A fin de cuentas... ¿existen o no las sirenas?
Por Alejandro Agostinelli | Ciencia curiosa – Hace 3 horas
Para muchos de nosotros no hay misterio alguno: las sirenas, esas criaturas de cuerpo humanoide y cola de pez que aparecen en relatos o en pinturas de antiguas culturas, forman parte de la fauna imaginaria de la humanidad. Aún así, una reciente emisión de Animal Planet, el canal de Discovery Communications, sembró la duda: el pasado 27 de Mayo dedicó un programa al tema en un formato símil documental.
Para dar a la polémica una legitimidad que parece difícil de aceptar, el programa recreó escenas de una colonia de sirenas y tritones que, según el guión de Charlie Foley, hace miles de años usaban a los delfines como mascotas y vivían en manadas protegiéndose unas a otras del acecho de unos temibles escualos gigantes.
Como el pretendido documental fue emitido por un canal que suele presentar temas de genuino valor científico, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de los EE.UU. recibió numerosas consultas sobre la existencia de tales criaturas, sobre las cuales sólo hay vestigios artísticos y mitológicos. "No se han encontrado pruebas de humanoides acuáticos", contestó, tajante, la NOAA.
Como el pretendido documental fue emitido por un canal que suele presentar temas de genuino valor científico, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de los EE.UU. recibió numerosas consultas sobre la existencia de tales criaturas, sobre las cuales sólo hay vestigios artísticos y mitológicos. "No se han encontrado pruebas de humanoides acuáticos", contestó, tajante, la NOAA.
[Relacionado: El extraordinario caso de las "sirenas reales"]
Para algunos, la reacción del organismo científico norteamericano puede parecer desmesurada: debe haber pocas tareas tan insatisfactorias —y aparentemente improductivas— como desmentir la existencia de seres cuya realidad nunca fue documentada. Pero también hay que atender a cuestiones de contexto. En el último tiempo, por ejemplo, una controversia en torno a presuntos registros en video de sirenas llamó la atención de los aficionados a los misterios (e ingresó en varias escuelas a través de docentes receptivos a la posibilidad de su existencia) cuando aparecieron en la web imágenes, a la postre trucadas, de mujeres con cola de pez, realizadas por bromistas, experimentadores o charlatanes.
Para algunos, la reacción del organismo científico norteamericano puede parecer desmesurada: debe haber pocas tareas tan insatisfactorias —y aparentemente improductivas— como desmentir la existencia de seres cuya realidad nunca fue documentada. Pero también hay que atender a cuestiones de contexto. En el último tiempo, por ejemplo, una controversia en torno a presuntos registros en video de sirenas llamó la atención de los aficionados a los misterios (e ingresó en varias escuelas a través de docentes receptivos a la posibilidad de su existencia) cuando aparecieron en la web imágenes, a la postre trucadas, de mujeres con cola de pez, realizadas por bromistas, experimentadores o charlatanes.
Charlie Foley, el productor de Animal Planet que escribió el libreto del documental, defendió su derecho a especular gracias a la existencia de tales criaturas marinas en culturas tan diferentes como la griega, la china y la vikinga, o el hallazgo de pinturas rupestres que parecen reflejar el aspecto que éstas poseían, en lo que podría ser una curiosa confusión entre representaciones fantásticas propias de un trabajo artístico, y un registro realista tipo cámara fotográfica.
En el documental, titulado "Sirenas: el cuerpo hallado", Foley se pregunta: "Así como hay animales que se desplazaron de la tierra hacia el mar ¿podría haber sucedido lo mismo con los seres humanos? ¿Y si hubiera algo de eso?".
En el documental, titulado "Sirenas: el cuerpo hallado", Foley se pregunta: "Así como hay animales que se desplazaron de la tierra hacia el mar ¿podría haber sucedido lo mismo con los seres humanos? ¿Y si hubiera algo de eso?".
Para evaluar la calidad de la evidencia en Animal Planet, tal vez basta agregar que las "mascotas de compañía" que aparecen junto a las sirenas son el bigfoot, el chupacabras, y los vampiros (curiosamente, no los gnomos, los fantasmas o las hadas). Foley despeja aún más el panorama cuando, para defenderse de la acusación de falta de evidencias, opta por denunciar una conspiración. Es que, para el director de Animal Planet, "no hay que descartar que un gobierno en las sombras haya ocultado o destruido pruebas".
Si el complot que denuncia Foley es real, las cosas quedarían más o menos donde empezaron: la falta de evidencias no permite asegurar la existencia de nada que valga la pena reconstruir digitalmente, a menos que estemos ante una animación que pretende entretener y de ninguna manera defender la existencia material de sirena alguna.
En cualquier caso, no deja de ser llamativo que la situación haya obligado a la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica a pronunciarse sobre el fantasmático asunto. "No se han encontrado pruebas de humanoides acuáticos. ¿Por qué, entonces, ocupan el inconsciente colectivo de casi todos los pueblos marinos? Es mejor dejar la respuesta a esa pregunta a historiadores, filósofos y antropólogos", propone la NOAA.
Es dable reconocer que biólogos, genetistas y zoólogos interesados en la vida de las sirenas no tienen mucho material para examinar. Sí disponen de abundante información los científicos sociales, quienes —si desean embarcarse en semejante estudio— pueden nutrirse de los antecedentes en materia de fenómenos de naturaleza escurridiza reunidos en áreas tan diversas como la parapsicología, la criptozoología o la ufología.
El extraordinario caso de las "sirenas reales"
Por Alejandro Agostinelli | Ciencia curiosa – mié, 7 mar 2012
ahora mismo trabajando afanosamente en la identificación de una pieza que parece ser una sirena momificada hallada en el Museo de Arte Buxton en Derbyshire.
No todos los días cobran vida unas criaturas nacidas en la mitología griega. Convengamos que los avistamientos de sirenas, como se le llama a este bellísimo críptido capaz de hechizar de muerte a sus testigos, no abundan en la crónica periodística. Por eso es llamativo que un equipo de estudiantes y docentes de la Universidad de Lincoln, Gran Bretaña, esté
Se cree que la sirena en cuestión llegó al museo desde el Lejano Oriente a mediados del siglo XIX. Anita Hollinshead, estudiante de conservación y restauración, responsable del casual hallazgo, precisó que su cabello es humano. "Gran cantidad de este tipo de sirenas procedía de Japón y fueron elaboradas por pescadores, quienes complementaban sus ingresos con la venta de sirenas falsas", señaló la redescubridora de la insólita reliquia.
Los partidarios de la existencia de estas muchachas de mala fama a quienes un fantástico desvío de la teoría de la evolución reemplazó sus piernas de piel y hueso por una cola de pescado y sus pulmones por branquias, han tenido problemas para sostener su creencia.
1) No ha habido registros, ni siquiera iconográficos, de sirenos con los cuales pudieran aparearse, lo que lleva a preguntarse por la supervivencia de la especie.
2) Sus pechos, apenas cubiertos por una larga y empapada pelambre, no parecen servir para amamantar sirenitas (nadie las ha reportado).
3) En todos estos años nadie ha grabado alguna de las melodías con que seducen de muerte a los pescadores enamoradizos.
Los partidarios de la existencia de estas muchachas de mala fama a quienes un fantástico desvío de la teoría de la evolución reemplazó sus piernas de piel y hueso por una cola de pescado y sus pulmones por branquias, han tenido problemas para sostener su creencia.
1) No ha habido registros, ni siquiera iconográficos, de sirenos con los cuales pudieran aparearse, lo que lleva a preguntarse por la supervivencia de la especie.
2) Sus pechos, apenas cubiertos por una larga y empapada pelambre, no parecen servir para amamantar sirenitas (nadie las ha reportado).
3) En todos estos años nadie ha grabado alguna de las melodías con que seducen de muerte a los pescadores enamoradizos.
En pleno siglo XXI las sirenas han vuelto a reclamar el derecho a la existencia, pero no a través de los medios masivos (que se atienen a una lógica curiosa, ya que le dan más crédito a las apariciones de hadas o vírgenes que a las visiones de sirenas), sino a través de testimonios virales, propagados a través de las redes sociales. Estas sirenas carecen de carisma, no están en el océano agitando sus brazos o canturreando al capitán del barco con una voz hipnótica, pero tampoco son mutantes de pescadería. Son leyendas recientes de Youtube como la que podemos ver ahora mismo:
El promotor del video recibió un alud de visitas, lo cual no prueba mucho más que el enorme deseo de los cibernautas por presenciar la manifestación de auténticas sirenas. Dice que filmó sus incursiones durante dos días seguidos. Según el relato que hace en off, la visibilidad era tan mala que la primera vez "ni él se dio cuenta" de lo que había filmado. Hasta que lo vio en la computadora. Volvió al otro día a esperar su regreso y filmó por segunda vez "algo raro". Para él, el hecho de que "reincidiera" evidenciaba que fue una sirena de verdad. "Alguien podría haberme gastado una broma una vez. Pero ¿dos veces?". (Su discurso es un poco contradictorio, ya que él mismo aclara que, por sus diferentes colas, supo que eran dos sirenas distintas).
En su momento, el ciclo del canal SyFy Fact or Faked?: Paranormal Files disfrazó de sirena a su conductora, a quien hicieron saltar al mar desde la cubierta de un barco para que tratara de reproducir las habilidades de nado de la "criatura" del video. El paralelismo, casi perfecto, redujo a valores cercanos a cero la posibilidad de que fuera una confusión con un animal marino. Y creció a valores cercanos a uno la hipótesis de una broma con fines comerciales o de entretenimiento.
Criaturas construidas por taxidermistas aficionados surgieron en Occidente en plena era dorada de los monstruos de circo y las novelas protagonizadas por quimeras. El negocio de personajes inescrupulosos como P.T. Barnum creció a expensas de construir escenarios falsos pero persuasivos, mientras los periódicos siguieron beneficiándose con los fraudes ajenos.
Un pescador que compensa su sueldo creando animales imaginarios; un buceador que filma a una amiga disfrazada vaya uno a saber con qué propósitos; un grupo de investigadores que analiza el ADN de las escamas de un pescado de dos siglos de antigüedad; un artista que trabaja para convecernos de la existencia de fósiles de sirenas...
La ciencia interesada en desenmascarar algunos entuertos tiene, muchas veces, la cándida prestancia de un juego de niños.
Lo importante es darse cuenta.
Alejandro Agostinelli es periodista y editor del blog Factor 302.4
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