(continúa de la anterior entrada)
Seguimos aprovechando el material de la guía voluntaria del American Museum of Natural History , Wanda Finch, quien ha diseñado un recorrido que sirva para ilustrar las peripecias del Dr Maturin de las sagas literarias de Patrick O'Brian y que a su vez el personaje ilustre la imagen de los naturalistas de los siglos XVIII y XIX como iniciadores de la Biología, la Botánica y la Zoología modernas:
El gibón
En Capitán de Navío (Post Captain), el capitán Aubrey toma el comando temporal de H.M.S. Lively. En cubierta por primera vez se sorprende por las llamadas de los aparejos, que en un primer momento confunde con un niño, pero entonces le dicen que provienen de un "Java Ape". Este es un gibón - un siamang (Hylobates syndactylus, aver. 23 libras) - una de las especies de gibón que además es muy vocal, como la de la Lively. Los gibones son monos distantemente relacionados con los seres humanos, que son grandes simios. Pueden ver que son más pequeños con los brazos más largos, adaptados para pasar la mayor parte de su vida en las copas de los árboles. Los Brachiate (desplazándose mediante el balanceo de los brazos de rama en rama) no saltan de rama a rama, al igual que primates más pequeños. Forman familias nucleares, con los padres apareados de por vida y los jóvenes criados por ambos padres. Los Gibones son omnívoros, comiendo alimentos que se encuentran en el dosel del bosque: hojas, frutas, semillas, insectos, huevos, pájaros, etc.Pero el médico y el Capitán también tuvieron que contentarse con otro simio en el Lively, al menos parte de uno.
Los monos forman parte de la iconografía marinera, especialmente de la narraciones de exploraciones y viajes entre los siglos XVII y XIX. La imagen romántica de los piratas y corsarios suele incluir un loro o un mono en el hombro de estos antihéroes adalides de la libertad indómita.
Al igual que sus tatuajes y prótesis de toda índole, sus exóticas mascotas dan fe de sus viajes, y es curioso que los animales asociados a las aventuras de ultramar tengas rasgos humanizantes que los equiparan a la bestialización de sus salvajes propietarios: los monos por su aspecto antropomorfo, los loros por su capacidad de palabra.
Los grandes primates han dado lugar a especulaciones sobre su condición humanoide, han sido fuente de inspiración para criaturas feéricas y todavía hoy forman parte de tradiciones culturales que los contemplan como peculiares humanos silvestres, u homo selvaticus, auténtica llamada a un origen natural del ser humano y argumento básico para la teoría de la evolución, pese a su frecuente tergiversación, tal y como hemos comentado en entradas específicas dedicadas a la iconografía del mono.
Los animales de apariencia bípeda dotados de una cierta capacidad de manipulación de objetos y del uso de instrumentos son un claro recordatorio de aquello que nos hace peculiares, por lo que, como observamos en el ejemplo de ilustración que adjuntamos (extraída de la enciclopedia Diderot-D'alembert) suele constituir un recurso gráfico frecuente para remarcar su parecido con los seres humanos. En este caso, observamos a un chimpancé y a un gibón compartiendo un bastón. La asociación del palo usado como cayado o bastón a la representación de simios en los libros ilustrados es una constante que hace que nos preguntemos hasta qué punto el parentesco evolutivo de simios y humanos constituyó una sorpresa para los coetáneos de Darwin.
El Dr Maturin no es exactamente un remedo del personaje real de Charles Darwin, pero sin duda Patrick O'Brian le otorga una carácter que pretende ser realista y que se inspira en todos los grandes naturalistas influyentes de su época para expresar algo realmente interesante: que cualquier naturalista de la época era un Darwin en potencia, incluído el propio Darwin.
Todo dependía de lo novedoso y agudo de sus observaciones, y de la suerte que estas corrieran una vez publicadas, en caso de llegar a serlo.
Las imágenes reproducidas en los libros naturalistas de la era de la ilustración, y que tanto influirían en años venideros, coinciden con una serie de hechos importantes:
1- El desarrollo de las ciencias aplicadas a la navegación
2- El desarrollo de las rutas marítimas y las colonizaciones por motivos comerciales y estratégicos
3- El desarrollo de procedimientos preindustriales aplicados a la edición de libros y al grabado y reproducción de imágenes
4- El desarrollo de las ciencias naturales y su sistematización a partir de Linné.
5- La expansión de dichos conocimientos entre las clases pudientes e ilustradas como una modalidad más de ocio y formación.
No cabe duda de que se trata de una época de gran importancia en el asentamiento de conocimientos e ideas acerca de la fauna transmitidos a través de las narraciones y descripciones de estudiosos y naturalistas, pero también, no lo olvidemos, por la infalible y atractiva mnemotecnia facilitada por dibujantes, ilustradores y grabadores, responsables también de la proliferación de errores y confusiones.
Con el descubrimiento del gorila, hacia la mitad del siglo XIX, el conocimiento de los simios antropomorfos se liberó de las graves imprecisiones y de las dudas que lo caracterizaron durante casi tres siglos y que favorecieron la difusión de noticias erradas y de representaciones falseadas.
Las descripciones, y las figuras que las acompañan, devienen ya muy fieles y la anatomía comparada, aplicada a un número suficiente de ejemplares de varias edades, alcanza a precisar aquellas analogías con la especie humana que representarían uno de los más vivos puntos de polémica suscitados del naciente darwinismo, encontrando una primera exposición sintética en Evidences as to man’s place in nature de Thomas Henry Huxley.
Incluso un analista de este tipo de errores como Yuri Dmítriev ("El Hombre y los Animales", "Animales en el pedestal") caía en ellos, como señalábamos hace años, al poner como ejemplo de tergiversación la imagen de un chimpancé recogida en una ilustración del siglo XVII comparada con una supuestamente realista y actualizada, que rezaba en su comentario: "así es su apariencia en realidad".
La tremenda confusión de Dmítriev (que yo me atrevería a achacar a su editor, puesto que me cuesta creer que se deba a su propia ignorancia) hace que una correcta decripción gráfica del chimpancé (aunque humanizada mediante una posición erguida y el uso del mencionado bastón) pase por incorrecta ante una reproducción en detallado dibujo realista (juraríamos que casi sin duda a partir de una instantánea fotográfica moderna) de un macho de orangután en actitud atípicamente irascible. Las posibles confusiones entre la imagen de una u otra especia al ser reproducidas en blanco y negro quedan fuera de toda duda al observarse claramente las típicas adiposidades faciales exclusivas de los machos adultos de orangután, rasgo distintivo y por otra parte bien conocido en la época del Dr Maturin, quien, como nos recuerda Wanda Finch, lo utiliza como argumneto para determinar el sexo al que pertenecía una cabeza a bordo de la Lively:
El orangután
A bordo de la Lively, el médico tuvo que arbitrar un desacuerdo sobre la cabeza de un orangután, decidiendo si era macho o hembra. Podemos hacer fácilmente lo mismo. Aquí está el macho, tal como lo describe el Doctor, "la expansión lateral de las mejillas, mencionada por Hunter, y los restos de ese saco de garganta particular, tan característico del macho", y la hembra es obviamente distinguible del macho.
Llegados a este punto, y a la vista de los ejemplares disecados que sirven de pretexto a Finch, no podemos dejar de comentar que aunque los gabinetes de horrores y curiosidades no eran infrecuentes en Europa, es precisamente en el siglo XVIII cuando se empiezan a gestar las colecciones con un criterio enciclopedista y, por tanto, cuando comienzan a concebirse los museos de Historia Natural tal y como todavía los identificamos hoy en día, plagados de ejemplares en conserva o disecados, y es en este tipo de despliegues expositivos donde los artistas tienen la última palabra si no son orientados de forma precisa por los científicos, quienes, a menudo, carecían de información para hacerlo.
Ya hemos hablado al respecto de ejemplares de oso disecados en permanente amenaza facial mostrando los dientes como un lobo o un perro, cosa que un oso vivo no haría jamás. Más comprensible es la repetición de este fallo en ejemplares disecados de zorro, cánido al fin y al cabo, aunque incapaz de mostrar amenazadoramente los caninos por carecer de músculos especializados para ello. En todo caso responden a la necesidad de constatar por parte del público tópicos dudosamente surgidos de las observaciones directas pero sí repetidos en las sucesivas descripciones escritas de las distintas especies, de un modo u otro.
Si antes de Darwin no eran infrecuentes las comparaciones gráficas entre simios y humanos para recordarnos su pasmoso parecido, tras él y la polémica religiosa suscitada, tales analogías gráficas disminuyeron o se relegaron a la caricatura antropocentrista. Puede parecernos sorprendente desde nuestra perspectiva histórica en la que solemos repetirnos que el padre de la teoría de la selección natural fue el responsable de que nos diéramos cuenta del parentesco, pero lo cierto es que no fue estrictamente así.
Sin embargo, un hecho curioso que hemos comentado y documentado con anterioridad es la casi ininterrumpida repetición de la representación del orangután sujeto a la rama de un árbol, o alzando una de sus manos en dirección a ella. Si tenemos en cuenta que el gibón está incluso más especializado a la vida arborícola (aunque ya hemos constatado que incluso un animal de brazos tan especializados y sobredimensionados era comparado gráficamente con un humanoide) es curioso constatar que incluso en las representaciones gráficas más humanizantes a lo largo de la historia de la literatura naturalista ilustrada, el orangután está definido por su asociación a las ramas, tal vez, precisamente, por su innegable parecido con un ser humano, por lo que ha de ser remarcada su condición de peculiar hombre arborícola u hombre del bosque (orang-után).
Las muestras del Museo de Historia Natural que visitamos con Wanda Finch son herederas de los mismos planteamiento expositivos de los museos pioneros en París y Londres, en los que se trataba de dar tridimensionalidad a las ilustraciones de los libros y enciclopedias ilustradas más conocidas.
Orangután Femenino
En Trece Salvas de Honor, el Doctor tuvo un encuentro más largo con una orangután femenina, llamada Muang. Vivía en lo que podría llamarse una reserva natural en un monasterio budista. El Doctor llegó a apreciar la inteligencia y el carácter de Muang, y los orangutanes son inteligentes, con una capacidad cerebral tan grande como la de los chimpancés. Pero creo que el Sr. O'Brian estaba usando una licencia de artista en esta escena. Expondré mis argumentos y dejaré que decidan por ustedes mismos. Los orangutanes, el más solitario de los grandes simios, son vegetarianos completos y necesitan un gran territorio (aproximadamente 5 millas cuadradas) para proporcionar suficiente forraje para un adulto. El territorio de cada varón se superpone a 3 a 5 hembras, además de espacio para suministrar su propia comida. Ésa es la explicación para el saco de la garganta del varón. Las llamadas vocales se utilizan para proclamar los límites de un territorio masculino, y en la densa selva tropical que tiene que emitir un gran volumen de sonido para llevarlo suficientemente lejos. Su saco de cuello puede expandirse y proporcionar suficiente aire para cubrir sus llamadas.
La hembra es sexualmente receptiva sólo cuando su hijo la deja, aproximadamente a los 5 años de edad. Las hembras no mantienen a las crías mayores con ellas cuando están criando a otra. No hay manera de que se desarrolle un vínculo entre hermanos orangutanes. No se conocen.
El Sr. O'Brian nos dice que Muang tiene un vocabulario de 200 palabras. Esa es la misma proporción que el vocabulario de Koko, la gorila a la que se había enseñado la Lengua de Signos Americana, en el momento en que estaba investigando para este libro. Koko nació en 1972 y había aprendido 200 palabras en el momento en que se publicaron los primeros libros más populares sobre ella. En 1987, sabía 500 palabras, y en el presente sabe 2000. Koko ha podido aprender hasta tales extremos, porque su encargado y los amaestradores trabajan con ella hasta 16 horas al día.
Los gorilas son mucho más sociales que los orangutanes. Viven en grandes grupos familiares de 10 a 20 individuos, con un constante compañerismo. Dudo que un orangután pueda tolerar cómodamente tal grado de interacción. Muang también se muestra caminado sobre dos (o cuatro) pies a lo largo de grandes distancias. Los orangutanes, como los gibones, han evolucionado especialmente para la vida en los árboles. De hecho, los huesos de sus manos y pies son curvados para hacerles más fácil sostenerse en las ramas. Dudo que pudieran viajar tan lejos a pie, y aunque son hábiles, la curvatura de sus huesos de la mano les haría más difícil manipular herramientas, así como los chimpancés pueden con huesos de dedos menos especializados.
Sin duda provechoso e interesante el comentario de Wanda Finch para los visitantes del Museo de Historia Natural, aunque no sé si ha visto mucho material documental de centros de reintroducción de orangutanes, lugares en los que números notables de ejemplares conviven antes de alcanzar una cierta independencia como para internarse solos en la jungla. No obstane, sus apuntes sobre los posibles referentes de O'Brian me parecen muy acertados.
También creo que sería oportuno comentar los anacronismo detectados en las vivencias de Maturin, y la mención a Koko y los modernos estudios sobre primates llevados a cabo por Jane Goodall, por poner un ejemplo bien conocido, son muy significativos por una actitud claramente antiespecista difícilmente imaginable en tiempos de Stephen Maturin, por muy proclive que su talante se muestre a ello.
Sin embargo hemos de decir que se trata de uno de los pasajes más críticos con el antropocentrismo de toda la saga literaria de O'Brian, y una especie de viaje de iluminación para Maturin, cuya amistad con Muang nos recuerda a la relación, posiblemente sobredimensionada, de Darwin y el orangután del zoo en la película Creation, de Jon Amiel.
Darwin nunca dijo que el hombre descendiese del mono. De hecho, como buen naturalista exigente, Darwin no confundía el término general "primate" con sus diferentes componentes, a saber, entre otros, monos, simios y antrpoides. Darwin sólo afirmó que unos y otros estaban emparentados por ancestros comunes, al igual que ocurre de un modo u otro con las demás especies vivientes.
Sin embargo, la iconografía que asocia al propio Darwin con los monos y simios de toda índole ha sido tan profusa desde los tiempos de las famosas polémicas entre Huxley y Wilbeforce que era casi inevitable que una película sobre su vida no recurriese a una confrontación con un gran simio para ilustrar su iluminación intelectual. Además, existe constancia de que Darwin efectivamente pasó muchas horas observándolos en cautividad.
Es llamativo, y casi complementario, el hecho de que Paul Bettany protagonice la película de Amiel antes de dar vida a Maturin, como si sus credenciales interpretativas lo hiciesen apto para asumir lo que hay que saber para interpretar correctamente al hombre de ciencia, al naturalista por excelencia.
Tal vez alguien pueda pensar que me salgo del tema, o que me limito a constatar una obviedad, pero podríamos observar una especie de evolución selectiva en los actores de cine, quienes, una vez han dejado constancia de su capacidad para interpretar un tipo concreto de personaje, son aceptados o recordados por las capacidades implícitas de dicha tipología (lo cual, en su caso, supone un encasillamiento que les dificulta evolucionar a una tipología alternativa).
Somos conscientes de las diferentes tipologías de hombres duros, aventureros, cow-boys, soldados, policías, gángsters, etcétera, pero también de muchas otras bien conocidas y cargadas de tópicos, como el mayordomo inglés (a menudo interpretado por actores que también han dado la talla en papeles de Lord) y si aceptamos que existe el rol de científico, entre cuyas más ilustres variedades se haya precisamente el zoológo o el naturalista, eso quiere decir que aceptamos que el naturalista se ajusta a una tipología humana concreta, y eso resulta francamente interesante y revelador.
Paul Bettany no es especialmente parecido a Charles Darwin, e incluso hay quien podría pensar que el propio Darwin no se parecía a sí mismo una vez que ya había publicado su teoría sobre la selección natural. Es célebre la frase atribuída a su padre, quien a su regreso de la singladura en el Beagle comentó asombrado cuán cambiado estaba "pero si incluso te ha crecido la cabeza", como si el esfurezo intelectual hubiese tenido un efecto somático en el joven científico.
El maquillaje y la caracterización ayudan a Bettany a incorporar el personaje, pero sobre todo su paulatina especialización en personajes interiormente torturados, por ejemplo por motivos religiosos (recordemos el ejemplo extremo del Silas de El Código Da Vinci), concepto en el que se centra la idea central del biopic, basado en la biografía del científico y en sus escritos. No creo que ningún apasionado seguidor de las sagas de Maturin ponga pegas a su interpretación, pese a igualar o tal vez superar en estatura a Russell Crowe (al fin y al cabo el encanto de la pareja literaria original se basa en el contraste entre sus caracteres tanto como en su constitución física, notablemente corpulenta en el caso de Aubrey y característicamente delgada y menuda en el de Maturin), pero una vez aceptamos la galanura de Bettany dando vida convincentemente al desgarbado doctor, lo cierto es que muchos sí nos podríamos quejar de su presencia casi secundaria, tal vez por exigencias de guión y metraje, a sabiendas de que para la mayoría de los lectores Maturin es el personaje principal y auténtico protagonista, tan enérgico y predispuesto a la acción como el propio Aubrey.
Es la mirada azul de Bettany y el carisma que transmite lo que hace que lo aceptemos sin reservas, pese a que se ignore durante el metraje su condición de agente secreto, su ascendencia irlandesa y catalana, su desencanto por el independentismo irlandés pero su fervoroso independentismo catalán o su condición de católico que no tiene excesivos problemas para conciliar sus creencias religiosas con sus convicciones científicas, cosa que, tanto por motivos íntimamente personales como por imperativos sociales no resultó tan sencillo para Charles Darwin.
No olvidemos la vocación religiosa de Darwin, y su preocupación íntima por el amparo divino ante la enfermedad y posterior pérdida de su hija.
Además, tras todo gran hombra hay una gran mujer, y el sostén familiar de quien supuestamente cuestionó la creación divina y la existencia de Dios residía en el temple inquebrantable de su esposa, su prima Emma Wedgwood.
Cabe destacar, por cierto, la importancia del personaje de Emma Darwin en la película de Amiel y la exquisita interpretación ofrecida por Jennifer Connely, pareja en la vida real de Bettany.
Tal vez no sea casual que también haya sido la intérprete de Betty Ross, pareja y compañera de investigación del científico Bruce Banner, alter ego de Hulk, quien a su vez constituye una revisión de los personajes del Dr Jekyll y Mr Hyde, creados por Stevenson no mucho después de la épca correspondiente a las aventuras de Maturin y, por tanto, referente indiscutible de los personajes científicos decimonónicos, junto con el mencionado Dr Challenger y el mismísimo Sherlock Holmes de Conan Doyle, y herederos de precedentes como el Frankenstein de Mary Shelley.
El científico de ficción entra en conflicto con los valores morales de la sociedad circundante, mosrándose ajeno e insensible a ellas o, como sería el caso del propio Darwin, padeciendo la lucha interna entre sus razonamientos científicos y sus sentimientos morales y religiosos. Curiosamente, Stephen Maturin, como científico, suele mostrar una visión desapasionada y fría en multitud de cuestiones de calado moral, y como médico suele ser insensible a los aspectos físicos de la vida y la muerte, pero se muestra políticamente progresista y escéptico ante cualquier forma de gobierno o poder político, lo que le lleva a frecuentes discusiones con la mentalidad práctica y militarista del capitán Aubrey. Pese a ello, a lo largo de la saga el carácter científico de Aubrey en el ámbito de las matemáticas, la topografía y la astronomía se acentúa y madura, siendo en realidad más metódicamente científico que Maturin, a menudo más predispuesto a intercalar Historia, Mitología o Teología en sus razonamientos de clado frecuentemente filantrópico, a pesar de dar frecuentes muestras de sociopatía o falta de empatía con sus congéneres, con quienes no es raro que se muestre tan pedante como cualquier Sheldon Cooper de la actualidad.
Es una fórmula cercana a la empleada por Conan Doyle con Holmes y Watson. John Watson es el auténtico científico del tándem. Es médico y naturalista aficionado, pero también se muestra a menudo más prosaico y terrenal que Holmes, simple aficionado a las ciencias, en general, y aferrado a menudo a la rigidez desapasionada del método científico, desconsiderando aspectos afectivos y humanos que le parecen superfluos. El espacio que comparten todos ellos es el reservado a la curiosidad, el profundizar en el porqué de las cosas y desentrañar las causas de cualquier hecho, fenómeno o acontecimiento.
La empatía con los demás seres humanos entra en conflicto cuando el científico observa las cosas de un modo diferente, y, en el caso del zoológo, suele repercutir en un comportamiento más empático con los demás animales, como si dicha empatía constituyese un ingrediente fundamental de su vocación. Jack Aubrey suele tener problemas con los animales, con los que no simpatiza (son frecuentes sus caídas del caballo cada vez que ha de cabalgar, y suele ser víctima del ataque o las travesuras de los animales que Stephen Maturin recoge en sus desembarcos) mientras que el doctor suele tener buena relación con los animales con los que se encuentra, a los que observa en términos de mayor igualdad, pese a que, también es cierto, no duda en capturar o cazar para su observación. El cazador y el amante de la naturaleza, paradójicamente, suelen ir de la mano, y la captura de especímenes vivos o muertos alimentan un afán coleccionista auspiciado por el enciclopedismo reinante.
Sin duda, los avances y descubrimientos de la época de máximo desarrollo de las rutas comerciales marítimas le deben mucho, como casi siempre a lo largo de la historia, al sufragio económico por motivos bélicos. Las guerras napoleónicas supusieron el acicate para el máximo esplendor de la armada inglesa, pero, además, la presencia de científicos a bordo estaba justificada por el afán de enriquecimiento mediante dichos avances. Con todo y eso, no olvidemos que el poder económico de la Compañía de las Indias Orientales era mucho mayor que el de la propia corona británica, y era lógico su interés en sufragar expediciones rentables en múltiples aspectos. Los viajes de Cook habían supuesto no sólo descubrimientos geográficos, marítimos y comerciales, sino un aporte fundamental a la medicina aplicada a la navegación, basada en aspectos nutricionales e higiénicos que hasta aquel momento habían sido prácticamente ignorados. No cabe duda de que el propio Cook constituye un referente fundamental no sólo para la concepción del personaje del capitán Aubrey como marino, sino también como navegante científico y cartógrafo preocupado por múltiples aspectos médicos de su profesión. Cook procuró hacerse acompañar por un médico y naturalista que pudiese desempeñar también las labores de cirujano, y lo mismo sabemos de Lord Cochrane y del comandante William Pellew, quienes inspiraron también sin duda a O'Brian para dar vida a Jack Aubrey y a sus infatigable compañero.
Darwin ejerció el papel de naturalista a bordo del Beagle bajo el mando del comandante Robert FitzRoy y sus conclusiones hicieron tambalear las creencias del comandante tanto como las suyas propias. Generalmente, se atribuye a su estancia en las islas Galápagos el advenimiento de sus observaciones más fructíferas, y no en vano la película de Peter Weir procura destilar los aspectos literarios del personaje de Maturin como representante del mundo científico haciéndole viajar al mismo lugar para intuir lo mismo que Darwin pero con anticipación ficticia.
Las prioridades bélicas de la expedición se presentan como pretexto casual para llegar al lugar pero también como motivo para no profundizar en las observaciones del doctor, que a todas luces es consciente de la importancia de lo que aquellas especies endémicas revelan a la ciencia. Aunque en la saga literaria son muchos los lugares significativos para las particulares investigaciones de Maturin, y estas islas son uno de tantos, la idea que se destila de las páginas de O'Brian se condensa en el mismo lugar en el que Darwin intuiría las bases de su teoría de la selección natural para recalcar que personas excepcionales en circunstancias excepcionales pueden suponer avances excepcionales, pero que todo depende de la suerte o del azar, aunque tal vez este esté encaminado a desentrañar los misterios más tarde o más temprano.
Aunque cualquier episodio alrededor de encuentros con animales es significativo en las novelas de Jack Aubrey y Stephen Maturin, creo que pocas pueden superar a la experiencia en el santuario budista en el que Maturin se hace amigo de Muang, la orangutana, porque supone un nexo conceptual con el personaje de Charles Darwin y un intento de conciliar una visión decimonónica de la relación entre hombre y mundo natural con una visión más moderna, afectada por componentes extracientíficos como la cultura hippy, el espiritualismo pseudo-hinduísta y pseudo-budista de George Harrison y un cierto animismo new-age.
Es curioso que este encuentro en un paraje tan natural y al mismo tiempo tan condicionado por la presencia humana, por muy budista que sea, esté influído en su construcción por la influencia mediática de Koko, perteneciente a un ámbito de investigación científica totalmente artificiosa y condicionada por el ámbito del laboratorio.
En este sentido, Stephen Maturin se hermana con el Darwin que observa a los simios en cautividad y sus capacidades intelectuales y comunicativas.
Y, dado que culturalmente es un tópico referirse a las conclusiones de Darwin sobre el origen evolutivo de los simios y del hombre, no nos sorprende que iconográficamente las campañas de promoción de la película de Jon Amiel se centren en la contraposición de la figura del científico con la del simio, aunque es poco probable que Darwin se hubies comportado afectuosamente con el orangután del mismo modo emotivo y empático que su versión cinematográfica.
El mono nocturno, (Marikiñá norteño o, en portugués, Macaco da Noite)
En La costa más lejana del mundo, el Dr. Maturin y su amigo el Sr. Martin tienen la oportunidad de explorar la selva tropical sudamericana. El infortunado Sr. Martin es mordido por un mono nocturno, y aquí está. El animal que Maturin y Martin (y Cuvier y Linnaeus) llaman un mono de la noche ahora se llama un mono del búho (Aotus trivirgatus, aver. Wgt. 2.2 libras). La palabra "mono" se usaba entonces para incluir tanto monos (sin cola) como monos (generalmente con colas). "Búho" y "noche" son modificadores que describen el estilo de vida nocturno del animal. Son los únicos simios o monos que actúan principalmente por la noche. Los ojos grandes dan testimonio de ello, pero habiéndose adptado tan recientemente de una vida diurna a una vida nocturna, todavía mantienen su visión del color. Debido al hábitat y estilo de vida, son difíciles de estudiar y aún no lo sabemos todo sobre ellos. Comen fruta, hojas e insectos y forman parejas de varones y hembras para criar a los jóvenes. El macho tiene la responsabilidad primaria de criar a sus hijos, por lo que la agresión natural de un macho que protege su territorio se añade a la agresión natural de un padre que guarda a su descendencia. De ahí el ataque al señor Martin. El doctor consiguió observar un primate menor muy de cerca ...
El Potto, aunque aquí la buena de Wanda nos lleva a un enlace compartido por el potto Perodictius, o loris sin cola, y el más conocido y tristemente adorable es el loris perezoso)
En El Comodoro, el Dr. Maturin obtuvo un awantibo (Angwantibo arctocebus, promedio de 2,2 libras, longitud media 10 pulgadas). No tenemos uno aquí en el Museo Americano de Historia Natural, pero sí tenemos pottos. El awantibo es similar, ligeramente más pequeño (longitud promedio 14 pulgadas), como este espécimen, y de un color más dorado y sin cola. Awantibos y pottos comparten el mismo ambiente, pero dividen el territorio. Ambos viven en la selva tropical de África y el sudeste asiático, y en los árboles. Los pottos viven en las copas de los árboles, comiendo principalmente fruta y algunos insectos. Los Awantibos viven en el sotobosque, comiendo principalmente insectos y algo de fruta.Esqueleto de PottoDesde este esqueleto montado de un potto, (tal vez parecido a la muestra de la Sra. Wood), se pueden ver las "curiosas vértebras dorsales anteriores" que llamaron la atención del Doctor. Estos son para la protección. En el dosel del bosque, los depredadores más peligrosos son las serpientes y las aves rapaces. En el caso de un pájaro, el potto se convierte en una pelota con el cuello hacia afuera frente al ataque. Estas espinas como proyecciones en su espalda no proporcionan lugar para un pájaro a agarrar; Si los pájaros tratan de desenrollarlo, el potto muerde. Si una serpiente se acerca, el potto simplemente deja ir la rama y cae al suelo del bosque. Incluso una caída de 30 a 40 pies no lesionaría a un animal tan pequeño.En todos sus viajes, el doctor consiguió ver muchos mamíferos interesantes que no eran primates. Vamos a la Sala de Mamíferos Fósiles.
Si tuviésemos que añadir algo al comentario de Wanda Finch sería que el potto supone argumentalmente como pretexto para que el Dr Maturin conozca a la señora Wood, uno de tantos personajes que sirven a O'Brian para remarcar un cierto feminismo que forma parte de la manera de ver las cosas del científico. Éste está en una situación de privilegio al poder observar las cosas despojadas de connotaciones sociales o culturales, y del mismo modo que el doctor se manifiesta un fiero oponente a cualquier forma de esclavitud, asimismo observa la igualdad de géneros, aunque no sin ciertas reservas más o menos subjetivas.
En esta ocasión, tiene el placer de disfrutar de la compañía de una mujer atractiva, aunque un tanto andrógina, que comparte sus aficiones como botánica y zoóloga de campo, no exenta de cierto fetichismo coleccionista común a todo naturalista. Aunque en un primer momento no se trata más que de dos buenos amigos que simpatizan y comparten mutua admiración, algunos libros más adelante ambos han enviudado y el lector no se sorprende excesivamente de la propuesta de matrimonio sesuda e intelectualmente justificada que Maturin hace Mrs Wood, y que queda abierta y sin resolver porque el escritor muere antes de desarrollar más dicha trama en libros posteriores.
En todo caso, cuando Maturin da con su auténtica media naranja naturalista, lo primero que comparten es un ejemplar vivo de Potto que él confía al cuidado de ella ante un inminente viaje, y más tarde recibe emocionado la preparación del esqueleto que la mujer científica le ha facilitado.
(continúa en próximas entradas)
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