos ejemplares de grandes especies depredadoras potencialmente agresivas para el hombre (ver artículos anteriores sobre animal negro/animal blanco o nuestro artículo sobre el simbolismo y connotaciones de la luminosidad cromática en animales), la historia a la que nos referimos llama la atención porque un gran lobo negro solitario muestra una actitud pacífica, amistosa, confiada y cariñosa con los habitantes de una localidad de Alaska.
Su autor, Nick Jans, abandona sus desganadas prácticas cinegéticas para sustituir el fusil por la cámara fotográfica, siguiendo los pasos del gran pionero de la fotografía naturalista George Shiras. Sin embargo, consciente de que, aún contando con tomas notables en su archivo fotográfico, no es la calidad de sus imágenes lo que importa, sino los acontecimientos documentados, elabora un registro documental de carácter periodístico que se acaba convirtiendo en un peculiar libro de gran éxito al colmar las expectativas de tantos amantes de la naturaleza que la aman más fácilmente cuando ésta da muestras de comportamientos aparentemente humanizados. Es una perspectiva "buenista" del mundo animal y natural, y hay páginas web consagradas a plagar sus muros de imágenes fotográficas y videos plagadas de insólitas amistades interespecies (cuanto más bonitas o simpáticas mejor) entrañables y enternecedoras. El caso del lobo negro, bautizado como Romeo, aglutina todos los elementos para contentar a amantes de las tendencias New Age y para los más escépticos ante este tipo de posicionamientos, porque en el fondo desearíamos que se hiciera realidad aquel paraíso perdido en que las criaturas convivían en armonía.
He de decir que pese a dedicarnos a documentar y comentar cualquier cosa relativa a la presencia de animales en medios de divulgación y manifestaciones artísticas, sabíamos bien poco acerca de "Lobo Negro", el libro-reportaje de Nick Jans, pero la casualidad nos ha llevado a tutorar un trabajo de investigación de una alumna de bachillerato artístico interesada en principio por el concept-art, o arte conceptual aplicado a las producciones audiovisuales.
La alumna en cuestión, Sofía Medina, a cuyo trabajo gráfico dedicaremos nuestro próximo post, escogió para ejemplificar lo cosechado en su trabajo, a modo de ejercicio práctico, ilustrar la narración de Jans inspirándose en su reportaje fotográfico, para que estas imágenes sirvan de referente a un hipotético equipo de arte de una producción cinematográfica basada en el libro, y la revisión de su trabajo me obligó a profundizar en el caso de Nick Jans y a repasar referentes que creí que podrían interesar a Sofía.
Uno de los primeros ejemplos que le sugerí es el caso emblemático de la fotografías de Russell Munson para las ediciones de "Juan Salvador Gaviota" de Richard Bach, a quien consagramos un comentario en una entrada hace ya tiempo, o el de las ilustraciones de Dick Kramer (tan deudoras de la ilustración naturalista post-fotográfica) para "La leyenda del lobo cantor" de George Stone (una réplica en tono realista a obras de Félix Salten, James Oliver Curwood o Jack London, a quienes hemos revisado en una entrada antigua sobre el ilustrador Tyrus Wong.
Lo notable del libro de Jans es que sus fotos ilustran sus textos en la misma medida que sus textos ilustran sus fotos, dado que ambos medios reproducen los hechos reales. Las fotos de gaviotas y vistas aéreas de Munson sólo se ajustan oportunamente para evocar aquello que Bach nos cuenta en texto escrito. Las ilustraciones a lápiz de Dick Kramer están obviamente basadas en tomas fotográficas y apuntes del natural, con objetividad naturalista, pero oportunamente seleccionadas para recrear momentos concretos de la narración de George Stone. Nick Jans se limita a documentar fotográficamente su propia vivencia, y, por escrito, tanto la suya como la de sus convecinos que también mantuvieron un cierto contacto con Romeo, algo que nos recuerda al caso del delfín Fungie en Dingle, Irlanda.
Lo curioso es que estudios recientes apuntan a que la presencia de lobos negros delataría la presencia de un atavismo genético causado por el contacto con perros seleccionados por el hombre, lo que tal vez explicaría la predisposición de Romeo al contacto amistoso con humanos, con perros y otros animales domésticos, lo cual empañaría en cierto modo al golpe de efecto de una criatura completamente silvestre abierta a formas alternativas de comunicación. Su carácter solitario, al margen de una manada, también constata las diferencias de comportamiento solitarias, aunque predispuestas a la sociabilidad, con aquellas influidas por los roles jerárquicos impuestos circunstancialmente por la manada.
El estudio concreto al que hacemos referencia apuntaría a que, al margen de que el lobo haya sido el primer animal seleccionado genéticamente por el hombre hasta producir las modificaciones atávicas que derivarían en los perros y sus diferentes razas, se podría ir más allá y afirmar que también fueron los primeros animales salvajes modificados genéticamente por el contacto con los perros de las poblaciones humanas, y no olvidemos que la selección genética de los perros atañe también a rasgos de su comportamiento:
Un estudio biológico de la Universidad de Calgary (Canadá) ha determinado que la aparición de lobos de color negro es el resultado directo de la cría humana de perros como mascotas y bestias de carga publicado por la revista Science que recoge EurekAlert. "Aunque ocurrió de forma accidental, los lobos negros son el primer ejemplo de que esta especie está modificada genéticamente por el hombre", afirma el profesor Marco Musiani.
Además, el estudio también concluye que esta coloración oscura puede ayudar a la supervivencia de esta especie si su hábitat se ve afectado por el cambio climático.
Según el profesor de la Facultad de Diseño Ambiental, un experto en lobos de prestigio internacional, "la domesticación de perros llevó a tornar el pelaje de los lobos al color oscuro, lo que ha demostrado ser un rasgo valioso para la población lobuna a medida que el hábitat ártico va encogiendo".
El biólogo añade que esto ha puesto de manifiesto un "hallazgo inesperado" al determinarse que la acción humana puede ayudar a enriquecer la diversidad genética de las poblaciones de animales salvajes.
Análisis de los lobos grises
El estudio se basa en el análisis genético de las poblaciones de lobos grises de América del Norte y Europa y localizaron el gen responsable de color oscuro del pelaje de los lobos y de los perros domésticos. Concluyeron que este rasgo se transmitió a la población de lobos grises, así como a los coyotes, en el apareamiento de especies salvajes y domésticas de cánidos.
Según esta investigación, esta modificación genética pudo ocurrir en fechas tan recientes como cuando llegaron a América del Norte los perros domésticos europeos o en fechas tan remotas en el tiempo como cuando hace 14.000 años los humanos emigraron a América del Norte a través del Estrecho de Bering.
Hasta ahora se atribuía a la adaptación y la selección natural la relación entre el color del pelaje del lobo y su hábitat -los lobos blancos son más comunes en la tundra ártica-, pero el estudio determina que puede ser un primer ejemplo de una modificación genética provocada por el hombre.
Musiani, que ha estudiado durante mucho tiempo a los lobos del Ártico, ha confesado que siempre se había mostrado sorprendido por la existencia de lobos blancos y lobos negros en la zona, pero no de lobos grises. En su opinión, su estudio biológico proporciona una explicación a esto: "Las poblaciones de lobos se adaptan rápidamente a las condiciones de menos nieve aprovechando esta modificación genética impulsada por el hombre".
El científico también ha destacado las ventajas de esta modificación genética ante el cambio climático, aunque ha reconocido que es "un poco irónico" que un rasgo que fue creado por el hombre pueda ahora resultar beneficioso para los lobos ante un calentamiento global que ha sido, igualmente, provocado por el ser humano.
Antes de dar un repaso a los trabajos de Dick Kramer como aceptable referente de las imágenes de Jans, os ofrezco un extracto de la red con información acerca del libro y del caso real que lo originó:
Cuenta una vieja leyenda que en una época no muy remota los indios de Norteamérica y los lobos acordaron una tregua. Decidieron no agredirse los unos a los otros por el bien de la comunidad. Con el tiempo este trato los llevaría a cooperar, cuidando no solo de la tierra que habitaban sino también de sus respectivas familias y en especial de los más pequeños. El compromiso de paz con el tiempo mudaría en una amistad entre especies. Desgraciadamente aquel pacto sagrado llegó a su fin cuando los primeros colonos europeos pusieron un pie en Norteamérica, y una bala en cada lobo. La amistad entre indios y lobos expiró por unos terceros que, aun siendo de la misma especie que los nativos de aquella tierra, nada tenían que ver con el acuerdo. Tras la separación, los indios tomaron asiento en las llanuras cercanas a los ríos y los lobos huyeron hacia los bosques, al abrigo de la espesura que les brindaba la naturaleza.
Sabemos que las leyendas no son más que cuentos ornamentados con magia y
fantasía para disfrazar, y retorcer, lo que en su momento podría haber
sido un hecho real. El germen que dio pie a la leyenda del pacto sagrado
entre indios y lobos tal vez fuera un suceso similar al recogido por el
libro que hoy nos ocupa; un hecho real, una biografía inverosímil y emotiva que bien podría convertirse en una estupenda leyenda. “Esta es una historia con luces y sombras, esperanza y tristeza, miedo y amor, y quizá una pizca de magia.”
Lobo Negro: Historia de una amistad salvaje publicado por Errata Naturae, cuenta la asombrosa historia de un lobo negro en busca de la amistad. Un lobo que, contra natura, se acercó a los perros que eran paseados por los habitantes de Juneau (capital de Alaska) en busca de amigos con los que jugar pero que, por extensión, fue trabando amistad también con los humanos. Nick Jans, vecino de la ciudad, será la voz que nos llevará por las diferentes etapas que marcaron la vida de Romeo (nombre con el que sería bautizado el lobo). Aunque Nick Jans es el autor del libro (porque alguien tenía que contar esta historia) y principal testigo de todo lo que aconteció, su narración se construye con el andamiaje que le facilitaron las entrevistas de vecinos, amigos, turistas, artículos del periódico local y expertos en fauna, como biólogos o agentes del Departamento de Pesca y Caza de la zona que eran incapaces de dar con una respuesta satisfactoria al misterioso comportamiento de Romeo. “Al margen de dónde viniese el lobo negro, todos coincidíamos en algo: no había nada a la altura de ese espectáculo en todo el planeta.” El autor además utilizaría esta confraternización entre especies no solo para estudiar a uno de los animales más hermosos sobre la faz de la tierra, sino también como una forma de redimir su época de cazador con los Inuit.
Aunque el hilo conductor de la narración es el singular y hermosísimo
lobo Romeo (disfrutad y quedad cautivados con las fotos que incluye el
libro), Nick Jans aprovecha la coyuntura para explorar todas las facetas
que rodean la vida salvaje de estos cánidos, consiguiendo al final
realizar una exhaustiva y pulcra radiografía de tales animales. De esta
manera, y siguiendo siempre la huellas del carismático Romeo (al cual,
tras unas pocas páginas, veremos como a un amigo especial y peludo) el
autor nos hablará de los hábitos alimenticios de los lobos, del
apareamiento, de los lobeznos y las enseñanzas que estos reciben por
parte de congéneres más experimentados y hasta de las habilidosas
técnicas de caza que éstos emplean, mostrándonos además, y haciendo
especial hincapié, en el importante lugar que los lobos ocupan en la
cadena trófica.
Pero Lobo Negro
no es solo una historia sobre una amistad fascinante entre especies que
se fraguó a lo largo de los años, es también una oda a la naturaleza
salvaje. Lugares de nívea blancura, laderas boscosas de verdor
primaveral, lagos helados, titánicos glaciares y montañas escarpadas
serán escenarios recurrentes que a lo largo de la novela os
transportarán al mismísimo corazón de Alaska gracias a las descripciones
que emplea el autor y que en ocasiones tienen cierto cariz poético.
Lobo Negro: Historia de una amistad salvaje
encantará a toda persona que cuando observa la naturaleza ve belleza y
cuando mira a un animal ve algo sagrado. Sin embargo, no es a ellos a
quienes voy a recomendar leer este libro, sino a todos esos que a la
tortura y posterior muerte de un animal lo llaman con orgullo arte, o a
aquellos que únicamente contemplan la vida animal a través de una mira
telescópica antes de segarla. Tal vez leyendo Lobo Negro: Historia de una amistad salvaje descubran que los animales son algo más que un trofeo que colgar en la pared de su particular salón de los horrores.
Books By Nick Jans
The Last Light Breaking (1993)A Place Beyond (1996)
Tracks of the Unseen (2000)
Alaska (with photographer Art Wolfe) (2000)
The Grizzly Maze: Timothy Treadwell’s Fatal Obsession With Alaskan Bears (2005)
Tracy Arm (with photographer Mark Kelley) (2006)
Alaska: A Photographic Excursion (with photographer Mark Kelley) (2007)
Black Bears of the Mendenhall Glacier (with photographer Mark Kelley) (2008)
The Glacier Wolf (2009)
Once Upon Alaska (with photographer Mark Kelley) (2013)
A Wolf Called Romeo (2014)
The Giant’s Hand (2016)
Dick Kramer y el lobo cantor de George Stone
Hay cierto tipo de escritores de carácter comercial, como Geroge Stone (recordemos su novela "Ventisca") que en algún momento de sus vidas vuelcan grandes dosis de sensibilidad en un libro. Stone vertió sus conocimientos naturalistas y sus dotes líricas en una historia conmovedora, metáfora de la lucha por la vida y el disfrute de sus características especiales. En este caso, la especie lupina, caracterizada por su canto, evolutivamente desarrollado por motivos sociales, comunicativos, padece la abolición represiva de dicho canto.
La metáfora es clara. Dirus, el opresor lobo rojo, el que no canta, reprime el canto en sus semejantes tildándolo de despreciable costumbre propia de coyotes (vistos como inferiores desde su perspectiva).
Lobo encarna el espíritu libre e independiente de líderes y manadas que lleva a cabo un viaje épico para dar cabida a su propia descendencia cantora en un mundo hostil, de lobos represores del canto.
Es indudable un cierto hippysmo naturalista, un regusto new-age en todo el libro, incluso en aspectos propios del diseño de edición, o de la elección de las ilustraciones de Dick Kramer en sobrio blanco y negro (una cierta reminiscencia de las fotos de Russel Munson para las ediciones del Juan Salvador Gaviota de Richard Bach).
De los muchos libros con protagonistas animales, "La Leyenda del Lobo Cantor" ofrece características particulares. A diferencia de los relatos épico-naturalistas ("La llamada de la selva", "Nómadas del Norte", etc...) la presencia del hombre es nula en todo el relato, y las distintas especies animales relativizan el alcance de las ambiciones vitales de cualquier ser vivo, sin dejar por ello de evidenciar preferencias por unas u otras desde un punto de vista preferiblemente humano, más comprensivo con las estructurasw sociales perrunas, que evidencian a Lobo como solitario, que con los solitarios Osos que sentenciarán su destino en uno de los finales más rotunda y hermosamente poéticos que recuerdo haber leído.
Sin embargo, el tono narrativo de George Stone a lo largo de todo el libro es deudor del cine documental y de las descripciones científicas objetivas, aunque apasionadamente desapasionado. George Stone es el naturalista que hace de su trabajo una obra de arte, que nos explica la etología del lobo narrándonos el día a día de su existencia en un ecosistema complejo, duro y hermoso. No obstante, autor no se limita a ser didáctico e invita a una reflexión de mayor calado, espiritualista incluso, que no desmerece su notable consistencia científica, antes al contrario.
Tal vez por todo esto vemos como algo natural la elección del estilo gráfico preciso de Dick Kramer para ilustrar las andaduras de Lobo, imágenes que parecen sacadas de fotografías y apuntes de campo de un biólogo, o de las páginas de un libro divulgativo ilustrado, pero también, al estar dibujadas a lápiz, evocan las ilustraciones de Alan Lee para literatura de calado fantástico o legendario.
Mafa Alborés
El lobo cantor
"El cielo eterno esperaba sobre el paisaje terso y cubierto de nieve.
Esperaba en silencio. Sin respirar. Y entonces llegó, imperceptiblemente, sin un principio exacto. Una música fantástica, aflautada. Extraños sonidos de sirena que se elevaban rápidamente y se arrastraban después en largas corrientes musicales que ondeaban en la noche. De pronto, una mezcla de estribillos guturales, fluidos, salpicando el coro misterioso. Resonando en la distancia y direcciones imprecisas. Como voces del tiempo. Los lobos cantaban.
Escuchar el canto del lobo es tener la experiencia de una expresión sensual, singularmente conmovedora, de lo selvático. Es un sonido de calidad insuperable, que parece fantástico e inhumano. Pero no irreal. Porque forma parte de la esencia de la criatura lobo: de su espíritu, de su ser, de su verdad. Es un canto trascendental que tomó forma innumerables milenios antes de que se definiese el tiempo. Algo elemental. Un grito vital desde el pasado. Una revelación del Universo mismo."
Sin embargo, dice la leyenda que, en cierto período de su historia, los lobos no cantaban...
"El Lobo cantaba a la Montaña, que era orgullosa.
El Lobo cantaba para Todos.
Su Canto era de Amor. A la Tierra. A la vida.
La verdad de su Alma. Un arroyo sin fin.
Era ya antiguo cuando vino el Hielo.
En los tiempos de Dirus, el Gran Lobo Terrible.
Quien no siente este Amor, no puede cantar.
Y llamará maldad a la Canción. Indigna de los lobos. Así era Rufus. Rufus, el lobo tirano. El destructor.
Él y sus fieles se llevaron la Canción.
Y, durante milenios, el Cielo estuvo vacío.
Pero el arroyo siguió fluyendo. Uniendo el Pasado y el Futuro.
Dirus regresó.
Su búsqueda fue larga. Pero segura. Pues el Espíritu vivía, esperando. Liberado, resurgió su Poder. El Lobo recobró su libertad. La Tierra toda.
El Lobo canta a la Montaña, que es orgullosa. El Lobo canta para Todos."
Escrito por Ricardo B. en Enero 11, 2004 12:14 PM
Dick Kramer?:
http://bibliotecasolidaria.blogspot.com.es/2011/06/la-leyenda-del-lobo-cantor-george-stone.html
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