¿Es la taxidermia un arte? Eso se pregunta Rachel Poliquin en su interesantísimo trabajo de investigación reflejado en su brillante blog Taxidermy, que nos ha parecido una valiosa aportación al estudio de las relaciones entre arte y zoología, arte animal, bioarte y demás denominaciones de los temas que nos ocupan.
Tanto si lo es como si no, no me importa manifestar mi rechazo al uso de animales vivos o muertos en obras de arte, ya que anteponen criterios estéticos a éticos en cuanto a la valoración material de las cosas vivas, incluso cuando claramente denuncian tal hecho (como es el caso de la obra que ilustra nuestra pequeña disertación) o constituyen verdaderamente obras de potente e incluso hermoso impacto visual.
Sea o no un arte, la taxidermia es un oficio que combina conocimientos de escultura (y por consiguiente, o a causa de ello, dibujo), modelismo, anatomía, veterinaria, química, física y mecánica.
Los artistas holandeses asociados como "Idiots" o "Designed by Idiots" (recalcitrantemente oportuna denominación para sus detractores) practican este tipo de trabajos para materializar su obras de arte. Hemos dedicado comentarios al respecto de obras que recurren a ella o a su apariencia mediante escultura hiperrealista en entradas específicas, pero creemos oportuno ilustrarlo con este ejemplo:
Foto: Anthony Cheung.
En el blanco suelo de la galería, una leona duerme, la cabeza apoyada sobre sus patas cruzadas, sus orejas suavemente vueltas hacia abajo. Está relajada, en paz, sin preocupaciones. Pero se trata tan sólo de la mitad de ella, la mitad delantera, muy bien disecada, pues desaparece en los glóbulos de un charco de oro que emerge de su sección media. La obra es una creación en colaboración de los artistas holandeses Golsteijn Afke, Taneja Rubén y Bakker Floris y sugestivamente titulado Ofelia en alusión a la heroína trágica de Hamlet de William Shakespeare.
La presencia de un animal real en un espacio de la galería, sobre todo medio animal, es desconcertante como mínimo. Si la leona no estuviese tan perfectamente disecada y tan dulcemente dispuesta, y si no estuviese acompañada de los trozos de oro, Ofelia parecería más destinada a ser considerada como "atropello" que "arte". Sin embargo, la apariencia visual de la obra calma al espectador, y la casi humana representación de la leona casi nos permite imaginarnos en su lugar. Ocultar las costuras esconde la violencia inherente a la taxidermia.
A pesar de la crudeza de la obra, su significado no parece limitarse a los materiales. León: mamíferos de color pardo depredadores nativos de las sabanas africanas y los bosques de la India. Oro: el número atómico 79, suave, brillante, amarillo, maleable, disuelto por el mercurio. Por el contrario, Ofelia parece existir en algún lugar entre su presencia concreta y su significado alegórico: La leona y el oro, la reina de las bestias, el rey de los metales y el dinero.
La obra ofrece una visión de un mundo donde la fantasía y la realidad se funden en infinitas posibilidades, la incertidumbre, y la duda. ¿la leona se licua o las pepitas de oro se fusionan en ella? ¿Ha caído bajo un hechizo o es ella misma soñando con la existencia? ¿O se trata de una visión alquímica de la materia que se transforma en el más alto y más puro de los elementos, o un símbolo más siniestro de la transformación por parte de los seres humanos de la vitalidad de la naturaleza en dinero? ¿Se trata de hedonismo estético o brutalidad? La obra trae a la mente la descripción de Stephen Greenblatt de lo maravilloso como "el poder del objeto que se muestra para detener al espectador en sus pistas, para transmitir un sentido de detención de la singularidad, para evocar una atención elevada." Una maravilla no es una maravilla hasta que desconcierta por completo nuestras expectativas. Una maravilla que nos cautiva con su extrañeza. Es magnética, por arte de magia carismática y por completo fascinante. Sin embargo, mientras que un milagro nos puede transportar a salir de nosotros mismos al evocar extraño y antinatural imaginar, una maravilla siempre nos lleva de nuevo - nos une por así decirlo - a su presencia real y concreta.
Al escribir sobre su trabajo, los artistas llaman la atención sobre la fragilidad de la línea que divide la observación real y la imaginación poética. Con la combinación de sus talentos con vidrio, metal, bordados, y la taxidermia, los artistas decoran y adornan animales reales, transfigurándolos de criaturas cotidianas-conejos, erizos, cisnes, pájaros, ratones- a héroes trágicos de los cuentos de hadas contemporáneos. "La idea básica es que varios animales de peluche sufran una transformación. Es difícil no pensar en la muerte cuando se mira a los animales de peluche, pero en este caso, el morbo se convierte en algo hermoso. "En una de las obras las orejas de un conejo, con la cabeza en una pared como un trofeo de caza tradicional, están bordadas con intrincados bucles de flores. En otro, un pequeño erizo ha sido soldado en el marco antiguo del juguete con ruedas de un niño. Agujas de costura se mezclan con sus propias púas. Las obras oscilan entre la brutalidad y la belleza, la melancolía y el asombro. En última instancia se deja a los espectadores dar sentido a las piezas a partir de su propia reserva de imágenes.
(el texto original de Poliquin lo he traducido de la entrada de su blog)
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