Una mariquita invasora utiliza “guerra biológica” contra sus enemigos
Por José de Toledo | Apuntes de Naturaleza – mar, 28 may 2013
Crédito de la imagen: Andreas Trepte, www.photo-natur.de
Una estrategia que puede parecer buena idea cuando se trata de enfrentarse a plagas es utilizar elementos naturales para luchar contra ellas. Es decir, en lugar de emplear productos químicos – plaguicidas o biocidas – que pueden tener efectos indeseados a largo plazo, la alternativa sería utilizar especies que acaben con las plagas, bien por competencia o por depredación. El problema es que en ocasiones, el resultado es mucho peor de lo que se esperaba.
Un caso de este tipo se expone en un artículo reciente. La situación es la siguiente: a finales del siglo pasado, entre la década de los 80 y la de los 90, comenzaron a darse muchos problemas
en ciertos cultivos en invernadero en muchos lugares de Europa. Gran
parte de la producción se perdía por el ataque de pulgones, insectos del
grupo de los áfidos que parasitan las plantas.Una estrategia que puede parecer buena idea cuando se trata de enfrentarse a plagas es utilizar elementos naturales para luchar contra ellas. Es decir, en lugar de emplear productos químicos – plaguicidas o biocidas – que pueden tener efectos indeseados a largo plazo, la alternativa sería utilizar especies que acaben con las plagas, bien por competencia o por depredación. El problema es que en ocasiones, el resultado es mucho peor de lo que se esperaba.
Para solucionar este problema se estudiaron varias soluciones. Rápidamente se descartó la idea de utilizar pesticidas, ya que resultan muy difíciles de controlar en invernaderos. Y también porque dejan restos en las plantas, lo que impide que se puedan comercializar. Así que se optó por utilizar algún animal que se alimentase de los pulgones y no de las plantas.
El grupo biológico que mejor se adaptaba a esta idea era el de los coccinélidos, a los que en España se conoce de manera común como “mariquitas”. Se trata de depredadores voraces, de pequeño tamaño y que, generalmente, no afectan en absoluto a las plantas.
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El error que se cometió fue elegir una especie asiática. Se trata en concreto de Harmonia axyridis, la mariquita china. En principio parecía una buena idea. Al tratarse de una especie foránea, una vez que hubiese cumplido con su papel como control de plagas desaparecería. Y si salía de los invernaderos, ya se encargarían las especies autóctonas de acabar con ella.
Lo que no se sabía en aquel momento es que esta especie es capaz de realizar el equivalente animal a la “guerra biológica”. Tras muchos millones de años de evolución, la mariquita china ha desarrollado todo un conjunto de estrategias para mejorar su supervivencia. Para empezar, cuando es atacada segrega una sustancia tóxica que acaba con sus enemigos. Esta sustancia proviene de la hemolinfa, el líquido circulatorio de los insectos.
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Pero aún hay más. Este fluido contiene microsporidios, un tipo de hongo infeccioso. A las mariquitas chinas no les afecta la presencia de este parásito, pero a las poblaciones europeas de coleópteros – escarabajos, mariquitas y demás insectos relacionados – les provoca la muerte.
Distintos patrones de pigmentación que puede presentar la mariquita china (Harmonia axyridis). ©entomart
Como resultado de todo esto, la mariquita china ha comenzado un proceso de invasión biológica. Ya hay algunas especies que han desaparecido o han visto reducidas sus poblaciones de manera importante por la presencia de este insecto, y la previsión es que haya muchas más. Los organismos locales tardarán aún mucho tiempo, que se puede medir en cientos o miles de años, en desarrollar inmunidad al parásito que ha traido la mariquita china, y una cantidad de tiempo similar en desarrollar técnicas para contrarrestar su ataque.
De esta situación se puede sacar una conclusión muy clara, que ya se conocía cuando se introdujeron las mariquitas chinas pero que parecemos olvidar constantemente. Los ecosistemas se encuentran en lo que se conoce como equilibrio inestable; basta un pequeño cambio para que lo que ha costado millones de años regular se desajuste.
Por lo tanto, siempre hay que aplicar el “principio de precaución”: si no estas absolutamente seguro de poder controlar el resultado de tus acciones, más vale no llevarlas a cabo.
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